La Revolución Social en el Nacionalsindicalismo: El Reparto de los Beneficios en el Estado Sindical
Arrese, Girón, Fernandez Cuesta y otros muchos falangistas de la primera hora son los responsables directos de la existencia de miles de cooperativas diseminadas por España así como de gigantescas multi-cooperativas que dan trabajo a decenas de miles de socios productores.
Sobre la particicipación económica del trabajador en las empresas.
Participación en los
beneficios.
José Luis de Arrese |
"Un pacto libre, expreso o tácito, por el cual el patrono da a su obrero o empleado, además del salario normal, luna parte de sus beneficios, sin participación en las pérdidas"
(Carlos Robert, La participación de los beneficios de la Industria, el Comercio y la Agricultura, 1892.).
El concepto nacional-sindicalista en la participación de los beneficios es completamente distinto. No habrá patrono en el concepto de amo (en el de jerarquía y de función, sí) ni en el de productor único, y por tanto no será "parte de sus beneficios" lo que cederá al obrero como una migaja.
Nuestra organización sindical es, como ya hemos repetido y seguiremos repitiendo infinitas veces, la de una sociedad de productores en la que todos los que intervienen en la tarea son socios (igualmente socios, aunque con distintas funciones, categorias y participaciones) y productores.
Es decir, con iguales derechos a los beneficios; por tanto, los beneficios que se repartan no erán los de éste ni los de aquél, sino los de cada uno. Nuestro patrono es como el director de una banda de música: el que dirige; quizá el más importante de todos los músicos, pero no el productor único de la armonía.
En cuanto a la participación en las pérdidas, nos remitimos de nuevo al capítulo XXV, donde se explicará este nuevo concepto.
Ahora bien; la participación hemos dicho que tenía una parte fija ya pagada (jornal, sueldo e interés) y otra parte variable, que es el resto del cual nos estamos ocupando. Pero esta parte variable tampoco la concebimos como un sobresalario más o menos agradable al obrero, pero sin función ninguna, sino como una manera de seguir elevando al obrero de su categoría manual.
En efecto; en las empresas grandes, es decir, en las empresas regidas por acciones, la participación de obreros y empleados la haremos, no en dinero; sino en acciones mismas (implantando algo parecido al accionariado del trabajo) ; pero no creando "acciones de trabajo" con derechos y deberes particulares, sino parcelando las acciones ordinarias y dándoselas al obrero en lugar del 'dinero que le corresponda.
Es decir, este dinero, en vez de ser repartido directamente, se dedicará a comprar en bolsa (y si no se vende en bolsa, a expropiar a prorrateo entre los mayores accionistas) el número correspondiente a acciones ordinarias, y luego estas acciones, enteras o parceladas, según la importancia de los beneficios, se entregará a los beneficiados.
¿Que por este procedimiento la empresa pasará con el tiempo a manos del trabajador? ¿Y qué hay de malo en ello? ¿ Va a trabajar menos si es, además, propietario?
El obrero ya no será solamente obrero, es decir, solamente socio manual, sino también socio financiero.
Pero tampoco se tema perjudicial su intromisión en asuntos que no entiende, porque no entrará ni más ni menos que los accionistas de hoy, la mayoría de los cuales entienden lo mismo que el obrero.
Por otra parte, se dará a las labores una continuidad y a los empleados una estabilidad, y a las relaciones una armonía, y a los trabajos una intensidad enormemente ventajosa para la producción. Thery (en Exploitwrs et salaries) habla de los inconvenientes de la participación y condensa tan admirablemente las dificultades y reparos que a ella ponen sus detractores, que vamos a copiar un párrafo de su obra para observar en él que los defectos que se le achacan no están en la participación, sino en, el sistema liberal en el que se desenvolvían:
"Supongamos que un patrono que tiene quinientos obreros anuncia que les dará el 10 por 100 de sus beneficios. Hace el inventario y les comunica que ha ganado cincuenta mil pesetas, prometiéndoles su parte. Todos se felicitan y entusiasman pensando que diez mil duros es una gran cantidad, y llegados a su casa hacen proyectos. El sábado van a la caja a cobrar su participación; el primero que se presenta recibe diez pesetas. ¿Cómo diez pesetas?, dice. ¿Es esto todo? El patrono nos engaña o nos roba.
La cuenta es, sin embargo, exacta. El 10 por 100 de 50.000 pesetas son 5.000, que repartidas entre 500 tocan a 10 por cabeza.
El acto de generosidad del patrono sólo ha producido el resultado de que el obrero piense que con el fruto de sus sudores su patrono ha ganado cincuenta mil pesetas y a él le da diez; no piensa en el millón de pesetas que representan los salarios de aquel año, ni en el papel que desempeñan en la producción el capital y el trabajo de dirección.
Supongamos, con todo, que el patrono persevera en su generosa resolución. Se cierra un nuevo ejercicio; el año ha sido malo y se salda con pérdida. ¿ Qué hará el patrono? ¿Anunciará a los quinientos obreros la pérdida y que, por tanto, no les puede distribuir nada? ¿Le creerán? ¿No se figurarán que es un pretexto, al ver que continúa con el mismo género de vida y los mismos signos exteriores de riqueza, que no puede disminuir por no llamar la atención?
y si lo creen, ¿serán discretos? Secreto de tres, secreto de todos, dice el proverbio. ¿ Qué será, pues, un secreto entre quinientas personas? Se sabrá en la plaza que ese patrono ha saldado con pérdidas, y su crédito padecerá; banqueros y vendedores querrán cobrar en seguida del vencimiento; en cambio, los compradores, sabiendo que tiene necesidad de vender, harán sus ofertas en consecuencia.
El desdichado patrono, si es prudente y no quiere arruinarse, ocultará su pérdida y distribuirá entre sus obreros un dividendo ficticio, que vendrá a aumentarla.
La participación se ha convertido en perjudicial, y todavía puede serlo más si los obreros pretenden comprobar la verdad en los libros de contabilidad, pues o se les niega ello, en cuyo caso habrá un conflicto, o por fuerza ha de descubrirse lo que en muchas ocasiones es preciso tener oculto para el éxito de la empresa."
Hasta aquí M. Thery. Ahora bien; ¿nosotros nos vamos a encontrar con esas dificultades?
En primer lugar (ya lo hemos dicho), el patrono en el nacional-sindicalismo no es el amo que se siente generoso y da de lo suyo una parte mayor o menor, sino que en nuestro sistema tanto participan los obreros como los técnicos como los patro- nos; luego nadie cede "de sus beneficios", sino que cada cual toma lo que a cada uno le corresponde.
Es decir, que en primer lugar nuestra participación no es una limosna, sino un derecho; por tanto, no es un motivo de agradecimiento, sino de orgullo.
En segundo lugar, este resto de la participación es ya descontada la parte fija correspondiente al interés, sueldo o jornal ya de antemano cobrada; por tanto, no habrá esa aparente diferencia que nota Thery entre las cincuenta mil pesetas del uno y las diez del otro, porque en aquella cantidad está incluída una parte (el interés) que en nuestro sistema habrá sido ya cobrada anteriormente.
En tercer lugar, las participaciones de cada elemento no serán marcadas por ninguno de ellos, sino por el sindicato correspondiente; por tanto.. no cabrán desconfianzas ni hostilidades.
En cuarto lugar, en caso de pérdida, no habrá ganancias; es decir, no habrá beneficios que repartir; pero ¿tiene esto que guardarse como secreto?
En las sociedades anónimas actuales se deja infinidad de veces de pagar el interés al accionista, y esto es un síntoma claro de que no ha habido ganancias; luego es un secreto a voces que en nada se diferencia del que pueda resultar de la participación en los beneficios.
Por otra parte, como después veremos: si una empresa funciona en nuestra organización será porque cumpla al Estado un fin provechoso de algún orden cualquiera, y el Estado, en
consecuencia, le socorrerá en las pérdidas lo mismo que limitaría sus ganancias; luego nadie tendrá duda de cobrar sus créditos y, por tanto, nadie producirá alarmas.
En resumen: nuestra participación en los beneficios ni siquiera tendrá los defectos de las participaciones que algunos. señores de buena intención encontraron al pretender implantarla, aun a despecho del sistema liberal.
Por último, en los comercios e industrias pequeños o en los que no se rigen por acciones se puede crear para la participación las "acciones de trabajo", y en último término la participación en metálico.
En los que por su pequeñísima importancia ni siquiera se lleva contabilidad se implantaría la participación en la venta, que desde luego se haría después de haber marcado en el sindicato correspondiente los precios y las ganancias de cada producto.
José Luis de Arrese 1947.
Siempre didácticas, claras y sencillas, las exposiciones de Arrese del año 1936 continúan siendo válidas en su mayor parte.
Como habrá excépticos que continúen considerando inviable el cooperativismo a escala industrial insistimos en el claro ejemplo de un grupo cooperativo industrial fundado por falangistas durante el Estado Nacional que, actualmente, sin la legislación adecuada ni el apoyo de un Estado Sindical, continúa compitiendo con las grandes empresas:
Las cooperativas de Mondragon ya son el cuarto grupo empresarial nacional por nivel de empleo.
Cuenta con 74.117 trabajadores, de los que 62.800 se encuentran en las plantas que Mondragon Corporación tiene en España
Disponen de sus propias empresas de seguros para sus trabajadores Lagun Aro y Lagun-Aro, EPSV: dos entidades distintas.
Cuando una cooperativa -vinculada a la Corporación Mondragón o ajena a ella- se afilia a Lagun Aro sus socios, que como cooperativistas son trabajadores autónomos ante la Administración actual, adquieren el derecho al régimen de asistencia y previsión social que les proporciona la mutua. De esa manera, pueden ver complementada su asistencia sanitaria, su prestación por baja o su pensión de jubilación, sin perjuicio de los derechos que legalmente les corresponden como autónomos. Por tanto, en esta situación de crisis será Lagun-Aro, EPSV quien se encargue de hacer frente a la prestación por desempleo de los socios cooperativistas de Fagor Electrodomésticos.
Este fondo cuenta en la actualidad con un saldo superior a los 35 millones de euros que, según la entidad, permitirán junto con las cuotas específicas a recaudar para esta prestación, hacer frente a los compromisos asumidos. Como es lógico, la situación creada en Fagor Electrodomésticos provocará que sea necesario incrementar las cuotas a abonar por parte de las cooperativas para financiar esta prestación.
Los seguros cooperativos dan mejores prestaciones y son muy solicitados por personas ajenas al grupo cooperativo.
Organización económica del Nacional-sindicalismo.
Las empresas cooperativas son miembros de la gran cooperativa del Estado pero, a diferencia del socialismo no son propiedad del estado, sino tan solo coordinadas por el Sindicato Vertical. Éste es el totalitarismo falangista.
Ante la objeción de una tendencia autárquica solo hay que preguntarse ¿Que países han sido menos afectados por la crisis global? Precisamente los más industrializados. ¿Y los más afectados? Precisamente los más dependientes de las industrias ajenas.
Concepto de Totalitarismo ¿Puede salir todo mal?
El nacional-sindicalismo concede a la ríqueza (industrial, agraria, comercial, etc.) una autonomía; pero no una independencia absoluta.
Supone que toda la riqueza de la Nación forma una sola riqueza, la riqueza nacional, y que así como el particular que tuviera varios negocios los ordenaría todos de manera que no se perjudicaran los unos a los otros, y hasta llegaría a sacrificar los unos en beneficio de los otros si a su interés general le conviniera, así el Estado tiene la obligación, más que el derecho, de ordenar toda la economía nacional como una sola y de dirigirla al bien común, sacrificando todo lo que haya que sacrificar, ya que el interés particular nunca puede estar por encima del interés general.
El nacional-sindicalismo declara cancelado el siglo del "laiesez faire" (dejar hacer). La libertad, como hemos visto en el capítulo anterior, conduce al libertinaje, y ha sido el libertinaje, con su cortejo de odios, de avaricias, de mercantilismo, el que ha marcado, para vergüenza nuestra y ruina de España, el camino seguido hasta hoy por la economía nacional.
iCuántas veces el particular hacía sacrificio de los intereses de la Patria en provecho exclusivo suyo! jCuántas veces el arancel estaba al servicio no de la Náción, sino de tal o cual fabricante influyente!
¿Que con ello se hundía una industria española? ¿ Que quedaban millares de familias en la más espantosa miseria? ¿Qué importaba? ¿ No hemos visto la ruina de los algodonales andaluces y los linares manchegos al conseguir un grupo de fabricantes que el Estado modificara el arancel hasta el punto de comprar más barato en Egipto o en la India que en España misma?
La autoridad del nuevo Estado no ha de tener como misión anular la libertad del individuo, pero sí encauzar esa libertad para que no pueda, por la desarticulación económica, ir la iniciativa particular en perjuicio de la economía nacional; para evitar las competencias, mejorar los cultivos, seleccionar los campos, ordenar los mercados y regular los precios.
Pero ¿ cómo vamos a ejercer esta dirección?
Los que estén imbuídos por la economía liberal pondrán esta dificultad. En la economía liberal los sueldos y los salarios estaban garantizados por el patrono. Pero hoy, si las ganancias no son todas para el patrono, tampoco es lícito que las pérdidas sean todas para él; luego cuando la empresa pierde, ¿quién paga los jornales, los sueldos y los intereses?
El nacional-sindicalismo será como el empresario que tuviera gran número de empresas variadas. Quizá alguna, aisladamente, no rinda beneficios; pero si ésa le evita ser feudatario de otro empresario enemigo o le hace marchar mejor al resto de sus empresas, no cabe duda que esa empresa ruinosa rinde un beneficio (si no material, al menos moral), y por tanto le convendrá su conservación.
Análogamente, el Estado, que no irá, como antes el particular, únicamente a hacer negocio, sino con fines más completos y elevados, no mirará si una empresa gana o pierde, sino si llena o no llena una función social, y si conviene que subsista (porque nacionaliza una industria, soluciona el paro, crea riqueza, alienta otras industrias beneficiosas para la Nación, etcétera, etc.), pierda lo que pierda, la mantendrá y cubrirá su déficit.
Lo mismo que si la empresa resulta perjudicial para la Nación (porque crea una superproducción ruinosa o una competencia agotadora, etc.), gane lo que gane, la hará desaparecer.
Un ejemplo lo tenemos en los ferrocarriles.
La mayoría de los ferrocarriles de España son ruinosos como negocio. Claro está que reduciendo los opulentos Consejos de Administración, reajustando las plantillas de empleados, infladas por la "yernocracia", etc., pudieran dejar de serIo. Pero supongamos que ni aun así lo fueran: ¿había que hacerlos desaparecer? De ninguna manera. El transporte rápido en tiempo de paz alimenta infinidad de industrias, y en tiempo de guerra as tan importante como el cañón. Luego es necesario, aunque sea ruinoso. ¿No se gastan millones y millones en tener un gran ejército? ¿ Hay algo más ruinoso, mirado sólo como negocio?
Lo que pasa es que el nacional-sindicalismo no es solamente una maquinaria económica, sino total, y por tanto no presiona su manera de obrar únicamente el factor económico, sino también el social, el nacional, etc.
Antes, en la economía liberal, no había otro norte que el negocio; no existía función nacional, y la única preocupación del productor era ganar, aunque para ganar él tuviera que perder la Nación.
¿No estaba la Nación al servicio del individuo?
Se vivía solamente para el dinero; pero hoy, en cambio, la función económica pasará al puesto que le corresponde.
"El pueblo no está ahí para la economía, ni la economía para el capital, sino el capital para la economía y la economía para el pueblo".
Bien está que una buena administración procure hacer que cada empresa viva con sus propios medios; pero cuando al Estado convenga que esa empresa viva, aunque pierda, ha de hacer que subsista. Lo que pasará es que en ella no habrá beneficios que repartir, ya que el Estado se reducirá a completar los jornales, sueldos e intereses de los productores.
Por otra parte, también las ganancias estarán limitadas; es decir, que si una empresa gana desaforadamente, no se repartírán todos los beneficios, sino que una parte ,de éstos irá a suplir las pérdidas de los otros. Antes pasaba que, aun en el mismo ramo, había grandes desproporciones.
Por ejemplo, la explotación de algunas minas es francamente ruinosa; en cambio, la transformación industrial de ese mineral es un gran negocio.
En la economía liberal, el industrial se hacía millonario y el minero se arruinaba, y aunque el industrial no podía ganar sin el minero, jamás se le hubiera ocurrido repartir con él las ganancias, aunque no fuera más que para que el minero no quebrara y le fastidiara el negocio.
Esto originaba en la economía frecuentes colapsos. En el nacional-sindicalismo, en cambio, no habrá ganancias fabulosas, pero tampoco miserias.
Pero volverán a preguntar los liberales: si el Estado es todo, ¿se suprime la iniciativa privada? De ninguna manera; lo que se suprime es la anarquía en la producción.
"Tenemos que estructurar la economía a base de Sindicatos que destruyan y anulen el anarquismo de la producción capitalista".
"El Estado Nacional-sindicalista permitirá toda iniciativa privada compatible con el interés colectivo, y aun protegerá y estimulará las beneficiosas".
Lo que pasa es que habrá una organización preconcebida a la que tendrán que sujetarse todos los productores (como hay en las ciudades un plan de urbanización y en las construcciones un proyecto director) ; pero esta alta dirección la ejercerán los mismos productores y no los especuladores políticos.
En efecto; ¿no hemos dicho que los Sindicatos son la Nación? Pues entonces, al intervenir la Nación en la economía, los que intervienen son los Sindicatos; es decir, los que intervienen son los mismos productores.
"Se disciplinará la economía; pero no será una disciplina del Estado, que mate la iniciativa privada, sino más bien una auto disciplina de los mismos elementos productores y en interés social".
Lo que el nacional-sindicalismo hará en primer término será atemperar la producción al consumo, tanto interior como de exportación, evitando, como ya hemos dicho, la superproducción injustificada, que sólo trae la depreciación y la ruina de la industria, y la escasez de la producción, que sólo trae la carestía.
Si para esto es necesario cerrar fábricas, se cierran (el sindicato vertical se encargará de recolocar a los afectados), y si es necesario abrir otras nuevas, se abren .
En la industria, como en la agricultura, seremos autosuficientes, y sobre todo, y por encima de todo, nos serviremos de las materias primas españolas. No se puede consentir que haya industria que compre en el extranjero sus materias primas cuando la agricultura o la minería española se las puede proporcionar.
En resumen: los Sindicatos nacionales de agricultura, industria y comercio estarán completamente enlazados entre sí y formarán una sola ordenación armónica. La agricultura producirá lo que la industria o "el comercio pidan, y la industria lo que el consumo solicite. Ni más ni menos producción.
En el nacional-sindicalismo, el agricultor, el industrial y el comerciante no serán productores autónomos e individualistas, sino que todos estarán encuadrados en los Sindicatos rectores y serán piezas concordantes de la gran tarea nacional, haciendo no lo que a cada uno le convenga, sino lo que convenga a la Nación, que en definitiva es lo que conviene a todos; porque a la larga los más beneficiados con esta intervención directora son aquellos a los que de momento más se perjudica.
En efecto; antes, el equilibrio entre la producción y el consumo se hacía por el procedimiento más rudimentario: por el de la eliminación de competencias.
Empezaba, por ejemplo, el negocio del azúcar de remolacha; pues en vez de plantar tanta remolacha cuanta pidieran las fábricas de azúcar y de fabricar tanto azúcar como pidiera el mercado, todos los labradores y todos los industriales de España se lanzaban a cultivar remolacha y a instalar fábricas, fueran o no aptos los terrenos, estuvieran o no situadas estratégicamente las fábricas, tuvieran o no conseguidos los mercados y ¿qué sucedía? Que la mayoría de los agricultores y de los industriales comenzaban con la producción un verdadero calvario, que casi siempre acababa en la miseria.
Se habían instalado más fábricas que las que eran necesarias, y para que sólo quedaran las justas empezaba la eliminación a base de una guerra mortal y de grandes desembolsos, en la que, naturalmente, triunfaba siempre el más poderoso, y todos los demás caían agotados, jalonando con su miseria la vía dolorosa de la libre concurrencia. Lo mismo sucedía con el agricultor, Unos no conseguían mercado; otros se encontraban con que sus productos, por no ser aptos sus terrenos, o eran depreciados o eran rechazados de plano, y unos y otros iban cayendo desilusionados, después de haber perdido el dinero y el tiempo y después de haber estropeado sus terrenos.
¡Cómo hubieran agradecido estas víctimas que una organización férrea y totalitaria les hubiera desilusionado a tiempo!
José Luis de Arrese 1935-1940.
Organización económica de la Falange Futura.
Para ello hay que tener en cuenta que:
- El Sindicato Vertical se dirige por cargos especializados pero electos por los propios productores (socios-trabajadores). Quienes, en cualquier momento pueden recusarlos y sustituirlos.
- El funcionamiento del Sindicato Vertical es autónomo.
- El poder judicial y las Magistraturas son independientes y en ellos pueden denunciarse los abusos y casos de corrupción.
- El emprendedor dispondrá de libertad en la contratación de mano de obra durante la fase de consolidación de la empresa. Aunque los despidos o sanciones deberán estar justificados por baja productitvidad o faltas cometidas por el trabajador, ante las Magistraturas de Trabajo (oficinas de denuncias de los tribunales especializados que funcionaron sensacionalmente en el pasado).
- No se eliminará totalmente la competencia y menos aún la justificada con avances tecnológicos o estudios de mercado, sino que tan solo deberá ser coordinada de manera sensata por el Sindicato Vertical. No se trata de imponer sino de organizar razonablemente.
- Las pequeñas empresas, en principio, no serán sindicalizadas (cooperativizadas).
Continuando el estilo de Arrese con un ejemplo:
Un español inventa un detergente que lava más blanco o más suave. Esto supone un avance tecnológico aunque el mercado esté saturado de detergentes y, tras patentarlo, tiene dos opciones:
a) Vender la patente o los derechos de fabricación a una empresa o cooperativa preexistente o incluso al propio Sindicato Vertical.
b) Montar su propia empresa para comercializar su invento, independientemente del número de fábricas de detergentes, tras el estudio de viabilidad. Esta empresa privada será sindicalizada (cooperativizada a través del sindicato vertical) tras su consolidación y amortización de la inversión.
Cuéntame...lo que no nos cuentan.
La Participación en los Beneficios en los inicios del Estado Nacional: Los primeros 15 años.
Personalidad de la Empresa y participación en los Beneficios
"No se trata de logomaquias
para engañar a los trabajadores; no se trata de palabrería
petulante, ni de frases hechas.
El Estado, como mantenedor
del derecho proclamado por la Revolución, entiende que es su deber
definir e imponer su derecho sin entregarlo a la libre determinación
de un diálogo entre los elementos interesados, y al final del cual,
inexorablemente, el más débil sucumbe. Y el más débil es siempre
el obrero.
Hasta el 18 de julio de 1936, un Estado espectador y
expectante, en nombre de una llamada libertad, contemplaba la
querella entre los elementos de la producción, que siempre acababa
o por el despedazamiento moral y económico del débil o por aquella
explosión de cólera laboral que acababa en el despedazamiento
físico y material de los elementos capitalistas.
Pero, desde 1936,
el Estado revolucionario, dicta directamente las Reglamentaciones de
Trabajo. Mas no lo hace ex cátedra, de una manera definitoria y por
inspiración, sino después de una detenida deliberación pacífica y
objetiva, en la que toman parte elementos empresarios, elementos
técnicos y elementos operarios, a través de la Organización
Sindical.
De este modo, bajo la vigilancia del Estado, defensor del
Derecho Nuevo, la Organización Sindical crea el estado jurídico,
revisable siempre que sea necesario, dentro del cual la vida laboral
del país se desenvuelve en paz.
De este modo, el concepto de unidad,
aplicado a la Empresa, queda salvaguardado. Y esta salvaguardia no
implica ninguna clase de tiranía. Porque el Estado ofrece un sistema
de fluidez al empresario, en virtud del cual le deja la libre
facultad de organizar el trabajo conforme a su técnica personal y le
exige responsabilidades.
En nuestras Ordenanzas Laborales se proclama
que la eficacia y el rendimiento del personal y, en suma, la
prosperidad de la Empresa no está solamente sometida a principios
estrictamente económicos, sino a principios de tipo personal y
humano, entre los que figura la citada libertad al Jefe de la
Empresa.
La solidaridad entre los
elementos concurrentes a la producción se anuda y se afirma en
nuestra legislación mediante el sistema de participación del
trabajador en los beneficios de la Empresa.
Ante este espinoso
problema, que tantas veces en otros pueblos ha hecho detenerse al
legislador, la Revolución española ha adoptado un medio provisional
evidentemente, pero que es el único que nos permite esperar andando
al hallazgo de un método más científico y exacto.
Las
Reglamentaciones laborales han recogido este medio bajo distintas
formas, acomodado a las características de cada rama laboral y
de cada actividad económica.
Sin embargo, en líneas
generales, y para que tengáis una visión más esquemática de cómo
el Estado español se encara con este problema, os diré que de
momento hemos adoptado el sistema de un porcentaje fijo sobre los
salarios devengados por el trabajador en cada ejercicio económico.
Este porcentaje se fracciona, repartiéndolo en los períodos de
percepción de salario.
Sin declararnos partidarios decididos de
otros sistemas, y en espera de que la educación social de unos y
otros, patronos y obreros, permita otros métodos, hemos adoptado
éste como manifestación de la solidaridad y de la cooperación
entre los elementos personales de la Empresa.
Nuestro concepto de Empresa.
En este orden, señores
Congresistas, me interesa decir que la Empresa, para la Revolución
española, no es solamente una unidad económica destinada a
producir, y cuya misión termina cuando se le pone el O. K. al último
fardo de la expedición o cuando se le pone el troquel con la marca
de fábrica a la máquina nueva.
La Empresa es un canal que conduce a
la liberación del hombre, a su salvación. La Empresa es un conjunto
de ilusiones encadenadas, una para cada día, en un rosario de
insatisfacciones y de aspiraciones. En la Empresa encuentra el hombre
la justificación de su existencia. y si sólo encontrara la causa de
su subsistencia, la Empresa no sería esa Entidad que vale la pena de
dedicarle tanta pasión, sino un cepo en el que el hombre habría
encadenado su libertad.
En la Empresa encuentra el
hombre el campo de batalla donde ha de triunfar sobre las cosas,
donde ha de someterlas a servidumbre, dotándolas de fin propio y
útil y no dejándose esclavizar por ellas.
A la participación en la
Empresa tienen, según nosotros, derecho originario todos los hombres
por el hecho mismo de ser hombres dotados de un alma trascendente.
Rechazamos como una maldición la idea de la compra del trabajo y de
que la participación humana en la tarea está determinada por las
manecillas del reloj y por una cantidad de obra inerte realizada.
Para nosotros, la Empresa es un continuado proyecto, un devenir
constante, una renovación de ilusiones y de horizontes. En la
Empresa, el hombre no es una cosa más como una máquina o una bestia
de tracción, como una nave o una casa. Entre las muchas cosas
inmateriales que hay en una Empresa, como son una patente, una marca,
un mercado, un procedimiento, un secreto de organización, una
propaganda, el trabajador debe estar presente. Mantenerle ausente,
cercar todas estas cosas inmateriales que constituyen la única razón
del trabajo humano, es condenar al hombre a una esclavitud más
oprobiosa que la de las cadenas. Y es abrir un foso entre los
dirigentes que se reservan para sí el goce de lo espiritual en la
Empresa, y los dirigidos, que presienten al otro lado de las paredes
opacas de los Consejos de Administración la presencia de algo que
justifica la envidiada alegría de trabajar para algo más que para
subsistir.
El trabajador no está presente en la Empresa sólo para
producir, porque en el orden de la producción está la obra antes
que el hombre, y sería una monstruosa deformación darle un lugar
preferente en la jerarquización de los valores de la Empresa. Por
eso, la producción no es finalidad de la Empresa, sino un medio para
fines más trascendentes en los que es justo hacer partícipes a
todos los hombres.
De tal manera que en una Empresa en quiebra, o
cuyos productos carezcan de mercado, puede haber más valor humano que en una Empresa poderosa y próspera en pleno
éxito. Nosotros creemos que en el empequeñecimiento de la Empresa a
una idea estrictamente económica está la raíz de todas las
rebeliones y de todos los malos entendimientos.
Cuando se concibió
la monstruosidad de que el trabajo humano era una mercancía inerte,
capaz de ser comprada y capaz de ser vendida, se engendró la idea
satánica que informó a toda la economía llamada liberal,
deshumanizada, que ha conducido por los caminos más cínicos, más
bárbaros, menos. disfrazados de cientificismo hacia el horror
soviético.
El trabajador-cosa, el
trabajador-número es una concepción bestial que ha fecundado las
más salvajes realidades. Y ha levantado esas barricadas hoscas y
negras donde el dolor, el rencor, la rebelión y la desesperación
incuban jornadas terribles que todavía le esperan al mundo cegado de
soberbia.
No se puede mantener más
tiempo cerrado el paraíso de la Empresa, ni tener a su puerta los
ángeles justicieros convertidos en gendarmes cerrando el paso de los
obreros al recinto secreto.
No se puede entregar al proletariado,
hecho de cientos de millones de seres humanos, con sus almas y sus
cuerpos y su fe y sus ilusiones y sus hijos y sus sentimientos y sus
esperanzas, a la consideración de «robots» , en cuyos ojos apenas
brilla el refIejo de lo que es un alma cargada de destinos.
Cuantas
veces, dirigiéndonos a los trabajadores, aun bajo las peores
condiciones económicas, en los momentos del máximo bloqueo de
España, les hemos dicho que la lucha por el rancho es una menguada
lucha, hemos visto brillar en sus ojos lumbres de esperanza, y de sus
gargantas ha salido un alarido geológico, como si generaciones y
generaciones de esclavos, desde el fondo de las edades, gritaran su
angustia y reclamaran su libertad por el camino del espíritu.
Y cuando en las jornadas
de subversión, en las trágicas jornadas cuyo cielo gris era rayado
por el plomo de las balas, los proletarios enloquecidos, lanzados a
la vorágine y con frecuencia al crimen, izan sus banderas
sangrientas en las chimeneas de las fábricas, como estandartes de
combate en lo alto de un mástil de un acorazado, en el fondo desean
la Empresa en toda su integridad, y al no poderla poseer con licitud
y con paz, la atropellan y la violan como a un amor que se les niega.
Y en el acre sabor de sangre y de crimen que les queda en la boca,
les queda mezclado el regusto inconfesable, pero cierto y vivo, de
haber gozado por un instante, ciegamente, suciamente, lo que de otro
modo constituye un imposible teórico.
Señores Congresistas, esto no
son trenos de un español dado a lo dramático, ni esta es una visión
trágica de la vida. Esta es la verdad, y esta es la verdad
cristiana, Expresada tal vez un poco broncamente por quien ha visto
morir a muchos hombres rastreando por las sierras españolas un rayo
de justicia social."
José Antonio Girón de Velasco: Quince Años de política social dirigida por Franco 1951.