La consecuencia económica del Liberalismo
En el pasado reciente algunos pretendieron coartar derechos fundamentales. ¡Ahora ya estamos todos acostumbrados!
El Origen de todas las Crisis Económicas actuales está en el Capitalismo ¡Un Mundo Globalizado que Origina Crisis Globales!
La Religíón del Éxito solo cree en el Dinero mediante el Dogma del Beneficio particular, preferiblemente rápido, como camino a una Felicidad que aún así se muestra siempre esquiva.
El avanze tecnológico que está provocando está fuera de control al no existir Estados Fuertes y Justos que velen por el Bien Común. Es decir que regulen los intereses de todos en beneficio de la inmensa mayoría salvaguardando todos los derechos individuales mientras no sean perjudiciales para el conjunto.
Como las matemáticas no mienten solo una minoría de privilegiados pueden beneficiarse del Liberalismo Capitalista a costa de esclavizar y privar de sus derechos a todos los demás como así sucede en los países más desarrollados y corruptos.
Cuanto más en un país capitalista de tercera división y completamente dependiente de la cultura y los intereses extranjeros como es la España actual (todo lo contrario de la legada por Franco) que no se avergüenza de sus cifras de paro, 13% aprox. con datos falsos y maquillados, ni de ese casi 50% de empleos basura inestables y temporeros que a nadie le sirven para vivir con dignidad ni, mucho menos, para formar una familia. Lo
que provoca esa caída de la natalidad que una clase política de vagos
deficientes, elegidos de entre lo peor de nuestra sociedad, busca paliar por la vía fácil con inmigración ilegal
destructora de nuestra cultura, nuestra sociedad y los escasos derechos
sociales y logros laborales que no anuló la constitución actual.
Constitución que trajo a los trabajadores españoles el "avance" y la "modernización" del despido libre, la ilegalidad generalizada, los sindicatos políticos corruptos, el retorno de lucha de clases y el contractualismo fraudulento para casi todos.
Ni siquiera se avergüenza de un sistema liberal constitucional que ha permitidos que un 10% de privilegiados disfrute del 90% de la riqueza de todos. ¡Algo absolutamente injustificable!
Sin embargo ¡incluso hay patriotas en los barrios que justifican este sistema! cayendo de esta manera en el patrioterismo. Que es el pozo en donde caen quienes, consciente o inconscientemente, renuncian al Bien Posible de la Justicia Social a cambio de un Mal Menor que nunca cambiará nada porque solo es "Más de lo Mismo". O sea el beneficio de las migajas que caen de la mesa de los oligarcas, banqueros o grandes empresarios cuando éstos prosperan.
¡Son conservadores también del Mal!
El Capitalismo extremo o Globalismo, que nos lleva a todos de crisis en crisis con sus corruptos malabarismos bursátiles y de todo tipo pretendiendo involucrarnos además en una 3ª Guerra Mundial que sería la última, ha conseguido sustituir al comunismo en el puesto que éste último ocupaba como enemigo Nº1 de toda la humanidad.
Pretende el Globalismo o Capitalismo Extremo sustituir las Naciones Históricas por gigantescas empresas transnacionales dirigidas por un restringido grupo de Oligarcas privilegiados, que nadie ha elegido, pero que son los dueños de los partidos políticos que la gente vota y de los fondos de inversión con quien se endeudan los países campeones del liberalismo como Ex-paña. (De manera similar a como los equipos de fútbol que antes representaban a las ciudades han sido convertidos en empresas lucrativas para unos pocos).
Está claro que las cosas han cambiado y ahora el Capitalismo, degenerado además en mentiroso, represor, censor y manipulador de la salud y la opinión pública, da más miedo que cualquier otra opción, al asumir todo lo peor de las ideologías europeas más totalitarias. Como es el caso de la manipulación genética, el aborto y la eutanasia, además de las antes mencionadas.
Si bien el cambio poco afecta al pensamiento falangista Joseantoniano que siempre fue Contrario tanto al Marxismo como al Capitalismo. Tanto a la Derecha como a la Izquierda (actualmente degenerados en izmierda y ppedo).
El Liberalismo y su economía Capitalista, con sus graves injusticias, fueron los padres de la Tiranía Marxista. Siendo los Totalitarismos Europeos (Nacional-Socialista en Alemania y Fascista en Italia. Ambos desconocidos en una España que se libró de la IIGM gracias al llamado "Franquismo") la consecuencia lógica que intentó en vano superar ambos errores a costa de caer en otros más antiguos como la tiranía y el belicismo injustificado.
Falange Española, actualmente Digital y representada por la Asociación legalizada Democracia Orgánica Digital, es la única opción política que lucha contra la última forma moderna de esclavitud que constituye el gran fraude de la propiedad contractual de unos hombres sobre otros. Mediante el Sindicalismo Cooperativista y la cooperativización progresiva de los bienes de producción.
Comenzando por los de nueva creación en un Estado que estaría involucrado en la generación de riqueza a través del fomento de nuevas y grandes polos de desarrollo industrial y empresas estatales que luego deben ser también cooperativizadas.
En un Estado Sindical la iniciativa privada debe potenciarse mediante créditos gratuitos de una Banca Sindical, una legislación adecuada y ausencia de impuestos y burocracia. Siendo la propiedad privada sobre las cosas un bien respetable, cuando es justa y cumple una función social en beneficio de todos.
En beneficio, en definitiva, de ese concepto olvidado por los políticos que llamamos el Bien Común,
Sin embargo la propiedad resulta el origen de todos los males CUANDO SE EXAGERA SU DERECHO justificando lo injustificable en perjuicio de la mayoría aplicando el concepto de propiedad sobre las personas mediante contratos que son un fraude en sí mismos porque, entre otras muchas cosas (y dejando aparte ese 50% de trabajos que actualmente son basura), roban el derecho a la participación en la plusvalía y en la gestión a la mayoría de los productores..
Falange Española, actualmente digital, es la única opción política que propone una Democracia Moderna Joseantoniana y , en consecuencia, sin partidos políticos que usurpen la representación del pueblo.
Aunque Sí con asociaciones mantenidas exclusivamente por sus propios afiliados que podrían apoyar a candidatos independientes en Listas Abiertas con el fin de garantizar las libertades individuales y la representación de las ideas.
Una Democracia bastante directa en la que todos los sectores que componen la sociedad estén representados en unas Cortes Orgánicas reduciendo a un 30% la importancia de la representación de las ideologías que actualmente son el origen de todos los conflictos y manipulaciones al usurpar ellas solas el 100% de la representación en este Fraude Gigantesco que actualmente denominan "democracia". Y lo repiten constantemente en los medios para que este Mito quede grabado en la memoria colectiva de una población envejecida que ya no distinge la verdad de la mentira.
El resto de la representación, el 70% aprox., correspondería directamente tanto a los representantes electos de cada rama laboral de producción (Sindicato Vertical) como a los municipios y algún representante corporativo de la familia, padres de alumnos y Academia de la Lengua Española.
La razón de insistir en la reconstrucción de Falange es sencillamente porque queremos reconstruir España y ni las ideas falangistas ni la obra realizada en el pasado ha sido superada por ninguna otra opción política ¡NI ANTIGUA NI NUEVA! y porque garantiza la mejor solución social posible de cara a la actual revolución tecnológica que amenaza con destruir todos los oficios conocidos en provecho exclusivo de quienes pueden permitirse la adquisición de maquinaria automatizada. Es decir EN PROVECHO EXCLUSIVO de las grandes transnacionales.
Cierto que existe un sector mayoritario, pero cada vez más reducido y contínuamente defraudado en sus espectativas, que aún confía en la ilusoria novedad de supuestamente modernas iniciativas derechistas o identitarias, dirigidas por empresarios o políticos profesionales a su servicio, que no aportan más contenido social para un pueblo empobrecido que la crítica simplona al gobierno y la recogida de las sobras que caen de la mesa de los privilegiados cuando estos prosperan.
La supuesta modernidad de estos grupos, algunos salen como setas en torno a individualidades que hablan supuestamente bien o halagan los oídos con voces más o menos timbradas que le dan al público lo que éste quiere oir, pero con argumentos tan escasamente profundos que, como superficiales cantos de sirenas, invariablemente culpan de todo a la izquierda política y al gobierno de turno, con lo cual aciertan en algo más de un 50%, pero profundizan poco o nada en el origen de los problemas que critican o no los analizan suficientemente. Sencillamente porque no les interesa las consecuencias que de ello se extraen.
¡En algunos casos estas absurdas iniciativas conservadoras de privilegios desaparecen con la misma rapidez que aparecieron!
Consiste su modernidad exclusivamente en plegarse ante el sistema, su Constitución y el Régimen del 78 en su conjunto.
No aportan ninguna otra novedad salvo un Conservadurismo económico recalcitrante propio de siglos pasados y un espiritualismo fundamentado exclusivamente en el nacionalismo y la idolatría de la Patria, cuando no del dinero o el interés individual, en sustitución de la Tradición y la Fe Revelada.
Suelen ser propuestas amorales que a veces ni siquiera se ocupan de los 100.000 abortos anuales que también han envejecido nuestra sociedad, ni de la corrupción que genera en todo el mundo el sistema de Partidos Políticos y mucho menos de las Crisis económicas, sanitarias y de todo tipo que genera el mundo Capitalista de la bolsa y los Fondos de inversión capaces de hundir a millones de personas por las lucrativas ambiciones personales de un reducido grupo con tanto poder que de hecho quita y pone políticos y presidentes hasta en EEUU.
En el grupo de blogs de Falange Española Digital y la Asociación Democracia Orgánica Digital venimos publicitando durante años, en internet, a través de las redes e incluso en la calle, un sistema político que continúa siendo innovador y completamente fiel a las ideas originales de José Antonio.
Pudiendo llevarse a cabo mediante una transición pacífica tras la oportuna reforma o jubilación de la Constitución Ex-pañola que nos trajo la corrupción que emana del sistema capitalista de partidos políticos y las autonomías.
En vano se ocupan los jueces de condenar a los desdichados que creyendo en tan nefasto sistema quedaron prendidos en sus telarañas cuando la verdad es que la corrupción la origina el propio sistema político de Partidos en el seno de una sociedad liberal de economía capitalista aunque culturalmente sea plenamente comunista.
Un proyecto 100% falangista solo parcialmente ensayado, con gran éxito, durante el Franquismo, que desarrollado en su integridad armoniza las libertades personales con el restablecimiento de un principio de autoridad, la propiedad privada con la colectiva sin caer en el inoperante colectivismo socialista.
Un proyecto que armoniza la Unidad con la descentralización y la existencia de las Naciones Históricas incluso dentro de conjuntos supranacionales como podría llegar a ser una futurible Europa de las Patrias
Pudiendo llegar incluso hasta una cierta unidad planetaria si se realizase en términos opuestos al actual globalismo Capitalista constituido por la Oligarquía de los grandes magnates de las élites mundiales dueños de Bancos, Transnacionales y Fondos de Inversión que son los amos de los políticastros que aparecen en las listas cerradas de unos Partidos Políticos devenidos en otras Filiales más de su propiedad. Pero también constituido por infinidad de Organizaciones Secretas como las Masonerías y la Nomenclatura de los partidos Comunistas.
Para cambiar verdaderamente la sociedad haciéndola más justa y equitativa. entre otras cosas, es necesario:
- Sindicalización de la Banca por Ramas de Producción
(Banco agrario, ganadero, industrial etc..), coordinados por el Banco
de España, con el fin de conseguir la fluidez crediticia de un servicio
practicamente gratuito para los emprendedores.
- Apoyo total a la Iniciativa Privada y Cooperativa mediante
fluidez crediticia, estudio de viabilidad, facilidades y mínima
burocracia, freno a la competencia salvaje, posibilidad de participar en
más de un 50% en las inversiones de las multinacionales extranjeras
(capital español que dichas multinacionales tienen que buscar saliendo a bolsa). En el caso
de sectores estratégicos podría garantizarse el beneficio durante los primeros años.
- Venta (Sindicalización-Cooperativización) de las Empresas Consolidadas (en principio de nueva creación en nuestra opción de Falange Digital) al Sindicato de Empresa
(trabajadores) transformándolas en empresas de propiedad cooperativa.
Lo que pone fin a la Lucha de Clases.
Tengamos en cuenta que las grandes cooperativas industriales, agrícolas y ganaderas
son las únicas industrias importantes y de éxito que nos
quedan a los españoles tras la venta de toda España a las
multinacionales extranjeras por los autores de la Transición.
Actualmente cada vez que compramos cualquier cosa estamos enviando una parte de lo gastado a los países más ricos del mundo.
Cuando una multinacional se instala lo hace para sacar mucho más dinero del que trae y, además, robar el mercado a posibles iniciativas españolas.
Una deslocalización masiva de transnacionales podría hundir la economía de una nación histórica de economía liberal-capitalista. Motivo por el que los poderes públicos siempre estarán chantajeados.
- Iniciativa Estatal en las mismas condiciones en los sectores necesarios o desatendidos por la iniciativa privada o la cooperativa. La
iniciativa privada ha fracasado en España por culpa de los intereses
bancarios, de la presión fiscal, de las autonomías y las trabas
burocráticas.
- Posibilidad de Monopolios Estatales en los Servicios más Básicos con el fin de asegurarlos y, principalmente, eliminar la mayoría de los Impuestos salvo el de lujo. Tal y como hizo en el pasado con gran éxito el Estado Nacional de Francisco Franco.
-
Sindicato Vertical Democrático Cooperativo y Apolítico con
representación de todas sus Ramas de Producción en las Cortes de la
Nación ocupando aproximadamente un Tercio de las mismas. Función del
sindicato cuyos cargos son elegidos por los trabajadores contando con
expertos titulados, sería dirigir la economía y ordenarla según el bien común y
las necesidades de la Nación. Lo que debería hacer muy dificil que una
inversión fracase e imposible que lo haga por competencia excesiva o
desleal de otras empresas como pasa hoy en día en muchas inversiones
inútiles que se convierten en ruinosas.
- Descentralización territorial en Diputaciones Provinciales y éconómica mediante Sindicato Vertical.
- Las Multinacionales extranjeras
solo podrán instalarse en España si consiguen, saliendo a bolsa, más de un 50% de capital
español. Para las que no se instalen sus productos podrán ser
inspiradores para las industrias nacionales.
- No existiría el desempleo.
O se trabaja para el sector privado, el cooperativo o se trabaja para
el Estado. Si se rechaza no se cobrará nada del Estado aunque existiría
un Auxilio Social.
- Para las nuevas industrias en sectores declarados estratégicos
el Estado garantizaría un beneficio mínimo anual o bien las crearía el
propio estado a través de un Instituto Nacional de Industria.
- Para el Campo es indispensable un precio mínimo garantizado para los productos agrícolas y ganaderos.
- El patrón trabajo en lugar del patrón oro. Aunque el
"Milagro Español" se hizo por falangistas con incentivos convencionales
las Tesis alemanas fueron más rápidas y eficaces al partir de una nación ya
bastante industrializada entre otros motivos.
Si queremos conseguir que España salga de su humillante
endeudamiento actual, recuperando su Dignidad y la propiedad de sus industrias, una de
las opciones sería reeditar las tesis de los nacional-socialistas, en
el campo económico exclusivamente, siendo entonces posible fabricar todo el dinero
necesario siempre que se cumplan una serie de condiciones:
a) Todo el dinero o bonos emitidos de más debe ser invertido en fuentes de riqueza. En industrias generadoras de riqueza. Los créditos se avalan con el valor de lo que se creará con ellos.
b) Tanto salarios como precios deben ser congelados imponiendo control de precios. Lo que imposibilita el mito de la "Inflación disparada". Algo que sí les ocurrió a los EEUU cuando emitieron dinero de más dentro de un estado liberal capitalista.
c) Las importaciones deben reducirse, en un primer momento, a lo mínimo necesario.
d) El oro para el comercio exterior principalmente con objeto de pagar deudas y adquirir equipamiento industrial.
e) El Turismo como fuente de divisas.
- Un Futuro Estado de Equidad que intervenga en beneficio de toda la sociedad ante la cercana Revolución Industrial provocada por el imparable aumento de la robotización y la maquinaria automatizada con la consiguiente desaparición de todos los oficios conocidos.
- El Estado como Servicio y Unidad de Destino con Separación de Funciones.
Con autonomía plena para la Función Judicial.
Para que la humanidad prospere socialmente realizandose como personas completas es absolutamente imprescindible acabar rápidamente con el actual sistema financiero capitalista, sus bancos, su concepto de la Bolsa, sus activos tóxicos y prácticas fraudulentas que pretenden un beneficio rápido, sus fondos de inversión transnacionales y todo lo que signifique montar una economía sobre el Engañoso Espejismo del Dinero Fácil.
En definitiva acabar con el aspecto económico de lo que llaman Globalismo ¡y no es más que el Capitalismo Liberal llevado a sus consecuencias más extremas!
Y lo presentan como si de algo bueno se tratase con la peregrina excusa de que ¡cuando el mundo entero sea propiedad exclusiva de unos cuantos magnates ya no habrá guerras!... ¡Lo que no dicen es que el terrorismo generalizado será la única opción posible, frente al poder global, para una mayoría cercenada en sus derechos fundamentales como personas y convertidos en consumidores autómatas!
De poco sirve que medio millón de agricultores y ganaderos, tal vez aún más, protesten en Madrid cuando las órdenes vienen de Bruselas, EEUU, Alemania, la Reina de Inglaterra, el Club Bilderberg, la Masonería y demás lugares secretos y ocultos a la opinión pública.
¡Amigos y Camaradas! ¡Cuanta fe hay que tener para creerse esto de que el mundo será más pacifico cuando lo dirijan los multimillonarios más inmorales y corruptos del planeta!
¡Y Cuante FE hay que tener para pensar que el dinero virtual fabricado por intereses privados será socialmente más beneficioso para el pueblo!
Es mucho más fácil creer en la Redención de Cristo que en la de estos afortunados Magnates que han prosperado robando, engañando y manipulando gracias a las facilidades que para ello les otorga un sistema Capitalista Liberal basado en el fraude y la injusticia.
Recordemos que el Comunismo también puede explicarse como un Capitalismo con un único empresario que es el partido comunista. Es el dueño de los países comunistas y el occidente, actualmente desnaturalizado y desvinculado de sus raíces Cristianas originales, lo ve como un Magnate más con quien hacer grandes negocios. Mientras se margina a Rusia obligándola a engordar los intereses de China.
Por lo que no son de extrañar los pactos luciferinos que llegaron a tener y aún mantienen, unos y otros aunque por diferentes motivaciones, con el Partido Comunista Chino que ha sorprendido y descolocado a muchas mentes bienpensantes.
Fernando Uruñuela F.E.D-J.O.N.S. - A.D.O.D.
José Antonio y el Capitalismo
José Antonio recibió una educación Liberal. Motivo por el que conocía bien tanto sus teorías como sus consecuencias prácticas.
Ahora bien: por donde iba a morir el liberalismo económico era porque, como hijo suyo, iba a producirse muy pronto este fenómeno tremendo, acaso el fenómeno más tremendo de nuestra época, que se llama el capitalismo ( y desde este momento sí que me parece que ya no estamos contando viejas historias).
Yo quisiera, de ahora para siempre, que nos entendiéramos acerca de las palabras.
Cuando se habla del capitalismo no se hace alusión a la propiedad privada; estas dos cosas no sólo son distintas, sino que casi se podría decir que son contrapuestas. Precisamente uno de los efectos del capitalismo fue el aniquilar casi por entero la propiedad privada en sus formas tradicionales. Esto está suficientemente claro en el ánimo de todos, pero no estará de más que se le dediquen unas palabras de mayor esclarecimiento.
El capitalismo es la transformación, más o menos rápida, de lo que es el vínculo directo del hombre con sus cosas en un instrumento técnico de ejercer el dominio.
La propiedad antigua, la propiedad artesana, la propiedad del pequeño productor, del pequeño comerciante, es como una proyección del individuo sobre sus cosas. En tanto es propietario en cuanto puede tener esas cosas, usarlas, gozarlas, cambiarlas, si queréis; casi en estas mismas palabra ha estado viviendo en las leyes romanas durante siglos, el concepto de la propiedad; pero a medida que el capitalismo se perfecciona y se complica, fijaos en que va alejándose la relación del hombre con sus cosas y se va interponiendo una serie de instrumentos técnicos de dominar; y lo que era esta proyección directa, humana, elemental de relación entre un hombre y sus cosas, se complica; empiezan a introducirse signos que envuelven la representación de una relación de propiedad, pero signos que cada vez van sustituyendo mejor a la presencia viva del hombre, y cuando llega el capitalismo a sus últimos perfeccionamientos, el verdadero titular de la propiedad antigua ya no es un hombre, ya no es un conjunto de hombres, sino que es una abstracción representada por trozos de papel: así ocurre en lo que se llama la sociedad anónima. La sociedad anónima es la verdadera titular de un acervo de derechos, y hasta tal punto se ha deshumanizado, hasta tal punto le es indiferente ya el titular humano de esos derechos, que el que se intercambien los titulares de las acciones no varía en nada la organización jurídica, el funcionamiento de la sociedad entera.
Pues bien; este gran capital, este capital técnico, este capital que llega a alcanzar dimensiones enormes, no sólo no tiene nada que ver, como os decía, con la propiedad en el sentido elemental y humano, sino que es su enemigo. Por eso, muchas veces, cuando yo veo cómo, por ejemplo, los patronos y los obreros llegan, en luchas encarnizadas, incluso a matarse por las calles, incluso a caer víctimas de atentados donde se expresa una crueldad sin arreglo posible, pienso que no saben los unos y los otros que son ciertamente protagonistas de una lucha económica, pero una lucha económica en la cual, aproximadamente, están los dos en el mismo bando; que quien ocupa el bando de enfrente, contra los patronos y contra los obreros, es el poder del capitalismo, la técnica del capitalismo financiero. Y sí no, decídmelo vosotros, que tenéis mucha más experiencia que yo en estas cosas: cuantas veces habéis tenido que acudir a las grandes instituciones de crédito a solicitar un auxilio económico sabéis muy bien qué intereses os cobran, del 7 y del 8 por 100, y sabéis no menos bien que ese dinero que se os presta no es de la institución que os lo presta, sino que es de los que se lo tienen confiado, percibiendo el 1,5 ó el 2 por 100 de intereses, y esta enorme diferencia que se os cobra por pasar el dinero de mano a mano gravita juntamente sobre vosotros v sobre vuestros obreros, que tal vez os están esperando detrás de una esquina para mataros.
Pues bien: ese capital financiero es el que durante los últimos lustros está recorriendo la vía de su fracaso, y ved que fracasa de dos maneras:
primero, desde el punto de vista social (esto deberíamos casi esperarlo);
después, desde el punto de vista técnico del propio capitalismo,
y esto lo vamos a demostrar en seguida.
Desde el punto de vista social va a resultar que, sin querer, voy a estar de acuerdo en más de un punto con la crítica que hizo Carlos Marx.
Como ahora, en realidad desde que todos nos hemos lanzado a la política, tenemos que hablar de él constantemente; como hemos tenido todos que declararnos marxistas o antimarxistas, se presenta a Carlos Marx, por algunos –desde luego, por ninguno de vosotros–, como una especie de urdidor de sociedades utópicas. Incluso en letras de molde hemos visto aquello de "Los sueños utópicos de Carlos Marx".
Sabéis de sobra que si alguien ha habido en el mundo poco soñador, éste ha sido Carlos Marx: implacable, lo único que hizo fue colocarse ante la realidad viva de una organización económica, de la organización económica inglesa de las manufacturas de Manchester, y deducir que dentro de aquella estructura económica estaban operando unas constantes que acabarían por destruirla. Esto dijo Carlos Marx en un libro formidablemente grueso; tanto, que no lo pudo acabar en vida; pero tan grueso como interesante, esta es la verdad; libro de una dialéctica apretadísima y de un ingenio extraordinario; un libro, como os digo, de pura crítica, en el que, después de profetizar que la sociedad montada sobre este sistema acabaría destruyéndose, no se molestó ni siquiera en decir cuándo iba a destruirse ni en qué forma iba a sobrevenir la destrucción. No hizo más que decir: dadas tales y cuales premisas, deduzco que esto va a acabar mal; y después de eso se murió, incluso antes de haber publicado los tomos segundo y tercero de su obra; y se fue al otro mundo (no me atrevo a aventurar que al infierno, porque sería un juicio temerario) ajeno por completo a la sospecha de que algún día iba a salir algún antimarxista español que le encajara en la línea de los poetas.
Este Carlos Marx ya vaticinó el fracaso social del capitalismo sobre el cual estoy departiendo ahora con vosotros. Vio que iban a pasar, por lo menos, estas cosas:
primeramente, la aglomeración de capital. Tiene que producirla la gran industria. La pequeña industria apenas operaba más que con dos ingredientes: la mano de obra y la primera materia. En las épocas de crisis, cuando el mercado disminuía, estas dos cosas eran fáciles de reducir: se compraba menos primera materia, se disminuía la mano de obra y se equilibraba, aproximadamente, la producción con la exigencia del mercado; pero llega la gran industria; y la gran industria, aparte de ese elemento que se va a llamar por el propio Marx capital variable, emplea una enorme parte de sus reservas en capital constante; una enorme parte que sobrepuja, en mucho, el valor de las primeras materias y de la mano de obra; reúne grandes instalaciones de maquinaria, que no es posible en un momento reducir. De manera que para que la producción compense esta aglomeración de capital muerto, de capital irreducible, no tiene más remedio la gran industria que producir a un ritmo enorme, como produce; y como a fuerza de aumentar la cantidad llega a producir más barato, invade el terreno de las pequeñas producciones, va arruinándolas una detrás de otra y acaba por absorberlas.
Esta ley de la aglomeración del capital la predijo Marx, y aunque algunos afirmen que no se ha cumplido, estamos viendo que sí, porque Europa y el mundo están llenos de trusts, de Sindicatos de producción enorme y de otras cosas que vosotros conocéis mejor que yo, como son esos magníficos almacenes de precio único, que pueden darse el lujo de vender a tipos de dumpimg, sabiendo que vosotros no podéis resistir la competencia de unos meses y que ellos en cambio, compensando unos establecimientos con otros, unas sucursales con otras, pueden esperar cruzados de brazos nuestro total aniquilamiento.
Segundo fenómeno social que sobreviene: la proletarización. Los artesanos desplazados de sus oficios, los artesanos que eran dueños de su instrumento de producción y que, naturalmente, tienen que vender su instrumento de producción porque ya no les sirve para nada; los pequeños productores, los pequeños comerciantes, van siendo aniquilados económicamente por este avance ingente, inmenso, incontenible, del gran capital y acaba incorporándose al proletariado, se proletarizan. Marx lo describe con un extraordinario acento dramático cuando dice que estos hombres, después de haber vendido sus productos, después de haber vendido el instrumento con que elaboran sus productos, después de haber vendido sus casas, ya no tienen nada que vender, y entonces se dan cuenta de que ellos mismos pueden una mercancía, de que su propio trabajo puede ser una mercancía, y se lanzan al mercado a alquilarse por una temporal esclavitud. Pues bien: este fenómeno de la proletarización de masas enormes y de su aglomeración en las urbes alrededor de las fábricas es otro de los síntomas de quiebra social del capitalismo.
Y todavía se produce otro, que es la desocupación. En los primeros tiempos de empleo de las máquinas se resistían los obreros a darles entrada en los talleres. A ellos les parecía que aquellas máquinas, que podían hacer el trabajo de veinte, de cien o de cuatrocientos obreros, iban a desplazarlos. Como se estaba en los tiempos de fe en el "progreso indefinido", los economistas de entonces sonreían y decían:
"Estos ignorantes obreros no saben que esto lo que hará será aumentar la producción, desarrollar la economía, dar mayor auge a los negocios...; habrá sitio para las máquinas y para los hombres."
Pero resultó que no ha habido este sitio; que en muchas partes las máquinas han desplazado a la casi totalidad de los hombres en cantidad exorbitante. Por ejemplo, en la fabricación de botellas de Checoslovaquia –éste es un dato que viene a mi memoria– donde trabajan, no en 1880, sino en 1920, 8000,obreros, en este momento no trabajan más de 1.000, y, sin embargo, la producción de botellas ha aumentado.
El desplazamiento del hombre por la máquina no tiene ni la compensación poética que se atribuyó a la máquina en los primeros tiempos, aquella compensación que consistía en aliviar a los hombres de una tarea formidable. Se decía:
"No; las máquinas harán nuestro trabajo, las máquinas nos liberarán de nuestra labor."
No tiene esa compensación poética, porque lo que ha hecho la máquina no ha sido reducir la jornada de los hombres, sino, manteniendo la jornada igual, poco más o menos –pues la reducción de la jornada se debe a causas distintas–, desplazar a todos los hombres sobrantes. Ni ha tenido la compensación de implicar un aumento de los salarios, porque, evidentemente, los salarios de los obreros han aumentado; pero aquí también lo tenemos que decir todo tal como lo encontramos en las estadísticas y en la verdad. ¿Sabéis en la época de prosperidad de los Estados Unidos, en la mejor época, desde 1922 hasta 1929, en cuánto aumentó el volumen total de los salarios pagados a los obreros? Pues aumentó en un 5 por 100. ¿Y sabéis, en la misma época, en cuánto aumentaron los dividendos percibidos por el capital? Pues aumentaron en el 86 por 100. ¡Decid si es una manera equitativa de repartir las ventajas del maquinismo!
Pero era de prever que el capitalismo tuviera esta quiebra social. Lo que era menos de prever era que tuviera también una quiebra técnica, que es, acaso, la que está llevando su situación a términos desesperados.
Por ejemplo: las crisis periódicas han sido un fenómeno producido por la gran industria, y producido, precisamente, por esa razón que os decía antes, cuando explicaba la aglomeración del capital. Los gastos irreducibles del primer establecimiento son gastos muertos que en ningún caso se pueden achicar cuando el mercado disminuye. La superproducción, aquella producción a ritmo violentísimo de que hablaba antes, acaba por saturar los mercados. Se produce entonces el subconsumo, y el mercado absorbe menos de lo que las fábricas le entregan. Si se conservase la estructura de la pequeña economía anterior se achicaría la producción proporcionalmente a la demanda mediante la disminución en la adquisición de primeras materias y mano de obra; pero como esto no se puede hacer en la gran industria, porque tiene ese ingente capital constante, ese ingente capital muerto, la gran industria se arruina; es decir, que técnicamente la gran industria hace frente a las épocas de crisis peor que la pequeña industria. Primera quiebra para su antigua altanería.
Pero después, una de las notas más simpáticas y atractivas del período heroico del capitalismo liberal falla también; era aquella arrogancia de sus primeros tiempos, en que decía:
"Yo no necesito para nada el auxilio público; es más, pido a los Poderes públicos que me dejen en paz, que no se metan en mis cosas."
El capitalismo, muy en breve, en cuanto vinieron las épocas de crisis, acudió a los auxilios públicos; así hemos visto cómo las instituciones más fuertes se han acogido a la benevolencia del Estado, o para impetrar protecciones arancelarias o para obtener auxilios en metálico. Es decir, que, como dice un escritor enemigo del sistema capitalista,
"el capitalismo, tan desdeñoso, tan refractario a una posible socialización de sus ganancias, en cuanto vienen las cosas mal es el primero en solicitar una socialización de las pérdidas".
Por último, otra de las ventajas del libre cambio, de la economía liberal, consistía en estimular la concurrencia. Se decía: compitiendo en el mercado libre todos los productores, cada vez se irán perfeccionando los productos y cada vez será mejor la situación de aquellos que los compran. Pues bien: el gran capitalismo ha eliminado automáticamente la concurrencia al poner la producción en manos de unas cuantas entidades poderosas.
Y vienen todos los resultados que hemos conocido: la crisis la paralización, el cierre de las fábricas, el desfile inmenso de proletarios sin tarea, la guerra europea, los días de la posguerra... Y el hombre que aspiró a vivir dentro de una economía y una política liberales. dentro de un principio liberal, que llenaba de sustancia y dé optimismo a una política y a una economía, vino a encontrarse reducido a esta cualidad terrible: antes era artesano. pequeño productor, miembro de una corporación acaso dotada de privilegios, vecino de un Municipio fuerte; ya no es nada de eso.
Al hombre se le ha ido librando de todos sus atributos, se le ha ido dejando químicamente puro en su condición de individuo; ya no tiene nada; tiene el día y la noche; no tiene ni un pedazo de tierra donde poner los pies, ni una casa donde cobijarse; la antigua ciudadanía completa, humana, íntegra, llena, se ha quedado reducida a estas dos cosas desoladoras: un número en las listas electorales y un número en las colas a las puertas de las fábricas".
José Antonio: Ante una encrucijada en la historia política y económica del mundo 9-04-1935.
De cómo la política liberal creó el sistema capitalista.
José Luis de Arrese |
liberal.
Clara está que en este terreno de la economía va a jugar papel decisivo un invento científico ajeno en absoluto a la actividad política como es la máquina. de vapor; pero esto no dice nada en contra de la tesis sustentada en este libro, porque en último. término siempre es una piedrecita la que pone a prueba la pericia del conductor o la bondad del vehículo.
Todo lo más puede servir para definir el problema social como conjunción de dos grandes convulsiones, una de carácter político originada por el triunfo del liberalismo y otra de carácter económico formada po,r la invención de la máquina.
Decir otra cosa, decir, por ejemplo, que si no hubiera aparecido el motor de explosión no hubiéramos llegado a la situación presente es ingenuidad tan grande que resulta ridículo rebatir.
Aun la máquina era un invento escondido y ya la nueva política había disuelto la organización gremial y habia declarado la libertad de trabajo y de contratación y había establecido como fórmula permanente de actuación estatal el "Iaissez faire".
La máquina, si se quiere, fué la piedra de toque de las nuevas teorías, la que vino a decir si aquello de la libertad absoluta y de los derechos individuales era capaz de levantar un modo estable de vivir o si era únicamente un ídolo de oro con pies de barro.
Por eso vamos a empezar éste presentando el aspecto que la sociedad laboral tenía durante la época anterior a la llegada del liberalismo, para ver después cómo se quiso organizar de acuerdo con las nuevas teorías y cómo por esta causa quedó de manera tan endeble la sociedad humana que no pudo resistir la sobrecarga formada por la invención de la máquina.
1) El mundo del trabajo durante la época gremial.
El mundo del trabajo de la época gremial se basaba en estos dos pilares fundamentales:
Una manera cristiana de concebir las cosas y una economía reducida cuyo núcleo era el taller.
El cristianismo habia traído a la sociedad trabajadora. Una serie de afirmaciones sustanciales:
Que el hombre era el sujeto más importante de la creación, que Dios era el fin del hombre y que el trabajo era un medio que el hombre tenía de acercarse a Dios.
Para llegar a ésto había tenido que empezar por derribar viejos conceptos paganos; por ejemplo, había tenido que borrar la esclavitud que dividía la especie humana en seres y en cosas y había tenido que descubrir al hombre la existencia de un alma superior eterna y la igualdad de todos, en la comunidad de principio y en la comunidad de fin.
Para el mundo pagano el hombre era un ser físico; para el mundo cristiano ese ser físico era además envoltura corporal de un alma, capaz de salvarse o condenarse.
En la existencia de este alma y en la unidad de destino de todos los hombres de la creación; es decir, en su "dignidad" de hijos de Dios y en su "igualdad" de herederos del Cielo basaba, pues, el cristianismo la "Iibertad " del hombre.
Otro de los principios paganos que el cristianismo vino a derribar fué el concepto infamante del trabajo:
En el paganismo el trabajo era una ocupación servil que necesariamente había que alejar para ser considerado hombre libre. "Los trabajadores -decía Aristóteles en su "Política"- no merecen el nombre de ciudadanos".
El cristianismo dijo que el trabajo no era consecuencia de la situación económica de cada uno, sino consecuencia del pecado original y, por lo tanto, una obligación común a todos los hombres de la tierra. Pero si, además, el trabajo no solamente no se mira como una operación gravosa de la que es preciso desentenderse para alcanzar la felicidad de la vida, sino por el contrario se considera como un medio que el hombre tiene para, dígnificarse y merecer ante Dios, habremos completado el cuadro que la filosofia cristiana proyectó sobre aquella sociedad trabajadora.
Esto en cuanto al aspecto espiritual del mundo gremial.
En el orden económico, el taller había establecido las relaciones laborales a base de un patríarcado sencillo y cordial. No había, como ahora sucede en las grandes empresas modernas, financieros anónimos, poseedores de todos los derechos de propiedad y trabajadores también anónimos que jamás llegarán por el procedirniento del trabajo a ascender a la categoría de accionista-propietario; hoy entre el mundo de lal empresa y el mundo del trabajo hay un abismo inasequible: Un trabajador puede comprar acciones de su empresa y convertirse en propietario, pero no por el hecho de ser trabajador de ella sino por el hecho de tener dinero para comprar.
En cambio, en la nomenclatura gremial, propietario del taller y operario eran términos de una misma función; tan trabajador era el uno como el otro y entre ellos no habia más diferencia que la habilidad y el tiempo. Cuando un obrero de los grandes truses entra en una fábrica sabe que si asciende mucho llegará algún día a especialista calificado, pero jamás pasará de la colectividad proletaria a la colectividad propietaria porque son dos instituciones completamente distintas; cuando un operario entraba de aprendiz en un taller sabía que podía llegar a dominar el oficio lo mismo que su maestro, y como los útiles de labor eran sencilIos y de muy reducido costo, sabia que en sus manos y en sus virtudes morales de honradez, laboriosidad y ahorro estaba el porvenir de su vida y el poder instalarse por su cuenta.
En el taller antiguo no había como en el de hoy un factor económico que se interpone entre uno y otro; y quizás por esto y porque la filosofia cristiana se encargaba de repetirlo a diario, en la jerarquía de los valores, la economía ocupaba un puesto secundario con respecto al hombre. Pero esta mínima importancia del problema financiero no quiere decir que el taller antiguo no requiera como la empresa, moderna la existencia de los tres elementos fundamentales (capital, técnica y mano de obra). Entonces como ahora había un esfuerzo manual, había una serie de valores técnicos aunque vinculados también al hombre, como la habilidad, el ingenio, el artificio, etc. y había, por último, un factor económico representado por las materias primas y los útiles de labor.
Lo que quiere decir es que en parte, como acabamos de escribir, porque el cristianismo había logrado arraigar el concepto de supremacía del hombre sobre la cosa, y en parte porque comparados unos y otros aquellos tres elementos resultaba evidente que el factor humano era lo principal, lo cierto es que todo el sistema económico-social de la época clásica descansaba sobre la idea de que el hombre era el ser más valioso de la creación.
2) La deshumanizacion del hombre.
Frente a la manera de concebir el mundo del trabajo se levantó en el siglo XVIII el pensamiento liberal.
No es que el liberalismo se dedicara con particular deleite a derribar todos y cada uno de los viejos conceptos clásicos; ni todo lo que hizo en materia económico-social lleva el sello de la perversión. A lo largo de estas páginas veremos, muchas cosas que el liberalismo hizo y nadie trata de modificar; pero hay algo que afecta a la sustancia misma del sistema liberal y que su proyección sobre la sociedad trabajadora había de provocar la misma quiebra que en el campo de la política; me refiero a la deshumanización del hombre.
Toda la quiebra filosófica del momento presente (lo hemos visto ya en el capítulo anterior) está en el empeño de distinguir entre el ser del hombre y su razón de ser. El hombre cristiano en todos los actos de la vida se siente un hombre total compuesto de alma y cuerpo, y al proyectar su acción sobre el quehacer diario sabe que no solamente proyecta un esfuerzo sino una actitud trascendental y que los actos extrínsecos de la vida llevan intrínsecamente un mérito o un demérito para la vida eterna.
El filósofo moderno cree que el hombre no aporta a cada uno de sus actos el propio destino y piensa que cuando trabaja es solamente un operario y cuando estudia es solamente un cientifico y cuando reza es solamente un religioso. Pues bien, de esta manera incompleta de concebir al hombre proviene toda la desviación de la Edad contemporánea no solo. en su aspecto político sino también en su aspecto económico-social, porque una vez aceptado este modo de pensar que desvincula al hombre de su acción, la vida toda, incluso en las más lejanas manifestaciones comerciales, queda reducida a una serie de actos incoloros cada vez más tenues y más inconsistentes.
Cuando el liberalismo invita al hombre a actuar en política empieza por desligarle de todo aquello que no está directamente relacionado con la función que va a realizar e incluso le inventa la palabra ciudadano para que entienda bien claro que si toma parte en la cosa pública es únicamente en función de los derechos politicos que como vecino le corresponden y no en función de ningún otro.
De la misma manera, cuando el hombre entra a formar parte de una empresa o se hace cargo de un propósito económico cualquiera, se le empieza por desnudar de toda virtud que le pueda enturbiar el único objeto financiero que se propone y se inventa todo ese diccionario de frases hechas que se utilizan para demostrar que allí solo interesa una cosa: ganar dinero. Pero esto, verificado con la ingenua intención de liberar al hombre de obstáculos ajenos a la función que desarrolla viene al hundirle en una servidumbre mayor porque con ello se le empequeñece hasta dejarle incapaz para sobreponerse a los apetitos y a las exigencias del más fuerte.
El hombre no siempre tiene argumentos para, oponerse a otra opinión cuando se limita la discusión a una sola circunstancia; pero es que tampoco las cosas se pueden considerar aisladamente sino encajadas dentro de un todo jerárquico y moral. Desde el solo punto de vista económico tiene razón el patrono que se niega a subir el jornal a sus obreros, como tiene razón de discutir a los proveedores el precio de las materias primas; pero si piensa que lo que aporta el obrero en su trabajo no es solamente un esfuerzo mecánico giro su vida misma y la de su familia, entonces descubrirá un cúmulo de razones que antes no había ni siquiera sospechado.
Por tanto, el error está en haber querido desmenuzar al hombre sin caer en la cuenta die que su dignídad y su libertad están en razón inversa de su parcelación y en razón directa de su integridad.
3) La máquina de vapor.
Sin embargo esta mentalidad atomizadora del individualismo no hubiera producido tan rápidos y catastróficos resultados en la vida sooiai die los pueblos si al mismo tiempo y casi coincidiendo con las primeras realizaciones de la teoría liberal, un invento obscuro y al parecer intrascendente" no hubiera venido a poner a fa economía del mundo en trance de profunda y sustancial reforma. Me refiero a aquella máquina de vapor que en 1786 instalaba Watt en unos molinos de Inglaterra y sobre todo me refiero al hecho de que esto sucediera all tiempo que la Revolución Francesa desmontaba la organización social que en el mundo había, disolviendo los gremios y proclamando la libertad del trabajo.
Esto de la desaparición de los gremios fué quizás la primera consecuencia de la nueva filosofía y fué también una de las más trascendentales; no sólo por lo que en sí representa el intento de liberar al hombre incluso de la organización destinada a darle unidad y fuerza, sino porque aspirando a transformar la vida laboral en un momento en que la máquina de vapor iba a transformar también la vida económica, 'había de servir para poner en evidencia la solidez o flaqueza de las nuevas teorías.
Por lo tanto no voy a analizar ahora si los gremios en sus últimos tiempos fueron malos o buenos, ni si la asociación sindical era conveniente para el trabajador porque el hecho de que hoy el obrero haya vuelto a organizarse en grandes sindicatos demuestre suficientemente el equivocado criterio del individualismo liberal. Voy tan solo a señalar esta coincidencia de la nueva filosofía, con la aparición de la máquina: porque de ella hemos dicho al comienzo, que originó el tremendo caos que hoy agobia al mundo y nos conviene tener presente para ver mejor cómo un mal planteamiento de lo humano hizo que un simple problema económico se convirtiera en un hondo y gravísimo problema social.
En efecto: La máquina de vapor en su principio no fué más que un invento afortunado que permitía de un solo impulso realizar el trabajo de lo personas a la vez; pronto este hecho hizo descubrir la posibilidad die transformar la industria manual que hasta entonces existía por la industria mecanizada en la que el hombre casi no tenía que intervenir y más tarde, como el crecimiento de esta industria no tenía, límites, ya que las máquinas cada vez podían hacerse más pot~ntes, se vislumbró la posibilidad de montar instalaciones colosales como en épocas anteriores fuera imposible soñar.
Antes, el motor y el cerebro del instrumento de labor era el hombre, y su rendimiento, por lo tanto, venía limitado por el límite del esfuerzo humano; ahora el motor era la máquina y la máquina podía desarrollar el esfuerzo de 20, 50, 100, 500 hombres, con lo que prácticamente las nuevas posibilidades eran ilimitadas.
4) La máquina de vapor crea un problema financiero.
Pero esto, que en teoria parece tan sencillo, exigía una profunda renovación de las bases económicas clásicas: El mundo estaba asentado sobre otros principios totalmente distintos, y era preciso amoldados a la nueva situación.
La industria era rudimentaria, casi estaba reducida al taller, y el taller casi estaba reducido al artesano; los grandes negocios no existían en la producción, sino en el comercio, o mejor aun, en la navegación; el dinero era un factor que no contaba en el taller antiguo, donde la mano de obra del hombre y la habilidad bastaban para dar cimbra a la estructura del mundo laboral; los útiles de trabado eran sencillos, y su precio no representaba obstáculo para que el artesano se instalara por 'su cuenta cuando su habilidad manual le asegurara una clientela fija. En una palabra, el mundo del trabajo en la etapa anterior a la invención de la máquina no giraba alrededor de un factor económico, sino alrededor de un factor humano.
La máquina, en cambio, venía a subvertir estos términos. En la nueva industria el hombre dejaba de ser la pieza fundamental, y el dinero pasaba a ocupar el lugar preferente; aquellos rudimentarios útiles de labor que podían ser comprados por el artesano se habían convertido en instalaciones inmensas, cada vez más grandes, cada vez más colosales; si las primeras fábricas empezaron teniendo un coste superior a la potencia económica de los modestos artesanos, las segundas dejaron pronto die estar al alcance de cualquier fortuna, y un día se vió, que para instalar las nuevas industrias, no bastaba el esfuerzo de un particular, por grande que fuera, y era preciso inventar un expediente económico distinto, un expediente que permitiera, reuniendo las aportaciones de muchos" alcanzar las enormes cifras que se necesitaban.
5) La sociedad anónima como solución a este problema financiero.
El nuevo problema que se planteaba era, por lo tanto, el siguíente: había que lograr una fórmula que abriera la puerta a toda clase de aportaciones para que, sumando los esfuerzos de todos, se formara el capital necesario en cada caso; es decir, había que atraer al ahorro, incluso el más modesto, y para ellono había mejor solución que la parcelación del volumen total necesaría en acciones de reducido módulo, convirtiendo la antigua propiedad clara, concreta, nominal, en una empresa por acciones.
Pero esto tenía sus inconvenientes; en primer lugar, a nadie le gusta poner su dinero en algo que no ha de manejar y vigilar directamente, y había que resolver el problema directivo, porque no era posible que cada aportación interviniera en la marcha dela empresa.
En segundo lugar, había que garantizar al participante que su intervención en empresas de tal envergadura no iba a suponer un riesgo panra el resto de su economía; en tercer lugar, habia que encontrar un método fácil y cómodo para que los propietarios pudieran dejar de serlo cuando más les conviniera. Era preciso solucionar todas estas exigencias, crear un Consejo de Administración, establecer la responsabilidad limitada, sustituir los títulos de propiedad notarial por valores al portador, etc., y se creó la Sociedad Anónima.
No vamos a dedicar un párrafo de palabras gruesas a condenar la Sociedad Anónima, entre otras cosas porque la Sociedad Anónima en sí no es más que una fórmula económica, y una fórmula bien aceptable por cierto; que si hubiera venido en época de mayor solidez filosófica no hubiera dejado de suponer una solución acertada a los problemas económicos, que se ventilaban.
Pero hemos dicho que coincidió con un momento en que la organización social se estaba desmontando de acuerdo con las normas de una nueva revolución, y la Sociedad Anónima representó el primer paso hacia una crisis social insospechada.
6) Lo ausencia de organización social hace que el grupo financiero se forme al margen del grupo trabajador.
En efecto, la Sociedad Anónima, como entidad económica destinada a financiar las nuevas instalaciones, estaba llamada a constituir por sí sola una organización llena de pujanza y de vida; por lo tanto, el riesgo que podía representar para el hombre trabajador era que se desentendiera de él para ocuparse únicamente del hombre financiero.
Si hubiera existido el gremio, este peligro hubiera sido ínfimo, porque la nueva fórmula económica se hubiera formado dentro del gremio correspondiente, es decir, entre los mismos que participaban directamente en los afanes diarios de la producción, y nada posiblemente hubiera sucedido. La empresa se hubiera convertido en una especie de Sociedad Cooperativa y el gremio en una Confederación de estas Sociedades, cada una de las cuales hubiera buscado su capital, en primer lugar, entre los propios interesados, y después, en el préstamo que la comunidad gremial hubiera financiado para suplir el resto; con lo cual el propietario de la nueva empresa continuaría siendo el propio trabajador, sin que el financiero hiciera otra cosa que prestar a ese gremio el dinero necesario.
Pero los gremios estaban disueltos, y como el problema urgía fue preciso buscar la aportación entre los elementos más ajenos, a los cuales, para animarlos a intervenir en ella, se les empezó por ofrecer, no la hipoteca de las nuevas instalaciones, cuya propiedad quedaba reservada a los trabajadores, sino la propiedad misma; y como, por otra parte estos elementos se sintieron ligados únicamente a la suerte económica de la empresa, quizás por haber alejado su proyección sobre la cosa, con aquello de sustituir la propiedad de la fábrica por la propiedad de las acciones, o porque la intervención de cada cual era demasiado pequeña y diluída para desarrollar otra clase de iniciativas, bien pronto se les vio desentenderse de todo lo que no fuera una única intención financiera y especuladora. Con ello se formaron dos mundos independientes: El mundo de las finanzas y el mundo del trabajo, y sucedió que el patrono y el obrero acabaron diluidos en organizaciones impalpables y totalmente distintas: Unos, en la Sociedad Anónima de unas acciones impersonales y fácilmente intercambiables; otros, en la Sociedad Anónima de una inmensa y uniforme aglomeración proletaria.
Porque al mismo tiempo que sucedía esta hipertrofia del factor económico, un fenómeno igual, aunque de signo contrario llevaba al trabajador a perderse en el anónimo y en el desconsuelo; los gremios no habían sido disueltos por que sí, sino porque la filosofía nueva proclamaba como norma de vida la teoría individualista de la libertad de trabajo; pero el individualismo en economía es dejar al más débil a disposición del más fuerte, y el más fuerte en la nueva situación era el dinero y el más débil era el obrero.
La máquina vino a evidenciar esta quiebra, que seguramente estaba soñada únicamente para actitudes políticas y no para actitudes económicas, en las que el hombre empezaba a, tener competidores distintos que el hombre mismo, y así vemos que cuando las pequeñas industrias desaparecieron, absorbidas por las nuevas instalaciones, y la familia artesana se desmoronó hasta ponerse en cola a la puerta de las grandes fábricas, se inició rápidamente este proceso de empequeñecimiento del hombre ante el dinero.
El obrero habia dejado de ser una pieza fundamental de la producción para convertirseen mero auxiliar de la máquina; la habilidad había quedado superada por la precisión mecánica y el rendimiento humano no admirtía competencia con el nuevo esfuerzo; por lo tanto, si no quería morirse de hambre tenía que abandonar su tradición artesana, en la, que se sentía señor y artífice de la obra creada, y ponerse al servicio de la máquina;ante la cual, ante las mil maravillas que confecionaba, no podía menos de sentir empequeñecida su intervención, que a veces se re duda a ponenla en marcha apretando un botón o a vigilar que estuviera bien engrasada.
Desde el principio la máquina, por ausencia de gremios y de contenido social, vino a dividir a la familia artesana en dos grupos que insensiblemente se íben a ir distanciando cada vez más;
uno, el grupo de los que, poseyendo el dinero para comprarlas, continuaron teniéndolas a su servicio; otro,
el grupo de los que careciendo de todo, tuvieron que ponerse al servicio de ellas.
Fijémonos bien en esta desaparición del factor humano; antes, en el taller había, lo mismo que hoy, patronos y obreros; pero estos patronos y estos obreros se conocían, se trataban y hasta se igualaban en el trabajo. Ahora el patrono ya no es un ser físico, sino unos títulos de propiedad, un paquete de acciones al portador, y el obrero ya no es un hombre, sino un número, uno de tantos, cuya angustia no interesa.
Y como, además, hemos quedado en que, según la nueva filosofía, el hombre no aporta a cada acto de su vida su personalidad entera e indivisible, sino simplemente la derivada de su acción, es decir, que cuando trabaja no es un hombre total compuesto de alma y cuerpo, con derechos y deberes ineludibles, con penas y alegrías corno los demás seres humanos, sino un esfuerzo físico que se compra y se vende, resulta que toda su trascendencia queda reducida a una cantidad de energía que se mide en kilográmetros y que, comparada con la máquina, es un valor centesimal.
Alguien ha dicho que este empequeñecimiento del hombre y este problema social es culpa de la máquina, como si en épocas de mejor doctrina no hubiera sabido sobreponerse a inventos tan colosales. No, la culpa no fué de la máquina, como los puentes del Sena no son los responsables de los suicidios de París, y prueba de ello es que estando ya inventadas las máquinas y no pensando nadie en la posibilidad de volver al taller y al arado romano, todos tenemos el pleno convencimiento de que el problema social puede ser resuelto.
Es cierto que la máquina quitó valor económico al hombre; pero el valor del hombre es, ante todo, un valor moral que no se disminuye en nada con el progreso de la ciencia. Es cierto
que al agigantar el costo de la nueva industria se hacía preciso la formación de grandes masas de dinero; pero el gremio era una fórmula susceptible también de agigantarse, y como había servido para la pequeña industria pudo también servir para la grande.
En épocas de plenitud doctrinal el problema se hubiera planteado de muy distinta manera, porque se hubiera sabido que el hombre era el ser más valioso de la creación, y en vez die haberle puesto al servicio de la máquina se hubiera puesto la máquina al servicio del hombre, como las demás cosas creadas del universo. Por otra parte, las máquinas hubieran sido compradas en el mismo gremio y no se hubiera formado al margen del mundo del trabajo ese otro mundo de las finanzas.
Si se creó el problema social, y ahora veremos cómo acabó de crearse, fué porque cuando la máquina se inventó el mundo de Ias ideas había ya aceptado muchas cosas y, sobre todo, había aceptado la desolada teoría de la deshumanización del hombre.
7) La, creación de estos dos grupos plantea el problema del reparto de los beneficios. El capitalismo.
Hemos dicho que veremos cómo acabó de crearse, y es que, efectivamente, con ser mucho el daño producido al buen equilibrio de la sociedad laboral, todavía no estaba creado el caos en toda su trágica extensión.
La máquina había traído un problema económico que se caracterizaba por la necesidad de lograr la aportación de muchos para hacer frente a las nuevas necesidades, y la Sociedad Anónima (solución primaria al problema financiero del crecimiento industrial) había caido por falta de organización social que la recogiera, en manos del hombre ajeno a la vida del trabajo, con lo cual se habían formado dos mundos distintos: el financiero y el laboral; pero aun quedaba un último paso por recorrer.
Estos dos mundos podían llegar a entenderse en lo último que todavía quedaba por decidir: en el reparto de los beneficios producidos; si esto se resolvía justamente, aun era posible la solución; si no se resolvía, el divorcio de estos dos mundos era definitivo.
Desgraciadamente, la nueva filosofía hizo que la solución fuera injusta, y se fundó el sistema capitalista, destinado a arrebatar al mundo del trabajo todos los derechos que sobre la producción tiene, para entregárselos al mundo de las finanzas.
En efecto, aun quedaba por saber cuál de estos dos mundos era el que realizaba la producción, y esto interesaba mucho porque, en definitiva, se trataba de atribuir los beneficios producidos al que resultara productor de ellos.
Hasta entonces esta pregunta había carecido de sentido, y no precisamente porque no hubiera existido siempre ese principio moral de "el beneficio para el que lo produce", sino porque en la época gremial no había dualidad de productores. Hoy, por lo tanto, la pregunta era nueva y se planteaba en estos términos: ¿Quién es el que verdaderamente produce la mercancía fabricada, el que aporta el dinero para comprar las máquinas necesarias o el que aparta su esfuerzo muscular y físico?
La pregunta mirada desde un punto de vista teológico y profundo podría parecer todo lo ingenua que se quiera, pero en aquellos momentos una nueva filosofía había socavado los principios sustantivos de la sociedad cristiana y había implantado un nuevo modo de entender las cosas, y este nuevo entendimiento en lo tocante al trabajo tiene estas dos afirmaciones:
Primera. Como el hombre cuando realiza un acto en su vida no proyecta sobre él su entera personalidad, sino únicamente la derivada del acto que realiza, cuando trabaja no es más que un productor de esfuerzos y, por tanto, el! trabajo no es un esfuerzo que el hombre hace y que al hacerlo va actualizando su vida misma, sino una cosa que el hombre vende.
Segunda. El trabajo ya no es un mandato divino, sino un atraso del que pronto nos habremos de librar gracias al progreso de la ciencia. "Si es verdad -decía M. Anderson- que el trabajo fue el castigo de la falta de nuestro primer padre, la máquina viene a borrar la mancha del castigo divino."
8) El capitalismo decide la cuestión a favor del capital.
Este mirar con ojos progresistas las cosas más serias de la vida y aquel pensar que el trabajo es una mercancía que se compra y que se vende, junto a la admiración un tanto pueblerina que producía en aquellos pausados filósofos del tiempo de la silla de manos todo nuevo invento, y unido, por último, all empequeñecimiento del hombre debido al desdoblamiento de su personalidad en tantos aspectos romo funciones realizara, hizo que los economistas de entonces, al pensar en resolver la pregunta planteada, vieran el dinero tan importante y el hombre tan secundario, que no dudaron un momento en resolverla a favor del capital, y fundaron el sistema capitalista,
Porque el capitalismo, y esto conviene repetido ya que todavía andan por el mundo gentes oscuras que confunden lamentablemente los términos, no es un sistema basado en el reconocimiento de la existencia del capital como factor de la producción, ni siquiera un sistema que defiende los derechos del capital, porque si así fuera, no habría nada que oponer al sistema capitalista, sino un sistema que, partiendo del error de creer que el único que produce es el capital, atribuye al dinero todos los beneficios de la producción, con olvido absoluto de los derechos del trabajo.
Un teórico del capitalismo discurre de esta manera: ¿No es el dinero el que instala las industrias, el que compra las materias primas, el que paga al obrero y, en último término, el que gana y el que pierde?; y, por otra parte, ¿el obrero no es el poseedor de una energía como otros son los poseedores del carbón para los hornos? Pues entonces, lo mismo que éstos, una vez vendido su producto y recibido su jmporte, no quedan con derecho alguno él lo que con ello se produzca, asi el obrero vendedor de su trabajo, una vez recibido su salario no se puede considerar con derecho alguno a lo que se produzca con él.
La fórmula que inventa el capitalismo para explicar al obrero esta nueva situación es bien sencilla: "El trabajo es una mercancía como otra cualquiera; pues bien, hagamos un pacto de compra-venta: tú me vendes el trabajo, yo te pago el jornal y en paz."
Con esta sencilla fórmula el capitalismo intenta justificar su tesis de que el capital es el único productor y el obrero no es más que un elemento secundario de la producción; un proveedor
de esfuerzo físico como otros son proveedores de materias primas. Con ella queda excluido de todo derecho ajeno al salario; con ella queda reducido a la categoría de mercancía, y con ella, con esta tremenda y desconsoladora injusticia del capitalismo, queda la sociedad irremisiblemente dividida en clases y se produce el problema social más espantoso que hayan conocido los siglos, el que hoy nos agobia con su apretada angustia.
Esta fue la génesis del expediente:
Primero creó un problema económico; para resolverlo se tuvo que recurrir a la fórmula financiera de la Sociedad Anónima, y como, a falta de gremios, se reclutaron los accionistas entre elementos ajenos a la producción, se introdujo un nuevo factor, que ya no es sólo económico, sino también humano; con ello se llega a la creación de dos bloques totalmente distintos y sin relación alguna entre sí: el financiero y el del trabajo.
Esto plantea otra nueva cuestión: ¿a cuál de estos dos bloques corresponden los beneficios de la producción? Entonces surge el capitalismo, que, basado en la nueva filosofía, discurre de esta manera: "Si el trabajo es una mercancía que se compra y que se vende, el dinero puede comprar esa mercancía lo mismo que compra las mercancías que necesita para la producción, y si el dinero es el que compra todo, él es el único que produce y, por lo tanto, el único dueño de los beneficios de la producción."
9) Creación de las clases sociales.
Con lo cual decide la contienda a favor del capital y crea el angustioso problema social de las clases; por una parte, el capitalismo, poseedor de todos los derechos, productor único y único dueño de todos los beneficios que produzca la industria.
Por otra: parte, el obrero, desheredado de todo derecho, sin esperanzas de que el trabajo sirva para sacarle de su situación de eterno asalariado, y que, por carecer de todo, se va a llamar en adelante proletario, nombre sarcástico con el que quiere recordar al mundo que el capitalismo le ha robado todos sus derechos, y que ya no le queda otra cosa propia que su derecho a hacer prole.
¿Qué de extraño tiene si el problema económico planteado acaba en una solución tan injusta que surgiera un conflicto social atrozmente violento?
Se habían formado dos ejércitos que no tenían de común absolutamente nada; el accionista, la mayoria de las veces no sabía exactamente dónde estaba emplazada su industria, y, desde luego, jamás pensó que al comprar una acción adquiriera la obligación de preocuparse por la situación moral de los que en ella trabajaban ni por la situación material de cada uno. "El patrono -decia Alejo de Tocqueville en su libro La democracia en América- no pide al trabajador más que su trabajo; el trabajador no espera de su patrono más que su jornal."
Ni el patrono contrae la obligación de proteger al obrero, ni éste de defender a aquél; no tienen ninguna conexión permanente, ni por obligación ni por costumbre". Su afán se concentra ahora en la cotización dé sus acciones y en las alzas y bajas que en Bolsa experimentaban. Su calidad de propietario se considera en la sociedad como un accidente meramente pasajero; mientras una Empresa privada rara vez cambia de dueño, la acción pasa sin cesar de unas manos a otras, porque el propietario en lugar de considerarlo como el título de propiedad de una cosa estable, lo considera como un valor desligado de toda otra representación y destinado sólo a ser objeto de especulación y de juego en Bolsa, con lo que acaba desatendiéndose aún más del problema social.
El obrero, por otra parte, conocía muy poco de aquellos que le mandaban y cuando oía hablar de ellos, lo cual era casi únicamente en el fatídico momento del despido, oía que se les llamaba "la Empresa".
En este estado de cosas era muy difícil la inteligencia; muy pocos en este mundo son capaces de amar lo que no conocen, y esta ausencia física haría que al principio se produjera una indiferencia, pero, a la larga, era inevitable el odio.
El mundo quedaba, pues, dividido, no en pobres y ricos, que esto, al fin y al cabo, habrá siempre, sino en trabajadores y capitalistas; es decir, en hombres que venden su trabajo y en hombres que compran el trabajo de los otros.
Y como estos dos grupos no estaban habitando mundos diferentes, sino que proyectaban su esfuerzo sobre una misma tarea de producción, sucedió que cuando el capitalismo atribuyó todos los beneficios de aquel común esfuerzo a uno solo de los grupos, lo que hizo fue elevar la injusticia a tal extremo, que dejaba a la sociedad irremisiblemente condenada a la lucha, bastando que una bandera se levantara en defensa del grupo desheredado para que toda esa masa se le uniera con "clamoroso ardor”.
Yesto es lo que vinieron a hacer Marx y Engels al levantar la bandera comunista.
José Luis de Arrese 1947
El capital industrial.
En el siglo XVIII se inventó la máquina. En un
principio, los útiles de transformación no tenían casi valor,
y el capital industrial cumplía su misión sin dificultad. La
lezna era del zapatero y servía al zapatero, la sierra del
carpintero y servía al carpintero, el hacha del leñador, etc., etc.
Pero la máquina era
costosísima y el hombre descubrió una manera de vivir sin
trabajar, especulando con ella. Fundó sociedades anónimas, compró
máquinas, y en vez de prestárselas al trabajador para que siguiera
produciendo como antaño, compró también el trabajo del hombre
mediante el salario y se transformó en amo, es decir, creó el
capitalismo industrial.
Otro ejemplo tenemos en el
capital financiero. El dinero nació simplemente como un elemento de
cambio. El cambio se hacía primero directamente, producto por
producto; pero pronto se vió la necesidad de crear una moneda: "una
mercancía intermedia que sirva para facilitar los cambios".
Y después de sucesivas
modificaciones, se creó el dinero, respaldado por la autoridad del
Estado; esto es, el dinero troquelado.
Luego el dinero nació
única y exclusivamente como elemento de cambio. Pero el hombre,
olvidando pronto su origen, vió en él otra manera de vivir sin
trabajar: prestar al que no lo tiene. Y se creó el poderío del
dinero, la dictadura del oro, la Banca, es decir, el capitalismo
financiero anónimo y explotador, y de un elemento de cambio se hizo
un elemento de lucro y de dominio con el que vivir sin trabajar y
esclavizar a las. masas.
Un tercer ejemplo lo
tenemos en el capital agrario. Al principio, el señor era el
labrador directo o indirecto de sus propias tierras. Esta forma no sólo fue la
patriarcal del Antiguo Testamento, sino la que con .diversas
adaptaciones llegó a nuestros abuelos. Para éstos, su casa era
la hacienda, en la que no había amos ni colonos, sino padres e
hijos; en la que él miraba por ellos y ellos miraban por la hacienda
como por cosa propia; en la que al caer la tarde rezaban todos juntos
el santo Rosario, esa oración tan española, recuerdo de dos grandes
recuerdos de nuestra historia: Santo Domingo y Lepanto.
Después, las ciudades
fueron destrozando esta vida patriarcal.
El señor se fué a la
ciudad, y poco a poco se olvidó del campo; cuando iba, ya no era a
ver sus tierras, a enterarse de las necesidades de cada uno, sino a
cazar, a divertirse; ya no iba con su familia, sino con sus amigos de
la ciudad, y lo que era peor, con los vicios de la ciudad. Se bailaba, se bebía, y
por la noche ya no se reunían todos en el amplio zaguán de la casa
para rezar el santo Rosario.
Ya no pasaban sus mismas
inquietudes ni sabían de sus penas ni de sus necesidades, ni era ya
el paño de lágrimas. También los colonos fueron cambiando con este
abandono: los viejos, murmurando con nostalgia; los jóvenes, con
odio.
Las tierras ya no fueron
fuente de producción (capital agrario), sino de lucro (capitalismo
agrario). Ya no interesaba si las tierras daban trigo o aceite, sino
si daban tanto o cuanto
dinero.
dinero.
El nacional-sindicalismo
no consentirá que el capital caiga en capitalismo, y dedica a ello
los dos puntos siguientes:
Punto 10: "Repudiamos
el sistema capitalista, que se desentiende de las necesidades populares, deshumaniza la propiedad privada y aglomera a los
trabajadores en masas informes propicias a la miseria y a la
desesperación. Nuestro sentido espiritual
y nacional repudia también el marxismo. Orientaremos el ímpetu
de las clases laboriosas, hoy descarriadas por el marxismo, en el
sentido de exigir su participación directa en la gran tarea
del estado nacional"
Punto 14: "Defendemos
la tendencia a la nacionalización del servicio de Banca, y mediante
las corporaciones, a las de los grandes servicios públicos."
La segunda parte de
nuestro programa se refiere a la armonía.
En un principio, la
armonía entre los elementos productores era completa; no se conocía
el salariado frío y escueto de nuestros días, esa valla que divide
a los productores, y reinaba entre ellos una organización gremial en
la que no iban los unos a explotar a los otros, sino todos a la tarea
común de la producción.
Después, el capitalismo
por un lado y el marxismo por otro, se encargaron de divorciar y
hasta de presentar a los unos como antagónicos de los otros,
formando las clases sociales.
El nacional-sindicalismo
no acepta la situación presente.
Parte del supuesto de que
los productores no se reúnen para luchar entre sí, sino para
producir, y los organiza no como a luchadores en bandos opuestos,
sino como a productores en el mismo bando.
El nacional-sindicalismo
borra todo lo que sea abuso, explotación, rencor, y vuelve a la
armonía primitiva entre el patrono, el técnico y el obrero: al
gremio, al sindicato.
Punto 9: "Concebimos
a España en lo económico como un gigantesco sindicato de
productores. Organizaremos corporatívamente a la sociedad española
mediante un sistema de sindicatos verticales por ramas de la
producción, al servicio de la integridad nacional."
Punto 11: "El Estado
Nacional-sindicalista no se inhibirá cruelmente de las luchas
económicas entre los hombres ni asistirá impasible a la dominación
de la clase más débil por la más fuerte. Nuestro régimen hará
radicalmente imposible la lucha de clases, por cuanto todos los
que cooperan a la producción constituyen en él una totalidad
orgánica.
Reprobamos e impediremos a
toda costa los abusos de un interés parcial sobre otro y la anarquía
en el régimen del trabajo."
Ya tenemos, por tanto,
marcado el camino de nuestra revolución social.
Hagamos un sistema basado
en los cuatro principios fundamentales expuestos, un sistema no
de clases, no de capitalistas ni de proletarios, sino de
productores.
Hagamos un sistema en el
que el trabajo sea para todos una obligación y un derecho, en el que
la propiedad sea amparada y respetada como se merece, pero cumpliendo
su doble misión social e individual; en el que el capital sea una
fuente de producción, pero no de lucro; en el que patronos, técnicos
y obreros sean, en proporción al esfuerzo de cada uno, los
únicos copartícipes del beneficio producido, sin odios, sin
clases, y habremos hecho la verdadera revolución social.
Justicia y armonía: ese
es nuestro programa.
El marxismo opuso al privilegio liberal el privilegio marxista; a la injusticia liberal, la injusticia marxista. Siguió explotando la gran mentira de la demagogia.
El marxismo opuso al privilegio liberal el privilegio marxista; a la injusticia liberal, la injusticia marxista. Siguió explotando la gran mentira de la demagogia.
A nosotros nos repugna esa
mentira frívola del privilegio y la injusticia, y nos repugna porque
sabemos que no hay paz posible, que no hay armonía posible si no
están basadas en la
verdad y en la justicia estricta. Porque sabemos que el privilegio y la injusticia crean la desigualdad recelosa y la guerra latente entre los de arriba, que se afanan por conservar sus posiciones, y los de abajo, que se revuelven por conseguirlas.
verdad y en la justicia estricta. Porque sabemos que el privilegio y la injusticia crean la desigualdad recelosa y la guerra latente entre los de arriba, que se afanan por conservar sus posiciones, y los de abajo, que se revuelven por conseguirlas.
Nosotros borramos del
diccionario la palabra privilegio.
Nosotros daremos al
obrero, al técnico y al empresario todo, absolutamente todo lo
que sea justo; pero ni un ápice más de la que sea justo. Y lo decimos ahora, cuando
la promesa fácil podría conseguirnos el frenesí de las masas.
Pero no queremos engañar: el obrero no es un juguete, el obrero es digno de ser tratado como hombre, cara a cara ; y cara a cara, hombre a hombre, no se miente.
Pero no queremos engañar: el obrero no es un juguete, el obrero es digno de ser tratado como hombre, cara a cara ; y cara a cara, hombre a hombre, no se miente.
Obrero, patrono, técnico,
desde ahora te decimos: no sigas adelante si esperas encontrar en
nuestras líneas un derecho que no te corresponda, una postura
que no sea justa, una desigualdad que te favorezca.
Y una nota final: el que
lea estas páginas echará de menos el estudio a fondo del
problema agrario. El nacional-sindicalismo dedica seis de sus
más intensos puntos iniciales y gran parte de su mejor literatura a
la tierra. Nosotros, dada la importancia enorme de tan trascendental
problema (el más importante de España), creemos que merece un
estudio aparte, y para él dejamos el análisis de la revolución
agraria.
"Ya vosotros sabéis de antiguo cómo distinguimos nosotros entre la propiedad y el capitalismo. Si alguna duda hubiera, las palabras de Raimundo Fernández Cuesta, que eran todas de luz, lo hubieran puesto suficientemente en claro.
Yo os invito, para que nunca más pueda jugarse con la ambigüedad de estas palabras, a que me sigáis en el siguiente ejemplo: imaginad un sitio donde habitualmente se juegue a algún juego difícil.
En esta partida se afanan todos, ponen su destreza, su ingenio, su inquietud, hasta que un día llega uno más cauto que ve la partida y dice:
"Perfectamente; aquí unos ganan y otros pierden; pero los que ganan y los que pierden necesitan para ganar o perder esta mesa y estas fichas. Bien: pues yo, por cuatro cuartos, compro la mesa y las fichas, se las alquilo a los que juegan y así gano todas las tardes".
Pues éste, que sin riesgo, sin esfuerzo, sin afán ni destreza, gana con el alquiler de las fichas, éste es el capital financiero.
El dinero nace en el instante en que la economía se complica hasta el punto de que no pueden realizarse las operaciones económicas elementales con el trueque directo de productos y servicios. Hace falta un signo común con que todos nos podamos entender, y este signo es el dinero; pero el dinero, en principio, no es más que eso: un denominador común para facilitar las transacciones.
Hasta que llegan quienes convierten a ese signo en mercancía para su provecho, quienes, disponiendo de grandes reservas de este signo de crédito, lo alquilan a los que compran y a los que venden. Pero hay otra cosa: como la cantidad de productos que pueden obtenerse, dadas ciertas medidas de primera materia y trabajo, no es susceptible de ampliación; como no es posible para alcanzar aquella cantidad de productos disminuir la primera materia,
¿qué es lo que hace el capitalismo para cobrarse el alquiler de los signos de crédito?
Esto: disminuir la retribución, cobrarse a cuenta de la parte que le corresponde a la retribución del trabajo en el valor del producto.
Y como en cada vuelta de la corriente económica el capitalismo quita un bocado, la corriente económica va estando cada vez más anémica y los retribuidos por bajo de lo justo van descendiendo de la burguesía acomodada a la burguesía baja, y de la burguesía baja al proletariado, y, por otra parte, se acumula el capital en manos de los capitalistas; y tenemos el fenómeno previsto por Carlos Marx, que desemboca en la Revolución rusa.
Así, el sistema capitalista ha hecho que cada hombre vea en los demás hombres un posible rival en las disputas furiosas por el trozo de pan que el capitalismo deja a los obreros, a los empresarios, a los agricultores, a los comerciantes, a todos los que, aunque no lo creáis a primera vista, estáis unidos en el mismo bando de esa terrible lucha económica; a todos los que estáis unidos en el mismo bando, aunque a veces andéis a tiros entre vosotros.
El capitalismo hace que cada hombre sea un rival por el trozo de pan. Y el liberalismo, que es el sistema capitalista en su forma política, conduce a este otro resultado: que la colectividad, perdida la fe en un principio superior, en un destino común, se divida enconadamente en explicaciones particulares.
Cada uno quiere que la suya valga como explicación absoluta, y los unos se enzarzan con los otros y andan a tiros por lo que llaman ideas políticas. Y así como llegamos a ver en lo económico, en cada mortal, a quien nos disputa el mendrugo, llegamos a ver en lo político, en cada mortal, a quien nos disputa el trozo de poder, la parte de poder que nos asignan las constituciones liberales.
He aquí por qué, en lo económico y en lo político, se ha roto la armonía del individuo con la colectividad de que forma parte, se ha roto la armonía del hombre con su contorno, con su patria, para dar al contorno una expresión que ni se estreche hasta el asiento físico ni se pierda en vaguedades inaprehensibles.
Perdida la armonía del hombre y la patria, del hombre y su contorno, ya está herido de muerte el sistema. Concluye una edad que fue de plenitud y se anuncia una futura Edad Media, una nueva edad ascensional. Pero entre las edades clásicas y las edades medias ha solido interponerse, y éste es el signo de Moscú, una catástrofe, una invasión de los bárbaros".
José Antonio Primo de Rivera.
La propiedad nace del derecho a la vida.
Si observamos la evolución de los hechos primitivos, vemos que el primer hombre, al encontrarse con la obligación de vivir, busca en su alrededor lo que le puede servir para atender a su
necesidad y lo toma, es decir, se apropia de ello.
O sea: que la propiedad nace en tercer lugar.
En primer lugar está el hombre, con su derecho a la vida.
En segundo lugar, la virtud de las cosas a satisfacer las necesidades del hombre.
En tercer lugar, la apropiación de ellas.
Fijémonos, por tanto, que la propiedad no nace de un almacenamiento de cosas inútiles, ni el hombre se apropió de las cosas útiles para coleccionarlas. Es decir, que la propiedad no nace "porque sí", sino "porque sirve" para atender a las necesidades del individuo.
Luego la propiedad tiene que cumplir su función primordial para la cual ha nacido y sin la cual no tendría razón de ser: la de servir para satisfacer las necesidades del individuo (misión individual).
José Antonio Primo de Rivera: Capitalismo y Propiedad.
DISCURSO DE CLAUSURA DEL SEGUNDO CONSEJO NACIONAL DE LA FALANGE
"Ya vosotros sabéis de antiguo cómo distinguimos nosotros entre la propiedad y el capitalismo. Si alguna duda hubiera, las palabras de Raimundo Fernández Cuesta, que eran todas de luz, lo hubieran puesto suficientemente en claro.
Yo os invito, para que nunca más pueda jugarse con la ambigüedad de estas palabras, a que me sigáis en el siguiente ejemplo: imaginad un sitio donde habitualmente se juegue a algún juego difícil.
En esta partida se afanan todos, ponen su destreza, su ingenio, su inquietud, hasta que un día llega uno más cauto que ve la partida y dice:
"Perfectamente; aquí unos ganan y otros pierden; pero los que ganan y los que pierden necesitan para ganar o perder esta mesa y estas fichas. Bien: pues yo, por cuatro cuartos, compro la mesa y las fichas, se las alquilo a los que juegan y así gano todas las tardes".
Pues éste, que sin riesgo, sin esfuerzo, sin afán ni destreza, gana con el alquiler de las fichas, éste es el capital financiero.
El dinero nace en el instante en que la economía se complica hasta el punto de que no pueden realizarse las operaciones económicas elementales con el trueque directo de productos y servicios. Hace falta un signo común con que todos nos podamos entender, y este signo es el dinero; pero el dinero, en principio, no es más que eso: un denominador común para facilitar las transacciones.
Hasta que llegan quienes convierten a ese signo en mercancía para su provecho, quienes, disponiendo de grandes reservas de este signo de crédito, lo alquilan a los que compran y a los que venden. Pero hay otra cosa: como la cantidad de productos que pueden obtenerse, dadas ciertas medidas de primera materia y trabajo, no es susceptible de ampliación; como no es posible para alcanzar aquella cantidad de productos disminuir la primera materia,
¿qué es lo que hace el capitalismo para cobrarse el alquiler de los signos de crédito?
Esto: disminuir la retribución, cobrarse a cuenta de la parte que le corresponde a la retribución del trabajo en el valor del producto.
Y como en cada vuelta de la corriente económica el capitalismo quita un bocado, la corriente económica va estando cada vez más anémica y los retribuidos por bajo de lo justo van descendiendo de la burguesía acomodada a la burguesía baja, y de la burguesía baja al proletariado, y, por otra parte, se acumula el capital en manos de los capitalistas; y tenemos el fenómeno previsto por Carlos Marx, que desemboca en la Revolución rusa.
Así, el sistema capitalista ha hecho que cada hombre vea en los demás hombres un posible rival en las disputas furiosas por el trozo de pan que el capitalismo deja a los obreros, a los empresarios, a los agricultores, a los comerciantes, a todos los que, aunque no lo creáis a primera vista, estáis unidos en el mismo bando de esa terrible lucha económica; a todos los que estáis unidos en el mismo bando, aunque a veces andéis a tiros entre vosotros.
El capitalismo hace que cada hombre sea un rival por el trozo de pan. Y el liberalismo, que es el sistema capitalista en su forma política, conduce a este otro resultado: que la colectividad, perdida la fe en un principio superior, en un destino común, se divida enconadamente en explicaciones particulares.
Cada uno quiere que la suya valga como explicación absoluta, y los unos se enzarzan con los otros y andan a tiros por lo que llaman ideas políticas. Y así como llegamos a ver en lo económico, en cada mortal, a quien nos disputa el mendrugo, llegamos a ver en lo político, en cada mortal, a quien nos disputa el trozo de poder, la parte de poder que nos asignan las constituciones liberales.
He aquí por qué, en lo económico y en lo político, se ha roto la armonía del individuo con la colectividad de que forma parte, se ha roto la armonía del hombre con su contorno, con su patria, para dar al contorno una expresión que ni se estreche hasta el asiento físico ni se pierda en vaguedades inaprehensibles.
Perdida la armonía del hombre y la patria, del hombre y su contorno, ya está herido de muerte el sistema. Concluye una edad que fue de plenitud y se anuncia una futura Edad Media, una nueva edad ascensional. Pero entre las edades clásicas y las edades medias ha solido interponerse, y éste es el signo de Moscú, una catástrofe, una invasión de los bárbaros".
José Antonio Primo de Rivera.
Propiedad individual, familiar, municipal y sindical coexistirán. Pero el conjunto del sistema socioeconómico tendrá las características siguientes: en el caso de las grandes empresas, la propiedad de los medios de producción será adjudicada al factor trabajo organizado. Cada empresa será una comunidad de trabajo en cuyo interior cada productor participará en los beneficios y, en la medida de lo posible, en la gestión.
Se asegurará la educación de las masas, que desconocen las técnicas de dirección, para evitar que las transformaciones sociales y económicas aprovechen solamente a los más capaces y mejor preparados.
Las comunidades de trabajo se organizarán en sindicatos por ramas de producción. Estos sindicatos, encargados de la regulación y del proceso de producción, gozarán de un sistema de crédito nacional y constituirán una garantía contra el poder estatal.
El proyecto revolucionario de José Antonio no se detiene ahí. El aspecto material del problema es fundamental, pero la verdadera finalidad es el advenimiento del hombre total, plenamente social y abierto a los valores del espíritu.
«Todo esto no es más que una parte; esto es volver a levantar sobre una base material humana la existencia de nuestro pueblo; pero también hay que [ ... ] volver a la supremacía de lo espiritual.''
De ahí resulta que quienes al leer a José Antonio se quedan en la reforma de la empresa, la reforma agraria, la nacionalización del crédito, etc., habrán entendido el nacionalsindicalismo sólo a medias.
Se asegurará la educación de las masas, que desconocen las técnicas de dirección, para evitar que las transformaciones sociales y económicas aprovechen solamente a los más capaces y mejor preparados.
Las comunidades de trabajo se organizarán en sindicatos por ramas de producción. Estos sindicatos, encargados de la regulación y del proceso de producción, gozarán de un sistema de crédito nacional y constituirán una garantía contra el poder estatal.
El proyecto revolucionario de José Antonio no se detiene ahí. El aspecto material del problema es fundamental, pero la verdadera finalidad es el advenimiento del hombre total, plenamente social y abierto a los valores del espíritu.
«Todo esto no es más que una parte; esto es volver a levantar sobre una base material humana la existencia de nuestro pueblo; pero también hay que [ ... ] volver a la supremacía de lo espiritual.''
De ahí resulta que quienes al leer a José Antonio se quedan en la reforma de la empresa, la reforma agraria, la nacionalización del crédito, etc., habrán entendido el nacionalsindicalismo sólo a medias.
Teoría Falangista de La Propiedad.
José Luis de Arrese |
Si observamos la evolución de los hechos primitivos, vemos que el primer hombre, al encontrarse con la obligación de vivir, busca en su alrededor lo que le puede servir para atender a su
necesidad y lo toma, es decir, se apropia de ello.
O sea: que la propiedad nace en tercer lugar.
En primer lugar está el hombre, con su derecho a la vida.
En segundo lugar, la virtud de las cosas a satisfacer las necesidades del hombre.
En tercer lugar, la apropiación de ellas.
Fijémonos, por tanto, que la propiedad no nace de un almacenamiento de cosas inútiles, ni el hombre se apropió de las cosas útiles para coleccionarlas. Es decir, que la propiedad no nace "porque sí", sino "porque sirve" para atender a las necesidades del individuo.
Luego la propiedad tiene que cumplir su función primordial para la cual ha nacido y sin la cual no tendría razón de ser: la de servir para satisfacer las necesidades del individuo (misión individual).
Pero no es esta sola, con ser la primera, la única misión de la propiedad.
El hombre crece y se multiplica; lo que se apropió el primero tendrá que ser respetado por el segundo, porque teniendo aquél derecho a la vida, tiene derecho a que nadie le impida satisfacer las necesidades de esa vida. Tiene el derecho de propiedad.
Ahora bien; si estudiamos la propiedad en su manifestación primitiva, o sea en la tierra, vemos que no ha sido puesta por Dios para que sirva a éste ni a aquél, sino para que sirva a todos.
Lo cual no quiere decir que la tierra deba ser colectiva (esto sería un absurdo, como luego veremos), sino que anterior al derecho de la propiedad, y por encima de él, está la segunda misión: la de servir a los demás (misión social).
En otras palabras: no decimos que la tierra "debe ser de todos", sino que "debe servir a todos"; por tanto, podrá ser de aquñel o de éste; pero siempre con la obligación de cumplir con la doble misión que le caracteriza.
No se diga que el derecho mde propiedad, por venir del derecho a la vida, nació con el primer hombre y, porm tanto, independientemente de la función social: porque la función social no es que naciera con la sociedad, sino que se patentizó con la sociedad. Como el frío de la nieve se patentiza con la sensibilidad, sin que esto quiera decir que la nieve no sea antes fría.
El derecho de propiedad, que es de derecho natural, nació con la doble misión que caracteriza su justicia, haciéndose patente la función individual de esa misión con el primer hombre, y la función social con el segundo, pero preexistiendo a la sociedad.
Es decir, que la misión social de la propiedad no fué la primera en originar la apropiación (la primera y, por tanto, anterior a la sociedad, fué, como hemos visto, la misión individual) ; pero no por eso deja de existir y de obligar.
Aunque el primer hombre, al apropiarse de la tierra, no pensara en las necesidades de los demás sino en las necesidades propias y en su obligación de vivir no por eso dejaron de haber después nuevas obligaciones.
Ahora bien; hay dos fuentes originarias (fuentes originarias, no fundamentos racionales) de la propiedad privada:
la de ocupación, que es de la que acabamos de hablar, y
la procedente del trabajo humano.
Pudiera parecer que la doble misión de la propiedad obliga solamente a la
primera fuente, que es la que nace de la fertilidad de los campos, etc., y como si dijéramos índependíentemente del hombre, que en un principio no hizo más que ocuparlos; pero no a la
segunda fuente, a la propiedad nacida de su trabajo, que por ser personal de cada hombre parece que de sus frutos debe ser dueño absoluto e individual.
Es decir, sin obligación social.
Pero no es así.
El hombre nace con la obligación de trabajar; pero no todos tienen igual capacidad de trabajo: unos nacen listos, otros tontos, unos fuertes, otros débiles, unos hábiles, otros ineptos, y precisamente esta desigualdad es la que origina la desigualdad en la segunda fuente de propiedad.
Es decir, no el esfuerzo, que puede ser igual en todos, sino el rendimiento, que es según las aptitudes.
Ahora bien; lo único que pone el hombre y, por tanto, es como si dijéramos absolutamente suyo es el esfuerzo, porque las aptitudes no son mérito de él, sino don de Dios.
¿Quién puede vanagloriarse de haber conseguido destacar su propiedad por su propio medio? ¿Quién puede decir que se ha hecho a sí mismo fuerte o apto? ¿Quién, por tanto, puede llamarse dueño absoluto de una cosa creada sin mérito absoluto?
Luego si obliga la función social a la propiedad nacida de la diferente fertilidad de los campos, también obliga a la propiedad nacida de la diferente aptitud de las inteligencias.
O sea, que si la propiedad de la tierra debe servir para todos, aun para los que no han llegado a tiempo de poderla ocupar, la propiedad del trabajo debe estar al servicio de los desheredados que por no haber recibido esos dones no pudieron conseguir esos bienes.
Pero volvamos a repetir que esto no quiere decir que vayamos a colectivizar esta propiedad, sino que debe también cumplir su misión social.
Por otra parte, el Estado, cuando nació, no sólo encontró natural la propiedad privada, sino que la encontró de acuerdo con sus conveniencias.
En efecto; ante la doble ley de obligatoriedad del trabajo y de diferencias de capacidades no cabía tomar más que dos caminos:
o exigir a todos la misma cantidad de trabajo
o exigir a cada cual según su capacidad.
Lo primero sería perjudicial para la sociedad, pues habría que exigir el rendimiento mínimo, el que fuera capaz de desarrollar el hombre menos dotado, con lo cual se perderían infinidad de energías.
Lo segundo sería injusto: a la sociedad le "conviene" que todos trabajen con su máximo esfuerzo; pero esto, además de injusto, sería imposible, porque todo el mundo trataría de ocultar sus energías para no ser obligado a un trabajo superior al de los demás.
¿Cómo solucionaría esta injusticia y este retraimiento?
Con el estímulo; creando una recompensa proporcionada al valor del trabajo realizado, con lo que venimos a parar a la propiedad privada, porque si lo que damos, no lo damos con derecho a
guardarse lo que sobra, no hemos solucionado la cuestión.
Si a un trabajador le corresponden 20 en pago de su labor y le bastan cinco para su vida, si no se le permite guardarse las 15 restantes para emplearlas cuando y como quiera, no le interesará ganar más que cinco y, en definitiva, no trabajará más que lo justo para alcanzar esos cinco, y si cree que le pueden obligar, tratará de ocultar su habilidad.
Es, pues, necesario conceder ese derecho, y ese derecho desemboca en la propiedad privada.
Luego la conveniencia del Estado está de acuerdo con la ley natural.
En resumen: la propiedad privada tiene estas tres características:
1ª. Tiene que cumplir su doble misión individual y social para la cual ha nacido. Luego ni puede ser exclusivamente individual, como quieren los liberales, ni exclusivamente social, como quieren los marxistas.
2ª. Es anterior a la sociedad, y por tanto, lo mismo que la propiedad tiene que reconocer su misión porque es anterior a ella, el Estado tiene que reconocer la propiedad privada porque es anterior a él.
3ª El Estado no solamente la reconoce porque es anterior a él y de derecho natural, sino porque está de acuerdo con sus conveniencias,
Límites del derecho de la propiedad.
El derecho de propiedad, según nuestro gran rey Alfonso el Sabio, es
"poder que ome ha en su cosa de facer della a en ella lo que quisier segund Dios e segund fuero".
Luego Dios y fuero son los poderes limitadores de ese poder del hombre.
Los límites que Dios pone no los vamos a estudiar nosotros; están en el Decálogo, y mientras la extralimitación no salga al exterior en perjuicio del prójimo, quedan de lleno en el terreno de la conciencia de cada cual, y su responsabilidad no puede ser ante el hombre, sino ante Dios.
Dicho con palabras de Pío XI:
"No usar los propietarios de sus propias cosas, sino honestamente, no pertenece a esta justicia, sino a otras virtudes; el cumplimiento de cuyos deberes (y aquí copia palabras de León XIII en su Rerum Novarum) no se puede exigir por vía jurídica."
Pasemos, pues, al segundo poder lírnitador: el Estado; e inmediatamente nos asaltará una duda:
¿puede el Estado poner límites al derecho de la propiedad?
¿Siendo éste anterior a aquél y de derecho natural, limitarlo no será, como dice Spencer, negar que sea absoluto?
Fácil contestación tiene esta duda preliminar.
En primer lugar, los límites de que nosotros hablamos no son al dominio de la propiedad, sino al uso de ese dominio. Limitar es restringir el uso, no quitar el perfecto dominio.
En segundo lugar, el Estado tiene un fin: el bien común. Y el derecho de la propiedad no sólo no se opone a él, sino que, por el contrario, tiene un fin idéntico. Luego el Estado, al poner límites que convengan a ese fin, no va contra la propiedad privada, sino con ella.
El Estado no puede "cercenar directamente el derecho del dominio privado; pero sí influir en él indirectamente en cuanto lo exige el bien común".
El Estado tampoco tiene derecho a la vida de los ciudadanos, y sin embargo puede quitársela al que, haciendo mal uso de ella, es un peligro para los demás.
Por tanto, el Estado, "cuando la necesidad lo pide y la ley natural no lo ha hecho", es el regulador del "uso" (no del perfecto dominio) de la propiedad.
Pero, en realidad, el nacional-sindicalismo ni siquiera habla de limitar el uso del derecho de propiedad, sino simplemente de meterla en cintura; es decir, de obligarla en todo momento a que cumpla la doble misión para la cual ha nacido.
¿Para qué más límites que los que tiene la propiedad, misma?
¿No hemos visto que la propiedad debe, en primer lugar, satisfacer las necesidades (necesidades según su rango, pero necesidades, no caprichos) del que la posee, y después de cumplir esta misión individual tiene que cumplir la misión social?
Pues bien; el Estado, que ha nacido precisamente para velar por el bien común, no tendrá que hacer más que vigilar para que, por un lado, no se transforme la función individual en el abuso individual, y para que, por otro, toda la propiedad pase después a cumplir la misión social.
En otras palabras:
- frenar la misión individual (ya que el propietario tenderá a usarla de más, no de menos) y
- acuciar la misión social (ya que el propietario tenderá a usarla de menos, no de más) .
Por tanto, no se puede hablar de limitaciones estatales.
El nacional-sindicalismo ha de actuar, implacablemente, sobre la propiedad; pero sin tocarla ni hacer una labor de poda, sino simplemente una labor de policía.
La propiedad se limita sola.
Lo que pasa es que los propietarios olvidaron esos límites, y al recordárse1os ponen el grito en el cielo diciendo que se atenta a la propiedad. No se acuerdan de que la propiedad tiene derechos, pero también deberes, y quizá más graves que los derechos mismos.
Las fuentes de los ríos, primero, riegan los campos que les rodean y luego, siguiendo el cauce de sus lechos, riegan los campos de los demás.
La propiedad, al ejemplo de los ríos, tiene también dos misiones que cumplir:
- primera, la de procurar el bienestar del que la posee (función individual);
- segunda, procurar el bienestar de los demás (función social),
y así como hay leyes prohibiendo que haya quien después de haber regado sus campos detenga las aguas sobrantes, en perjuicio de los demás, así en la nueva estructuración social habrá leyes prohibiendo que haya quien impida a su propiedad cumplir la función social que le es obligatoria.
Nadie podrá tener improductiva su riqueza productora.
"La riqueza tiene como primer destino (y así lo afirmará nuestro Estado) mejorar las condiciones de vida de cuantos integran el pueblo".
Por tanto, nadie podrá dedicar su riqueza a satisfacer únicamente los apetitos individuales: cumplirá con su doble misión, y si no la cumple, el Estado se encargará de hacer que esa riqueza no sea una charca pestilente, sino una arteria fertilizante.
Toda la riqueza del país deberá estar, después de satisfechas las necesidades individuales, al servicio de las necesidades espirituales y materiales del bien común.
El Estado hará uso de ella cuando así lo crea necesario.
¿Con indemnización?
Deberá ser compensada en lo posible; pero así como el Estado compensa a los que mueren por la Patria y no a los que mueren por el verdugo, así el Estado distinguirá entre los que expropia por una necesidad, a pesar de que cumplen con su misión, y los que expropia porque además no cumplen.
Hasta hoy, en los Estados liberal-capitalistas la misión individual de la propiedad privada era de tal manera reverenciada que llegaba a formar un Estado dentro del Estado mismo.
Desde hoy, en el nacional-sindicalismo, esta exclusividad deberá desaparecer no al capricho del gobernante, pero sí a las necesidades de la nación.
¿Que España necesita una escuadra? ¿ Por qué nos hemos de detener, si es de interés vital, ante las posibilidades del erario público? Se acude al privado, se decreta una contribución especial en proporción, naturalmente, a las disponibilidades particulares (cargando solamente a lo sobrante de cada uno) y se construye la escuadra necesaria.
¿Que se necesitan sanatorios antituberculosos? Puen bien ¿vamos a dejar a la España enferma, que además coincide casi siempre con la España humilde, abocada a una vida trágica y a una muerte no menos trágica porque no cabe en el presupuesto una solución completa al problema?
De ninguna manera. Si para ello es necesario un dinero que no tiene el Estado, se acude al particular, se saca de donde sea necesario; pero no se consentirá que haya un solo español que se muera en el arroyo mientras quede un lujo o un bienestar o una diversión que suprimir.
Nadie puede gozar de lo superfluo mientras haya a quien le falte lo esencial.
La propiedad tiene, mirando a su misión, dos legislaciones completamente distintas:
- Una para aquella parte de la riqueza destinada a satisfacer las necesidades justas del que la posee: legislación de amparo, de respeto.
- Otra para aquella parte sobrante que pertenece a los ricos, pero que debe estar al servicio de los pobres: legislación de intervención.
El Estado considerará. esa parte como si fuera dinero de los pobres administrado por los ricos:
"administradores del dinero de los pobres",
llamó San Pablo a esos ricos. Por tanto, como a un administrador irá pidiendo lo que se vaya necesitando para los pobres.
No quedará un solo problema vital sin resolver por falta de presupuesto, porque éste será de la amplitud que sea necesario y al servicio del bien común estará todo lo sobrante de la propiedad privada.
La vida será más sencilla, pero más agradable; no habrá tanto dinero, pero nos sentiremos más hermanos; haremos una vida más humilde, pero más igual.
No importa. No venimos a estar mejor, sino a ser mejores.
Hay un solo caso en el que pudiera parecer que se impone límites a la propiedad, y es cuando están en pugna el interés individual y el interés colectivo; es decir, la misión individual y la misión colectiva.
Entonces debe triunfar el interés colectivo, aun a costa de los derechos individuales.
Pero esto no marca ninguna teoría nueva: esto es lo lógico.
Solamente el liberalismo, con su culto a los derechos del hombre, pudo hacer de la propiedad el reducto del individuo, el coto cerrado donde el propietario puede hacer y deshacer a su gusto y capricho, el verdadero "derecho a usar y abusar" de los romanos (en el amplio sentido de la palabra "abusar", que ni siquiera los romanos aplicaron).
Otra de las propiedades que habrá que limitar será la propiedad de las fórmulas medicinales. Algunos laboratorios las tienen como un saneado negocio. Les cuesta dos, cobran quince: ganan trece. Esto estaría muy bien si las medicinas fueran un artículo de lujo o si las enfermedades atacaran sólo a los pudientes. El Estado nacional-sindicalista no permitirá que se especule con la necesidad ajena, y una de dos: o nacionalizará las fórmulas declaradas de interés sanitario y las elaborará en el "laboratorio nacional del sindicato de sanidad", o marcará los precios a que podrá elaborarlas el laboratorio particular.
León XIII Y Pío XI, esos dos colosos de la sociología moderna, que hubieran sido capaces de dominar la situación caótica del mundo si los seudo católicos hubieran sido capaces de dominar sus apetitos, decían en sus magníficas encíclicas sociales:
"Dios dejó a la actividad de los hombres y a las instituciones de los pueblos la delimitación de la propiedad privada".
"Los hombres deben tener en cuenta no sólo de su propia utilidad, sino también del bien común, como se deduce de la índole misma del dominio que es a la vez individual y social, según hemos dicho. Determinar por menudo esos detalles cuando la necesidad lo pide y la ley natural no lo ha hecho, eso atañe a los que gobiernan el Estado. Por tanto, la autoridad pública, guiada siempre por la ley natural y divina e inspirándose siempre en las verdaderas necesidades del bien común, puede determinar cuidadosamente lo que es lícito e ilícito en el uso de sus bienes".
Luego estamos completamente de acuerdo con la Iglesia. Además, nuestro lenguaje es exactamente igual al lenguaje de ella.
"No es lícito que haya muchos pobrísimos y unos pocos riquísimos", dice León XIII.
"No es tolerable que masas enormes vivan miserablemente mientras unos cuantos disfrutan de todos los lujos", dicen nuestros puntos iniciales.
"Cierta categoría de bienes ha de reservarse al Estado, pues llevan consigo un poder económico tal que no es posible permitir a los particulares", dice Pío XI.
"Defendemos la tendencia a la nacionalización de la Banca, y mediante las corporaciones a las de los grandes servicios públicos", dicen nuestros puntos iniciales.
"Ni puede pretender nadie eximirse con pequeñas dádivas de misericordia de los grandes deberes impuestos por la justicia", dice Pío XI.
"Creen que el cumplimiento inexorable de unas leyes económicas e históricas se atenúa diciendo a los obreros unas buenas palabras y mandándoles unos abriguitos de punto para los niños", dice José Antonio.
Luego no hay diferencia entre el lenguaje de la Iglesia y el nuestro.
Pero la Iglesia, por su carácter espiritual y ultraterreno, tiene el castigo de sus violadores en el otro mundo, y como este castigo está demasiado lejano para los frívolos, se encuentra desobedecida y tiene que reducirse en este mundo a lamentar la actitud de esos seudo-católicos.
"Hay quienes, llamándose católicos, apenas se acuerdan de la sublime ley de la justicia y de la caridad en virtud de la cual nos está mandado no sólo dar a cada uno lo que le pertenece,
sino también socorrer a nuestros hermanos necesitados como a Cristo mismo. Esos, y esto es lo más grave, no temen oprimir a los pobres por espíritu de lucro."
"Hay, además, quienes abusan de la misma religión y se cubren con su nombre en sus exacciones injustas para defenderse de las reclamaciones completamente justas de los obreros".
"¿Cómo juzgar la conducta de los patronos católicos, que en algunas partes consiguieron impedir la lectura de nuestra encíclica Quadragésimo Anno en sus iglesias patronales? ¿O la de aquellos industriales católicos que se han mostrado hasta hoy enemigos de un movimiento obrero recomendado por nos mismo? ¿Y no es de lamentar que el derecho de propiedad reconocido por la Iglesia haya sido usado algunas veces para defraudar al obrero de su justo salario y de sus derechos sociales?".
Nosotros, en cambio, tenemos nuestro poderío en este mundo, y nuestras cárceles estarán abiertas de par en par y nuestras leyes preparadas para meter en vereda a aquellos que se desmanden de sus deberes sociales.
Teoría Falangista del Capital.
Capital es la acumulación de aquellas riquezas que tienen por destino producir.
A propósito hemos cambiado la frase corriente "destinadas a producir" (acción potestativa del hombre) por la de que "tiene por destino producir" (naturaleza intrínseca de la cosa) porque
en aquella definición se justificaban infinidad de abusos, como el del capital muerto, que bastaba que el hombre no lo destinara a producir para que dejara de ser capital, siendo así que es uno de los abusos más intolerables.
De esta definición se deducen las dos características siguientes:
Verdadera función del capital.
Verdadera jerarquía del capital.
Comencemos a estudiarlas por separado. Hemos dicho que el capital es la acumulación de las riquezas que tienen por destino producir; por ejemplo, máquinas, dinero, tierras, etc.; luego la función del capital no es la de tener las paradas ni la de destinarlas a conseguir un interés por sí solas, sino la de hacerlas trabajar
Claro está que el capital es susceptible de apropiación privada; más aún, que es una verdadera y legitima propiedad privada, Pero es una propiedad con una caracteristica especial: la de que, por su naturaleza íntrtnseca, tiene por destino producir.
Es decir, que entre la propiedad o riqueza conservada en general distinguimos dos clases:
- la de la propiedad que pudiéramos llamar dinámica y llamamos capital y
- la que pudiéramos llamar estátíca y llamamos propiedad a secas.
Analicemos, para más claridad, no el capital en general, sino una de las partes del capital; por ejemplo, el capital financiero, el dinero.
Y así como en la propiedad de las cosas empezamos por conocer las cosas y su función, para deducir luego la propiedad y su función, así para conocer la función del capital financiero tenemos que empezar por conocer la función del dinero.
El dinero, nació como una necesidad comercial para facilitar el cambio: era una especie de puente para unir las transacciones de los diferentes productores. En un principio, estas transacciones se hacían directamente; pero pronto se vió, al generalizarse el comercio, que era necesario crear una moneda.
Pasaba muchas veces que el que tenía trigo y quería vino se encontraba con que el que tenía vino no quería trigo, y había que buscar uno o varios intermediarios que sirvieran de puente para llegar al poseedor del vino.
Es decir, que cada transacción era una cadena de transacciones en la que, cuando menos, se perdía un tiempo precioso.
Se eligió al principio, para moneda, aquellas materias que por satisfacer necesidades sentidas por todos eran por todos admitidas en el cambio. En unos pueblos, el ganado (de la palabra pecus vino la palaba pecunio); en otros, el trigo (el dracma quiere decir "un puñado") ; en otros, la tela de algodón
azul (de ahí vino la guinea), etc.
Pero poco a poco, al ir aumentando el comercio y relacionándose los pueblos más lejanos, se sintió de nuevo la necesidad de uniformar más aún el cambio, y en todos ellos el dinero se fué concretando en los metales preciosos, que por su inalterabilidad, divisibilidad, peso, etc., resultaba el mejor elemento de cambio.
Y nació la moneda metálica, primero a peso y por último acuñada.
Luego, en primer lugar, el dinero nació única y exclusivamente como elemento de cambio. ¿Quién lo hizo elemento de lucro?
La avaricia, la ambición, la usura.
El que llegó a tener dinero en abundancia, descubrió una manera muy cómoda de vivir sin trabajar. Prestar al que no tenía; pero prestar no como un favor, no como una ayuda todo lo garantizada que quisiera, pero ayuda, como luego veremos, sino como un negocio, a elevadísimos intereses.
El ciclo del dinero lo convirtió la usura en el siguiente: yo presto, él trabaja, yo gano.
Por interés se puede entender:
1º El producto de una actividad en la cual se ha empleado dinero.
2.° El tanto por ciento cobrado por el dinero prestado a un tercero.
Pues bien; éste y no aquél es el sentido de la autoproducción de intereses, y en este sentido decimos que el interés, en su autoproducción, es decir, como tal interés, es ilicito, porque por su naturaleza intrínseca el dinero es estéril, sin que por eso digamos que como compensación y riesgo sea también ilícito, como veremos..
Para expresar esa forma ilicita. del Interés es para lo que empleamos la palabra lucro.
En segundo lugar, otra de las características del dinero es su movilidad. "El dinero se ha hecho redondo para que ruede", dice el pueblo, y es verdad; todo atesoramiento de dinero es terriblemente perjudicial para la Nación.
Veámoslo con un ejemplo tomado de la actualidad.
Supongamos, para facilitar el ejemplo, que en España está ya nacionalizada la función del crédito en un solo Banco Nacional, y que, por tanto, todos los españoles depositan sus ahorros en él. Desde luego, ese Banco no recibe los ahorros para guardarlos en su caja, sino que reservando una pequeña cantidad para responder a las demandas momentáneas de los depositarios, el resto lo reparte en forma de créditos (a través de los Bancos sindicales, agrarios, industriales, comerciales, etc.) al agricultor, al industrial, al comerciante, etc.
Este, a su vez, paga con ese dinero las mercancías que necesita para seguir creando riquezas, y el dinero pasa a manos del vendedor y de éste a otro vendedor, a otro y a otro, y así sucesivamente rueda de mano en mano, hasta que, en definitiva, vuelve otra vez, como ahorro, al Banco Nacional, para que de nuevo lo lance a la circulación en forma de nuevos créditos.
Si el dinero se parara en manos de cualquiera en vez de depositarlo en el Banco, se rompería la cadena de la producción y miles de familias se verían en la miseria.
Y no se diga que el pequeño atesoramiento no perjudica: una sola peseta puede dar infinitas vueltas, luego su valor es infinito.
En resumen: el dinero es un elemento de cambio y un vehículo de riqueza; luego ni se le puede convertir en un elemento de lucro ni se le puede tener quieto.
Por tanto, el capital financiero (y por analogía los capitales industrial, agrario, etc.) , en virtud de esta doble función dineraria, nace con su acción doblemente restringida por las dos normas siguientes:
1ª No puede el particular dedicar su capital al negocio de autoproducción de intereses (capital pirata, capitalismo).
2ª No puede atesorar el capital ni tenerlo improductivo (capital muerto).
Estas son las diferencias que hay entre la propiedad y el capital.
- Aquélla es la acumulación de la riqueza producida (casas, muebles, etc.) ;
- ésta es la acumulación de la parte de la riqueza que tiene por destino producir (dinero, máquinas, tierra. etcétera).
Por tanto, aquélla se puede tener a renta;
éste no se puede tener a interés (el dinero no puede producir dinero por sí solo).
Aquélla puede ser improductiva (alhajas, cuadros, etc.);
éste no (el dinero tiene o que acabar en la propiedad de las cosas o seguir rodando).
Y es que estas diferencias nacen de una sola:
la propiedad, en su sentido estático, es una situación de término (riqueza producida).
El capital es una situación de paso (riqueza productiva) para llegar a la propiedad de las cosas producidas, que es su fin. Luego no puede tener los mismos privilegios que si fuera definitiva.
El capital no es la propiedad estática; es el medio para conseguir esa propiedad.
En la lucha económica de la vida, partimos de un principio para llegar a un fin; partimos del trabajo para llegar a la propiedad. En efecto; toda la lucha del hombre es un "esfuerzo" para conseguir la "posesión" de las cosas que nos producen bienestar.
Pues bien; en este camino que tenemos que recorrer, en este camino que nos lleva desde el esfuerzo hasta la posesión, ponemos (no para sustituir al trabajo, no para sustituir a la propiedad, sino para facilitar el camino, para más fácil llegar al fin) un vehículo, un puente: el capital.
El trabajo es como si dijéramos un principio; la propiedad, un fin, y el capital, simplemente un medio creado por el hombre para servir de enlace.
Luego si alguno quiere hacer de ese medio un sustitutivo del trabajo o de la propiedad estática, falta a la función del capital, y el Estado Nacional-sindicalista no lo tolerará.
Como nadie toleraría que el vehículo que nos había de llevar de una población a otra se entretuviera en darnos paseos por la carretera. No nos cansaríamos, no realizaríamos trabajo alguno; pero tampoco llegaríamos al fin de nuestro camino.
Para nosotros no existe en el capital más que una disyuntiva: cumplir o no cumplir con su misión;
y en la de cumplir, otra: cumplír bien o mal.
Pues bien; el capital que cumple mal y el que no cumple desaparecerá ante las necesidades de la Nación.
Es decir; que ese parásito egoísta que vive en la sociedad con su dinero improductivo, sin importarle nada la miseria que le rodea y el bien que pudiera hacer a los demás, y ese otro que sólo saca su capital para hacer negocios fabulosos, aun a costa de amasar sus millones con el sudor y las lágrimas de sus semejantes, tienen que desaparecer definitivamente de la economía nacional.
Nuestro capital ha de ser aquel del cual se haya desterrado el capital muerto y el capital pirata; es decir, el que no cumple y el que cumple mal con su misión.
Ni el egoísta del dinero quieto ni el negrero de las especulaciones caben en el nuevo estado de cosas, y contra ellos ha de ser inflexible nuestro Estado, que quiere cimentar su economía en la justicia social.
No se puede consentir que un banquero sin conciencia pueda en una jugada de Bolsa arruinar a familias enteras y hasta al Estado mismo en provecho exclusivo suyo, ni que un comerciante, aprovechando la escasez, suba los precios de su mercancía; ni que haya quien, especulando con la miseria y la necesidad, intente pagar a menos precio jornales y materiales; ni quien desafíe con sus millones a la justicia; ni quien forme con dinero o con influencia un estado más fuerte que el Estado mismo, o crea poder llegar a un trust de empresas, dictador de precios y condiciones.
Todo esto es piratería, es cumplir mal la función social del capital, y aunque el Estado liberal lo toleraba, negando su derecho de intervención, quizá por no tener que intervenir contra sí mismo, desbaratando toda su absurda maquinaria, el nuevo estado social los tiene que destrozar, los tiene que barrer, los tiene que hacer desaparecer.
No es el bien de pocos, sino el bien de todos lo que ha de conseguir el nuevo Estado, y claro está que al hablar del bien de todos nos referimos a que todos deben poseer el mínimo para su vida, que todos deben tener casa para vivir, tierra para cultivar, que todos deben participar de la empresa en que trabajan.
En una palabra: que todos deben ser ricos, llamando rico no al que le sobra, sino al que no le falta, y todo esto sin hundir al capital que sabe cumplir con su misión.
No intentamos nosotros hacer una revolución para caer en aquella que hasta el mismo Proudhon la llama "la religión de la pobreza".
He aquí nuestro programa: hacer todos ricos; en contraposición al programa de supresión del capital, que consiste en hacer todos pobres.
Este es el concepto falangista del capital.
Ahora bien; ¿cuál es el marxista?
El capital, dice Marx y Engels, "es la propiedad que explota el trabajo asalariado".
Esto es una idiotez, porque entonces ni es capital el capital muerto ni lo es el capital pirata, ya que en aquél no se emplea trabajo y en éste no es el prestamista ni el accionista, sino el prestatario el que lo emplea y, por tanto, según Marx, el único capitalista.
Es decir, que según esta definición, es más capitalista el zapatero de portal que tiene un aprendiz que el usurero prestamista, y es más el labrador que se pasa doblado sobre la tierra de sol a sol que el banquero de la ciudad.
Todo consiste en el número de asalariados que empleen el uno y el otro. Mezquino empeño querer ver todo desde el solo punto de vista proletario.
La segunda característica a estudiar es, la jerarquía del capital.
Tres son los brazos de la riqueza, como hemos visto: trabajo, propiedad y capital; o como hemos dicho antes: principio, fin y medio de toda la trama productora.
El uno es el esfuerzo creador de la riqueza; la otra es el goce de la riqueza ya creada, y el capital es el medio que se pone al servicio de ese trabajo para llegar a esa propiedad.
Luego su verdadera categoría es la de "servidor" de la producción.
¿Qué quieren decir, por tanto, los partidos cuando dicen que hay que armonizar el capital y el trabajo? Porque esto es una frase sin sentido; mejor dicho, es un disparate matematico.
La aritmética nos enseña que no se pueden sumar dos cantidades heterogéneas. ¿Qué saldría de la suma de 20 naranjas con 50 patatas? ¿Qué de la suma de 30 kilogramos con 16 litros?
Pues bien; armonizar es aunar, sumar, y capital y trabajo son dos cosas diamentralmente heterogéneas.
El trabajo es una función del hombre.
El capital es un instrumento.
¿Cómo aunarlos, si el uno es todo altura, todo dignidad, con esa dignidad humana, casi divina, de lo creado por Dios, y el otro es simplemente un instrumento creado por el hombre para que le sirva y ni siquiera para que le sirva con función trascendental e imprescindible, sino como función secundaria?
"Es como si dijéramos: me voy a armonizar con esta silla".
Hay la misma diferencia entre capital y trabajo que entre silla y hombre. El capital y las sillas son instrumentos creados por y para el hombre, y nunca podrán llegar a ser tanto o más que el hombre.
Quizá quieran decir que hay que armonizar la propiedad y el trabajo. Eso sí, los dos tienen igual altura, igual dignidad, igual función, los dos son homogéneos. .
Se puede decir más todavía: se puede decir que esa armonía debe ser con intervención del capital.
Efectivamente; el capital se ha creado para que sirva de puente, de enlace entre el trabajo y la propiedad; pero "para que sirva al trabajo y a la propiedad", no "para que sustituya al trabajo o a la propiedad".
El trabajo y la propiedad son atributos del hombre y pueden estar al provecho del hombre.
El capital no es una mercancía que se pueda almacenar en provecho exclusivo, sino un instrumento de producción. Por tanto, no se puede vivir del capital, sino producir con el capital.
"¿Qué es eso de armonizar el capital con el trabajo? El trabajo es una función humana, como es un atributo humano la propiedad; pero la propiedad no es el capital.
"El capital es un instrumento económico, y como instrumento debe ponerse al servicio de la totalidad económica. Los embalses del capital, como los embalses de agua, no se hicieron para que unos cuantos organicen regatas en la superficie, sino para regularizar el curso de los ríos y mover las turbinas de los saltos de agua".
Pero con esto no queremos decir que el capital pueda desaparecer o pase a ser un elemento completamente indiferente.
De ninguna manera.
Si queremos producir, aunque no podamos equiparar el capital y el trabajo (y por tanto armonizarlos), tampoco podemos prescindir del uno ni del otro.
Estábamos demasiado a costumbrados a oír sin asombro a los marxistas que el trabajo (y por añadidura el trabajo manual exclusivamente) es el único factor de producción.
Perfectamente. Poned a un hombre sin útiles ni organización económica trabajando en el vacío y decidme cuándo ese hombre será capaz de fabricar una sola hoja de papel. Me dirán que esto es absurdo: que el trabajo tiene que emplearse con algo y sobre algo.
Pues bien; ese algo es el capital.
En otras palabras: ni el capital por sí solo produce riqueza, porque le falta el poder transformador del trabajo, ni el trabajo por sí solo produce riqueza, porque es energía y necesita para hacer productos, que son materia, emplearse sobre elementos materiales, es decir, emplearse sobre el capital.
Capitalismo industrial.
Capital industrial es el formado por la acumulación de los útiles del trabajo.
En un principio, este capital no tuvo importancia porque los útiles eran baratos, y la azada, el martillo, el buril eran de los operarios y servían a los operarios. No había, pues, capitalismo índustrial.
Pero vino la invención de la máquina en el siglo XVIII, y se cambió completamente la fisonomía social.
La máquina era costosísima y no podía ser comprada por el operario. Por otra parte, la revolución filosófica y el individualismo, desmoronando el gremio, hacían que el gremio tampoco pudiera comprarlas.
Y entonces nació el capitalista, es decir, el señor que, amparado en los derechos que le daba el liberalismo, descubría una manífica manera de vivir sin trabajar: comprar las máquinas, montar las fábricas y (en vez de asociarse con el operario para explotarlas como antaño y de ponerse al frente de ellas) implantar el salario y crear la sociedad anónima, es decir, hacerse doblemente poderoso: amo e invisible.
En efecto; con el salario no tenía que repartir ganancias.
Compraba el trabajo del obrero, y pagándolo con el salario mal o bien, se guardaba para sí la producción. Con el salario era productor único.
Con la "sociedad anónima y de responsabilidad limitada" se quitaba de encima las responsabilidades y obligaciones de los verdaderos propietarios, ya que en vez de ser él el poseedor de la fábrica no era más que el poseedor de las acciones, y las acciones no tenían más que derechos.
El capitalismo industrial, en resumen, atacó a los obreros y atacó a la propiedad.
Veámoslo por separado; mejor dicho, estudiemos solamente la sustitución de la propiedal industrial por la sociedad anónima, ya que en capítulos anteriores hemos estudiado la sustitución de la forma gremial por la forma asalariada, y pongamos un ejemplo para ver más claramente.
Si observamos los talleres, las fábricas, las industrias en los que el propietario es don fulano de tal (o varios don fulanos), vemos que estos propietarios, llámense dueños, llámense patronos, tienen sus personalidades bien claras y sus propiedades bien definidas; es decir, "sus proyecciones bien directas": todo el mundo les conoce y hasta el obrero sabe cuáles son sus derechos y cuáles sus deberes.
Estas son verdaderas propiedades (sin que esto quiera decir que no tengan sus defectos, como son el salariado en su forma liberal, el abuso de .la máquina, etc., etc.).
En cambio, en las grandes empresas, en los trusts capitalistas, el propietario no es el hombre, sino la sociedad anónima, el capital social, el paquete de acciones.
El hombre aquí no es el dueño directo de la cosa, sino simplemente el dueño eventual de una parte del capital. El dueño directo no es, como antes, don fulano de tal, sino la acción al portador, sea quien sea ese portador.
Sus deberes ya no son, como antes, rotundos, sino de responsabilidad limitada.
Es decir, que del ciclo social de la propiedad industrial, donde sólo había tres factores: propietario, cosa, obrero, se ha pasado al ciclo social del capitalismo industrial, donde se ha diluído la palabra propietario en otras de sentido vago e impersonal: accionistas, capital social, empresa.
Pero ¿por qué somos anticapitalistas? ¿Qué inconveniente hay en que se borre la personalidad del propietario?
En lo social, uno enorme: y es que cuanto más lejos está el propietario del obrero, cuantos más obstáculos haya entre el hombre-propietario y del hombre-obrero, más difícil será su armonía y más profundas serán las diferencias de clases, y en consecuencia más enconadas sus luchas.
Lo cual no lo podemos tolerar nosotros, que decimos:
"Nuestro régimen hará materialmente imposible la lucha de clases".
Pero en lo moral hay otro inconveniente aun mayor, y es que alejado el hombre del hombre, desentendido el uno de las necesidades del otro, roto el santo lazo de la misión patriarcal de la propiedad, sólo queda el lazo del capitalismo, que es el lazo de la ambición de hacer que el dinero produzca dinero, de transformar el capital de un elemento de producción en un elemento de especulación.
Y aquí empieza la batalla que nos ha llevado al estado actual del mundo.
Al accionista no le interesa el obrero, a quien ni siquiera conoce, ni le interesa su miseria, ni le interesa su desesperación: le interesan sus acciones (que sean cada vez más altas), le interesan sus dividendos (que sean cada vez mayores), y por eso no irá a la fábrica a ver cómo se produce, sino que irá a la Bolsa a ver cómo se cotiza.
No irá a los Consejos a ver cómo se trata a sus hermanos, sino que irá a estudiar sus balances y a apremiar a la empresa para que rinda más y más, aun estrujando a sus semejantes.
Por otra parte, al obrero tampoco le interesa el accionista, al que no ha visto nunca a su lado, ni le interesa la empresa, a la que sólo mira como mandataria del accionista, y, por tanto, no le Interesa que la empresa produzca más y mejor, ya que esta producción irá a engrosar el bolsillo del accionista anónimo y odiado.
Le interesa solamente que la empresa le dé mayores jornales y menos horas de trabajo, y para lograrlas declara huelgas y hace sabotajes, aun a riesgo de hundirla y hundirse.
Y ya tenemos otra vez la lucha de clases. Luego el capitalismo industrial lleva irremisiblemente al abismo social.
Por eso "repudiamos el sistema capitalista, porque se desentiende de las necesidades populares, deshumaniza la propiedad privada y aglomera a los trabajadores en masas enormes propicias a la miseria y a la desesperación".
¿Está bien clara la definición del capitalismo industrial? ¿Están bien claros sus estragos?
Pues si están suficientemente aclarados los dos puntos anteriores, ya sólo nos queda el tercero, es decir, "el desmontaje del tinglado capitalista", como lo llamaba José Antonio.
"Este es de momento el desmontaje más difícil, porque la industria no cuenta sólo con el capital para sus fines de crédito, sino que el sistema capitalista se ha infiltrado en la estructura misma de la industria. La industria, de momento, por su inmensa complejidad, por el gran cúmulo de instrumentos que necesita, requiere la asistencia de diferentes patrimonios, la constitución de grandes acervos de disponibilidades económicas sobre la planta jurídica de la sociedad anónima."
"El capital anónimo viene a ser el titular del negocio que sustituye a los titulares humanos de las antiguas empresas. Si en este instante se desmontase de golpe el capitalismo industrial, no se encontraría por ahora expediente eficaz para la constitución de industria, y esto determinaría de momento un grave colapso".
Pero hay una cosa cierta, y es que el capitalismo, por ser injusto, debe desaparecer, y por tanto sólo queda a elección de nuestra prudencia el ritmo a seguir.
Por otra parte, "como Dios está de nuestra parte, resulta que en España apenas hay que desmontar capitalismo industrial, porque existe muy poco, y en lo poco que hay, aligerando algunas cargas constituidas por Consejos de Administración lujosos, por la pluralidad de empresas para servicios parecidos y por la abusiva concesión de acciones liberadas, nuestra modesta industria recobraría toda su agilidad y podría aguardar relativamente bien durante esta época de paso".
Otros principios de la reforma capitalista los tenemos en el manifiesto de Onésimo Redondo al pueblo español:
"Control de las ganancias en las grandes sociedades anónimas."
"Rebaja del interés del dinero y de los grandes sueldos."
En resumen: aunque no es nuestro trabajo un estudio práctico, sino teórico, de la situación social y, por tanto, no vamos a dar en él un total proyecto de ley para el desmontaje del capitalismo industrial, sí vamos a marcar algunos puntos que pudieran servir de jalones para aquel ritmo a seguir de que hemos hablado antes:
1º. Control del Estado.
2.° Anulación de las acciones liberadas y de los sueldos fabulosos de los consejeros de administración.
3.° Limitación de las ganancias del accionista.
4.° Empleo de una parte de los ahorros así conseguidos en rescatar (amortizando mediante sorteo) las acciones en circulación de los grandes accionistas.
5.° Entrega de estas acciones así rescatadas al Sindicato correspondiente.
6.° Creación del accionariado del trabajo para la participación obrera en los beneficios de la empresa. Es decir, empleo de los beneficios obreros en rescate de acciones del gran capitalista para su reparto en acciones en vez de en dinero.
7.° Por último, y como medida esencialísima, aplicación de una nueva legislación a las sociedades anónimas y de responsabilidad limitada, que haga que si éstas perduran no sean con los vicios del capitalismo, sino impidiendo "a toda costa los abusos de un interés parcial sobre otro y la anarquía en el régimen del trabajo".
Es decir, transformar el capitalismo egoísta, acaparador y cruel en riqueza "que tiene como primer destino (y así" lo afirmará nuestro Estado) mejorar las condiciones de la vida de cuantos integran el pueblo. No es tolerable que masas enormes vivan miserablemente, mientras unos cuantos disfrutan de todos los lujos".
Al poner las acciones del gran capitalista en manos del Sindicato no se perjudica a la marcha de la industria, que no haría más que cambiar de dueño; pero habría la ventaja de que este dueño, por no ser individual y anónimo, sino colectivo y concreto, no incurriría en los vicios del capitalismo.
Capitalismo financiero.
Capitalismo financiero es aquel que convierte el dinero de un elemento de cambio en un elemento de lucro.
Es decir, aquel que dedica el dinero (capital financiero) no a su función comercial característica, sino a la función especuladora y de autoproducción de intereses.
Hemos hablado sobradamente de este capitalismo y, por tanto, lo creemos suficientemente definido; pero por si alguna duda queda, veamos un ejemplo que el mismo José Antonio puso:
"Imaginad un sitio donde habitualmente se juega a algún juego difícil: en esta partida se afanan todos, ponen su destreza, su ingenio, su inquietud. Hasta que un día llega uno más cauto que ve la partida y dice: perfectamente, aquí unos ganan y otros pierden; pero los que ganan y los que pierden necesitan, para ganar o perder, esta mesa y estas fichas.
Pues bien; yo, por cuatro cuartos, compro la mesa y las fichas, se las alquilo a los que juegan y así gano todas las tardes.
Este, que sin riesgo, sin esfuerzo, sin afán ni destreza gana con el alquiler de las fichas, éste es el capitalismo financiero."
En un principio, esta labor prestamista (especuladora y usurera) era patrimonio de los judíos y estaba en la vindicta pública.
Pero andando el tiempo se fundaron los Bancos, y estos Bancos, que nacieron como una necesidad y una conveniencia comercial, hicieron pronto de la función crediticia uno de sus más principales negocios; mejor dicho, el más escandaloso de los negocios.
En efecto; fueron atrayendo poco a poco el ahorro (las cartillas, las libretas, etc.) y el dinero flotante (las cuentas corrientes) mediante el estímulo de un módico interés, y luego, con todo ese dinero, que sumaba cantidades fabulosas, se dedicaron al préstamo.
Pero ¿dónde está el negocio ilícito?
El crédito es necesario para la producción. El campesino para sembrar, el comerciante para hacer un pedido, el industrial para rematar una construcción, necesitan un dinero que les permita llegar a la ganancia. Por otra parte, nada mejor que utilizar el ahorro y el dinero muerto para esta función financiera.
Es cierto; pero los Bancos no lo tomaron como función fínanciera, sino como negocio financiero.
A los unos les daba un 1,50 ó 2 por 100 y a los otros les cobraba un 7 ó un 8 por 100, y lo más intolerable no era esta enorme diferencia, sino que esa diferencia que se ganaba por pasar de mano a mano el dinero no iba a parar al modesto ahorro, que en realidad era el que prestaba, ni al comerciante, o al industrial, o al agricultor, que acudía angustioso en demanda de un crédito para seguir sus angustias de trabajo y producción, sino que iba al accionista del Banco, al señor que por cuatro cuartos había comprado la mesa y las fichas, y por esos cuatro cuartos se permitía el lujo de vivir del ahorro de los unos y del trabajo de los otros.
Esto es lo que la Falange ha llamado tantas veces "el tíburón de la Banca", y esto es lo que se ha de borrar inexorablemente.
Prestar al 8 por 100 será un negocio para el prestamista (no una ayuda para el trabajo); pero cuando, además, ese negocio se hace, ni siquiera para el dueño del dinero, sino para el banquero intermediario, ese negocio toma los caracteres de robo a mano armada.
Es indignante. Mientras el ahorro se expone a que por uno de esos fantásticos negocios haga un buen día quiebra el Banco y se queden en la miseria miles de modestísimas familias.
Mientras el trabajador honrado tiene que sudar el doble para soportar la carga de un préstamo carísimo.
El capitalista bancario ha descubierto la manera no sólo de vivir sin trabajar, no sólo de vivir del trabajo ajeno, sino hasta de ganar con el dinero ajeno.
Dos son, por tanto, las reformas que tenemos que hacer en el capital financiero:
- Suprimir los intermediarios.
- Abaratar el crédito.
El crédito tiene que ser barato; es una ayuda y no un negocio.
Además, el interés del dinero es ilícito de suyo. Aceptarlo sin reservas sería tanto como reconocer que puede el dinero por sí y ante sí producir dinero, tanto como relevar de la obligación divina del trabajo a todo aquel que tuviera dinero suficiente para prestar y vivir, por tanto, del trabajo ajeno.
Todos los sociólogos son partidarios del "préstamo sin interés". Desde Platón, que lo consideraba como un acto amistoso y, por tanto, gratuito, hasta Proudhon, que da una fórmula para que los capitales estén gratuitamente a disposición de todos, pasando por San Lucas y los canonistas y los escolásticos, con aquella doctrina muy parecida a la aristotélica de "el dinero no produce frutos por sí mismo ni engendra nada."
Es, pues, ilícito e injusto aceptar algo más de la cantidad prestada en pago del empleo de esto porque tal suplemento no procede del dinero, que es estéril, sino del trabaj o ajeno, y aquella otra también escolástica y desenterrada por Boehm Bawert de considerar el interés del dinero como un "precio del tiempo", ya que en realidad solamente se cobra en función del tiempo transcurrido, como si el tiempo fuera propiedad particular del prestador.
Ahora bien; no cabe duda que los préstamos son esenciales para el desenvolvimiento de la riqueza e insustituíbles auxiliares del trabajo, y que si suprimimos el interés, suprimimos prácticamente el préstamo, ¿cómo solucionamos el problema?
Nosotros aceptamos el interés, pero no como tal interés, sino como una indemnización justa; pero como de la elasticidad que en esto cabe, debido a su apreciación personal, se podía llegar al extremo de hacer caer a esta indemnización justa en la mayor de las usuras, deducimos que el Estado es el único que puede prestar.
"Tal como está montada la complejidad de la máquina económica es necesario el crédito.
"Primero, que alguien suministre los signos de crédito admitidos para las transacciones.
"Segundo, que cubra los espacios que corren desde que empieza el proceso de la producción hasta que termina.
"Pero cabe transformación en el sentido de que en este manejo de los signos económicos de crédito, en vez de ser negocio particular de unos cuantos privilegiados, se convierta en misión de la comunidad económica entera ejercida por su instrumento idóneo que es el Estado".
El nacional-sindicalismo, por tanto, organiza el crédito de esta manera:
- funda el Banco Nacional de Créditos (puede ser el mismo Banco de España). Este Banco será el único autorizado para abrir cuentas corrientes, cartillas de ahorro, etc., etc.; en una palabra, el único autorizado para reunir los fondos que han de constituir el capital prestador.
Y antes de seguir adelante, en estos fondos distinguiremos dos grupos: el de las cuentas corrientes y el del pequeño ahorro.
Y el de las cuentas corrientes, otros dos: el flotante de la vida comercial y los depósitos de dinero muerto.
El nacional-sindicalismo sabrá distinguir entre uno y otro y sabrá estatuir un diferente trato para el dinero actuante del trabajador y para el dinero quieto del rico (que se amontona por la abundancia y la apatía).
Pero en ambos casos de cuentas corrientes, el Estado (como a dinero en custodia) no tendrá que pagar por ellos interés alguno. Antes, los Bancos ponían ese cebo para conquistar clientes, para que el dinero no se fuera al Banco de enfrente.
Pero esto era un disparate más, porque, en realidad, lo que hacía era premiar al dinero quieto, es decir, crear capitalismo, ya que muchos, por abundancia o por dejadez, se conformaban con este interés pequeño, pero seguro, y no hacían cumplir a su dinero la misión social que le correspondía.
El dinero, en cambio, del pequeño ahorro es completamente diferente. El ahorro es la cristalización del esfuerzo humano, y tan sagrado, por tanto, que todo apoyo le parecerá poco al nacional-sindicalismo.
El Banco Nacional de Créditos concederá un interés a este dinero como premio y como estímulo.
"Sabemos ser todo menos una cosa: pretorianos de la alta Banca; pero donde esté el trabajo, donde esté el dolor de España, allí queremos estar".
Hemos dicho, en resumen, que con todo el dinero depositante se formará el fondo prestador. Pues bien; a ese fondo prestador acudirán los Bancos Sindicales de Crédito (agrícola, comercial o industrial) que se han de fundar como sucursales o ramificaciones del Banco Nacional y que serán los encargados de prestar a los Sindicatos correspondientes, y éstos a su vez a los sindicados a un interés módico, incluso pagable en especie, como en el caso agrícola.
Por último, una de las facetas principales de estos Bancos Sindicales serán los pequeños créditos con garantía moral.
Hasta hoy, todos los créditos eran con garantía económica (hasta los personales eran en el fondo con garantía económica, ya que no servían para avalar más que las personas de reconocida solvencia); es decir, hasta hoy, para tener un crédito se necesitaba ser rico o tener amigos ricos.
En nuestra nueva organización sindical no sucederá eso. Se prestará no a aquel que tenga padrinos, sino a todo aquel que, por su iniciativa, sus dotes de trabajo, habilidad y honradez, merezca ser ayudado y encumbrado.
Al operario que hoy ve marchitar sus dotes porque no tiene dinero y que con unos duros podría montar un taller por su cuenta y transformarse en hábil maestro.
Al campesino que con un puñado de tierra convertiría su casa en productiva hacienda.
Al dependiente que si tuviera unos billetes abriría una tienda que llegaría a ser floreciente comercio.
Al artista que se pierde por falta de dinero.
Y al obrero y al estudiante.
¡Los primeros pasos, que son tan difíciles! ¡El hacerse de la nada un algo! Esa será la misión principal del crédito nacional-sindicalista.
El Sindicato será el hada madrina que llegará al hogar de los humildes y les dirá: "No temáis; han cambiado los tiempos; si queréis, yo os ayudaré, yo os llevaré de la mano. Antes érais vosotros los que estabais al servicio del dinero; hoy es el dinero el que está al servicio de vosotros."
José Luis de Arrese 1935-1940
Cuéntame...Lo que no nos cuentan.
Ni capitalista, ni socialista: Franco y la Doctrina Social de la Iglesia.
Con el generalísimo Francisco Franco no había I.V.A., sólo un impuesto sobre bienes de lujo del 33% y ciertos especiales. Tampoco había Impuesto sobre Sociedades que gravara el beneficio empresarial en una doble imposición (renta y beneficio), sino un Impuesto de Tráfico de Empresas del 5% que gravaba el volumen de ventas, lo cual soportaba el coste la compañía y no el consumidor final sin entender de ricos ni pobres con un exagerado y ya actual 21%.
Tampoco los trabajadores se veían sometidos al 36% IRPF medio y progresivo, y sus hijos podían disfrutar, sin importar la clase social, de una educación y sanidad públicas de alta calidad con unas rentas que, además, en 1973 igualaban a las de la rica Bélgica.
El Estado, al no ser liberal, no se inhibía de las necesidades de la sociedad, creando todas las infraestructuras necesarias para el despegue de la industria nacional y privada. El Instituto Nacional de Industria llegó a contar con miles de empresas y millones de trabajadores (Fabricaba desde microscopios y visores nocturnos hasta vehículos industriales y militares, aviones, cohetes, barcos, petroleros y plataformas petrolíferas, excelentes automóbiles deportivos bajo pedido etc, etc.. prácticamente de todo lo que se necesitaba.)
Se favorecía el cooperativismo, especialmente en el campo pero también en la industria. No existía el despido libre ni el desempleo. En su lugar estaba generalizado el pluriempleo.
Había menos marcas donde elegir y menos consumismo, pero había de todo y todo el consumo redundaba en beneficio de la industria nacional y la creación de empleos estables.
Además las multinacionales debían de contar con, al menos, un 50% de capital español y la banca era solo nacional y controlada por el Estado.
Menos impuestos, gran sistema público, y buen nivel económico social.
Del régimen de Francisco Franco dijo el Papa Pío XII que era la demostración de que se puede aplicar la Doctrina Social de la Iglesia en la gestión de la cosa pública.
Y los resultados demuestran que en economía es capaz de lograr mayor justicia y prosperidad que el capitalismo o el socialismo, que finalmente nos han ahogado bajo la pinza de impuestos abusivos y salarios de miseria mientras somos maniatados por un tercer sujeto junto al Estado y al Patrono, el usurero...
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