Hedilla y La Falange ¿De Izquierdas?
Una cosa es hablar del Manuel Hedilla "camarada" y otra, muy distinta, tratar del Manuel Hedilla "político" que, en el último momento, pone alguna esperanza en su vinculación con la Alemania Nazi.
Es por este motivo que se ha convertido a Manuel Hedilla en algo parecido al "Che Guevara" de los nazis filo-falangistas, que lo han adoptado como otro de sus Mitos, a pesar de que la realidad de los hechos desmiente todos los tópicos.
Por una vez la aportación de Wickipedia resulta medio honesta y algo enriquecedora y por ello la adoptamos en su mayor parte junto con otros textos. En ella se explica muchos de los motivos del abandono de Manuel Hedilla por parte de los falangistas más íntimos de José Antonio.
Sin embargo, ese matiz negativo no debe desfigurar el recuerdo de la vida y los méritos del gran falangista que, como tantos otros, fue Manuel Hedilla. De lo más importante, fructífero e interesante de su vida nunca se habla.
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Hedilla no solo no se oponía a Franco sino que solía ser acusado, por el sector "legitimista (franquista)" más próximo a José Antonio, de ser demasiado dócil con los militares que los propios falangistas legitimistas, quienes luego apoyaron a Franco hasta más allá del final.
José María Fontana Tarrats (Los Catalanes en la guerra de España)
El mérito de su gestión fue que Falange conservase sus símbolos propios en sus unidades durante la contienda y los llamamientos al trato humanitario con los prisioneros. Refutando así la "leyenda negra" que liberales y marxistas han vertido sobre los falangistas.
"Hay personas en nuestra retaguardia que no encuentran trabajo mejor que hacer por la patria, sino es el sembrar odio contra cataluña y las provincias vascongadas ... En Cataluña, como en todas partes, hay españoles malos y buenos. A nadie se le ocurrirá propagar odios contra los madrileños, porque Madrid sea rojo en estos momentos"
Manuel Hedilla
Aunque su negativa al Decreto de Unificación en particular, no a la unificación con los Tradicionalistas que él mismo gestionó, puede comprenderse e incluso aceptarse, como una opción más, dentro de un óptica hermética en el interés exclusivamente falangista.
Milicias Falangistas. |
Es obvio que la unificación era una necesidad obligada por las circunstancias que ha nadie agradaba por lo que suponía de renuncia a una parte del contenido ideológico y social por el que tanto se había luchado en ambos grupos.
Lo cierto es que Hedilla fue mucho mejor como camarada de filas que como Jefe Nacional. Puesto para el que se necesita estar provisto de un elevado nivel intelectual, sólida formación, altura política y amplitud de miras. Así como una cierta capacidad de preveer las consecuencias de las decisiones que se toman para toda la Nación y no solo para Falange, puesto que la realidad es siempre compleja y no simplista.
La adaptación mejorada del artículo de Wikipedia en simbiosis con otras aportaciones que tratan sobre las Academias Militares de Falangistas y Requetés, auténtica causa de que Franco precipitase el Decreto de Unificación, compensará las lagunas y omisiones que hay, tanto en dicho artículo como en el "Testimonio" de Manuel Hedilla.
Es mi intención publicar también el libro Testimonio de Manuel Hedilla que me parece sumamente interesante y enriquecedor para el conocimiento de la lucha de los falangistas durante la República, siendo ésta la faceta más interesante de la vida de Hedilla y la que todos olvidan.
Equivocado o no, como falangista, tendrá nuestro respeto, recuerdo y consideración, pero para el más alto cargo de Falange había otros mucho más preparados, aunque presos o retenidos en zona roja, que no pudieron presentarse para el cargo que le tocó a Hedilla.
Federico Manuel Hedilla Larrey (Ambrosero, 18 de julio de 1902-Madrid, 4 de febrero de 1970) fue un político falangista español, conocido por haber sido segundo jefe nacional de FE de las JONS y sucesor de José Antonio Primo de Rivera.
Mecánico de profesión,1 se afilió a Falange en 1934 e inicialmente tuvo un papel secundario en el partido. Tras el estallido de la Guerra civil, sin embargo, adquirió una mayor importancia y en septiembre de 1936 fue nombrado jefe de una Junta de Mando Provisional que se hiciera cargo de la jefatura del partido mientras el fundador, José Antonio Primo de Rivera, continuaba detenido en la zona republicana.2
Hedilla se encontró al frente de un partido que había crecido considerablemente desde el comienzo de la guerra y que era uno de los más importantes de la zona sublevada. Tuvo que hacer frente a las luchas de poder que surgieron en el seno de Falange, y también posteriormente al Decreto de Unificación promulgado por Francisco Franco, que unificaba a todas las fuerzas políticas «rebeldes».
Al no acatar, no la unificación en sí misma sino el Decreto de Unificación en particular, fue detenido por orden de Franco acusado de sublevación y juzgado, pasó algunos años en la cárcel. Tras esto, Hedilla vivió en el ostracismo3 y alejado de la vida pública.
Biografía.
Primeros años.
Hijo de Manuel Hedilla Collada —inspector de Tabacalera en el puerto de Santander y juez municipal de Bárcena de Cicero—,4 y de Josefa Larrey Jáuregui, nació en el seno de una familia de clase media. Al quedar huérfano de padre a temprana edad, la familia tuvo que trasladarse a vivir a Bilbao, ciudad donde su madre encontró un empleo. Cursó estudios básicos en las Escuelas Salesianas de Baracaldo (Vizcaya).5Con dieciséis años, empezó como aprendiz en un taller naval, empleándose después como maquinista de la marina mercante, aunque al poco tiempo perdería su puesto de trabajo en este sector.6
En 1928 contrajo matrimonio con Elena Arce Fernández, hija del farmacéutico de Ambrosero, trasladando su residencia a Cuenca al montar una empresa de transportes y obtener una contrata de portes de materiales para las carreteras.7
Sin embargo, a la caída de la dictadura de Primo de Rivera volvió a encontrarse sin trabajo.6 Se trasladó entonces a Madrid, donde montó su propio garaje de reparación de vehículos, pero el negocio acabaría resultando un fiasco.6
Regresaría a su tierra natal, donde sirvió como supervisor técnico en la fábrica de la cooperativa lechera «SAM» —Sindicatos Agrarios Montañeses— de Renedo.8 Allí Hedilla organizó un sindicato autónomo, aunque dos compañeros de empresa le atrajeron a un nuevo proyecto político de carácter nacional y social (aunque no Nacionalista en palabras de José Antonio): Falange.9
José Antonio Primo de Rivera. |
(Este capítulo será progresivamente ampliado).
Carrera política y ascenso.
Hedilla ingresó en 1934 en Falange Española,10 siendo designado jefe local de Renedo de Piélagos, cargo en el que desarrolló una gran actividad de proselitismo.11En marzo de 1935, con ocasión de una visita de José Antonio Primo de Rivera a Santander, Hedilla fue nombrado jefe provincial de Falange. En noviembre de ese mismo año asistió a Madrid al Consejo Nacional de Falange en representación de Santander.12
De cara a las elecciones de febrero de 1936, inicialmente fue uno de los candidatos falangistas a Cortes por la provincia de Santander,13 aunque posteriormente falange alcanzó un acuerdo de coalición con otro candidato electoral derechista y en su lugar Hedilla se retiró, dejando a Ruiz de Alda como único candidato falangista por Santander.14
Logró evitar ser detenido durante las redadas policiales de la primavera de 1936.n. 2
Las detenciones dejaron descabezado al partido, con su estructura desorganizada. Hedilla se convirtió en inspector nacional de Falange,18 coordinando a los distintos grupos falangistas en una sublevación frente a la represión que la República ejercía contra los falangistas.
En mayo se entrevistó con el general Emilio Mola, y posteriormente participó en los preparativos de la sublevación de julio de 1936 en Galicia.319 Aunque nominalmente era el líder falangista de Santander, Hedilla se encontraba en La Coruña cuando se produjo la sublevación militar.20
Al frente de las milicias falangistas20 ayudó al Ejército en su toma de la ciudad,21.
En agosto —mientras en la zona republicana José Antonio seguía estando prisionero— Hedilla se trasladó de Galicia a Burgos, y se convirtió de facto en el jefe nacional de Falange.22 Para suplir su ausencia, el 2 septiembre se constituyó en Valladolid una Junta de Mando Provisional encabezada por Hedilla.232 Ello daría tiempo a que Falange pudiese reconstruirse de la caótica situación que se había creado tras el estallido de la contienda, al menos hasta que José Antonio fuese liberado de la cárcel.
Hedilla, hombre sencillo, directo y poco cultivado, sin embargo, no gozaba del prestigio de Primo de Rivera y en poco tiempo había empeorado sus relaciones con el círculo de poder que rodeaba a Francisco Franco,24 que para entonces ya era el principal líder de las fuerzas sublevadas contra la República.
Su retórica revolucionaria y anticapitalista también le generó muchos enemigos en el bando sublevado,3 muy especialmente entre los sectores más conservadores y tradicionalistas.
En octubre se trasladó a Salamanca, ciudad en la que pasó a residir a partir de entonces.25
Desde finales de 1936 en la zona sublevada se empezó a plantear la necesidad de alcanzar una unificación de todos los movimientos políticos, una idea que aunque ya se había planteado en algunos círculos, resultaba demasiado idílica como para ser un hecho.26
Hedilla no se opuso a la posibilidad de que se produjera dicha unificación y él mismo participó en las negociaciaciones. Quería, eso sí, el claro predominio de su visión personal del falangismo.
"Hubo intercambio de opiniones entre la Falange y la Comunión Tradicionalista dos meses antes de la unificación".
En lenguaje diplomático podría decirse que se trató de un cambio de notas verbales, aunque en su curso hubo un acuerdo tácito.
Nos encontramos ante un suceso que probablemente influyó sobre la decisión unificadora.
Se coligaron numerosos móviles para determinar aquel intercambio, en el que participó, de modo activo, el jefe delegado de la Comunión, Fal Conde, exilado en Lisboa desde diciembre de 1936, como ya se ha dicho.
Algunos historiadores extranjeros, de éstos. Stanley G. Payne, se refieren al suceso sin profundizar en sus orígenes y desarrollo. Dan una referencia esquemática, de tipo periodístico. El intercambio tuvo mayor calado, y repercusiones considerables.
Dos enviados oficiosos pertenecientes a la Falange, y una tercera persona que se unió a
ellos, sin haber recibido tal misión oficiosa de quien podía conferirla, acudieron a Lisboa; los
dos enviados pertenecían a la categoría de los neofalangistas. Eran Pedro Gamero del Castillo y José Luis Escario.
Conviene repetir aquí una frase de Hedilla, estampada en otro lugar de este TESTIMONIO:
«Yo no distingo entre camisas nuevas y viejas; para mí no hay más que camisas limpias y camisas sucias».
Gamero y Escario deben ser, por tanto, estimados en su condición de falangistas a los que obligaba un juramento y una disciplina, y su condición de afiliados recientes es consignada para cumplir con un deber informativo de tipo histórico.
La iniciativa del viaje a Lisboa corresponde a los dos enviados oficiosos.
Pedro Gamero del Castillo testimonia:
«La unión de la Falange y de la Comunión Tradicionalista era un tema que estaba en el ambiente; en algunos ambientes, por lo menos. Unión espontánea u obligada. Al llegar Sancho Dávila a la zona nacional en el otoño de 1936, él y yo habíamos hablado, y seguíamos haciéndolo en 1937, de aquella unión, que a nuestro juicio podía desembocar en la instauración de la Monarquía".
»En Sevilla, donde actuábamos Dávila y yo, era corriente escuchar alusiones a la unión
de las dos fuerzas y solía añadirse:
«Lo que Sevilla quiere, en Salamanca no podrán quererlo nunca ».
»De ese futuro había yo hablado, por ejemplo, con los tradicionalistas José María Oriol y
José María Arauz de Robles».
José Luis Escario, por su parte, declara:
«En conversaciones privadas sostenidas con personas sumadas al Movimiento Nacional, entre ellas Antonio Iturmendi y Mariano Puigdollers, y en el curso de mi trato con Pedro Gamero, hablamos de la unión del falangismo con el tradicionalismo. Pensábamos que una fuerza compacta y homogénea, al servicio de la patria, sería muy valiosa. Entendíamos que cuanto se hiciera en tal sentido resultaría una digna empresa patriótica".
La actitud de los tradicionalistas favorables a la unión, y el último punto de las bases,
augurando su final para cuando se alcanzase la restauración nacional, es decir, la superación de los daños infligidos por la guerra, necesitan aclaraciones.
El testimonio de Manuel Fal Conde, en 1963, las depara:
«Dije en 1937 que la Falange y el Requeté eran sustancialmente inasociables. Tenían ideas diferentes; no contrarias. Mi concepto de la libertad orgánica, según la estructura de la sociedad, salió a relucir, Falange basaba la libertad en la autoridad".
Esto no es necesariamente así, salvo para los actuales falangistas Hedillistas, puesto que la Democracia Orgánica fue construida en España por los falangistas (como Arrese, Girón, Raimundo Fernández Cuesta, Fermín Sanz Orrio,etc...,) principalmente.
Según cuenta Hedilla:
»Manifesté que los dos éramos partidos de integridad con una estructura orgánica
perfecta. Si a cualquiera le quitaban una de las piezas, ya no sería perfecta la estructura".
Así como un revelador testimonio de Hedilla que demuestra su gran desconocimiento de la realida alemana del nazismo:
»AL general Mola le informé, a su tiempo, que nosotros no admitíamos el partido único
como instrumento de gobierno. Era preciso sanar al país de los efectos patológicos de los partidos políticos, y con el mismo Mola, habíamos acordado la supresión posterior de esos partidos, aunque colaborasen con el Alzamiento".
Se refiere a que Falange estaba en contra del sistema de Partido Único.
Siendo Hedilla fiel a las tesis Joseantonianas y de Onésimo Redondo, en la teoría, no se comprende su fuerte relación con el nazismo.
Algo no concuerda. Y lo que no concuerda es, probablemente la influencia que sobre Hedilla ejercía su secretario particular.
La guerra motivó afluencia de visitantes extranjeros a la zona nacional, menor, empero,
que la registrada en el territorio de la República Popular. Había, entre aquellos observadores, periodistas, diplomáticos, representantes de partidos, no sólo de Alemania, Italia y Portugal, sino de otros países... La Falange y el Requeté constituían sendos centros de la curiosidad y del interés de los extranjeros.
El 22 de julio de 1936, el nuevo Alto Comisario de España en Marruecos, teniente coronel Juan Beigbeder Atienza, por orden de Franco, hizo un pedido al general Kuhlenthal, agregado a la Embajada alemana en París.
Se trataba de obtener diez aviones de transporte, de la máxima capacidad, para establecer un puente aéreo entre África y la Península. El capitán de aviación Francisco Arranz, y los dos alemanes citados, salieron dicho día 22 de julio de Las Palmas, en un avión de la Lufthansa, rumbo a Berlín. Llevaban una carta para Hitler, a quien vieron en Bayreuth.
Hedilla, quien a veces era materialmente asediado por los visitantes, testimonia desvinculándose de los "extranjeros".
Sin embargo puso a los alemanes como instructores a dirigir las Academias Militares Falangistas, lo que significaba que los falangistas serían instruidos por nazis alemanes y esta fue la causa verdadera de su caída en desgracia:
"Tuve relaciones naturales con los embajadores de Alemania y de Italia y con personalidades de los dos países. Roberto Farinacci me invitó a visitar Italia y me aportó saludos de Mussolini.
Hitler me dedicó un ejemplar de una edición fastuosa, limitada a cien ejemplares, de su «Mein-Kampf».
En cualquier instante, y con cualquier extranjero, mantuve las distancias, correctamente, y sin ocultar, por otra parte, mi simpatía hacia los que con nosotros cooperaban a la guerra.
"Pero nunca acepté indicaciones, sugestiones, normas de ningún extranjero.
En su origen se encuentra a dos comerciantes alemanes que vivían en Marruecos. Eran Johannes Bernhardt, ex comerciante en azúcar de Hamburgo, donde al parecer había tenido dificultades financieras, y que dirigía en el Protectorado español la división de la Auslandorganisation en los asuntos económicos, y vivía en Tetuán; el otro era Adolf Langenhein, jefe nazi en Tetuán. El primero hacía ventas de cocinas al ejército.
»A Johannes Bernhardt, director de la Hisma, le reproché varias veces, y con dureza, la
rapacidad que mostraba para obtener productos españoles, desde el aceite hasta los
minerales. Creo que llegué a llamarle farsante, pues con teatralidad hablaba de amor a
España, mientras era incansable en saquearla.
»Bernhardt me respondía:
»—España tiene que pagar, tiene que ir pagando..."
La Hisma era el reverso de la medalla de la solidaridad.
Hitler, al conceder un apoyo inicial al Alzamiento, dispuso que se formaran dos
compañías: la Hisma, sigla de «Compañía Hispano Marroquí de Transportes» y la Rowak, de Rohstaffe und Waren Einskaufgeselleschaft. Ésta recibió un crédito de tres millones de marcos para comprar armas, que la Hisma transportaba en buques mercantes protegidos por unidades de guerra.
Oficialmente, esas sociedades fueron legalizadas en Alemania el 16 de octubre de 1936.
Los alemanes importaron cobre de Riotinto; los productos de otras minas de Andalucía y
del Protectorado de Marruecos; producciones canarias, mallorquínas, extremeñas,
salmantinas, gallegas, castellanas...
En una estadística aparece que el año 1937, Alemania importó 1.620.000 toneladas de hierro, 965.000 toneladas de piritas, y 2.000 de otros minerales y productos del campo, lentejas, alubias, garbanzos, aceite. Bernhardt cargaba con todo. El promedio mensual de importaciones, entonces, era de diez millones de marcos.
Los alemanes habían preparado el llamado « Proyecto Montaña» que significaba el
control sobre 3 minas de Wolframio, especialmente las del norte de España.
Esta pretensión dio lugar a enconadas discusiones con el régimen de Franco quien no las permitió, pero en fecha posterior a la unificación.
Hedilla tenía, pues, razón sobrada al censurar la actitud de las compañías alemanas según nos cuenta el libro de su "Testimonio".
Los italianos hicieron un despliegue aparatoso de enviados a la zona nacional, con
cargos diversos, principalmente de Prensa y Propaganda. Ya estaba en la zona nacional el
director en Madrid de la Agencia oficial de noticias Stefani, Cesare A. Gullino, perspicaz,
habituado a España y muy activo.
Salvo Gullino, la inmensa mayoría de los fascistas no lograron tener relaciones constantes con la Falange y con el jefe de la Junta de Mando. Eran, en general, presuntuosos.
Existían, entre ellos, rivalidades, enconos y antipatías que no auguraban nada bueno para el partido fascista en punto a coherencia y disciplina. Se vigilaban y denunciaban entre sí.
El número de relevos en las distintas oficinas italianas —a comenzar por la misma Embajada, donde Cantalupo apenas duró tres meses— fue incontable.
Los alemanes nazis tenían disciplina dura, pero desde el principio se mostraron torpes al
relacionarse con Hedilla y otros falangistas. Sus jefes eran Kohn, cónsul general, de las S.S., y Hans Kroeger, que representaba al ministro de Propaganda.
Serrano Suñer describe así a Kroeger:
«Era éste —mala persona— un pequeño hombrecito cabezudo y rojizo, que alternaba el pardo y revolucionario uniforme de las S.A. con un mess jacket gris, que usaron en otro tiempo en Alemania los oficiales de la Guardia Imperial, pero que a él no le daba otro aspecto que el de botones de hotel. Acaso también el carácter demasiado comercial de la ayuda alemana, se debió a la influencia de esta clase de personas».
Kroeger, sin embargo, no apareció jamás en la Junta de Mando, ni en el domicilio de
Hedilla, con uniforme de las S.A.
Estos alemanes, que vivían en el ambiente denso de Salamanca, aunque viajaban por
todo el territorio nacional, sentíanse fuertes creyendo que el tono dominante en la organización falangista era la germanofilia, exacerbada.
Juzgaban a través de unas docenas de militantes, muchos de éstos notorios, que en verdad eran pro-nazis, aun declarando ser católicos.
Kroeger permaneció en España hasta el mes de junio de 1939, fecha en la que fue destituido, no sin un forcejeo revelado por los documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores y el de Propaganda del III Reich. Tenía decididos protectores.
Creyó Hans Kroeger que le era fácil sugestionar y dirigir a Manuel Hedilla, y éste, antes
de que llegara la unificación, le arrojó materialmente del modesto piso salmantino en que el jefe de la Junta de Mando residía nos cuenta su "Testimonio" en contradicción con el hecho, demostrado, de la entrega de parcelas importantes de poder a los nazis alemanes dentro de la organización falangista. Concretamente la ya comentada Dirección de las Academias Militares Falangistas.
No olvidemos que los alemanes recelaban del Caudillo e hicieron varios intentos de contacto con generales falangistas, como Yagüe y Muñoz Grandes, para sustituirle
Tanto los italianos como los alemanes ofrecían abundante material de propaganda
anticomunista a la Falange. Por evidente torpeza, buena parte de los libros, folletos, revistas y películas brindados, comportaban una propaganda política que, en el caso alemán, se centraba en lo racista y antijudío.
Hedilla fue advertido por camaradas suyos de los riesgos de esa propaganda heterodoxa que, además, estaba al servicio de una política extranjera sin embargo comenzó a incluir el antijudaísmo en sus discursos (algo que ya había hecho anteriormente Onésimo Redondo, pero desde la perspectiva Católica tan difundida en aquella época, en la que tantos cristianos perdían sus viviendas por culpa de los intereses abusivos que les cobraban los prestamistas judíos).
Apenas lo supo, ordenó que falangistas de su confianza fiscalizaran aquel material,
especialmente las películas. Este celo por cumplir con la ortodoxia perduró durante todo el período de mando de Manuel Hedilla segun su "Testimonio".
No pudieron, los alemanes y los italianos, convertir a la Falange en una cabeza de
puente política, en los meses de su plena autonomía. Sin embargo, el secretario particular de Hedilla, J. A. Serrallach Julia, jonsista catalán educado en Alemania, era, entonces, un pronazi convencido.
Si algún conato de influencia ejerció sobre el jefe de la Junta de Mando, lo hizo, en opinión de cuantos conocen a Serrallach, con firme desinterés. Alguna vez, el jonsista que había dado pruebas de lealtad combatiendo en el frente de Burgos, rayó en lo ingenuo, al atiborrar a Hedilla, por su cuenta, de libros en alemán que ni siquiera miraba
Sin embargo, en la práctica Hedilla no controlaba a los distintos grupos que por entonces existían en el seno de Falange, y contaba además con la radical oposición de otros líderes falangistas más cercanos a José Antonio, denominados "legitimistas", como Agustín Aznar y Sancho Dávila27-28 que le acusaban de culto a su persona.
Por el contrario, contaba con el apoyo de los jefes falangistas del norte de España.29 El sacerdote falangista y director del diario Arriba España, Fermín Yzurdiaga, era un entusiasta hedillista,30 y en varias ocasiones le dio cobertura informativa.
En el caso de Agustín Aznar y de Rafael Garcerán —antiguo pasante de José Antonio—, estos veían en Hedilla a un jefe provisional adecuado hasta que José Antonio pudiera volver a hacerse cargo de la dirección del Falange.31
Concentración de falangistas en Zaragoza, octubre de 1936. |
Incluso debió organizarse un Servicio Exterior de Falange —a la cabeza del cual quedó Felipe Ximénez de Sandoval—33 para coordinar las distintas agrupaciones de Falange que surgían en otros países. Todo ello acabó provocando que en el seno del partido se formasen varias facciones.
Frente a Hedilla y sus partidarios se encontraba la facción de los llamados «legitimistas» —se consideraban herederos del legado de José Antonio—, que estaba formada por Agustín Aznar, Sancho Dávila, Rafael Garcerán y la hermana del fundador, Pilar Primo de Rivera34 quienes tenían sólidos motivos para ver en Raimundo Fernández Cuesta, preso en zona roja, el sucesor natural de José Antonio.
Por otra parte, muchos de los nuevos falangistas procedían de los sectores católicos o monárquicos, y veían más a Franco como el potencial líder futuro.35
A pesar de este contexto hostil, Hedilla encontró el entusiasta apoyo del embajador de la Alemania nazi, Wilhelm Faupel, cuyos agentes establecieron contactos con las facciones hedillistas.36
Situación muy diferente era la del embajador de la Italia fascista, Roberto Cantalupo, que veía en Hedilla a alguien mediocre y con escasa formación.37
Las Academias Militares de Requetés y Falangistas.
El masivo aluvión de «voluntarios» que nada tenían que ver con el ideario que las inspiraba era un factor de inestabilidad añadido que el propio Franco no dejaba de observar.
En su afán por justificar la unificación, cuando ésta ya había sido consumada, el delegado de Prensa y Propaganda de Falange en Allariz acertaba a describir la situación anterior en los siguientes términos:
«La diversiflcación anterior tenía mucho de artificiosa; frecuentemente no iba más allá del color de la camisa o de la gorra. Muy al contrario, la unidad presente es el hecho naturalísimo reclamado por el fondo mismo de las cosas y por las necesidades ineludibles del momento. Era un dolor que jóvenes, a los que no separaba ninguna razón básica de ideal o de sentimiento patrio, se hiciesen la guerra sin cuartel por la futesa de un nombre, de un viva o de un número.
Alguna vez también, y era lo peor, los que no podían luchar por altos y nobles afanes (...) hacíanlo a base de politiquerías y aun de rencillas personales, malogrando así ricas energías juveniles de las que están tan necesitada la patria. (...) ¿Qué táctica de adaptación, qué fórmula de supervivencia sería ignorada de estas viejas hiedras que treparon siempre por los muros de la Patria, chupando su mejor sustancia y disimulando la ruina que le trajeron entre su hojarasca? También en la ocasión presente quisieron ensayar su fórmula de perennidad; juzgaron aparecer a tono con el momento improvisando unas milicias con el marchamo del partido respectivo, y no precisamente para conquistar fortines en las líneas de fuego, sino más bien para hacerse con posiciones políticas ventajosas para el mañana».
Tampoco resultaban especialmente fluidas las relaciones entre los responsables provinciales del Ejército y de las Milicia en particular en materia de reclutamiento. Muchas secciones locales de Falange, con sus respectivas milicias de segunda línea, habían sido apresuradamente organizadas por mandos militares cumpliendo órdenes de la Comandancia Militar.
En teoría esto debería haber favorecido que FE-JONS dispusiese de grandes facilidades para atraer voluntarios con destino al frente por su mayor proximidad a los potenciales destinatarios del mensaje y el control ejercido por aquéllos; sin embargo, el peligro de que sus responsables pudiesen utilizar esta capacidad de movilización para exigir determinadas contrapartidas hizo que los militares se resistiesen a cederles la iniciativa en un ámbito tan sensible.
En el mes de agosto de 1936 se dictó la primera medida práctica destinada a poner freno al incesante proceso de crecimiento que las unidades bajo control falangista y requeté estaban experimentando. Se trataba de una disposición según la cual los voluntarios con destino en alguno de los frentes de la guerra estaban obligados a permanecer en las unidades en las que fueran asignados de forma voluntaria o forzosa, debiendo pasar las milicias que se encontraban en la retaguardia a unidades del Ejército regular.
Un posterior Decreto del 25 de septiembre prescribía que los obligados a incorporarse a filas que ya estuviesen encuadrados en cualquiera de las milicias y estuviesen en primera línea, disponían de un plazo de un mes para efectuar su presentación a los respectivos Cuerpos. A pesar de estas disposiciones, según el clásico estudio de R. Casas, en el mes de octubre de 1936 había más de treinta y seis mil falangistas en los frentes, además de veintidós mil carlistas y más de seis mil milicianos de otras tendencias.
En realidad, el seguimiento de las diferentes órdenes de concentración publicadas en el BOE contribuyen a explicar el crecimiento del voluntariado miliciano: la inaplicabilidad real de las medidas tendentes a incorporar a la totalidad de los milicianos que se encontraban en el frente a unidades regulares. Así una Orden del 22 de febrero de 1937 relativa a la incorporación a filas de los reclutas de ese año, disponía en su art. 7 que
"los que entonces estuviesen prestando servicio de armas en los frentes de combate integrados en las milicias podrían continuar sirviendo en ellas durante un mes, transcurrido el cual deberían reincorporarse al Cuerpo o Centro de destino; sin embargo, una disposición dictada cuatro días más tarde modificaba la orden anterior en el sentido de dispensar de su incorporación a filas a los afiliados a las diferentes milicias, siempre que se encontrasen en el frente como mínimo desde un mes antes a la fecha del llamamiento militar".
Esto venía a tratar de corregir situaciones que hemos podido documentar con bastante frecuencia en la provincia: había milicianos que solicitaban incorporarse a alguno de los frentes sólo unas semanas antes de que su quinta fuese llamada a filas, posiblemente esperando un tratamiento más favorable en las unidades de alguna Milicia Armada.
Según J. L. Rodríguez, los responsables de FE de las JONS terminaron por aceptar la sumisión, reconociendo que la eficacia combativa de sus unidades sería mayor si permanecían subordinadas al mando militar y a las exigencias de campaña.
Las unidades falangistas, aseguraba Hedilla al general Mola a mediados del mes de septiembre,
«serán en todo caso, y tal como ha sido determinado por la autoridad militar, instruidas por mandos militares, los cuales serán quienes las dirijan al ser enviadas al frente».
En noviembre, el Generalísimo se plegaba a la solicitud de Agustín Aznar, por entonces jefe nacional de Milicias, reconociendo los cargos desempeñados por el personal de milicias y su equiparación a grados militares; inteligente maniobra que le permitió disponer al mismo tiempo que el mando de las Banderas de Falange correspondería en adelante a oficiales superiores del Ejército, bloqueando así las aspiraciones últimas de los seguidores de José Antonio.
Los abusos y la indisciplina reiteradamente acreditados por las unidades de milicias explican, en parte, las difíciles relaciones entre oficiales del Ejército y sus mandos; pero lo esencial parece haber sido el temor de que pudiesen consolidarse como un contrapoder.
El primer incidente serio se produjo a principios de diciembre de 1936.
Los carlistas, fieles a su tradicional política de edificar un Estado paralelo aprovechando la coyuntura bélica, dieron a conocer el día ocho de este mes un decreto firmado por Fal Conde mediante el que se creaba la Academia Militar de Requetés, se regulaban los ascensos por méritos de guerra y se incidía en la formación religiosa y política de los mandos dentro de la línea habitual de la organización.
Si con la primera se pretendía mejorar la formación de los oficiales del Requeté -que hasta entonces fueran nombrados por la Comunión sin que nadie lo discutiese-, el segundo de los aspectos no podía más que suscitar las iras del alto mando.
El propio Franco interpretó la medida como una especie de golpe de Estado encubierto que, además, afectaba a su propio caudillaje desde el momento en que su aceptación significaría la consolidación de un ejército paralelo sobre el que tendría un mando relativo.
Las muestras de independencia dadas por los carlistas terminaron con el exilio en Lisboa del presidente de su Junta Nacional sólo doce días más tarde de poner su firma en la citada disposición.
A pesar del descontento con el que fue recibida la decisión de los que tenían encomendada la dirección de la guerra, los tradicionalistas se mantuvieron, como no podía ser de otra forma, sin fisuras dentro del bando nacional.
En Ourense la polémica no levantó grandes ampollas, más preocupados los ourensanos con sus propias luchas internas con relación al grave problema sucesorio que planteara la muerte en el mes de septiembre de Alfonso Carlos de Borbón y Austria y la consolidación de la regencia en manos del príncipe Javier de Borbón-Parma.
El incidente con el tradicionalista fue la gota que colmó el vaso, pero ya con anterioridad se habían producido algunos conflictos con los falangistas que mostraban sus pretensiones de actuar autónomamente en las cuestiones relativas a la organización de las milicias y en la difusión de la propaganda.
Así aconteció cuando el Cuartel General denegó el permiso para que una treintena de falangistas supervivientes del asedio del Alcázar realizase una visita a Zaragoza llamados por el jefe Territorial de Aragón, Jesús Muro, para infundir ánimos a sus acólitos que combatían en el frente aprovechando la festividad del doce de octubre; a pesar de la negativa, los toledanos partieron cinco días antes en viaje de propaganda hasta que Franco cursó, a través del gobernador militar de Toledo, Heli Rolando de Telia, una orden de arresto al Ejército del Norte.
Igualmente serio fue el litigio suscitado a raíz del intento de difundir por su aniversario el famoso discurso de José Antonio del 2 de febrero de 1936 en el cine Europa de Madrid, considerado una de las más encendidas prédicas revolucionarias del Ausente; las quejas de la derecha tradicional por los ataques de que periódicamente eran objeto, aconsejaron al delegado de Prensa y Propaganda, Vicente Gay, prohibir su difusión, orden que fue desobedecida por algunas jefaturas provinciales produciéndose algunos incidentes -sobre todo en Valladolid y Salamanca- y detenciones por la Policía que causaron lógico malestar.
«Son muchos los que parecen olvidar que la guerra está en pié (sic) y de que allí, en los frentes de muchas partes de España siguen corriendo a diario la sangre de esforzados y valientes patriotas que, no teniendo riquezas que perder, no obstante, sufren, se sacrifican y hasta mueren por defender el honor y la integridad de la Patria, mientras otros, los adinerados, los ricos en bienes de fortuna, y muchos de ellos culpables de actual estado de cosas, derrochan a manos llenas un dinero, herencia de sus antepasados, sin acordarse de hacer algo en bien de la colectividad.
Su egoísmo y ambición los hace considerarse grandes patriotas, porque en su día donaron unas monedas de plata para el Movimiento Nacional, unas monedas entregadas bajo los imperativos de la vergüenza o con la esperanza lisonjera de ver su nombre en las columnas de algún periódico. (...) Tiempo llegará en que aparezca un nuevo Jesús que hará justicia con estos mercaderes indignos de la España Nueva (...)».
Hedilla, por su parte, llevaba tiempo «descontando» una próxima victoria nacional con una serie de declaraciones que hasta el más ingenuo interpretaría como un intento de reafirmar la posición política de Falange ante el eventual reparto de prebendas.
Sus intervenciones más aplaudidas y reproducidas eran, precisamente, aquellas en las que reclamaba para aquélla la tarea de la gobernación del Estado, a la vez que insistía en la no renuncia a la consecución de los objetivos más incómodos de su programa.
Semejantes pretensiones no podían pasar desapercibidas en Burgos, como tampoco podía hacerlo el culto a su personalidad que estaba surgiendo en su círculo de colaboradores.
Por último, el anuncio de la creación de centros de formación para alféreces provisionales y la convocatoria de varios cientos de plazas para personal en el Ejército del Norte a las que podían concurrir milicianos militarizados, sirvieron para que la Junta de Mando hiciera públicas sus aspiraciones de contar con Academias propias.
Era mucho más de lo que el Cuartel General estaba dispuesto a tolerar: sólo los servicios que sus milicias y voluntarios prestaban a la «causa nacional» en frentes y retaguardia hizo que se optase por su «militarización» en lugar de por la simple disolución.
Un Decreto de fecha 19 de diciembre estipulaba que las milicias quedaban obligadas a admitir a oficiales del Ejército de rango inferior, y veinticuatro horas más tarde se procedía, por una disposición de idéntico rango, a su sujeción al CJM. De este modo quedaban asimiladas al Ejército y pasaban a ser dirigidas por mandos profesionales, ya estuviesen de guarnición en los frentes o en las provincias (arts. 1.°, 2.° y 4.°); las que prestasen servicio de orden público en aldeas o localidades de retaguardia quedaban sujetas en sus procedimientos a la cartilla de la Guardia Civil y como tal obligadas a levantar atestado de toda detención o suceso en el que interviniesen (art. 6.°).
El precepto prohibía, asimismo, que en caso de movilización se retirasen del puesto asignado o se procediese a su desmovilización sin autorización expresa de la autoridad militar competente (art.3.°), restringiendo su presencia a formaciones de Infantería o Caballería.
A cambio conservaban su denominación, sus respectivos emblemas y símbolos, sus afiliados podrían cumplir los correctivos que se le impusieran en los cuarteles propios o locales determinados por la autoridad militar y se les reservaba un determinado número de plazas para su personal que aspirase al empleo de alféreces provisionales.
Desaparecía, así, todo resto de autonomía de las milicias y se completaba la completa subordinación al Ejército de todas las unidades combatientes.
Según J. M. Thomás, Hedilla intentó forzar una reforma de su articulado que permitiese mantener la autoridad de las organizaciones políticas sobre sus unidades, pero solamente obtuvo de Franco vagas promesas en el sentido de no obstaculizar el desarrollo y gobierno de las milicias falangistas.
La Junta de Mando no renunció, sin embargo, a su pretensión de formar sus propios cuadros militares. Hedilla, su máximo responsable no tardó en anunciar la creación de varias academias -entre ellas una en A Coruña- para las que solicitó el envío de instructores alemanes a través del embajador Von Faupel.
Finalizados los primeros cursos, Falange pretendió que sus titulados fuesen equiparados a los alféreces, pero su pretensión fue radicalmente desestimada, con lo que la formación de oficiales quedó restringida a las Academias Militares.
José Antonio Serrallach Julià. Secretario de Hedilla e Inventor de la Mercromina.
Inventó la mercromina, pero no resolvió sus cuestiones patrimoniales. Así se celebró en el Juzgado de Primera Instancia número 33 de Barcelona el juicio por la “demanda de petición de herencia” que han presentado dos de los hijos del científico, industrial y falangista José Antonio Serrallach Julià contra los patronos de una fundación holandesa que actúa como propietaria del imperio empresarial familiar. Solo la matriz Lainco (Laboratorio de investigación Coloidal) está tasada en un valor de más de 200 millones de euros.
Este litigio, para el que la juez ha reservado tres días de vista oral, se inició con probabilidad antes de la defunción de José Antonio Serrallach sobre cuya figura conviene detenerse.
Serrallach Julià es uno de los químicos más prestigiosos que ha proporcionado España. A los 28 años ya atesoraba distintos doctorados en física y química por las más prestigiosas universidades de EEUU y Alemania, país este último en el que vivió durante los años 30 del siglo XX.
En 1934, fundó en Barcelona junto a su mujer --la multimillonaria colombiana Monserrat Carulla Soler-- la compañía Lainco. Pero las inquietudes de este personaje único no se detenían sólo en el desarrollo de proyectos empresariales. En plena guerra civil, se alistó en la Centuria Catalana Virgen de Monserrat y partió al frente de Burgos para luchar del lado franquista. Poco después, y ya militando activamente en la Falange, se alineó con Manuel Hedilla, de quien acabó siendo su mano derecha.
Según sus descendientes, Serrallach trabajaba para los servicios secretos alemanes, esto es, para el mismísimo Adolf Hitler. Estando, al parecer, también implicado en un supuesto intento de matar a Franco con una bomba de Gas Congestivo que fabricó el propio Serrallach. (Hedilla defendió siempre su supuesta inocencia y refutó el hecho como una invenció folletinesca).
Ya en libertad y acabada la contienda civil española, retornó a su proyecto en la empresa Lainco. Esta compañía subió como la espuma gracias a patentar, fabricar y comercializar la popular mercromina y el no menos conocido laxante Emuliquen. Durante las décadas de 1950, 1960 y 1970, la compañía se trasformó en un gigante industrial.
En 1987, Serrallach murió y dejó la tutela de la herencia en manos de su secretaria particular, Pilar Serrano Freixes, que tenía que pilotar el trasvase de la compañía a manos de los hijos o nietos del fundador según los designios expresos de éste.
Pero la mujer se hizo con las riendas del negocio, sin dar opción alguna a los hijos, alegando que era la “heredera de confianza” y que así lo había dispuesto su jefe. Serrano no encontró el momento de permitir el acceso de los hijos al control de la compañía.
Testamento de mano en mano
Serrano murió en 1998 sin descendencia. Un día antes de su fallecimiento, estando ingresada en la barcelonesa Clínica Quirón, dos directivos de Lainco, Emilio Daura y Josefina Ferrer, consiguieron que firmara un documento por el que les cedía la condición de “herederos de confianza con carácter de sustituto”. Desde entonces, ambos han dirigido la boyante Lainco. Lo han hecho tras constituir una sociedad en Holanda llamada Lainco Holding, tutelada por una fundación denominada LAINCO Stichting, cuyos dos patronos son precisamente Daura y Ferrer. Contraviniendo los designios del fundador, los rectores del grupo farmacéutico han impedido el acceso a la dirección de la empresa a los hijos de Serrallach.
De forma ininterrumpida, los beneficios anuales de Lainco, unos seis millones de euros después de impuestos y amortizaciones, van a parar a esta fundación holandesa.
Los hijos, Eugeni y Albert Serrallach, reclamaron que se cumplan los designios de su padre y el control de la compañía, uno de los líderes mundiales en el sector de los fungicidas orgánicos y de los productos desinfectantes. Los herederos de confianza sustitutos no han querido negociar, y por eso los hijos de Serrallach les han llevado ante los magistrados.
Decreto de Unificación.
Sancho Dávila. |
Mientras se encontraba en el norte tuvo conocimiento de que estaba en proceso una nueva negociación entre algunos líderes carlistas y falangistas, por lo que anunció la celebración de un Consejo Nacional de la Falange para el 25 de abril.38
Sin embargo, Sancho Dávila, Aznar y Garcerán reaccionaron oponiéndose a esta decisión, y el 16 de abril formaron un triunvirato de poder —según ellos, de acuerdo a los estatutos de Falange—, Armados y escoltados se dirigen a la sede de la Junta de Mando de Falange (39) con el objeto de cesar a Hedilla.
Hedilla abandona el lugar y solicita una entrevista con Franco pero éste no le recibe y se entrevista con el coronel Barroso.
El grupo golpista, el triunvirato, se reúne con Franco esa misma tarde, lo que indica claramente la postura que adopta el general Franco.
En un principio Hedilla pareció aceptar el hecho, pero no tardó en responder.
Hedilla ordena al jefe local de Salamanca, Ramón Laporta, que volviera a tomar la sede, desalojando a los ocupantes, instó al jefe de la cercana Academia de mandos de Pedro Llen, capitán provisional de origen filandés Carl von Haartman, que enviase una unidad de cadetes falangistas para asegurar su propósito.
Laporta no actuó, pues se puso con su gente -unos 600- a las órdenes de Franco; von Haartman exigió la orden por escrito firmada por Hedilla.
Al poco tiempo, Serralach se presentaba en la Academia Pedro Llen con la orden firmada, y entonces Haartman obedeció, presentándose él mismo en Salamanca al mando de 50 cadetes falangistas con los cuales ocuparía de nuevo el edificio de la Junta
Varios aliados de Hedilla acudieron a la sede central de Falange, entre ellos Hans Kröger, el representante del Partido nazi en la embajada alemana.40
A continuación, los hedillistas fueron a la pensión donde residía Sancho Dávila, que acabó siendo apresado tras un confuso tiroteo en el que murieron José María Alonso Goya —amigo íntimo de Hedilla— y un miembro de la guardia personal de Sancho Dávila.40
Posteriormente se dirigen a detener a Garcerán, el cual les recibe a tiro limpio de metralleta desde el balcón de su casa. Garcerán, también acabó siendo apresado en su domicilio.
Por un momento pareció que estos se habían logrado imponer en la lucha por el control del partido.
Raimundo Fernández Cuesta |
Hedilla esgrime una lista, intervenida a Dávila, en la que figuran 47 falangistas que iban a ser "eliminados" (¿de sus cargos?) asegurando que se preparaban unas "Visperas Sicilianas", y Hedilla es elegido jefe de Falange con 10 votos a favor, 4 en contra y 8 abstenciones.42
"hasta que se reintegre a su puesto José Antonio Primo de Rivera o Raimundo Fernández-Cuesta".41
Esta vez Franco si le recibe, y ambos salen al balcón del cuartel general donde son vitoreados.
El 19 de abril, Agustín Aznar fue destituido de su cargo de jefe de las milicias de Falange,42 lo que pareció reforzar el poder de Hedilla.
El día 19 todo parece indicar que Hedilla ha triunfado. Las fuerzas falangistas que le apoyaban son enviadas al frente.
Sin embargo, tras estos incidentes el cuartel general de Franco decidió llevar adelante el plan de unificación de todas las fuerzas políticas que existían en la zona sublevada.
A las ocho de la tarde de aquel día, Hedilla recibió en su domicilio una copia del Decreto de Unificación, que fue promulgado a medianoche y anunciado públicamente por radio.42
Todas las fuerzas políticas de la zona sublevada quedaron unificadas en un partido, que se denominaría FET y de las JONS.
Franco no había comunicado esta decisión ni a falangistas ni a carlistas, y el decreto cogió totalmente por sorpresa al líder falangista.
Hedilla tenía reservado un cargo en la secretaría política del nuevo partido pero, aconsejado por algunos camisas viejas (como Aznar o Pilar Primo de Rivera), no aceptó.43 Y es que no suele contarse que los llamados "falangistas legitimistas" que esperaban el retotno de Raimundo Fernández Cuesta criticaban a Hedilla por el culto a su personalidad pero también por su ¡sumisión a los militares y a Franco!
El día 20 se vuelven a reunir Franco y Hedilla. El falangista se niega a aceptar el decreto de unificación.
Parece ser que, indignado por el incumplimiento de las promesas de Franco y confiado en su recién confirmada Jefatura de Falange, Hedilla intentó movilizar sus mermadas fuerzas enviando emisarios a las provincias con el fin de levantarse contra el Caudillo.
Desde la sede central del partido se envió un telegrama a todos los jefes provinciales de Falange en el cual se decía que, para evitar malinterpretaciones del Decreto de Unificación, solo obedecerían órdenes del mando supremo.44
Aquel telegrama, que había sido enviado por un colaborador de Hedilla —José Sáinz Nothnagel—, fue interpretado como un gesto de desafío a la autoridad de Franco, ya que se consideró que en realidad quería decir que solo debía obedecerse a Hedilla.45
Uno de los partidarios de Hedilla escribió más tarde:
"Jugamos a ciegas y perdimos"
En aquella compleja situación, tanto el representante del Partido nazi —Hans Kröger— como el representante del Partido Fascista italiano —Guglielmo Danzi— ofrecieron a Hedilla salvoconductos para huir hacia Alemania e Italia, respectivamente, aunque el líder falangista los rechazó.46
Hedilla y Millán Astray en Burgos. |
Caída en desgracia.
Lo cierto es que, según Paul Preston, Franco prefirió considerar el caso Hedilla como un simple acto de indisciplina militar.
El día 29 es también acusado de intentar derrocar a Franco “desplazar del mando civil y del poder político de la España Nacional a Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo” Franco.47-48
Esta última acusación puede estar relacionada con sus gestiones con embajadores extranjeros así como de mantener relaciones también con la zona Republicana y por un supuesto intento de organizar un atentado con una bomba casera de Gas Congestivo, preparada personalmente por su secretario, contra el Cuartel General del Generalísimo del que hablan como cierto los descendientes del secretario de Hedilla, siendo también sugerida su veracidad por el "historiador" Paul Preston. Hedilla lo catalogó de invención folletinesca.
Sin embargo:
"Manuel Hedilla- se afirmaba en otro resultando de la causa- a fin de adquirir productos para la fabricación de un gas congestivo que habría de emplear en caso necesario, entregó un volante a José Serrallach, doctor en ciencias químicas y a su servicio personal, para que se trasladara al laboratorio de la Facultad de Ciencias de esta capital , para adquirir lo necesario y después de haberse intentado por este adquirirlo en algunas farmacias de esta capital, sin que pudiera conseguirlo"
Maximiano García Venero “La detención de Manuel Hedilla” En: Falange en la guerra de España: la Unificación y Hedilla. Burdeos: Ruedo Ibérico, 1967, p. 406.
Con el Decreto de Unificación Franco consolidó la unidad política en el bando Nacional tan necesaria para el objetivo esencial: Ganar la Guerra sin enfrentamientos dentro del Bando Nacional.
Llegó a haber protestas públicas por su detención, pero rápidamente se arrestó a todos los participantes de las mismas n. 5 Cuando Dionisio Ridruejo protestó ante Franco por la detención de Hedilla, el Caudillo fingió sorpresa:
"Ah, pero ¿han detenido a Hedilla? Aún no me lo han comunicado. He dado la orden a los sedvicios de información de que investiguen sobre los sucesos de estos días y obren en consecuencia. Sin duda han encontrado algo contra él"
Posteriormente, el «generalísimo» designaría al camisa vieja, amigo íntimo de José Antonio y veterano falangista Raimundo Fernández-Cuesta como secretario general de la nueva Falange Española Tradicionalista y de las JONS,50 que «poco o nada» hizo en favor de Hedilla tras su nombramiento.51
El 5 de julio de 1937 se celebró en Salamanca un consejo de guerra contra Hedilla que lo condenó a cadena perpetua.52 Otro consejo de guerra celebrado poco después lo condenaría a muerte.52
Sin embargo, Franco siguió los consejos de la hermana del fundador —Pilar Primo de Rivera—, de Ramón Serrano Suñer, del influyente Dionisio Ridruejo y del embajador alemán Von Faupel, y conmutó la pena de muerte.53-54
También recibió la visita de la afligida madre de Hedilla con una carta de su hijo en la que aseguraba que:
"prefería morir antes que traicionar al Caudillo".
Entre los pocos apoyos que recibió se encontraba el general Juan Yagüe.55
En 1938, Franco habría manifestado en una ocasión que debió haber fusilado a Manuel Hedilla en su momento.56
Durante los siguientes años en prisión, Hedilla pasó hambre, privaciones y vejaciones de todo tipo. En la cárcel, además, compartió cautiverio con presos republicanos e izquierdistas que no mostraron ningún aprecio por el antiguo líder falangista.57
Pasó sus primeros cuatro años de condena desterrado en la cárcel provincial de las Palmas de Gran Canaria.58
Tras la llamada crisis de mayo de 1941 —que se saldó con la destitución de numerosos «camisas viejas» y partidarios de Serrano Suñer— Franco decidió poner en libertad a Hedilla.59
Tras ser liberado de la prisión, fue confinado en Mallorca hasta que en 1947 recobró la plena libertad.54
Según su propio "Testimonio" ambas decisiones de liberarle fueron obtenidas directamente del Generalísimo por Hedilla sin ningún tipo de intermediarios.
Asegura sin dudar que cualquier otra versión es absolutamente falsa
Ya retirado totalmente de la actividad política, Hedilla trabaja en la empresa privada durante su estancia en Baleares, beneficiándose, además, de una ayuda de la Secretaría General del Movimiento
La primera mujer de Hedilla había fallecido en una institución mental durante su confinamiento, pero contrajo un segundo matrimonio con una rica y devota viuda de origen aristocrático en Levante y creó con ella una segunda familia.
La posición económica de su segunda mujer le permitió desarrollar una próspera carrera en los años cincuenta y sesenta realizando inversiones, pero siguió durante algún tiempo intentando restablecer su completa inocencia y obtener la anulación de las acusaciones contra él, aunque esto acabaría resultando ser una tarea imposible.
En los años cincuenta, Manuel Hedilla había pasado a ser una especie de símbolo del falangismo disidente, pero él mismo no fue nunca un auténtico disidente, a pesar de que disfrutaba tratando de desempeñar una especie de papel en la sombra como cabecilla de un pequeño grupo autónomo.
El falangismo disidente consistió siempre fundamentalmente en retórica más que realidad y Hedilla había aprendido su lección en 1937, sin volver a hacer jamás nada que pudiera cuestionar la autoridad de Franco. Pasquines en el metro de Madrid durante los últimos años de Hedilla podían proclamar el eslogan «Hedilla-JONS», pero se trataba de gestos hueros que no guardaban ninguna relación con ninguna iniciativa significativa del antiguo dirigente falangista.
La reivindicación de su verdadero papel en los trascendentes hechos de abril de 1937 siguió siendo una pasión dominante durante el resto de su existencia.
"Yo pasé unas cuantas horas entrevistándolo en Madrid durante 1958-1959 y me encontré a una persona de trato suave, agradable y sin pretensiones, para nada el tipo de hombre que podía mostrar las características estereotípicas del supuesto «líder fascista»".
Después de la aparición de mi libro en 1961, se mostró insatisfecho con el retrato que había ofrecido de él como líder y de su papel en la crisis política. Declaró que aparecía retratado como honesto y bienintencionado, pero que su liderazgo se había tildado en general de "torpe".
Hedilla estaba decidido a promover un gran esfuerzo para establecer la verdad histórica, tal y como él la veía, y contrató al veterano periodista y escritor falangista Maximiano García Venero para presentar su propio relato en forma de libro.
Esto suscitó a su vez la cuestión de dónde diablos podría publicarse un libro así, y García Venero realizó una especie de pacto con el diablo, que en este caso adoptó la forma de la editorial parisiense en el exilio Ruedo Ibérico.
Esta última publicó el manuscrito de García Venero en su estado original, pero buscó debilitarlo con la publicación simultánea de una acerba crítica del famoso polemista izquierdista estadounidense Herbert Southworth, con el título de Anti-Falange. Estudio crítico de «Falange en la guerra de España» de M. García Venero.
Hedilla no quedó satisfecho con los resultados, y después de que ambos rompieran relaciones, García Venero publicó un segundo libro sobre el tema relativamente despojado de «hedillismo». Una versión ulterior que representa la visión personal de Hedilla se benefició de una censura más relajada tras su muerte en 1970, y apareció en 1972 con el título de Testimonio de Manuel Hedilla.
No obstante, no volvió a desempeñar rol político alguno en la España franquista ni volvió a integrarse en la Falange, y se retiró a la vida privada, viviendo prácticamente en el ostracismo.3
En 1966 llegó a afiliarse al minúsculo Frente Sindicalista Revolucionario de Narciso Perales,60 aunque no tardó en abandonarlo, al disentir de una proximidad al anarcosindicalismo que desdibujaría el mensaje falangista,61 y fundó su propia organización, el Frente Nacional de Alianza Libre (FNAL) en 1968.62
Hedilla falleció en Madrid en 1970.3
Los Falangistas que quisieron matar a Franco.
Nada que ver con Hedilla quien no lo menciona en su Recuerdos.
En diciembre de 1939, usando el domicilio del general Emilio Rodríguez Tarduchy como lugar de reunión, un núcleo duro de falangistas decide constituir una Junta Política que coordine sus acciones desde la clandestinidad y contra el régimen.
Junto a Tarduchy, que fue su primer presidente, se encontraron en la casa figuras como el periodista Patricio González de Canales, Daniel Buhigas, Ricardo Sanz, Ventura López Coterilla, Luis de Caralt, José Antonio Pérez de Cabo, Gregorio Ortega Gil o Ramón Cazañas, este último nombrado años antes jefe de Melilla de la Falange.
El resultado de aquella votación fue concluyente: cuatro votos en contra de asesinar a Franco y una abstención.
Ni uno solo de los miembros de la Junta votó a favor de los atentados.
No hay que olvidar que todos ellos acudían a las reuniones clandestinas poniendo sus vidas en peligro si se producía la más mínima filtración. Esa es la razón por la que nunca quedó constancia por escrito de lo que en ellas se hablaba o decidía. Lo que conocemos ha llegado hasta nosotros por algunos testimonios orales de los que acudieron a las reuniones.
Figura y trascendencia.
Hedilla ha sido considerado por ciertos historiadores como una persona de escasa talla política,63 aunque otros sí le reconocen dotes políticas.25
En este sentido el falangista Vicente de Cadenas y Vicent —que era un hedillista—64 le calificó como una persona de carácter desconfiado,65 y remarcó también su escasa visión política, particularmente en cuestiones internacionales.66-n. 6
Por su parte, el historiador Hugh Thomas ha señalado su falta de tacto político,25 algo que le habría creado muchos enemigos políticos. Otro rasgo que tradicionalmente se ha asociado con Hedilla —en especial, por parte de sus detractores— es haber practicado el culto a la personalidad.68
De origen humilde y obrero, dicha condición no le supuso una desventaja a la hora de conseguir el apoyo de sus compañeros de la Falange. Sí, en cambio su falta de formación, llegando a ser descalificado entre estos por unas limitadas educación y capacidad intelectual.69
Según Vicente de Cadenas, Hedilla debía recurrir a la ayuda de otros falangistas para la redacción de discursos y escritos.70
También mantenía un perfil mucho más social que otros líderes falangistas, de corte más conservador. A medida que avanzó la contienda hizo hincapié en la naturaleza proletaria y sindicalista del movimiento falangista, y pronto empezó a manifestarse crítico con la violencia y represión indiscriminadas que tuvieron lugar en la retaguardia sublevada.1n. 7
Durante su discurso de Navidad de 1936, Hedilla llegó a declarar:72
Su ideología también estuvo revestida de un fuerte antisemitismo, al igual que otros políticos españoles de la época. En agosto de 1936 llegó a decir:73"Impedid con toda energía que nadie sacie odios personales y que nadie castigue o humille a quien por hambre o desesperación haya votado a las izquierdas. Todos sabemos que en muchos pueblos, y acaso hay, derechistas que eran peores que los rojos [...] que ninguna de las mejoras sociales conseguidas por los obreros queden sobre el papel sin surtir efectos y se conviertan en realidad".
Tras su detención y encarcelamiento, Hedilla pasó a convertirse en un símbolo que alcanzó cotas cercanas al mito.74"Camarada, tienes la obligación de perseguir y destruir al judaísmo, a la masonería y al separatismo...Polonia tiene la peor de las desgracias...viven allí tres millones de judíos, y si ya un judío es abominable, ese número debe producir miasmas fétidas en el aire militar y católico de Polonia".
Para muchos desconocedores de la historia pasó a simbolizar la esencia más pura de la ideología nacionalsindicalista, así como un símbolo de la resistencia falangista frente a la traición franquista de los principios joseantonianos.74 Nada más lejos de la realidad.
Sin embargo el testimonio de su vida fue mucho más, y más interesante, que los sucesos acaecidos tras el Decreto de Unificación.
Obras.
- —— (1972). Testamento político de Manuel Hedilla. Barcelona.
Notas.
1. Desde la detención de José Antonio Primo de Rivera en marzo de 1936, el liderazgo de Falange había quedado huérfano. En septiembre de 1936 se constituyó una junta provisional de mando, de carácter temporal. Sin embargo el 20 de abril de 1937, con la publicación del decreto de Unificación, Falange se unió con los tradicionalistas para formar Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET y de las JONS). Hedilla se negó a reconocer este hecho y siguió considerándose jefe de Falange, hasta su detención el 25 de abril de 1937.
2. A diferencia de otros líderes de Falange que sí fueron arrestados,15 como el propio José Antonio, Julio Ruiz de Alda16 o Raimundo Fernández-Cuesta.17
3. José Antonio Primo de Rivera se encontraba en la cárcel de Alicante desde julio de 1936. Algunos líderes falangistas, como el propio Agustín Aznar, organizaron algunos intentos de liberarlo de la cárcel, aunque ninguno tuvo éxito.32 Los republicanos juzgaron al jefe de Falange y le condenaron a muerte, siendo ejecutado la mañana del 20 de noviembre de 1936.32
4. En estos hechos tuvieron un importante papel el jefe de milicias de Salamanca, Ramón Laporta, y el comandante de origen finlandés Carl von Haartman.40
5. La gran mayoría de estos detenidos pasaron largas condenas en la cárcel y no volvieron a tener ningún papel en la vida pública. Una excepción fue José Luis Arrese, que llegó a ser condenado a muerte si que, al parecer tuviese nada que ver con el asunto. El testimonio de Hedilla implicándole estuvo a punto de costarle la vida. Posteriormente llegaría a convertirse en el "hombre de confianza de Franco", sería nombrado gobernador civil de Málaga y después Ministro-Secretario general de FET y de las JONS.49. A Arrese se debe el NO-DO, los planes de vivienda protegida que dieron casa a millones de personas, colaboró en la instauración de los sindicatos, las hermandades de trabajo la democracia orgánica y todo lo socialmente más positivo del Estado Nacional
6. Giménez Caballero comentaría en sus memorias que «Hedilla era el hombre honrado, claro, tímido y consciente de ocupar un puesto que no era suyo para evitar los ambiciosos. Pero no un revolucionario y menos hasta el martirio.»67
Aunque según el parcialísimo Hugh Thomas, citando la obra Antifalange de Herbert Southworth, en realidad a Hedilla lo que realmente le preocupaba sobre la represión era el gran número de fusilamientos sin juicio que se llevaban a cabo y no el número de fusilados en sí.71 Lo cual es muy lógico, por otra parte, en el contexto de la época.
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- Bibliografía adicional
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