La forma y el contenido de la democracia

La forma y el contenido de la democracia
"Pero si la democracia como forma ha fracasado, es, más que nada, porque no nos ha sabido proporcionar una vida verdaderamente democrática en su contenido.No caigamos en las exageraciones extremas, que traducen su odio por la superstición sufragista, en desprecio hacia todo lo democrático. La aspiración a una vida democrática, libre y apacible será siempre el punto de mira de la ciencia política, por encima de toda moda.No prevalecerán los intentos de negar derechos individuales, ganados con siglos de sacrificio. Lo que ocurre es que la ciencia tendrá que buscar, mediante construcciones de "contenido", el resultado democrático que una "forma" no ha sabido depararle. Ya sabemos que no hay que ir por el camino equivocado;busquemos, pues, otro camino"
José Antonio Primo de Rivera 16 de enero de 1931

lunes, 6 de junio de 2016

El Socialismo.



El Socialismo Internacional y Nacional.





Socialismo, Sindicalismo, Cooperativismo.

 

Falange nunca fue Socialista, aunque reconoció la labor del socialismo primigenio premarxista, por los siguientes motivos:
 
El Socialismo postmarxista siempre ha sido en todas sus variantes enemigo declarado de la Fe y de la moral Cristiana (de dar ejemplo primero). Mientras Falange entiende al Hombre como Portador de Valores Eternos y un alma inmortal capaz de condenarse o de salvarse
 
 2º La Ideología de Falange no se basa en el Socialismo sino en el Sindicalismo. Un Sindicalismo que, en cuanto a la propiedad de las empresas medianas y grandes, deviene en auténtico Cooperativismo. El término "Socializar" debe ser excluido del léxico falangista a pesar de haber sido utilizado indevidamente en alguna ocasión.
 
El Cooperativismo no puede ser Socialismo porque es muy anterior a él. Es tan absurdo como decir que "Jesucristo era Socialista" en lugar de "los socialistas son Cristianos". Cosa que tampoco es cierta como todo el mundo sabe. Las cooperativas existieron en el mundo Cristiano mucho antes que los socialistas imposieran su equívoco término "Autogestión"
Sin embargo a nadie se le ocurre decir que el Socialismo equivalga al Cooperativismo porque el Socialismo siempre es estatalizador al servicio de un Estado usurpado por un Partido. La finalidad del Socialismo, por tanto, ni es el Cooperativismo, ni es el Estado al servicio de la totalidad, sino solo los intereses del Partido.
 
Mientras el Nacional Sindicalismo afecta muy principalmente a la propiedad de las empresas medianas y grandes con el Socialismo peligra todo tipo de propiedad porque en sus genes más profundos no reconoce más propiedad que la del Estado controlado por el Partido. 
- De ahí los grandes desfalcos de los partidos socialistas cuando alcanzan el poder enviando dinero a sus colegas del extranjero sin importarles el daño causado a la Nación, pues para ellos esto es algo secundario. 
- De ahi que el socialismo prefiera favorecer el movimiento okupa a realizar las necesarias inversiones en construcción de viviendas protegidas.
El Falangismo respeta totalmente la propiedad individual salvo cuando es necesario expropiar para realizar obras públicas con las consiguientes indemnizaciones. Algo normal en todas las Naciones.
 
5º A diferencia del Nacional-Sindicalismo, para el Socialismo los derechos del individuo no existen al estar estos condicionados por la opinión de los miembros de la comuna. 
Por ejemplo, en un socialismo la Comunidad de Vecinos puede votar que no quiere a un propietario de una de las casas como vecino, por su aspecto o sus ideas, lo que implica que debe abandonar la casa de su propiedad aunque sea ya pagada o heredada de sus padres.
- De ahí todo lo ocurrido tanto en los países comunistas como en el Nacional-Socialismo alemán.

 

José Antonio y el Socialismo.

José Antonio Primo de Rivera.

"Su postura frente al socialismo es sutil y diferenciada. Para él, el término "socialismo" tiene dos sentidos diferentes;

- ya sea para designar un movimiento socioeconómico justo que protesta contra la explotación del liberalismo capitalista,

- ya sea como sinónimo de despotismo colectivista (de cosmovisión materialista), traidor a las justas aspiraciones.

Si bien deja claro que, en su acepción positiva, se trata de una especie extinta.

Numerosas son sus declaraciones según las cuales el socialismo surge como exigencia justa frente a la injusticia social o como reacción de defensa de los oprimidos contra la tiranía económica ejercida por la burguesía capitalista:

“Por eso tuvo que nacer, y fue justo su nacimiento (nosotros no recatamos ninguna verdad), el socialismo. Los obreros tuvieron que defenderse contra aquel sistema, que sólo les daba promesas de derechos, pero no se cuidaba de proporcionarles una vida justa" [ ...]. El socialismo vio esa injusticia y se alzó, con razón, contra ella" [ ...]. La lucha de clases tuvo un móvil justo, y el socialismo tuvo, al principio, una razón justa [ ... ]. Lo cierto es que a los obreros, hasta que formaron sus sindicatos, no se les quitó los jornales de miseria y hasta que no fueron un peligro no se ocupó de ellos la derecha."

Equipara así el socialismo (original o premarxista) a las doctrinas que tienen como objetiva acabar con la explotación del hombre por el hombre por medio de una justa y humana distribución de la riqueza y las propiedades, y tiende bien a confundido con el simple deseo de justicia, con la reacción contra los sufrimientos de la humanidad, con la aspiración social y cristiana constante de la historia.

Habla bien del socialismo inicial, calificado utópico por Marx, por su ausencia de odio y rencor, su gusto por la armonía, su preocupación global omnicomprensiva y no limitada a un grupo, a una clase social, la clase obrera.

“El socialismo -dice José Antonio- era en un principio algo místico, algo sentimental, algo que suponía una especie de renunciación espiritual [ ... ] Si bien los primeros socialistas fueron casi unos poetas, el socialismo adquirió después una negrura horripilanre."

Se aproxima también a una de las corrientes socialdemócratas, lógica heredera del socialismo utópico. Según estos socialdemócratas, hay que ir a la socialización de la propiedad, pero a través de un proceso gradual durante el cual coexistirían las nuevas formas de propiedad de los medios de producción con las formas de propiedad privada en el marco de una economía mixta."

Karl Kautsky sostiene en su obra La revolución social que

“en una sociedad socialista pueden coexistir las más diversas formas de empresas: burocrática, tradeunionista, cooperativa e individual»."

Este socialismo democrático (de orígen no marxista) se preocupa por distinguir radicalmente estatalización y socialización.

Sus grandes teóricos, Otro Bauer, Karl Kautsky y Friedrich Adler, rechazan unánimemente el socialismo de Estado que trata de reemplazar la servidumbre capitalista por la esclavitud estatal.

Por último, Max Adler, Berstein, Jean jaures, Henri de Man, todos acabaron resueltamente con la famosa “cadena causal de la dialéctica hegeliana” al admitir lo imprevisto, la voluntad humana, los imperativos éticos que pueden cambiar el rumbo de la historia.

De forma parecida, José Antonio desea desmantelar el sistema capitalista:

"Desmontaremos -dice- el aparato económico de la propiedad capitalista que absorbe todos los beneficios, para sustituido por la propiedad individual, por la propiedad familiar, por la propiedad comunal y por la propiedad sindical". 

"El capital, en cuanto instrumento para el logro nacional de la producción, debe pertenecer a los productores mismos (en sus formas individuales o sindicales) o a la integridad económica nacional."

En cuanto a las nacionalizaciones, éstas afectarían al servicio de banca y a otros grandes servicios públicos.

Por otra parte, manifiesta su simpatía por el socialismo no leninista cuando dice en el Parlamento:

"El día en que el Partido Socialista asumiera un destino nacional, como el día en que la República, que quiere ser nacional, recogiera el contenido socialista, ese día no tendríamos que salir de nuestras casas a levantar el brazo ni a exponemos a que nos apedreen, y, a lo que es más grave, a que nos entiendan mal; el día en que eso sucediera [ ... ] podéis creer que la mayoría de nosotros nos reintegraríamos pacíficamente a nuestras vocaciones."

Un lejano parecido en los criterios del socialismo y del nacionalsindicalismo en materia de socialización de medios de producción y su común preocupación por el factor humano no debe, por otra parte, enmascarar las profundas divergencias que les separan.

Según José Antonio, existe, en primer lugar, un desacuerdo en cuanto a mecanismos del sistema econormco:

"Las personas que suponen que el régimen capitalista está en quiebra [ ... ] entienden que este régimen tiene que dar paso a una de estas soluciones: o bien la solución socialista, o bien la solución sindicalista. 

Poco más o menos, los socialistas entregan la plusvalía, es decir, el incremento del trabajo humano, a la colectividad organizada en Estado. 

En cambio, el sistema sindicalista adjudica esta plusvalía a la unidad orgánica del mismo trabajador [ ... ] La Falange optó por el sindicalista, porque creo que conserva en cierto modo el estímulo y da una cierta alegría del trabajo a la unidad orgánica del trabajador. 

El socialista parece que burocratiza un poco la vida total del Estado." 

El socialismo defiende la socialización por el Estado mientras que el nacionalsindicalismo es sinónimo de cooperativización.


Después, hay otras razones referentes a las circunstancias históricas. Si hoy en día, después de que el marxismo ha sido la ideología oficial de los partidos socialistas, una corriente enlaza con el socialismo utópico del siglo XIX, no es simplemente por rechazo de la revolución, sino por la imposibilidad de conducirla a término, por la evolución del capitalismo y la caída del imperio soviético.

Es necesario rendirse a la evidencia, no es posible la revolución conforme al esquema marxista; es preciso apuntar a otras soluciones, entre ellas, la reforma gradual por la vía democrática.

Por el contrario, José Antonio se encuentra en una situación prerrevolucionaria. Le parece inevitable la revolución. Hay, pues, que canalizarla, proceder a una reforma de estructuras de modo acelerado y autoritario para evitar la dictadura del Partido Comunista.

José Antonio se refiere constantemente al socialismo bolchevique, dictatorial y estatal, pero no se le puede acusar de proceder a una abusiva amalgama. En la España de los años treinta no hay otra cosa. La minoría que representa Prieto en el Partido Socialista es incapaz de consolidarse como vía democrática, de manera que el joven jefe falangista manifiesta:

"Una de las pretendidas soluciones es la socialdemocracia. La socialdemocracia conserva esencialmente el capitalismo; pero se dedica a echarle arena en los cojinetes. Esto es un puro desatino."

Teniendo en cuenta la situación del país, semejante solución es extravagante. El socialismo marxista-leninista de Largo Caballero, que aspira a la realización de la dictadura del proletariado, no tiene nada en común con el socialismo voluntarista y moralizante de Henri de Man o con el pragmatismo del laborismo inglés.

El socialismo ha degenerado en el marxismo de forma evidente y el más querido anhelo de José Antonio es que el nacionalsindicalismo sea una de las formas sociopolíticas que recoja la generosa aspiración del socialismo utópico y que prosiga su obra.

«La Falange no es más que la canalización del socialismo», decía a un cronista parlamentario (erróneamente).

Tal como lo concibe José Antonio, el socialismo es (o debería ser) una organización mejorada de la vida colectiva, cuyo objeto y consecuencia es la de integrar a los individuos en agrupaciones sociales o comunidades dotadas de autoridad moral para así cumplir una función educativa. El objeto central de este socialismo es la cuestión organizativa y no la lucha de clases. Su finalidad es la creación de grupos intermedios y profesionales y no el mero cambio del estatuto de propiedad.

Aquí se palpa que lo esencial del desacuerdo no radica ni en los mecanismos económicos ni en las circunstancias históricas, sino en que, según subraya José Antonio:

"el socialismo, contrafigura del capitalismo, supo hacer su crítica, pero no ofreció el remedio, porque prescindió artificialmente de toda estimación del hombre como valor espiritual." 

"De ello resulta que únicamente la revolución que propone la Falange puede hacer frente a la revolución socialista.'"

Para él, el futuro de la humanidad no depende del triunfo de tal o cual grupo en la lucha por los bienes materiales, sino en la exaltación de "nuevas" realidades humanas. Es en esto en lo que se opone radicalmente a la visión del mundo socialista.

El concepto de socialismo ha perdido en nuestros días todo sentido concreto. Muchísima gente se llama socialista dando al vocablo un sentido lo más amplio y difuminado posible. Esta palabra ha llegado a ser, para la opinión pública, más o menos sinónimo de bienestar material, de vasta legislación social y de redistribución del producto nacional a través de medidas fiscales, pero no designa ningún modelo definido de economía o sociedad.

Sin embargo, el socialismo, en tanto que factor constante de la historia humana, por lo menos desde que existe la ciudad o el Estado, tiene una significación profunda y concreta a la vez.

Igor Chafarevitch, matemático y filósofo ruso, en su libro El fenómeno socialista, en el cual analiza el socialismo desde la Antigüedad, escribe con objetividad:

“Manifiestamente, la ideología socialista tiene la virtud de imprimir un sello de fábrica, una marca estereotipada, a todos los sistemas que inventa, cualquiera que sea la época o el contenido. Por lo tanto, nos vemos obligados a concluir que el socialismo, existe como fenómeno histórico coherente. 

Sus constantes son las siguientes:

- Abolición de la propiedad privada (las doctrinas socialistas proclaman la comunidad de bienes mientras que los Estados socialistas se basan en la propiedad del Estado).

- Abolición de la familia (la comunidad de mujeres y la ruptura de relaciones entre padres e hijos).

- Hostilidad hacia la religión.

- Bienestar exclusivamente material (para los miembros del partido).

- Igualdad y abolición de la jerarquía en la sociedad (con una frecuente hostilidad frente a la cultura, como factor de desigualdad espiritual e intelectual). 

- Habría que añadir Hostilidad contra las clases medias y el aumento de impuestos y de la presión fiscal al comercio y empresas pequeñas y medianas. Socialismo y socialdemocracia están vivamente interesados en proletarizar las clases medias. Cuanta más hambre y miseria más aumenta el caladero de votos para la izquierda política.

"Pero al deshumanizarse el socialismo en la mente inhospitalaria de Marx, fue convertido en una feroz, helada doctrina de lucha. Desde entonces no aspira a la justicia social: aspira a sustanciar una vieja deuda de rencor, imponiendo a la tiranía de ayer –la burguesía– una dictadura del proletariado.
Para llegar ahí, además, el socialismo extirpa en los obreros casi todo lo espiritual, porque teme que, dejándolo vivo, tal vez los proletarios se ablanden al influjo de los vapores espirituales burgueses. Y así se aniquila en los obreros la religión el amor a la Patria.. ; en los ejemplos extremos, como el de Rusia, hasta la ternura familiar."


"El socialismo es la actitud de la lucha rencorosa entre las clases, reacción de la masa obrera contra las consecuencias del liberalismo económico. Envuelve un sentido de disgregación: clase contra clase, y hace perder la idea de la Patria como unidad trascendente, superior a los destinos individuales o de grupo.
– Sin embargo, un diputado socialista francés ha dicho en el Parlamento de su país que nada es más patriótico y nacionalista que el socialismo, aunque esto parezca paradoja, atendido su sentido internacionalista. Porque es lo cierto que las riquezas las quiere el socialismo para la nación, mientras que las demás teorías económicas mantienen la propiedad privada.
– Eso no pasa de ser un juego de palabras. El socialismo no recaba toda la propiedad para la nación, sino para el Estado, que quiere luego hacer coincidir con la nación como pieza geográfica, no como unidad histórica. "
. 

"La ideología socialista se esfuerza en reducir la personalidad del hombre a su más primitiva expresión, a la más rastrera, y para ello se apoya siempre en la más radical «crítica del hombre-."

Esta concepción del hombre, propia del socialismo, se opone radicalmente a la del nacional-sindicalismo.

El socialismo se basa en que los principios fundamentales que rigen la vida del individuo y de la humanidad tienen su origen en la satisfacción de intereses materiales e instintos elementales.

“El socialismo -escribe Ramiro Ledesma- no es otra cosa que el deseo de convertir en burgués al conjunto de los ciudadanos. El socialismo depende, pues, de la civilización burguesa y reconoce su superioridad, sin aportarle un solo valor original y nuevo.»

El socialismo considera la abolición de la familia y la comunidad de bienes como medios para llegar a una igualdad que no es, en el sentido que le da José Antonio, una igualdad de derechos y posibilidades, sino una igualdad de comportamiento, una unificación de personalidades.

A partir de aquí se comprende mejor la característica contradictoria de las doctrinas socialistas:

"proclaman una igualdad completa, la supresión de la jerarquía existente y, al mismo tiempo, una reglamentación tal que la hace imposible sin el ejercicio de un control absoluto y poderoso de la burocracia, fuente de desigualdad todavía mayor." 

El pensamiento joseantoniano, asumido por todos los fundadores que permanecieron en Falange, rechaza también los cimientos ideológicos del Socialismo Nacionalista:

"El nacionalismo eleva las características nativas (lengua, costumbres, paisaje) a esencias nacionales. Se empeña en considerar que son las características nativas lo que constituye una nación. Y no es eso: las naciones son aquellas unidades, de composición más o menos varia, que han cumplido un destino universal en la Historia. La unidad de destino (la realidad histórica y la finalidad) es la que une a los pueblos de España. Y entendida España así, no puede haber roce entre el amor a la tierra nativa, con todas sus particularidades, y el amor a la Patria común, con lo que tiene de unidad de destino. Ni esta unidad habrá de descender a abolir caracteres locales, como ser, tradiciones, lenguas, derecho consuetudinario, ni para amar estas características locales habrá que volverse de espaldas –como hacen los nacionalistas– a las glorias del destino común. ¿Qué amor al pueblo vasco es el de esos nacionalistas que colocan el apego a la tierra sobre el orgullo de los nombres vascos que hicieron retumbar el mundo con sus empresas bajo el signo de España?

El socialismo es también un movimiento incompleto. En vez de considerar a un pueblo como una integridad, lo mira desde el punto de vista de una clase en lucha con otras. Y lo que quiere no es mejorar la suerte de la clase menos favorecida, sino aprovechar sus torturas para agitarla por el camino de la revolución social. Así el movimiento socialista tiende a la proletarización de los obreros, es decir, a borrar las diferencias entre obreros incalificados y obreros calificados, con objeto de impedir que éstos destaquen de la masa propicia a la revolución; desdeña, además, al pequeño campesino autónomo, cuya vida es, a veces, mucho más dura que la del obrero; pero que no le sirve al socialismo para su revolución, y provoca, por último, con huelgas políticas la ruina de las industrias, porque lo que quiere es masas de proletarios sin trabajo, desesperados, que declaren la revolución. En las cartas cruzadas entre Marx y Engels, los autores del "Manifiesto comunista", se habla de los obreros llamándoles "la canalla destinada a hacer con sus puros la revolución

Como el socialismo solo busca la revolución social, hace del hombre una helada máquina de angustia y de odio, desligada de todo sentimiento. La religión, la patria, la familia, el pudor mismo, son extirpados del obrero como sentimientos burgueses". 

La igualdad socialista es una identidad de individualidades. La jerarquía contra la que lucha el socialismo se basa en cualidades individuales. Tiene como resultado una asfixia de la individualidad que despoja la vida de todo su sentido y atractivo.

Por el contrario, la igualdad Nacional-sindicalista es una igualdad de oportunidades. La jerarquía que defiende el nacional-sindicalismo es la superioridad natural basada en criterios espirituales y nunca materiales.

Manifiesta una afirmación fundamental de la potencia creadora de la persona humana. Para el nacionalsindicalismo, uno de los rasgos más acentuados de la vida espiritual, ligado directamente
a la existencia de la individualidad, es el sentido de la responsabilidad individual, no colectiva, de cada uno frente al grupo, a la familia, al municipio, al sindicato, a la nación o a la humanidad entera.

Sin embargo, toda ideología socialista es hostil a ello. "

Adaptado de Arnaud Imatz: José Antonio entre odio y amor.


Onésimo Redondo y el Socialismo.


"El socialismo significa, fatalmente, la ascensión a la cumbre de una nación de lo más ilustre de sus mediocridades, y la elevación de unas simples hipótesis tan pueriles como malignas a la categoría de normas de gobierno. 

El liberalismo asfixió a Europa en lo económico hasta provocar el marxismo, por la creación de una inmensa legión de desamparados, y en lo político, creando una guerra interior perpetua, por la elevación amañada de una "mayoría" electoral al despotismo del Estado. 

El socialismo conserva este abuso permanente de poder de las mayorías y sustituye la despiadada postergación del trabajo por la despiadada persecución del capital.

Así podemos hoy decir con sobrados argumentos, tomados de la historia, que el socialismo es una creación reaccionaria.

El escudo de la inmoralidad socialista es el cinismo.

Lanzan en cara a los demás sus propias lacras para despistar a las crédulas masas trabajadoras.

Por lo que llamen a sus adversarios conocemos lo que se les debe llamar a ellos.

Hay que acabar con España. El mejor método es el socialismo que arruina la producción, dilapida las riquezas acumuladas por muchos años de trabajo, manda a Francia el oro español, deshace la familia y es capaz, además, de ejercer una dictadura inmoral, sin educación cívica y sin escrúpulos de patriotismo".


Falange es Cooperativismo
Y Jerarquía en Democracia Orgánica.







Socialismo Nacional.

 

"El partido surgió al calor de la cultura racista y ultranacionalista de los Freikorps, unidades paramilitares que combatieron los levantamientos comunistas que se produjeron al término de la Primera Guerra Mundial.​ 

La defensa de una forma de «socialismo conservador» era común en sectores de derecha desde la época de Bismarck y hasta años después de la Primera Guerra Mundial, sectores que influyeron en el nazismo.​ 

Arthur Moeller van den Bruck, del Movimiento Revolucionario Conservador, acuñó el término «Tercer Reich»​ y abogaba por una ideología que combinara el nacionalismo típico de la derecha y el socialismo de la izquierda (...)

En un principio el discurso del partido se centró en la lucha contra las grandes empresas, con una marcada retórica anti-burguesa y anticapitalista; sin embargo, posteriormente fueron suavizando estos postulados y obtuvieron el apoyo y financiación de grandes empresas industriales y ricas personalidades. 

Desde la década de 1930, el partido orientó sus postulados al antisemitismo y al antimarxismo"

El origen del término “nacional-socialista” se remonta a la política étnica anterior a la Primera Guerra Mundial en Bohemia, región que en ese momento pertenecía al Imperio Austro-Húngaro. 

El término apareció por primera vez en 1904 en el Partido de los Trabajadores Alemanes de los Sudetes, cuyo nombre se modificó en mayo de 1918 a Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes ( Deutsch Nationalsozialistische
Arbeiterpartei ). 

Uno de sus ideólogos, el activista político alemán de los Sudetes Rudolf Jung, publicó en 1919 un texto detallado titulado Nacional Socialismo

El partido nazi alemán adoptó del de los Sudetes tanto su nombre como su programa político, al ser fundado en Munich en enero de 1919 por Karl Harrer y Antón Drexler bajo el nombre de “Partido de losTrabajadores Alemanes”. 
Hitler se asoció a los dos cofundadores en septiembre de 1919, y en febrero de 1920 el partido se rebautizó a sí mismo como “Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes”. 

El término “nacional-socialismo” remite a la pretensión del partido nazi de combinar en sí los
fundamentos de dos grandes ideologías rivales del siglo XX: el nacionalismo y el socialismo.

El socialismo alemán, que parte de la noción étnica del pueblo, la concepción racista del Estado (todo ello traducido simplemente en antisemitismo) y de la autocrática unificación de la voluntad de toda la nación en la de un Guía, Jefe, o Líder que ejerce el Führung o Jefatura, no tiene absolutamente nada en común, desde un punto de vista ideológico, con el Nacionalsindicalismo y ni siquiera con el Fascismo (a pesar de los orígenes socialistas del fascismo). Esto se constata claramente cuando se comparan los textos políticos de estos movimientos.

Es un socialismo que suprime la personalidad jurídica del individuo y la soberanía del Estado sustituyéndolos por la voluntad del Führer, que solo puede ser sustituido por otro Führer en lucha leonina.

"El poder de  Führung es esencial y necesariamente personal, es decir, un poder que no es colectivo, que no pertenece a varios, sino que corresponde y no puede pertenecer más que a uno solo. Este es el Führer. El poder de Fürung es un poder personal del mismo".

La anulación del individuo es compartida con todos los socialismos y con el comunismo.

La hostilidad del socialismo nacional contra el individuo se ha manifestado, en primer término, en la concepción racista del pueblo. Los pueblos no deben formarse por  libre consentimiento de los individuos que deseen vivir agrupados. Se impone a éstos el agrupamiento político según su raza. En esta formación del pueblo se toma tan poco en cuenta el individuo, que no se vacila en excluir a rejatabla a los que no responden a las condiciones raciales deseadas. Los ciudadanos del pueblo van a desaparecer como individuos. Se ha convertido en una Gemeinschaft.

En dicha Gemeinschaft, los individuos, como tales, nada representan. Sólo son algo como miembros de la comunidad.

En la Volksgemeinschaft la coordinación que constituye el pueblo en Gemeinschaft presenta un carácter peculiar consistente en que todos los miembros de dicha colectividad, toda vez que son de la misma sangre, hállanse empapados del "espíritu objetivo" del pueblo, presentándose por tanto como soportes del Volksgeist o estado particular de las conciencias individuales del pueblo.  Es decir, que los miembros de la colectividad piensan socialmente y no individualmente. Su personalidad es una personalidad de comunidad y no individual. Por dicha coordinación , un ser colectivo se superpone al individual, sin destruirlo; y aquel ser colectivo constituye una realida concreta al igual que el individual. Dicha comunidad espiritual está animada por un espíritu de camaradería, análogo al que existía entre los soldados del Frente. En la Volksgemeinschaft la Gemeinschaft forma en ella una realidad concreta y visible.

Uno de los principios fundamentales del nacional-socialismo es la exclusión del individualismo y el particularismo debiendo desaparecer todos los particularismos. Ya sean locales, territoriales, intelectuales o morales y todo lo que impida o altere la homogeneidad indispensable para la formación de un "espíritu objetivo" del pueblo.

Únicamente cuentan en el socialismo los individuos como personalidad comunitaria. Su personalidad individual no es tenida en cuenta. Como consecuencia de ello la actividad individual deberá orientarse exclusivamente en interés de la comunidad. Las necesidades particulares podrán satisfacerse solamente cuando con ello se dé satisfacción a los intereses comunitarios.

No teniendo ya personalidad individual, los individuos tampoco pueden pretender poseer derechos subjetivos. Sin embargo, vista su personalidad comunitaria, los mismos ostentan la situación jurídica  de miembros de la comunidad. La meritada situación está constituida por los deberes que les incumben. Al no poseer derecho alguno, no tienen tampoco a su disposición ninguna vía de derecho que asegure la propia protección. La intervención jurisdiccional sólo puede funcionar en provecho de la comunidad.

El derecho no es ya el ordenamiento de gobierno establecido para los individuos y a su provecho, a fin de regular sus relaciones. El derecho es  el ordenamiento vital de la comunidad, que tiende a segurar la vida y el desarrollo de aquella.


El poder personal del Führer, quien ejerce el monopolio del poder político y supuestamente representa la voluntad popular mayoritaria,  posee como caracteres propios ser originario, autónomo y autoritario:


- Originario en el sentido de que no ha sido conferido por el pueblo o una autoridad estatal, sino que lo posee por el solo hecho de ser Führer.

- Autónomo por no estar sometido a ninguna otra autoridad.

- Autoritario porque sus decisiones no son susceptibles de ninguna oposición.

Según el nacionalsocialismo la dictadura comprende una separación radical entre gobernante y gobernados mientras la democracia identifica al gobernante con el gobernado. La Führung  supuestamente se fundamenta en un estrecho contacto entre el Führer y el pueblo siendo el que más participa en el espíritu popular.

Esto significa que para llegar a Führer y ejercer la Führung es condición imprescindible proceder de los estratos más populares de la sociedad. Por ello es también un socialismo.

La limitación del poder de la Führung solo es de orden interno y subjetivo.

- Limitada por decisión del propio Führer.

- Limitada en cuanto a que las decisiones del Führer deben ser conformes al ordenamiento popular.

- El Führer está sujeto al Derecho pero puede cambiarlo sin que nadie esté capacitado para reclamar contra las leyes dictadas por el Fürher.

El Führer no puede por sí solo asegurar la Fürung. Precisa utilizar auxiliares, si bien los mismos deben ser tales que se respete el principio de autonomía del Führer. Como auxiliares, el Führer tiene Consejeros y Unter-Führer.

- Consejeros.  Son simples agentes consultivos de los cuales se rodea a fin que le proporcionen los informes técnicos y de hecho necearios para sus decisiones. Nombrados y revocados libremente por el Führer e interviniendo únicamente bajo su petición, le están estrechamente subordinados. De esta manera los primeros consejeros son los Ministros del Reich que son, además, agentes del Estado.

Poseen un poder de decisión propio pero condicionado a la subordinación jerárquica al Führer.

- Unter-Führer. Son agentes con calidad de Führer cuya competencia es efectuar en lugar de aquél y bajo su control, actos de Führung. Son Führers subordinados al Führer Supremo

La exclusividad solo existe para el Führer Supremo en lo que concierne al gobierno de la Volksgemeinsechaft. Pero para los Gemeinsehafen secundarios, el poder de gobierno pertenece a sus Unter-Führer.

La Fürung excluye al individuo, como tal, como objeto de su ejercicio, toda vez que aquélla no se puede practicar, según el nacionalsocialismo, más que con referencia a la comunidad. Esta idea es esencialmente socialista.

Por consiguiente, el régimen nacional-socialista implica en todos los campos un completo apartamiento del individuo. Jamás se le ve aparecer por ninguna parte. Cuando no se le puede esconder se le disfraza y convierte en "personalidad comunitaria".

Al igual que sucede en el marxismo y en menor medida en el resto de los socialismos Podemos afirmar que el nacionalsocialismo preconiza la eliminación del individuo, así como la desaparición del mismo en el mundo jurídico público. Al parecer lo considera como algo esencialmente nocivo para los altos fines de la Historia.

En cuanto a la Democracia Orgánica del Falangismo en el sistema Nacional Socialista brilla por su ausencia:

"Por principio el Estado Racista no admite que en ramos especiales, por ejemplo, en cuestiones de índole económica, se solicite el consejo o el dictamen de gentes que, debido a su preparación profesional y género de actividad, no conocen la materia del asunto que se trata. Es por esta razón que subdivide sus corporaciones en Cámaras Políticas y Cámaras Profesionales
(hasta ahí sin objección).
"Para garantizar una labor fecunda de cooperación entre esas cámaras, como instancia de selección,  un Senado permanente, al cual están subordinadas. En Cámara ni Senado alguno tendrá lugar jamás una votación, porque son organnizaciones de trabajo y no máquinas de sufragio. Cada miembro tiene voto consultivo, pero no voto de decisión, el cual es solo atributo del respectivo Presidente responsable".
Adolfo Hitler: Mi Lucha Capítulo IV. La Personalidad y la concepción racista del Estado

"Una ideología que, rechazando el principio democrático de la masa, aspira a consagrar este mundo en favor de los mejores, es decir, del hombre superior, está lógicamente obligado a reconocer también el principio aristocrático de la selección dentro de cada Nación, garantizando así el gobierno y la máxima influencia  de los más capacitados en sus respectivos pueblos. Esta concepción se funda en la idea de la personalidad y no en la de la mayoría".
Adolfo Hitler: Mi Lucha Capítulo IV. La Personalidad y la concepción racista del Estado

Para Hitler Caridad equivalía a debilidad. Sin embargo él ni siquiera tenía estudios superiores.

El partido único se justifica por representar supuestamente a una gran mayoría de la sociedad. Y se desprecia el modelo comunista e incluso el fascista por ser dirigidos por minorías.

Una hitleriana tan convencida como Savitri Devi afirma claramente:

"A pesar de su alianza con la Italia de Mussolini, el Führer se daba perfectamente cuenta  del abismo que separaba su "Weltanschauung", y su base biológica, con el Fascismo. El fascismo no era nacional-socialismo contrariamente a lo que parecía pensar un gran número de sus adversarios. Era un sistema político y económico, no una creencia más allá de la política. No se basaba, como el nacional-socialismo, en la importancia de la idea de la raza, en el ideal de la pureza racial.

Se trata de una ideología cuya doctrina social se teoriza con engañosa y deliberada ambiguedad debido a hecho de cimentarse sobre varios Mitos que deben creerse solamente a través de la fe en un intento se sustituir la religión tradicional. Es dificil hacerse una idea clara de sus pretensiones concretas leyendo sus textos políticos. Así quienes se aliaron con el nacionalsocialismo luchaban en el frente por una idealización de la defensa de la Europa Cristiana y Occidental que poco tenía que ver con los verdaderos pensamientos de los dirigentes nacional-socialistas que apoyaron a Hitler.

Lo más original de esta ideología, quizá lo único desde el punto de vista teórico, es su concepción del dinero como un mero "bono por trabajo ejecutado". Diferente a todo lo anterior y muy por encima de su concepción de la empresa. Si bien absurdamente identifica el "interés bancario" con la "raza judía".

Así mismo su concepto de salario obrero es el salario social, que se basa en un criterio proporcional con respecto al salario de los directivos de cada empresa. De forma que si un directivo cobra más, éste debe tamién subir el salario a todos los obreros proporcionalmente a sus propia ganancias. Esta genialidad es compatible con el concepto católico de salario justo y salario familiar pero no llega al criterio falangista del cooperativismo.

El socialismo nacional no fue un sindicalismo porque prohibió todos los sindicatos y no construyó nunca un sindicato vertical, limitándose a un símil del corporativismo que no llegó ni al nivel del italiano y a poner representantes del partido en las empresas que ejercían como jefes de empresa y jueces de honor sobre las cuestiones laborales y económicas dentro de las empresas.

Teóricamente parece una manera de simplificar el corporativismo centrándolo en la propia empresa y evitando que salga de ella. Sus supuestas ventajas o desventajas son:

- Según el nacionalsocialismo el obrero ya puede ser amparado recurriendo al Jefe de empresa, como nuevo jefe del empresario, en defensa de sus derechos. El cual, supuestamente, toma sus decisiones en base a cálculos matemáticos o de tipo pragmático.

- Según sus detractores, al no ser el Jefe de Empresa un cargo elegido libremente por los trabajadores, supone que el obrero que antes tenía un jefe ahora tiene dos.

Al final todo depende de la moralidad del Jefe de empresa impuesto por el partido.

Al margen del éxito o no de esta solución, puesto que los alemanes apoyaron a su Guía hasta el último día, lo único claro es que no tiene nada que ver con el sindicato de empresa, el sindicato vertical y menos aún con el Cooperativismo o la Democracia Orgánica. Tal vez con Educación y Descanso (Fuerza por la Alegría imitando a Dopo Laboro) o podría recordar lejanamente a los jurados de empresa...poco en cualquier caso.

En el Nacionalsindicalismo el productor (obrero) es copropietario de su empresa y pertenece al sindicato de su gremio. La gestión del Sindicato Vertical es también cooperativa.


Desde el punto de vista  pragmático las obras sociales del nacional-socialismo (como las ya mencionadas y otras como Oficio Nacional de Hogares Propios para la vivienda o el automóbil del pueblo) son tomadas del Fascismo. A ello hay que añadir la Seguridad Social, inventada en Alemania, seguros de jubilación, accidente y enfermedad...que han llegado hasta la actualidad.

Desde el punto de vista histórico el socialismo alemán también ejerció su influencia en aspectos patrióticos, marciales, antimarxistas o de unidad nacional, que siempre existieron con anterioridad al nacional-socialismo, y que siempre han llevado a algunas personas, poco aficionadas a la lectura, a pensar, erróneamente, que se trata de ideologías parecidas. Confundidas además por el hecho histórico de haber compartido trinchera, frente al socialismo internacional, Guerra de Liberación y en el frente ruso enrolados en la división azul de voluntarios durante la II G.M.  Incluso algunos falangistas equivocados, o seguidores de interpretaciones primitivas del nacionalsindicalismo contrarias a la de José Antonio Primo de Rivera, que tampoco se parecen al socialismo nacional, han participado de este error.

El único parecido es en los aspectos sociales más pragmáticos que tanto nacional-socialismo como nacional-sindicalismo adaptaron a su manera inspirándose en las grandes obras sociales del fascismo (Instituto Nacional de la Vivienda, Instituto Nacional de Colonización, Educación y Descanso...).

Los enemigos de España y de Falange (que son los mismos) siempre intentan simplificar lo realmente complejo con el fin de desprestigiar el Nacionalsindicalismo, a pesar de la neutralidad de España en la II G.M. y del gran número de judíos salvados por Franco y Salazar.

El Frente Alemán del Trabajo.


Los jefes del Frente del Trabajo eran los jefes del patrono.

El obrero estaba al servicio del patrono quien era su líder.

No existía representación obrera y el salario se fijaba de acuerdo con el trabajo realizado.

El descanso del obrero estaba reglamentado y organizado por un servicio especial llamado Kraft durch Freude (Fuerza por la Alegría), en el que se apoyaba un nuevo concepto de vacaciones para el obrero pagadas por el Estado.

El DAF fue creado después de que los sindicatos alemanes fueran suprimidos en mayo de 1933 por el Partido nacional-socialista, después de que Hitler subiera al poder.

Estuvo presidido por el jerarca nacional-socialista Robert Ley y reunía en su seno tanto a trabajadores como a empresarios al estilo del corporativismo italiano, prescindiendo de la lucha entre clases esgrimida por las organizaciones izquierdistas.

A pesar de su discurso sindicalista, el poder real del DAF fue limitado y su influencia se ciñó a determinados ámbitos más relacionados con la propaganda, como la organización de actos culturales y deportivos.

Llegó a contar con 25 millones de afiliados e influencia dentro del entramado estatal.

"Hoy es precisamente el obrero alemán el mejor y más leal apoyo de Adolf Hitler y de su régimen. Los puntales más firmes del marxismo no eran solo los partidos políticos, sino en particular los sindicatos. Estos sindicatos que en sus comienzos habían sido movimientos obreristas y que con absoluta independencia de la política se habían impuesto el cometido de lograr para el obrero el necesario prestigio, iban en las postrimerías del siglo pasado a remolque de los partidos políticos.
Poco a poco se fueron haciendo un simple medio político para facilitar a los caciques del partido la consecución de sus objetivos. En los años de la post-guerra era difícil para un extraño distinguir un simple funcionario del partido de un secretario de sindicatos. Las organizaciones sindicales se habían vendido a los partidos políticos, estaban entremezcladas con ellos y era una cosa más que lógica y prudente el que el Estado nacionalsocialista aniquilase este último refugio de la concepción del mundo marxista y centrista. Pero de ningún modo quiere esto decir que el Estado nacionalsocialista fuese contra el elemento obrero."
Robert Ley.

Tomado en parte de Roger Bonnard: El Derecho y el Estado en la doctrina Nacional-Socialista.

Como siempre la definición más brillante es la de José Antonio quien se declaraba nacional pero no "nacionalista" ni tampoco socialista y mucho menos racista. Onésimo se definía "nacionalista español" pero matizaba lo que para él significaba esa palabra.


El Hitlerismo.


"El Hitlerismo tiene algunos principios esenciales que coinciden con los nuestros, pero tiene características alemanas y luteranas que, evidentemente, no se encuadran en la idea romana de universalidad y, ni siquiera, en la española y estos principios se resumen en la palabra "racismo".

Ninguna mente española, educada en la secular tradición de la civilización como hecho espiritual, como dignificación otorgada o impuesta al hombre, incluso al que más se diferencie de nosotros en sus particularidades físicas o biológicas, puede aceptar absolutamente el rígido criterio exclusivista de los racistas alemanes.

Consideramos el criterio del Arianismo, de la pureza de la raza, seguido por Hitler en Alemania, no solo como una ingenuidad científica, sino como una auténtica negación de lo que constituye la esencia misma  de la civilización cristiana y del imperialismo español; que es un imperialismo de cruzada, y que aparece unido, si no se identifica, con el concepto misionero.

Un español no considerará repugnante nunca casarse con una judía y se preocupará, en tal caso, de convertirla; tendrá a gloria añadir a su comunidad una raza distinta, y no excluirla de ella. En resumidas cuentas, para nuestro "fascismo", la palabra "raza" no es, y no será nunca, una barrera".

El "fascismo" de José Antonio "no admite persecuciones y no es, en su naturaleza propia, violento. Los excesos que se produjeron en Alemania, ciertas medidas pseudocientíficas, como la de la esterilización, no las acepta Primo de Rivera.

Y con estas palabras la breve entrevista se termina; colgué el micrófono y el lejano cortijo Andaluz desapareció como por arte de magia. Ante mí, todavía desdoblado en la mesa, está el último  número del órgano socialista madrileño, destilando odio e irreprimibles rencores, lleno de insultos, de amenazas, de deseos catastróficos y de incitaciones al asesinato de simples conferenciantes y escritores de derechas, con los nombres y apellidos del blanco recomendado".
Il programma del Fascismo Spagnolo esposto dal suo Capo. Entrevista de Ricardo Forte a José Antonio 4-1934.

Afirma Velarde que el nacional-socialismo alemán es socialismo en el pleno sentido de la palabra y que su carácter estatista no es aceptado por José Antonio. Si bien  

"unas veces se muestra escéptico o irónico" y otras "lo reputa como cosa interesante".

Se puede apreciar u odiar pero indudablemente el nacional-socialismo y su historia son interesantes. O si no que se lo pregunten a ciertos medios de comunicación que pretenden que conozcamos mejor la historia alemana (vista por los ingleses) que la propia historia de nuestra nación.

"Se ocupó de la situación de Alemania y Rusia, y dijo que solo Italia es la salvaguardia de los principios occidentales"
Don José Antonio Primo de Rivera en Santander. La Nación 16/08/1934

La influencia ideológica del nacional-socialismo es nula o marginal en el pensamieto de José Antonio. Para convencerse de esto basta citar algunas declaraciones suyas en las que considera el fenómeno alemán no solo diferente al italiano sino opuesto a él:

"Ejemplos de lo que se llama Estado totalitario son Alemania e Italia, y notad que no sólo no son similares, sino que son opuestos radicalmente entre sí; arrancan de puntos opuestos. El de Alemania arranca de la capacidad de fe de un pueblo en su instinto racial (...) Alemania vive una superdemocracia. Roma, en cambio, pasa por la experiencia de poseer un genio de mente clásica, que quiere configurar un pueblo desde arriba. El movimiento alemán es de tipo romántico; su rumbo, el de siempre (...). Nadie puede con razón confundir el movimiento alemán racista (y, por tanto, antiuniversal) con el movimiento mussoliniano, que es como Roma (la Roma imperial y pontificia) universal por esencia, es decir, católico".
José Antonio. Resumen de discurso en La Nación 1933.

Gimenez Caballero, amigo y discípulo de Mussolini mantenía estrechas relaciones culturales y de otros tipos con la comunidad judía, participa también ingenuamente de esta idealización joseantoniana de su primera etapa política y expone de forma sistemática esta idea:

"Lo que distingue al "fascismo alemán" del "fascismo italiano" es, simplemente, la forma de la cruz que defienden ambos; la cruz católica y la cruz esvástica. La cruz mediterránea o latina y la cruz aria o germánica. Una, la romana, cuya esencia está basada en la fraternidad racial; otra, la prusiana, cuya esencia está basada en el orgullo de la raza. La diferencia de ambos fascismos está, pues, en que el alemán es un fascismo pagano, y el de Italia cristiano, Para el jerarca católico, la gradación humana es independiente de la sangre. Para el jerarca ario, la gradación humana está condicionada por la raza. Lo uno es catolicismo. Lo otro, racismo".

En una cita añadida en 1939, ridiculizando la súbita preocupación racista y antisemita italiana, influenciada por el acercamiento germano-italiano escribe:


"España, en el problema racista, deberá tener en cuenta estas dos advertencias fundamentales. Primera, que nosotros somos un pueblo integrador de razas, jamás racista. No somos de esa gente que tiene miedo del al amor y a los lunares de la cara. España es la catolicidad. Moros, luteranos, judíos y cuáqueros. España los acogió y los acogerá bajo su signo fundidor y antirracista.
La segunda advertencia que España deberá tener en cuenta en el problema de la raza es la siguiente: la raza es sólo un concepto relativo para nosotros y únicamente aceptable en su categoría más espiritual y mística".

José Antonio va más lejos en cuanto a la distinción estre fascismo y nacionalsocialismo al afirmar:

"El hitlerismo no es fascismo. Es antifascismo, la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia, una expresión turbulenta del romanticismo alemán. En cambio Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón"
Luz de Madrid 1934.

Por otra parte, Cantarero del Castillo (1976) señala que si por la vía naconalista hay en el falangismo fundacional una influencia, ésta es la fascista y no la nazi, añadiendo que si bien Ramiro Ledesma parece demostrar alguna vez una cierta indecisa simpatía por el nacional-socialismo, José Antonio no se sintió en absoluto atraído por la experiencia hitleriana.

Adolfo Rincón de Arellano hablando de José Antonio dice:

"Con respecto a su relación con la Alemania nacionalsocialista, puedo decir que estuvo en desacuerdo en muchas cuestiones y que en el verano de 1934 las apuntó en su discurso del Ateneo de Santander, lo que me recordó en 1935 cuando le pedí una beca àra ampliar estudios en aquella nación, al decirme: 
Los alemanes, que toman nota de todo, no se han olvidado de mi discurso de Santander, donde tú también estuviste, y desde entonces no tengo ningún amigo en la Alemania oficial".

Otro detalle de cómo juzgaba el Jefe de la Falange al nacional-socialismo alemán y a su Führer lo ha proporcionado la gran artista española Ana de Pombo:

Iba de paso para Alemania (José Antonio), donde se entrevistaría con Hitler. Al regreso  me dijo:

"Con este hombre no nos entenderemos nunca. No cree en Dios"

"En la primavera de 1934, José Antonio visitó Alemania, pero no vio a Hitler y regresó a España deprimido a causa de los nazis. Meses antes había tenido la misma experiencia en Italia, recibiendo muy mala impresión de su corta visita a Mussolini"
Hugh Thomas. 

Falange se declaraba católica y las ideologías totalitarias eran incompatibles con el cristianismo.

Según Serrano Suñer

"Tenía con aquellos (Estados totalitarios) cierta semejanza externa y formal, pero nada más" 

Pero  se dió la circunstancia de la ayuda alemana al bando nacional durante la guerra civil. Ayuda que alemania se cobró en metálico en su totalidad (cosa que no hizo Italia) y además con los intereses de la División Azul. Pero esa circunstancia les había convertido, durante un tiempo, en aliados.


Según Manuel Penella en marzo de 1937 el papa Pío XI había denunciado la incompatibilidad del nazismo con el mensaje evangélico; expresamente con la encíclica Mit brennender Sorge el papa había condenado el racismo. Pero la Iglesia española había silenciado el mensaje. 

Sólo por ese desmayo pastoral se puede entender que Pilar Primo de Rivera, mujer muy devota, viajase muy confiadamente a Alemania en mayo de 1938.

En Breslau, ante una demostración neopagana de las Juventudes Hitlerianas, la hermana de José Antonio derramó lágrimas, herida en su sensivilidad. Lo mismo que le pasó a ella, les pasó a los demás visitantes falangistas del III Reich.

Sin embargo muchos de estos falangistas solo tenían ojos para las autopistas y para los jardincitos que había en las fábricas alemanas. En su defensa hay que decir que solo se fijaban en lo que de positivo veían en el III Reich, puesto que su cara más siniestra permanecía oculta. 

Pocos, aunque importantes como Girón de Velasco o el propio Franco, fueron los falangistas que dieron importancia a las vejaciones que sufrieron los católicos austríacos tras el Anschluss, o los polacos, tras la alianza de Hitler con Stalin para repartirse un país católico como Polonia. 

Ésta alianza con el enemigo provocó un desconcierto que se cubrió con un velo de silencio.

Pero este velo de silencio también tenía un significado y éste era, nada menos, que la instauración de la desconfianza hacia Alemania en los altos cargos del Estado Nacional que tuvo como consecuencia la neutralidad y no-beligerancia de España en la II Guerra Mundial. 

Quien mejor narra esta visita de José Antonio a Alemania es Felipe Ximenez de Sandoval. La exponemos a continuación aunque resulte repetitiva:


En mayo de 1934, José Antonio emprende un viaje a Alemania. Quiere conocer por sus propios oojs y oídos sagaces lo que es en realidad el experimento «nazi», tan desfigurado por la Prensa y la propaganda adversas. 

La nueva Alemania aún no ha dado los primeros pasos ruidosos de su despertar -que habría de asombrar al mundo--, sino que trabaja en un silencio de febril actividad para poner en marcha su energía secular. 

El fenómeno nacional socialista -todavía en sus balbuceos- atrae la curiosidad de José Antonio antes de que los noticiarios de cine difundan por el mundo la espectacularidad de sus Congresos de Nüremberg, la arquitectura de la casa del Partido en Munich, la disciplina de la ocupación del Sarre, la mística castrense del rearme de Renania, la entrada en Viena, Praga, Dantzig o Memel y los ataques en picado de las formaciones de «Stukas». 

A José Antonío Ie interesa el experimento del III Reich mucho antes de que nuestra guerra de Liberación ponga ante la mirada de España las simpatías de Alemania hacia nuestra .causa: mucho antes de que la Falange establezca la camaradería con los camisas pardas que nos habían precedido en las luchas callejeras contra el marxismo.

El genio intuitivo de José Antonio no se abría a la· curiosidad cuando el deseo o la necesidad de conocer son irremediables. Su apetencia de saber le llevaba a buscar las cosas grandes desde sus orígenes. Por eso, luego de haberse impuesto teóricamente de la ideología nacional- socialista por detenidas lecturas del Mein Kampj, de Hitler, y Der Mythus, de Rosemberg, y sus antecedentes nietzscheanos, decide ir a ver cómo es en la realización toda aquella teoría de profundo germanismo, de romanticismo esencial alemán que se llama el nazismo.

Como todavía no es más que un joven Diputado y el Movimiento que dirige no ha traspasado las fronteras ni le ha dado aureola de popularidad, espera del viaje los frutos más sabrosos, que son los
obtenidos por la observación directa en la plaza pública, con buenos camaradas alemanes y españoles conocedores del ambiente.

Nada de programas oficiales, condenados casi siempre a la esterilidad por la cargazón de visitas y estudios y la prolijidad de pormenores ininteresantes. 

Nada de coacción para el ver y el oír, de acompañantes oficiosos que muestran el anverso y ocultan el reverso de las situaciones políticas. Bien está la explicación somera sobre tal o cual manera de organización, funciones o procedimientos de la máquina política.

Pero lo más interesante es el estudio de la adaptación de un sistema a un pueblo y de un pueblo a un sistema; la observación de las reacciones sentimentales frente a los hechos nuevos y trascendentes; el análisis de los resultados ya obtenidos y la adivinación de los éxitos por lograr. Cosas que un espíritu sutil advierte en la voz de los hombres, la risa de las mujeres, el juego de los niños, la música de la plaza, la alegría o melancolía del bar, el color de los trajes de la gente, el ritmo de moda y mil pequeños detalles más de la masa humana que vive la experiencia.

José Antonio no conocía Berlín ni apenas Alemania.

Le pilotan por la inmensa capital prusiana algunos amigos. El inseparable de aquellos días por los cafés de la Kurfürstendam, los Museos de Pérgamo y del Kaiser Guillermo, por el Unten der Linden, que aún tiene tilos; por el Tiergarten, con cisnes y ardillas, y por el Wansee, ya alborotado de blancas velas de balandros y rojos bañadores de muchachas nadadoras, es Eugenio Montes. Con ellos, a veces, González Ruano y otros periodistas y estudiantes de Medicina, Derecho, Arquitectura, Ingeniería, Filosofía o Música. Eugenio le hace comprender muchas facetas del carácter alemán y muchas razones afiladas del nacionalsocialísrno, José Antonio comprende -la comprensión de José Antonio se repartía en amor y crítica- y selecciona del nuevo sistema político-social de Alemania lo que puede aprovechar a la mentalidad de la juventud española en busca de un nuevo ideal de disciplina y fe en la Patria.

Algunos dirán -lo dicen siempre en su tosquedad de analfabetos o su pedantería de autodidactos- que el viaje de José Antonio -como el anterior a ltalia- ha sido para «copiar». No entienden que ha sido para «aprender». Plagia, copia, parodia o falsea quien carece de genio creador. El genio creador aprende, consciente de que la Genialidad -por muy espontánea que sea- necesita el pulimento de la confrontación. José Antonio, que comprende perfectamente el genio de España, adivina todo cuanto ese genio puede aprovechar o repeler del genio alemán cuajado en el nacionalsocialismo hitleriano.

Hay cosas en el sistema germánico que le gustan o le disgustan. Mentalmente toma nota de ellas, aun cuando, en apariencia, su mirada sea ligera y fugitiva.

A su regreso a España, la Falange recibirá nuevas consignas de vigor y de espiritualidad, de cosas y hechos diferenciales aprendidos a través de un paseo por un bosque, de la visita a un Centro cultural o, simplemente, de la presencia como espectador callejero de un desfile de la S. A. o del Ejército, todavía triturado en Versalles, pero próximo al desperezamiento enérgico, que le conducirá a las victorias de Polonia, Noruega y Francia. 

En el libro Falange, hoy, de Miguel Veyrat y José Luis Navas-Migueloa (Madrid, G. del Toro, 1973), el viejo camarada de la Falange valenciana Adolfo Rincón de Arellano,· hablando de José Antonio, dice en la página 265:

«Con respecto a su relación con la Alemania nacionalsocialista, puedo decir que estuvo en desacuerdo en muchas cuestiones y que en el verano de 1934 las apuntó en su discurso del Ateneo de Santander, lo que me recordó en 1935 cuando le pedí ayuda para obtener una beca para ampliar estudios en aquella nación, al decirme:


"Los alemanes, que toman nota de todo, no se han olvidado de mi discurso de Santander, donde tú también estuviste, y desde entonces no tengo ningún amigo en la Alemania oficial".»

Quizá aquel discurso y la posición de José Antonio ante la Alemania nacionalsocialista tuviera algo que ver con la negativa del Secretario Político del Ministerio de Asuntos Exteriores del III Reich, Ernst Von Weizsácker, a la petición del Cónsul germano en Alicante, Von Knobloch, de autorización para liberar a José Antonio preso, en el verano de 1936.

Otro detalle de cómo juzgaba el Jefe de la Falange al nacionalsocialismo alemán y a su «Führer» lo ha proporcionado la gran artista española Ana de Pombo, al decir en un reportaje que le hicieron en
A B e, de Madrid, acerca de sus Memorias, estas palabras:

«En París recibí un telegrama de José Antonio Primo de Rivera en el que me anunciaba su llegada. Fui a buscarle. En un día de frío terrible, bajó del tren sonriendo, sin abrigo y sin sombrero. Iba de paso para Alemania, donde se entrevistaría con Hitler. Al regreso me dijo:

"Con este hombre no nos entenderemos nunca. No cree en Dios".

Breves días pasó José Antonio en Berlín; breves, pero intensos para la amistad y el conocimiento. De su estancia en la capital alemana nos queda un autógrafo magnífico en el álbum de la Pensión Latina -albergue de universitarios y periodistas españoles-, frecuentadísima por él, en busca siempre de la cordial camaradería, tan difícil de encontrar en el hall o el bar de los grandes hoteles de tipo cosmopolita, donde se intriga en amor, amistad o política en el ambiente esnobizado. Estas palabras de José Antonio tienen la emoción poética y profética de todo cuanto escribió. Por ser de las raras que de él se conocen escritas en el extranjero, son hoy un poco como la piedra de fundación de la Falange Exterior. Dicen así:

«Con un recuerdo -agradecido a esta hospitalidad- para la España que acaso no existe físicamente, pero que existe en lo eterno, como las verdades matemáticas, y que volverá a proyectarse en la
Historia.
-José Antonio Primo de Rivera. 6 mayo 1934.»


Hedilla, quien a veces era materialmente asediado por los visitantes, testimonia desvinculándose de los "extranjeros".  

Sin embargo puso a los alemanes como instructores a dirigir las Academias Militares Falangistas, lo que significaba que los falangistas serían instruidos por nazis alemanes y esta fue la causa verdadera de su caída en desgracia.
 
Hedilla, máximo responsable de la Junta de Mando, no tardó en anunciar la creación de varias academias -entre ellas una en A Coruña- para las que solicitó el envío de instructores alemanes a través del embajador Von Faupel.

"Tuve relaciones naturales con los embajadores de Alemania y de Italia y con personalidades de los dos países. Roberto Farinacci me invitó a visitar Italia y me aportó saludos de Mussolini

Hitler me dedicó un ejemplar de una edición fastuosa, limitada a cien ejemplares, de su «Mein-Kampf». 

En cualquier instante, y con cualquier extranjero, mantuve las distancias, correctamente, y sin ocultar, por otra parte, mi simpatía hacia los que con nosotros cooperaban a la guerra. 

Pero nunca acepté indicaciones, sugestiones, normas de ningún extranjero". 
 
Ello a pesar de que su secretario personal era un espía nazi a las órdenes de Hitler.  
 
Leon Degrelle, "el hijo que a Hitler le hubiese gustado tener", fundador del movimiento Rexista, aseguró haber tenido amistad y relación política con José Antonio Primo de Rivera
desde 1934.
 
"Puedo decir que teníamos una gran comunidad espiritual. La Falange y el Movimiento Rexista estaban unidos por una gran base cristiana. Los dos nos preocupábamos más de los valores espirituales, porque para nosotros conseguir el poder no era solo tener el mando político o el posible interés material del hombre. Por encima de todo estaba nuestra responsabilidad espiritual, no para convertir nuestro movimiento en una religión nueva, sino para permitir la libre expansión de los libres valores morales y religiosos"

En 1934, José Antonio Primo de Rivera le nombró número uno de la Falange del exterior. 

"Soy el único extranjero en el mundo que tiene la Medalla de la Vieja Guardia. Y como detalle curioso, diré que mi enlace con José Antonio era un señor rico, cuyo apellido es conocido por todos los españoles por sus industrias, entre ellas por la que más popularidad le ha dado, que es la cerveza. Me refiero a Alfredo Mahou. Este me hacía llegar las cartas de José Antonio y llevaba las mías al jefe de Falange Española"
.

Pues con eso está todo dicho. El pensamiento falangista de José Antonio procede de fuentes cristianas no tiene nada que ver con el paganismo germánico ni con el Estado Racista. Ni siquiera con el Nacionalismo ni con el Socialismo.

 Influencia en el Jonsismo.



El Jonsismo de los primeros años se dejó deslumbrar por los éxitos iniciales del Nacional-socialismo y su organización pero su influencia ideológica no pasó de ser meramente superficial.

Resulta interesante que ni el antisemitismo ni el racismo influyó demasiado en los jonsistas españoles aunque es posible hallar algunas manifestaciones mínimas de estos componentes en el semanario JONS pero que, por su excepionalidad, no demuestran que existiera una corriente digna de denominarse como tal.

Cuando publica su conocido Discurso a las juventudes de España en 1935 Ramiro Ledesma Ramos nos dejó una última referencia a su preferencia por los llamados Nacional-Bolcheviques alemanes, concretamente por Gregor Strasser, el máximo representante del ala izquierda del partido nacional-socialista y un personaje de la máxima importancia en la organización y el triunfo de este partido.

Así, tras haber sido liquidado éste por orden de Hitler en la noche de los cuchillos largos de 1934 escribe Ramiro reivindicando su memoria y decantándose abiertamente por la opción que representaba este grupo del partido nacional-socialista:

"¿Hasta qué punto se realizará la revolución nacional alemana y qué destino le espera? Las jornadas de castigo en junio de 1934 demostraron su enorme capacidad patética y dramática.
En ellas murió Strasser, el nacional-socialista más identificado con los intereses verdaderos de las grandes masas populares, y en ellas hizo su aparición por primera vez ante las juventudes el espectro de la desilusión y el desaliento.
Todo parece hoy conjurado, y Hitler, al frente de los destinos de Alemania, al frente de setenta millones de alemanes, escoltado por los dos mitos de la raza y de la sangre, es y constituye, sea cual fuere su ulterior futuro, uno de los fenómenos más patéticos, extraordinarios y sorprendentes de la historia universal".

(Según el diccionario patético significa "Que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía").

 
Gregor Strasser habría dicho proféticamente y con frecuencia:  
"Hitler nos mandará matar, nosotros no tendremos una muerte natural".


Preferencia que habían constatado los propios enviados nacional-socialistas a España, que rápidamente se percataron de esta orientación

A diferencia del futuro Führer, la concepción política de Strasser ponía mucho énfasis en la mejora de las condiciones de vida de las clases trabajadoras y la solidaridad con los pueblos oprimidos del mundo.

Strasser es quien crea un sindicato del partido nazi y quien, asimismo, aboga por la creación de un sistema nacional de pensiones, similar a la caja de solidaridad que ya mantenía el NSDAP y que tan buenos resultados le había dado.

Strasser propugnaba el respeto a la propiedad privada, pero mantenía que la propiedad debe ser a la vez social y sujeta a las necesidades de la nación. Solía ilustrar esto con el ejemplo del servicio militar, pues siendo privado y libre el ciudadano seguía teniendo la obligación de servir a la comunidad e incluso de morir por ella en casos de extrema emergencia. 


La Posición de F.E.D.


Queda bien clara en esta entrada que trata sobre los dos socialismos más antagónicos.

Puesto que el socialismo internacional solo son una cuadrilla de chorizos y sinvergüenzas y los comunistas una mafia satánica de asesinos psicópatas,  insistimos en los motivos de nuestro rechazo al socialismo nacional como ideología política. Rechazo que no se fundamenta en la propaganda de los vencedores de la II G.M. sino en los propios hechos y textos del nacional-socialismo inicial. Ni está condicionado por sucesos históricos como la ayuda en la guerra civil, que se pagó íntegramente hasta el último marco, aunque fue compensada con la compra de wolframio, piritas y otros metales, o la división azul de voluntarios que lucharon a las ordenes de Hitler exclusivamente contra el comunismo en el frente soviético y saldaron con creces la deuda de sangre.

Estas realidades son:

- El racismo y la autocracia son ajenos a la forma de ser de los españoles.

- En "Mi Lucha" se puede apreciar el "pensamiento racista" nacional-socialista como una mera estrategia de poder sustitutiva de la religión. Aún así mantuvo, en una primera fase, el luteranismo como religión oficial y consiguió seducir inicialmente al partido católico.

- Hitler masacró a varios líderes nacional-socialistas, que eran los más afines a las JONS, en la "noche de los cuchillos largos". Concretamente a los más sindicalistas.

- Hitler no tuvo reparos en aliarse con Stalin para invadir una nación católica.

- La invasión de la URSS salvó al matarife de Stalin de una grave crisis institucional interna que amenazaba con quiterle de enmedio, tras la muerte por hambre, reconocida por él mismo, de 15 millones de Ucranianos y otros muchos millones más de asesinados. Gracias a la invasión alemana y al trato denigrante que ésta dió a los rusos consiguió la unión de todo el pueblo entorno a su persona y su posterior mitificación.

De haber tratado al pueblo ruso como hubiese hecho un auténtico libertador político éste se hubiese pasado es masa a sus filas. Hitler salvó a Stalin.

- La consecuencia de su ambición y sus errores fue la ruina de su patria y la muerte de millones de alemanes. Y encima se despidió culpando al pueblo alemán.

- La consecuencia de su acción política, en lo que actualmente nos afecta, fue la aniquilación, en todo el mundo, de casi todas las fuerzas políticas cristianas, nacionales y sociales salvo la España de Franco y el Portugal de Salazar. Hasta en nuestros días. Éste y no otro es el verdadero legado de Hitler.






Cuéntame...Lo que no nos cuentan.

 


El socialista Julian Besteiro sería el primero en intervenir durante el golpe de Segismundo Casado. Durante su discurso siempre tuvo al lado a Casado. Las caras de los presentes hablan por si solas de la trascendencia del momento.

"Muy pocos de los antiguos partidarios del Frente Popular se sintieron vencidos después de la guerra, a pesar de las depuraciones y los juicios que hicieron los vencedores.

Habían sido testigos de la enorme corrupción, el terror, los asesinatos, las luchas civiles y el odio que hubo entre las propias izquierdas y para colmo contemplaron la huida de sus jefes cargados de tesoros.

Así que a la mayoría no les quedaban fuerzas como para seguir creyendo en aquel Himalaya de mentiras (según lo calificó el propio Besteiro) que el Psoe, ese partido que fue de radicales de extrema izquierda, de criminales de guerra, de golpistas, de chequistas y de ladrones, gobierne hoy en España, es una afrenta a lo poco bueno y honesto que pueda haber en este mundo".
Pío Moa.

 

Hitler y Stalin, ¿posesos?

Las acciones que hizo Pio XII para quebrar el poder de Satanás.

 

Marta Robin y cercanos a Pio XII hacen revelaciones.

El demonio existe, es un ser real y ha habido hombres que han sido especialmente influenciados por él. Por ejemplo Hitler y Stalin.




Las purgas de Stalin con millones de víctimas, el holocausto de cientos de miles de judíos organizado por Hitler y sus seguidores, han sido los crímenes más famosos, pero sin olvidar los de los comunistas  Pol Pot, de Mao Tse Tung o Lenin… las limpiezas étnicas en varias partes del mundo, los narcotraficantes o los terroristas que matan sin piedad… y el gran asesinato del abortos, como claros ejemplos de la influencia del maligno en el mundo.

HITLER Y STALIN POSESOS.


Adolf Hitler y el líder ruso Stalin estaban poseídos por demonios, dijo el padre Gabriele Amorth. Él hizo sus comentarios durante una entrevista con Radio Vaticano.

El Padre Gabriele dijo:

“Por supuesto que el diablo existe y que no sólo puede tener una sola persona, sino también a grupos y poblaciones enteras, estoy convencido de que los nazis estaban todos poseídos. Basta pensar en todo lo que Hitler y Stalin hicieron. Casi todos ellos estaban poseídos por el diablo. Me doy cuenta por su comportamiento y acciones, por los horrores y atrocidades que se cometieron, estaban bajo las órdenes del diablo.”

De Stalin decía su hija Svetlana:

“Mi padre estaba poseído por un terrible demonio. Él consideraba la bondad y la misericordia peores que un gran delito”.


Hitler, decía el general Jodl en el proceso de Nuremberg:

“Era un gran hombre, pero un gran hombre infernal”.


LA REVELACIÓN DE MARTHA ROBIN SOBRE HITLER Y PIO XII.


Según una “revelación personal” a la mística y estigmatizada Martha Robin, Adolfo Hitler firmó un pacto satánico, que incluía esta clausura: “Dame al pueblo judío y yo te daré poderío”; hay que anotar que cientos de miles de judíos murieron en los campos de exterminio nazi.

El pacto duró al parecer más de diez años. Fue quebrado, el 8 de diciembre de 1942, cuando el papa Pío XII consagró el género humano al Corazón Inmaculado de María. La fecha coincide, aproximadamente, con la derrota alemana en Stalingrado, dos meses más tarde, en febrero de 1943.

El papa Pío XII estaba convencido de que Adolf Hitler estaba poseído por el Diablo y lo exorcizó a distancia siguiendo las invocaciones y las oraciones recogidas en el ritual de exorcismos católico.

"Hitler era un hombre tan diabólico en sus programas de dominio y de exterminio, hasta el punto de estar dominado por las fuerzas del Mal".

Así lo declaró Sor Pascaline, secretaria particular del Pontífice.

LOS EXORCISMOS FORMALES Y DIRECTOS A HITLER.


Según publica la revista italiana 30 Giorni, los testimonios recopilados durante el proceso de beatificación que se está llevando a cabo, no parecen dejar lugar a dudas de que el ritual se realizó en varias ocasiones.

Ello consideran que fue sin éxito, a la vista de los acontecimientos que desembocaron en la II Guerra Mundial. Pero no han tenido en cuenta lo que reveló Martha Robin, que implicaría que la mezcla de exorcismos de Pio XII y la Consagración del Mundo al Corazón Inmaculado de María podrían haber operado minando el poder satánico de Hitler.

El sacerdote jesuita Peter Gumpel, teólogo y relator del proceso de beatificación del papa Pacelli, confirmó que el ritual de exorcismo se probó en varias ocasiones durante los peores momentos de la guerra.

Diversos testigos afirmaron haber asistido a estas ceremonias de exorcismo a Hitler, que se realizaron con el propósito de liberar el alma del dictador alemán de la influencia del Maligno.

Gumpel incluso desvela el testimonio jurado de Sor Pascalina Lehnert, en el curso del proceso del Siervo de Dios Eugenio Pacelli, quién declaró que

“el cardenal alemán Michael von Faulhaber y otros obispos estaban persuadidos de que Hitler estaba endemoniado, así que alertaron al Santo Padre, y éste, cuando empezó la guerra, no sólo hizo oraciones, sino que recurrió al exorcismo sobre Hitler en su Capilla privada, presentes nosotras, las religiosas”.


En el exorcismo el Papa invocaba a Dios para que liberase a aquella persona de la influencia diabólica que sufría el Führer y en base a la cual actuaba.

Pero al respecto Gabriele Amorth dijo:

“Es muy raro que oraciones y tratar de realizar un exorcismo a distancia funcionen”.

Es “claro que Ud. puede orar por alguien a distancia, pero en este caso no tendría ningún efecto.”

“Una de las claves necesarias para el exorcismo es estar presente frente a la persona poseída y esa persona consienta o desee. Así que intentar realizar un exorcismo en alguien que no está presente, o no consienta o desee, será muy difícil”.

PIO XII SIEMPRE CREYÓ QUE HITLER ERA UN POSESO.


Años antes del estallido de la guerra, el papa Pacelli ya había manifestado en privado su preocupación por la situación en Alemania. La religiosa que lo cuidaba, la hermana Pascaline Lehnert, afirmó bajo juramento que el pontífice había dicho, refiriéndose a Hitler:

“Adolf Hitler está completamente poseído, destruye todo lo que no cree necesario, todo lo que dice y escribe lleva la marca del egocentrismo”.


El pontífice no se encontró con él nunca ni tuvo relación directa con él, sin embargo Gumpel, ha citado en el juicio, las palabras de Pacelli al final de su mandato en Berlín en diciembre de 1929, años antes de la ascensión al poder del dictador en 1933:

“Este hombre es capaz de eliminar todo aquello que le resulta un obstáculo. No llego a comprender cómo en Alemania, incluso las personas mejores, no se percatan de lo que escribe y dice”.

También un sobrino del papa aseguró que, meses antes del comienzo de la guerra, el pontífice le había dicho que Hitler estaba verdaderamente poseído.

Los historiadores consideran que Pío XII en el año 1940 compartió el proyecto de algunos generales alemanes de expulsar a Hitler del poder. Algunos de ellos creen incluso que Pio XII trató de jugar un papel de enlace entre el Gobierno británico y los conspiradores alemanes que planearon derrocar a Hitler en 1939.

El relator Gumpel ha recordado las diversas protestas del Papa contra el nazismo, como el radiomensaje de la Navidad del 1942, en contra del programa hitleriano «Nuevo Orden», así como las denuncias de las muertes de miles de personas, tan sólo por razón de nacionalidad o de raza.

La fiel secretaria del Papa, Sor Pascaline, supo por medio del cardenal von Faulhaber que el Führer estaba furioso con Pío XII, y había exclamado contra el Pontífice, diciendo:

“¿De dónde saca tanta fuerza para resistirme y obstaculizar aquello que yo quiero, ese miserable, que no tiene otra cosa que piel y huesos. No puedo destruir Roma, algo que me hubiera dado mucho placer. ¡A cuántos judíos ha salvado, y no he sido capaz de apoderarme de él!”.

Aún así debemos ser conscientes que fue mucho peor la acción política de Stalin.


¿Qué destino reservaba Hitler a los católicos alemanes?


Los errores historiográficos de interpretación pueden producirse cuando se considera a un personaje o ideología como algo monolítico. Desde mi percepción Hitler contó con los católicos al principio e incluso hizo todo lo posible por buscar su voto. Y eso peso a que los principios de su partido nacionalsocialista eran contrarios a la religión. Además no cabe duda que ayudó a España militarmente pese a cobrarse la totalidad de esa ayuda en minerales metálicos como el Wolframio (lo que no ocasionó ningún perjuicio a nuestra minería, siendo ahora explotados por empresas australianas, canadienses, eeuu etc..).  Franco, que respetaba al Vaticano y obedecía al Papa, intentaba contentar a los alemanes con concesiones, como pueda ser el sistema de localización de submarinos (primitivo GPS) instalado en Galicia o la División Azul de voluntarios, para mantener su neutralidad. Cosa que consiguió y es uno de sus numerosos logros.


Pero otra cosa es lo que ocurrió con la persecución de los judíos y después de la invasión de Polonia.

Citas de uno de los mayores conocedores del régimen nazi: el historiador Fernando Paz Cristóbal.

"Hitler se fue retirando gradualmente de cualquier implicación directa en la política de la Iglesia, de manera que la reordenación fundamental entre el estado nazi y la iglesia que habían estado esperando Heydrich y otros radicales del partido se pospuso hasta el final de la guerra."
(DIEKER, W.: Himmlers Glaubenskrieg, Paderborn 2002, p. 335ss; y ZIPFEL, Friedrich: Kirchenkampf in Deutschland 1933-1945. Religionverfolgung und Selbsbehauptung del kirchen in der nationalsozialistischen Zeit, Berlin, 1965, p. 458 y ss.)

"Hitler siguió insistiendo [después de la crisis de Checoslovaquia en 1938] en que la 'solución al problema de la Iglesia' debía posponerse hasta el final de una guerra internacional que cada vez parecía más probable. Sólo entonces quería resolver el problema como la gran tarea de su vida."
(Adolf Hitlers Monologe im Führerhaupquartier 1941-1944. Die Aufzeichnungen Heinrich Heims, ed. Werner Jochmann, Munchen, 1982, p. 32. Monólogo del 13 de diciembre.)

"Hitler había acordado con Goebbels que todos los asuntos que no estuvieran directamente relacionados con el desarrollo de la guerra debían posponerse, como era el caso de la campaña contra la Iglesia. No era el momento adecuado de enfrentarse con el catolicismo."
(THATCKER, T.: Goebbels, Ariel, p. 289.)

"Bormann dirigió una circular a los Gauleiter en la que les recordaba (junio 1941) que el nazismo era incompatible con el cristianismo. (Tras las protestas de 1941) Hitler, Goebbels y Bormann se dieron cuenta de que la solución final de la cuestión eclesiástica tendría que esperar hasta que la guerra hubiera acabado."
(EVANS, R.: El Tercer Reich en Guerra, Península, 2011, p. 693.)

"El nazismo era esencialmente hostil al cristianismo e incompatible con la metafísica, la ética y la soteriología cristianas; y no quería ofrecer a los alemanes 'arios' un cristianismo positivo, sino una alternativa al cristianismo."
(The Journal of Contemporary history 42/1, 2007. Se trata de una serie de artículos de crítica a la obra de Richard Steigmann-Gall.)

"Pese a que el odio [por la Iglesia católica] de Hitler era infinito, admitió la táctica del silencio sepulcral propuesta por Goebbels…Hitler no aparecía en público porque quería conservar su aura de Führer que estaba por encima del bien y del mal."
(REUTH, R.: Hitler. Una biografía política, La Esfera de los Libros, Madrid, 2012, p. 447.)

"El conocimiento público de la muerte de las vidas sin valor produjo una considerable inquietud entre la población, razón por la cual Hitler, quien consideraba que su última gran tarea tras la guerra sería solucionar el problema de la Iglesia, se vio obligado a declarar la suspensión del programa T-4. Mientras durase el duro combate en el frente oriental, debería hacer todo lo posible por evitar que se pusiera en peligro la unidad del pueblo alemán."
(REUTH, R.: Hitler. Una biografía política, Madrid 2012, p. 621.)

"Cuando los nazis no encontraban judíos lo pagaban con las propiedades de los católicos y la Iglesia."
(MACDONOGH, GILES: Hitler 1938. El año de las grandes decisiones, Crítica Barcelona, 2010, p. 270.)

"Bormann y Göbbels tenían la idea de que sería tras la guerra cuando se ajustarían cuentas con la Iglesia."
(KUROPKA, Joachim: Clemens August Graf von Galen (1878–1946) – Ein großer Niedersachse. Begleitheft zur Ausstellung im Niedersächsischen Landtag 10. bis 19. Juni 1992, S. 5 f.)

"En 1939, Hitler pensaba en la Iglesia como una sociedad vasta e impersonal que sobrevivía siguiendo unos métodos sin escrúpulos y que conseguía unas subvenciones colosales del estado. 'Dios hizo al hombre', dijo Hitler en una ocasión, 'y el hombre nació para el pecado. El hombre recibió de Dios la libertad para hacerlo. Durante medio millón de años, Dios se queda mirando mientras los hombres se arrancan los ojos los unos a los otros, y sólo entonces se le pasa por la cabeza enviar a su único Hijo. Pues sí que se hizo esperar. Todo esto me parece de una torpeza colosal. (...) Me parece absurdo hacer del Cielo algo atractivo si la misma Iglesia nos dice que sólo los que no lo han hecho tan bien en la vida podrán entrar en él, como por ejemplo retrasados mentales y similares. No será muy bonito cuando entremos en él encontremos a toda esa gente (...) que ya ha sido una bendita molestia cuando estaba viva. (...) El Cristianismo es la venganza del judío errante. Dónde estaríamos hoy si no hubiera existido el Cristianismo. (...) Si hubiéramos sido mahometanos, hoy el mundo sería nuestro.'"
(IRVING, David: El camino de la guerra, Planeta, Barcelona, 1990, págs. 252 y ss.)
(Como veis, los progres españoles tienen la misma opinión de la Iglesia que Hitler.)





LA IDEOLOGÍA NAZI Y SUS RAÍCES.




El rol de la Ideología: algunas observaciones preliminares. 


La ideología puede ser definida como un sistema abstracto de ideales, valores o creencias, que guía o sostiene la agenda política concreta y las acciones de movimientos políticos.

Históricamente, el término –especialmente en los escritos de Karl Marx y sus seguidores— tomó a menudo una connotación negativa, ya que se lo asocia con una falsa conciencia, una especie de pantalla de humo proyectada por aquellos que la promueven para impedir a las masas una percepción auténtica de la realidad.

Por esta razón los mismos dirigentes nazis preferían hablar de su ideología como una “cosmovisión” o Weltanschauung. Sea como fuere, en este artículo utilizaremos la palabra ideología para referirnos a un sistema subjetivo de ideas relacionado con la política, sin ninguna inferencia acerca de su valor en tanto verdad objetiva .

La importancia de comprender la motivación ideológica subyacente de un movimiento que estableció en el siglo XX un régimen que cometió algunos de los crímenes más horrendos que registra la historia, no necesita mucha justificación o elaboración. Se basa en el hecho de que, tanto lógica como cronológicamente, la constitución de los fines y objetivos políticos concretos del nazismo, especialmente la acción genocida contra millones de civiles durante la Segunda Guerra Mundial, fue precedida por la ideología. 

Fue ésta, más que intereses políticos concretos o necesidades militares momentáneas, la que determinó la elección nazi de los judíos como sus víctimas y su decisión de lanzar una campaña de exterminio contra ellos.

 Sin embargo, al decir esto, debemos ser cuidadosos.

En primer lugar, no deberíamos otorgar al nazismo un rango que no merece pretendiendo para él algún valor filosófico inherente, como si fuera un sistema de ideas abstracto.

En verdad, el nazismo nunca pudo desarrollar un sistema comprehensivo y lógico de ideas comparable al del comunismo, otro gran movimiento antidemocrático del siglo XX. La ideología nazi consistía, más bien, en un aglomerado de ideas acerca de la raza, la sociedad humana y la historia alemana, que habían sido tomadas en libre préstamo por Adolf Hitler y otros dirigentes de varios filósofos antirracionalistas y excéntricos del siglo XIX, autoproclamados profetas, sin preocupación por su coherencia interna.

Algunas de estas ideas nos sorprenderán y nos parecerán extrañas, oscuras y esotéricas. Sin embargo, la necesidad de explorar la ideología nazi no depende para nada de su originalidad intelectual o su lugar de honor en el mundo de las ideas.

Por otra parte, al insistir en el rol de la motivación ideológica del nazismo, no pretendemos que la política de los nazis respecto de los judíos después de 1933 o aun después de 1939 deba ser considerada como la implementación simple y directa de convicciones ideológicas. Lejos de ello, no hubo una progresión directa y predecible desde la fundación del Partido Nazi en 1920 o desde su acceso al poder en 1933, hasta la campaña genocida en la Segunda Guerra Mundial.

Los nazis que tomaban las decisiones no sólo estaban sujetos a consideraciones prácticas y a restricciones de la realidad política, sino que, además, aun para ellos existía al principio un gran abismo, casi imposible de salvar, entre su imagen ideológica abstracta del judío como el enemigo racial absoluto de Alemania y su disposición para poner en ejecución el asesinato a gran escala de millones de seres humanos. A pesar de esto, parecería que el fracaso de la mayoría de los observadores de la época en tomar con suficiente seriedad la ideología nazi fue, en sí mismo, uno de los motivos más importantes para aquella “subestimación fatal” que Dietrich Bracher, el reconocido historiador alemán,identificaría como la causa fundamental de los éxitos iniciales del nazismo .

Orígenes del término “nazi” o “Nacional Socialista”. 


“Nazi” es la abreviatura utilizada ampliamente para el más bien abultado término alemán Nationalsozialistisch (nacional-socialista), que deriva del nombre oficial del partido nazi: “Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán” ( Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterparteio NSDAP).

Vale la pena tomar en cuenta que la abreviatura fue aplicada por primeravez al partido nazi por sus oponentes políticos: en el original alemán la misma conlleva una connotación negativa y despectiva.

El origen del término “nacional-socialista” se remonta a la política étnica anterior a la Primera Guerra Mundial en Bohemia, región que en ese momento pertenecía al Imperio Austro-Húngaro.

El término apareció por primera vez en 1904en el Partido de los Trabajadores Alemanes de los Sudetes, cuyo nombre se modificó en mayo de 1918 a Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes ( Deutsch Nationalsozialistische Arbeiterpartei ). Uno de sus ideólogos, el activista político alemán de los Sudetes Rudolf Jung, publicó en 1919 un texto detallado titulado Nacional Socialismo.

El partido nazi alemán adoptó del de los Sudetes tanto su nombre como su programa político, al ser fundado en Munich en enero de 1919 por Karl Harrer y Antón Drexler bajo el nombre de “Partido de los Trabajadores Alemanes”. Hitler se asoció a los dos cofundadores en septiembre de 1919, y en febrero de 1920 el partido se rebautizó a sí mismo como “Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes”.

El término “nacional-socialismo” remite a la pretensión del partido nazi de combinar en sí los fundamentos de dos grandes ideologías rivales del siglo XX: el nacionalismo y el socialismo. Esto a su vez se relacionó con la reivindicación ideológica de los nazis de proporcionar al pueblo alemán un “tercer camino” como alternativa a los dos extremos opuestos de capitalismo o comunismo .

La promesa de cumplir los deseos y satisfacer las necesidades de los más diversos sectores e intereses en Alemania, especialmente la reconciliación de las masas trabajadoras con el nacionalismo moderno, aparece muy claramente en la plataforma partidaria de 25“ puntos”, el único programa oficial del partido nazi que se haya publicado. El programa, leído por Hitler en febrero de 1920 en el primer encuentro masivo del partido, consiste en una mezcla peculiar de ideas seudo-socialistas y
anticapitalistas, principios racistas y antisemitas, declaraciones nacionalistas y demandas de expansión territorial.

Sin embargo, en contraste con los otros ingredientes del programa, el elemento anticapitalista y seudo-socialista no era mucho más que un aderezo superficial destinado a hacer que el nazismo resultara atractivo para las masas desocupadas y para la descontenta clase media baja.

Este “programa” dejó de cumplir una función seria en la historia del partido después de 1926, cuando Hitler consiguió neutralizar el poder de los hermanos Otto y Gregor Strasser (los nazis admirados por Ramiro Ledesma), quienes conducían el ala izquierdista del partido. Fueron asesinados por orden de Hitler cosa que profetizaron.

De todos modos, el elemento “socialista” del nacional-socialismo jamás impidió a Hitler flirtear con importantes empresarios, ni obstaculizó que los mismos ofrecieran su apoyo al nazismo, antes y después de 1933.

El Nazismo como una forma de Fascismo.


El término Fascismo deriva del latín fasces, ‘haz’, un manojo de ramas o varas atadas a un hacha, que simbolizaba la autoridad en la Roma antigua. Trasladado al italiano como fascio , con el significado de “sindicato” o “liga”, fue adoptado en 1919 por el dirigente italiano Benito Mussolini como el nombre de su movimiento, llamado Fasci Italiani di Combattimento (Liga Italiana de los Veteranos de Combate).

El fascismo se caracterizó por su desdén por la democracia liberal y por sus instituciones: el sistema parlamentario, la constitución y los derechos del hombre. En su lugar, la figura dominante del líder (Duce en italiano, Führer en alemán), se convierte en la única representación legítima de la nación.

En su relación con la modernidad, el fascismo tiende a ser ambivalente: por un lado, es romántico y añora el pasado en su autoritarismo, en su oposición a la modernidad y al racionalismo, en la adopción de mitos premodernos tales como la superioridad de la vida rural simple por sobre la civilización urbana, y en el uso de símbolos míticos (tales como el haz o la esvástica) asociados al pasado remoto del pueblo.

Por el otro lado, el fascismo, con el propósito de difundir su propaganda política y ganar ventaja sobre sus oponentes, puede ser también intensamente moderno y aun pionero en su utilización por parte del estado de la tecnología y de las artes, en su manejo manipulativo de modernos medios de comunicación como la radio y el cine, y en el uso de medios de transporte avanzados, como el avión .

El nazismo alemán compartía con el fascismo italiano esta relación contradictoria con la modernidad, lo mismo que muchos otros rasgos, como una posición nacionalista agresiva, la glorificación de la guerra y el servicio militar, el Führerprinzip (culto del líder como un básico principio estructural), el uso extendido de ceremonias ritualizadas y reuniones políticas masivas para incitar a las masas, y el uso irrestricto de la violencia política interna o el terror como los medios más eficientes de conseguir sus objetivos.

Sin embargo, a pesar de estas similitudes, las raíces intelectuales y sociales del nazismo eran singularmente alemanas, fundadas en una realidad social y una historia claramente alemanas.

A fines del siglo XIX tuvo lugar en muchos países europeos una rebelión romántica contra el positivismo (doctrina filosófica que se centra en lo físico y lo fáctico, considerados como la única realidad, ignorando todo fenómeno que sobrepase la experiencia concreta) y el racionalismo (una teoría de la percepción que rechaza cualquier conocimiento que no provenga exclusivamente de la
razón). En Alemania, esta postura cobró vuelo en direcciones y alcances que no se encontraron en ningún otro país.

A diferencia de naciones-estados modernos, como Inglaterra y Francia, Alemania era políticamente una nación cuya búsqueda de siglos en pos de la unidad había sido sólo parcialmente satisfecha en 1871 con el establecimiento del imperio alemán bajo Wilhelm I. Las frustraciones derivadas de esta falta de homogeneidad nacional, asociadas a los problemas sociales y económicos provocados por una industrialización demasiado rápida, fueron más agudas en Alemania que en el resto de Europa.

En 1873, la extendida crisis económica, que había sido causada por el colapso del gran crecimiento económico artificial que siguió a la victoria alemana en la guerra con Francia, agravó la situación de la clase media baja y aumentó su desasosiego. Todo esto hizo de Alemania un terreno fértil para la formación de varios cultos irracionales y sobrenaturales centrados en la “mística de la sangre” y la glorificación de un pasado alemán-ario.

Al rechazar la sociedad industrial y la cultura urbana asociada con ella como incompatibles con la verdadera unidad nacional, aquellos cultos recurrieron a un pasado idealizado e imaginario en el cual los odiados judíos, concebidos como los agentes de la corrupción y la decadencia, no habían tenido ningún papel.

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) y los términos humillantes del tratado de paz de Versalles (firmado el 28 de junio de 1919 y puesto en vigencia en enero de 1920), estimularon en Alemania estas actitudes escapistas, ensombreciendo la atmósfera pública .

El tratado, que le imputaba la responsabilidad total por la guerra, impuso al país el pago de reparaciones extremadamente severas y lo forzó a ceder a sus vecinos occidentales y orientales varios territorios en disputa.

El tratado nunca fue aceptado por la mayoría del pueblo alemán. El hecho de que la derrota militar jamás fue establecida en forma concluyente en el campo de batalla –Alemania misma no fue invadida y sus ejércitos se encontraban aún estacionados en territorio enemigo al final de la guerra– contribuyeron al mito de la “puñalada por la espalda” (Dolchstosslegende ) .

De acuerdo con esta teoría, sustentada en círculos derechistas después de finalizar la guerra, el responsable de la derrota alemana no fue el ejército sino el frente interno, manipulado por los traidores socialistas y sus aliados judíos.

Una alta inflación, causada por el pago de pesadas reparaciones y el trauma de la derrota, dañó la economía de la República de Weimar, destruyendo a la clase media alemana

La Tradición Völkisch como preludio del Nazismo. 


La corriente de pensamiento más importante que ayudó a preparar el terreno para la aparición de la ideología nazi –y quedaría insertada en ella– estaba asociada con esa fuente inagotable de principios
racistas y estereotipos antisemitas: la tradición alemana völkisch.

Es cierto que sólo el trauma de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial y la alienación causada por la política de la República de Weimar posibilitaron que el movimiento o los movimientos de base völkisch comenzaran su avance desde la periferia social hacia el centro y trazaran profundos surcos en la sociedad alemana en su totalidad.

Sin embargo, la adhesión política masiva que el movimiento völkisch organizado pudo adquirir durante el período de Weimar (1919-1932) fue precedida por un largo desarrollo intelectual, en el curso del cual el pensamiento y las actitudes völkisch habían sido profundamente impresos en las mentes de muchos alemanes .

Alguna aclaración acerca de los orígenes de esta palabra puede ser oportuna.

La palabra alemana Volk –de la cual se deriva el adjetivo völkisch – significa ‘gente’ o ‘pueblo’ y encierra una riqueza de connotaciones que no son siquiera insinuadas en su traducción a otras lenguas.

La palabra, que en el antiguo idioma germano solía denotar una tropa de guerreros o una muchedumbre, adquirió en el siglo XVIII la connotación claramente peyorativa de vulgo o gente común.

Sin embargo, con el cambio de actitudes y mentalidad que trajo aparejada la era del romanticismo en Alemania (durante la primera mitad del siglo XIX), la palabra perdió su connotación negativa y pasó a significar la condición muy deseable de un pueblo enraizado en su entorno natural.

La cultura del Volk que vive en armonía con la naturaleza fue contrastada con la civilización corrupta y mecanizada de la ciudad moderna.

Con el paso del tiempo, la palabra pasó a denotar una condición idealizada: la unión extraordinaria de un pueblo tanto con sus paisajes naturales como con la larga sucesión de generaciones que lo precedieron.

En la propaganda nazi, que adoptó varios temas del romanticismo alemán, Volk y las muchas palabras derivadas del término adquirieron la condición de un concepto ideológico radical para todo uso.

De este modo, durante el Tercer Reich, la Comunidad Volk ( Volksgemeinschaft ) se convirtió en la denominación oficial para la “comunidad de sangre” y raza que el nazismo se esforzó en instituir.

La verdadera Comunidad Volk , según Hitler, se elevaría por encima de “clases y órdenes sociales, ocupaciones, denominaciones religiosas y toda la habitual confusión de la vida” (1940).

Desde el comienzo, un elemento central de esa comunidad mítica sería la exclusión –en última instancia, el exterminio físico— de aquellos sectores sociales que por tener sangre contaminada (es decir, no aria), eran inadecuados para formar parte de la comunidad.

De este modo el término “alimaña del Volk ” ( Volks - Schädlinge ) pasó a ser en el discurso nazi una denominación corriente de los judíos y otros indeseables sociales. En el mismo sentido, la “furia Volk ” ( Volkszorn ) era la explicación común de la propaganda nazi para los crímenes cometidos durante el infame pogrom de la Kristallnacht (Noche de los Cristales (de noviembre de 1938.

Derivaciones relativamente más inocentes del mismo término fueron el famoso Volkswagen (literalmente “el automóvil del Volk ”) y el aparato de radio nazi, el Volksempfänger (“el receptor del Volk )".

Los padres fundadores del pensamiento völkisch: Paul de Lagarde y Julius Langbehn.


Aunque varios conceptos völkisch pueden ser rastreados hasta el movimiento romántico de comienzos del siglo XIX, especialmente a Friedrich Ludwig Jahn, el profesor berlinés que fundó el movimiento de fraternidad estudiantil con el fin de fortalecer la “cultura alemana” a través de la gimnasia, la primera cristalización significativa del pensamiento völkisch en un sistema de ideas coherente sólo se produjo a fines del siglo XIX.

Los nombres más importantes para tener en cuenta en este contexto son el del experto alemán en cultura oriental Paul de Lagarde (1827-1891; hasta 1854 conocido como Paul Bötticher) y el estudioso de la cultura alemana Julius Langbehn (1851-1907).

Aunque no les faltó éxito como catedráticos, ambos eran de hecho investigadores decepcionados que trabajaron durante la mayor parte de su vida al margen de las esferas académicas de su época. Su logro especial fue su habilidad para transformar las decepciones y frustraciones de su vida personal en una crítica aguda de la civilización contemporánea y su decadencia social.

Lo que reviste mayor importancia para nosotros es el hecho de que, en los escritos de ambos autores, los judíos y el judaísmo figuran destacadamente como el símbolo máximo de la decadencia de la civilización moderna.

La principal contribución de Lagarde al pensamiento völkisch se encuentra en su colección de ensayos titulados Deutsche Schriften (“Escritos alemanes”, (1878), en los que criticaba la falta de verdadera espiritualidad y unidad en la Alemania contemporánea, y proponía corregirla mediante una revisión drástica del cristianismo tradicional, reemplazándolo por una nueva fe alemana centrada en el renacimiento espiritual del Volk alemán.

Con respecto a los judíos, aseguraba que su naturaleza esencial y su religión guardada-para-sí-mismos los convertían en incompatibles elementos extranjeros en suelo alemán y en una barrera a la verdadera unificación germana.  

Lagarde parecía creer en el mito de que los judíos practicaban el asesinato ritual de niños cristianos para utilizar su sangre en ceremonias religiosas, y llegó inclusive a proponer planes para su reubicación masiva en otros territorios, idea que preanunciaba algunos de los proyectos nazis de expulsión .

Mucho más difundido que la colección académica de ensayos de Lagarde fue Rembrandt als Erzieher. Von einem Deutschen (“Rembrandt como Maestro: Por un alemán”) de Julius Langbehn. Publicado en 1890, el libro tuvo 40 ediciones en dos años y continuaba siendo leído ya comenzados los años ’30. Langbehn, que compartía con Lagarde su crítica a la naturaleza materialista y racionalista de la sociedad alemana moderna, eligió al famoso pintor holandés Rembrandt como el modelo sobresaliente de un artista que confiaba en su intuición subjetiva y sus impulsos creativos místicos como inspiración para su trabajo.

Langbehn trató de elevar estas cualidades a una nueva religión mística, una celebración exaltada de la fuerza vital y orgánica de la vida, que él consideraba el remedio efectivo para el espíritu materialista y mecanicista que se había apoderado de Europa. Con respecto a los judíos, los describía como los pervertidos archienemigos de la verdadera espiritualidad, la personificación de todo lo que era dañino para el auténtico Volk alemán.

En sus escritos, Lagarde y Langbehn ofrecieron por primera vez una crítica sistemática de la sociedad que sentó la base ideológica para el ulterior desarrollo del pensamiento völkisch .

Germanismo Cristiano. 


Los prejuicios antisemitas del pensamiento völkisch eran naturalmente reforzados por la tradicional rivalidad entre judíos y cristianos.

Después de todo, el cristianismo tenía razones sobradas para sus propias tendencias antijudías que de ningún modo abandonó, y a las que no renunció cuando se confirió a los judíos igualdad de derechos en muchas regiones de Europa.

Con el crecimiento del movimiento völkisch y la consolidación sistemática de sus ideas en los escritos de Lagarde y Langbehn, el antisemitismo religioso tradicional fue absorbido por el pensamiento völkisch , dando por resultado una síntesis de pensamiento conocida por los historiadores como “germanismo cristiano”. Según sus adeptos, el judío era un ser sin alma, consumido por la lujuria y la codicia, incapaz de un verdadero comportamiento moral .

En 1879 Wilhelm Marr (1819-1904), un periodista desocupado que había sacrificado su empleo y su carrera para luchar contra lo que él consideraba “la amenaza de la dominación judía mundial”, fundó la Antisemiten Liga, primera organización explícitamente dedicada a la difusión del antisemitismo.

En un panfleto que tuvo doce ediciones, Marr despotricó contra los peligros del judaísmo y convocó a una lucha a vida o muerte entre éste y el germanismo. La liga de Marr tenía vínculos estrechos con el movimiento völkisch .

En 1881 Eugen Dühring (1833-1921), un respetado profesor de Berlín, publicó un libro titulado Die Judenfrage (“La cuestión judía”), en el cual se proponía analizar dicha ‘cuestión’ en Alemania en términos raciales.

Dühring atribuía la corrupción y maldad judías a rasgos raciales congénitos. 

Denunció como un fraude los esfuerzos de ciertos judíos para asimilarse a través de la conversión al cristianismo, alegando que su bautismo era un intento de enmascarar sus intenciones destructivas. Negó que el cristianismo estuviera innegablemente entretejido con el judaísmo, afirmando que el primer deber de todo cristiano era combatir al judaísmo con todas sus fuerzas. Según él, una lucha a muerte entre los alemanes y los invasores judíos había sido ya decretada por el destino. Sin embargo, los alemanes triunfarían gracias a su fuerza racial superior.

Otro defensor del antisemitismo que basó sus teorías en ideas cristianas tradicionales fue el predicador de la corte real del emperador Wilhelm I, Adolf Stöcker (1909-835) Ultra-conservador en su visión política, Stöcker acusaba a los judíos de tratar de socavar el orden social existente y de ser los enemigos del estado alemán protestante que él pretendía defender.

Aunque como eficaz orador público Stöcker fue un precursor de la campaña antisemita de los oradores nazis anteriores a 1933, el concepto de una guerra racial total contra los judíos iba más allá de su perspectiva cristiana conservadora .

Hacia fines del siglo XIX parecería haber existido una disposición en algunos escritores a cruzar el límite entre la prédica teórica y la violencia efectiva.

Hermann Ahlwardt es uno de estos casos. En 1890 publicó Der Verzweiflungs-Kampf der arischen Völker mit den Judentum (“El conflicto desesperado entre los pueblos arios y el judaísmo”).

Basándose en las doctrinas de los pensadores germánicos, Ahlwardt afirmaba que un pueblo que se deshiciera de los judíos estaría libre para el desarrollo natural del Volk y, por lo tanto, obtendría la dominación del mundo. En la relación con los judíos la misericordia cristiana estaba definitivamente fuera de lugar; en cambio, afirmaba Ahlwardt, la nación debía actuar con determinación para combatir la amenaza judía.

Sin embargo, llegado el momento de enunciar propuestas concretas para llevar a cabo tales medidas, exhibió reservas que eran todavía típicas de su época. Cuando diseñó un programa operativo, no fue más allá de una convocatoria para imponer a los judíos restricciones rigurosas, mediante un decreto que los declarara extranjeros en suelo alemán y los excluyera de todos los ámbitos de la vida alemana.

La base ideológica del antisemitismo völkisch fue resumida por Theodor Fritsch (1852-1933), un publicista que conquistó una admiración casi religiosa entre los nazis con su Antisemitischer Katechismus (1887, “Catequismo antisemita”), que luego apareció con el nombre de Handbuch der Judenfrage (“Manual de la cuestión judía”). Dietrich Eckart, el amigo y consejero del joven Hitler, lo definió en 1920 como “todo nuestro arsenal intelectual”.

Proveniente de un entorno de clase media, Fritsch adoptó la lucha contra los judíos para salvar a la clase media alemana de la nueva ola de industrialismo y capitalismo, que él identificaba típicamente con los judíos.

Sin embargo, este antisemitismo de base socio-económica progresó hacia el odio racial .

La demonización del judío fue quizás el resultado más funesto del desarrollo de la ideología völkisch. Su descripción como un intruso y un agresor, como la antítesis del alemán, contribuyó a popularizar una percepción que consideraría a las víctimas judías de la persecución nazi como no totalmente humanas .

La naturaleza perversa del judío, descrito en el pensamiento völkisch como perpetuada por depravadas pulsiones íntimas originadas en su esencia, fue reflejada también en su estereotipado retrato físico. Los rasgos cambiantes de los judíos se contrastaban con el ideal de belleza alemán: su figura rechoncha y grotescamente retorcida, con piernas cortas y una nariz típicamente “judía”, era opuesta a la simetría idealizada del hombre nórdico.

El miedo a la corrupción racial con sus asociaciones erótico-sexuales se convirtió en una obsesión de los pensadores völkisch . La imagen del judío oscuro, astuto, lujurioso, que seduce a la inocente y rubia doncella alemana rondaba las mentes de estos autodesignados defensores del Volk alemán .

El Racismo Científico: Gobineau y el desarrollo de la antropología racial. 


Otra corriente de pensamiento decimonónico que tendría una influencia decisiva en la ideología nazi y especialmente en Hitler fue la doctrina del racismo.

En contraste con la visión germánico-romántica del movimiento völkisch , que fue mística en sus orígenes y se constituyó en primer lugar como una rebelión contra las filosofías desprovistas de espiritualidad, el positivismo y el racionalismo, el racismo surgió del mundo de la ciencia del siglo XIX.

El antisemitismo alemán llegó a ser realmente mortífero cuando se fusionaron en él estas dos corrientes definidas de pensamiento: las visiones místicas de la grandeza del pasado germánico-ario, y las especulaciones seudocientíficas sobre los fundamentos raciales de la civilización .

La antropología del siglo XVIII ya se había ocupado de la clasificación racial de las naciones, al tiempo que Franz Joseph Gall (1758-1828) fundaba la ciencia de la frenología, una protopsicología que sostenía la posibilidad de conocer el carácter y las capacidades mentales de una persona según el tamaño y la forma de su cráneo.

Sin embargo, el racismo “científico” advino recién a mediados del siglo XIX con la publicación del Essai sur l'inégalité de les races humaines (“Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas”), en cuatro volúmenes, del conde Joseph Arthur de Gobineau (1816-1882). Este diplomático y poeta francés hizo de la raza el único factor determinante en la historia humana, descartando a instituciones como la religión, los gobiernos y las ideas, a las que consideraba “supersticiones”. 

De acuerdo a Gobineau, la humanidad es intrínsecamente desigual y la componen razas “inferiores”, principalmente negros y semitas, y razas “superiores” o “más puras” como los “arios” y los “teutones”. Sólo las razas “superiores” poseen poder creativo. Su acceso a un lugar prominente en la historia depende de su pureza racial, pero están destinadas a abandonar el escenario de la historia en cuanto son contaminadas por las razas “inferiores .”

Aunque las ideas del racista francés estaban destinadas a jugar un papel mucho más importante y funesto en Alemania de lo que jamás lo hicieron en su tierra natal, su efecto en la escena alemana no fue inmediato y tuvieron que aguardar hasta la década de 1890 Ludwig Schönmann (1852-1938), el traductor alemán de Gobineau, fundador de la Sociedad Gobineau en 1894 y su presidente hasta 1920, era un típico activista völkisch que pensaba que todos los males que él asociaba a la modernidad y a la influencia judía podían corregirse mediante la aplicación de los principios raciales
de Gobineau.

Aun así, los propios escritos de Gobineau nunca llegaron a ser totalmente populares por sí mismos en Alemania; en cambio, debieron su impacto a su entusiasta adopción por parte de Richard Wagner (1813-1883) y el círculo de Bayreuth.

Wagner, el famoso compositor alemán admirado como ningún otro por Hitler, se convirtió en una figura central de la tradición nazi debido tanto a sus escritos antisemitas –el más destacado, Das Judentum in der Musik (1850, “El judaísmo en la música”)– como al contenido temático de sus obras musicales, especialmente Der Ring des Nibelungen (“El anillo de los Nibelungos”), considerado por los intérpretes nazis como un texto sagrado de la raza alemana, y Die Meistersinger von Nürnberg (“Los maestros cantores de Nuremberg”), elogiado como una “profesión de fe de germanismo” que celebra el Volk y el antiguo pasado heroico alemán.

El yerno y ferviente admirador de Wagner, Houston Stewart Chamberlain (1855- 1927) se convirtió con el tiempo en el defensor más significativo de la doctrina racial en Alemania. Inglés de nacimiento, Chamberlain fue atraído a Alemania por su temprana admiración hacia la música de Wagner. Luego de su (segundo) matrimonio con la hija de Wagner, Eva, se estableció permanentemente en Bayreuth y se nacionalizó en 1916.

La obra mayor de Chamberlain, Die Grundlagen des neunzehnten Jahrhunderts (“Los fundamentos del siglo XIX”), que apareció en Alemania en 1899, utilizó muchas de las ideas de Gobineau, aunque las expandió y las superó. Mientras Gobineau se contentaba con ofrecer un análisis objetivo de la historia de la civilización desde la perspectiva de la raza, Chamberlain, empecinado optimista, se presentaba como el profeta del porvenir, haciendo de la raza la esperanza futura de la humanidad. En este aspecto era un verdadero romántico, y su visión se adecuaba a la mística romántica de la tradición völkisch , añadiéndole el aura de la respetabilidad científica.

Su interpretación de la historia era dualista, ya que la consideraba como el campo de batalla de fuerzas opuestas: el bien absoluto, representado por las razas teutónicas o indoeuropeas, y el mal absoluto, representado por la deshumanizada anti-raza semítica o judía.

Los judíos eran incapaces de ninguna actividad creativa productora de cultura. Mientras los indoeuropeos estaban ansiosos por mantener la pureza “inmaculada” de su propia raza, los judíos estaban al mismo tiempo empeñados persistentemente en infectar a los indoeuropeos con sangre judía.

Chamberlain “rescató” al cristianismo para el germanismo, pretendiendo demostrar con argumentos seudocientíficos que Jesús no pudo haber sido judío, ya que la Galilea donde él había vivido estaba habitada por tribus no judías.

Del mismo modo, con respecto a la ciencia y la tecnología, no las rechazaba como algunos de los otros visionarios místicos, sino que proponía liberarlas de la presencia judía. El libro de Chamberlain, que culminaba con un pasaje donde predecía la victoria inminente de la raza alemana, se hizo inmensamente popular en el movimiento völkisch , y contó entre sus lectores a Adolf Hitler.

Los dos hombres se admiraban mutuamente, por cierto, y en 1924, tres años antes de la muerte de Chamberlain, el futuro Führer alemán fue a presentar sus respetos a su muy reverenciado y ya enfermo maestro .

Darwinismo Social. 


Entretanto, el racismo de base antropológica de Gobineau se fusionó con otra corriente distinta de pensamiento racial, que tenía sus raíces en la teoría de Charles Darwin sobre el proceso de evolución por selección natural.

El biólogo británico publicó su revolucionario estudio On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favored Races in the Struggle for Life (1859, “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”), sólo cuatro años después de la publicación del ensayo de Gobineau.

Sin embargo, mientras que la contribución de Gobineau a la ciencia, si no hubiera sido por su influencia letal en el desarrollo de la doctrina racial, difícilmente habría merecido siquiera una nota al pie en la historia intelectual, el estudio clásico de Darwin se ubica como uno de los mayores logros científicos de su época.

La pregunta se impone: ¿cómo un trabajo científico de tan alta calidad terminó siendo mal utilizado por la forma más vulgar de la ideología racista?

El paso intermedio que necesitamos aquí es el del así llamado “darwinismo social”, es decir, la polémica aplicación de las leyes darwinianas a la humanidad y a la sociedad. La teoría de la evolución original de Darwin se proponía demostrar que todas las especies vivientes, incluida la humana, están sujetas a y son resultado de la selección natural, es decir la supervivencia de las más aptas y las más fuertes.  

Darwin llegó a sus descubrimientos haciendo las siguientes observaciones:

a) en toda población biológica los miembros individuales tienen sus propios rasgos y poseen el potencial para nuevos rasgos;

b) el tamaño total de una población dada permanece estable aunque el número de descendientes es mayor que el necesario para mantenerlo. De estas observaciones él infería que el resultado de las diversas fuerzas que actúan sobre la población —competencia, enfermedades, clima— es la supervivencia de aquellos individuos más adaptados a su entorno. Denominó a este proceso “selección natural”. Los sobrevivientes se reproducen, transmitiendo a sus descendientes sus cualidades adquiridas más útiles. Con el paso del tiempo y en el curso del cambio gradual del entorno, el proceso de selección habrá efectuado una modificación en la población como totalidad y se formará una nueva especie .

La fuerza explosiva de la obra revolucionaria de Darwin radicaba en el hecho que, por primera vez, ofrecía una explicación natural y auto-reguladora para la evidencia de que hay tantas especies diferentes y, de este modo, terminaba con la necesidad de incluir en el esquema factores sobrenaturales.

Tampoco podían ser desechadas como meras especulaciones las conclusiones cuidadosamente enunciadas por Darwin: ellas estaban basadas en un cuerpo sólido de pruebas escrupulosamente reunido. Sin embargo, con el darwinismo social (la adaptación de la teoría de Darwin a objetivos sociales y políticos), nos trasladamos a un plano ético y científico completamente diferente.

Uno de los primeros promotores del darwinismo social en Alemania fue Ernst Häckel, un profesor de zoología en la Universidad de Jena (Turingia), quien ya en la década de 1860 utilizó la teoría de Darwin para desarrollar una filosofía universal que se aplicaba a fenómenos no sólo biológicos sino también psicológicos y sociales.

Mientras que Häckel mismo, a pesar de su ataque a la Iglesia y al cristianismo, no utilizó su teoría para socavar las normas éticas asociadas con la civilización judeo-cristiana, los partidarios posteriores del darwinismo social sí lo hicieron. Ellos afirmaban que la sociedad humana era como un organismo biológico y que, por lo tanto, los principios de la selección, “el descarte” y el “derecho del más fuerte” que tienen lugar en la naturaleza, deberían también regir las relaciones entre los individuos y los grupos humanos .

Aunque el darwinismo social no fue de ningún modo un fenómeno exclusivamente alemán, en ningún otro lugar fue elevado, aún antes de que Hitler apareciera en escena, al rango de una religión mundial.

Su expansión en Alemania fue facilitada por un concurso de ensayos organizado en 1900 por la dirección de la poderosa Corporación Krupp sobre el tema: “¿Qué podemos aprender de los principios del darwinismo para aplicar al desarrollo político interno y a las leyes del estado?”. El ganador del primer premio, Wilhelm Schallmayer, observaba a todas las instituciones humanas en términos de la lucha por la supervivencia. Su socio íntimo y protector, Alfred Plötz, sostenía que sólo la raza aria se hallaba en la cima del desarrollo racial. 

Como modo de asegurar la salud de la raza sugería que, en el momento en que nacía una criatura, debería realizarse una consulta entre médicos para determinar su derecho a vivir.

Otro discípulo de Plötz, Adolf Lenz, produjo en 1917 bajo su dirección una tesis adecuadamente titulada “Una ética revisada”. En esta tesis, Lenz se expresaba sobre la “suposición ingenua de que todos los hombres tienen iguales derechos”. Afirmaba incluso que “no podía haber mayor falacia que la creencia de que la naturaleza humana rechaza la guerra: lo exactamente contrario es cierto”.

Lenz argumentaba que el objeto del estado no es procurar que “el individuo obtenga sus derechos sino servir a la raza .”

De acuerdo con los darwinistas sociales, la civilización moderna y sus principios humanitarios eran una espada de doble filo, que favorecía al débil y amenazaba el proceso de la selección natural como regulador saludable de los asuntos humanos.

Los darwinistas sociales consideraban su obligación revertir esta “enfermiza” interferencia con el proceso natural.

Exigían que el estado moderno dejara de apoyar a los “elementos incapaces” y favoreciera en cambio a los elementos biológicamente valiosos de los cuales depende la supervivencia de la raza. Los partidarios de la escuela de higiene racial (eugenesia) fueron aún más lejos pidiendo la esterilización forzosa, si no la eliminación física, de todos aquellos sospechosos de sufrir enfermedades hereditarias o debilidades.

Además, el mismo principio de preservación de la especie podía ser trasladado de la sociedad unitaria a las relaciones entre grupos humanos como naciones y razas. De este modo, los darwinistas sociales más fanáticos como Alexander Tille pudieron reclamar para las razas más fuertes, en nombre del mismo principio de autopreservación de la especie, el derecho de destruir a las más débiles.

Cuando los nazis tomaron el poder en Alemania, especialmente luego de que las primeras etapas de la guerra mundial debilitaran todas las inhibiciones y los tabúes normales, estas fijaciones ideológicas aparentemente insanas y fantásticas pudieron convertirse en pura realidad y en programas aplicables.

Hitler mismo dijo en su libro Mein Kampf que

“en la búsqueda de la autopreservación, los así llamados ideales humanitarios se derritieron como la nieve bajo el sol de marzo”.

Heinrich Himmler, jefe de las SS, la mayor ejecutora de la ideología nazi, concebía la misión de su organización en los términos siguientes :

“Somos como el especialista que cultiva plantas quien, cuando quiere producir una nueva cepa a partir de una especie bien probada que ha sido agotada a causa del exceso de cruzamientos, va primero al campo para extraer las plantas indeseables.
Nosotros también comenzaremos por arrancar y descartar a la gente que, en nuestra opinión, no es material adecuado de SS ”.

El programa de estudios de 1933-1934 para la educación filosófica de los SS hacía una distinción entre razas inferiores y razas “de alto valor”, que eran definidas como “la culminación del proceso biológico”.

Los representantes primarios de las “razas de alto valor” eran los pueblos de linaje nórdico. Ellos habían sobrevivido en la lucha por la vida, a pesar de una tasa de fertilidad baja, a causa de una habilidad creativa innata que los llevó adelante en el proceso de selección natural. Proporcionaban, pues, “la más impactante evidencia de que la ley básica del conflicto eterno, en el cual todos los débiles y los menos valiosos deben sucumbir, es válida”.

En contraste, los principales representantes de pueblos de linaje racial inferior, los judíos, prosperaban viviendo en las ciudades, que eran adecuadas para sus características especiales, pero eran dañinas para la mayoría de los pueblos y especialmente para las razas de alto valor.

El estado nazi, que había comprendido estos factores biológicos, había tomado “medidas para promover una mayor discriminación en la reproducción .”


El Racismo nazi y el Ocultismo. 


Además del völkisch y las escuelas científico-raciales, otra concepción ideológica debe ser considerada para completar la gama de las influencias intelectuales que alimentaron la estructura de la ideología nazi: las filosofías raciales ocultas o esotéricas, que se arraigaron en los países de habla
alemana entre las décadas de 1890 y 1920, período en el cual se gestó el nazismo. El ocultismo difiere del pensamiento místico más tradicional del racismo völkisch en dos aspectos importantes:

1) Tiene que ver con teorías altamente complejas de cosmología, historia e instrucción espiritual, más que con mitos raciales.

2) Es promovido por sociedades secretas o sectas que se organizan alrededor de una ilosofía esotérica. Uno de los grupos esotéricos más conocidos era la Sociedad Teosófica, constituido alrededor de Helena Petrovna Blavatsky, inmigrante de Rusia establecida en París.

Blavatsky sostenía que la teosofía (‘sabiduría de los dioses’) derivaba de una avanzada civilización anterior, en la cual el conocimiento religioso estaba unificado con el conocimiento científico.

La primera logia teosófica se estableció en Alemania en 1894 y se multiplicó rápidamente.

La obra esotérica de Blavatsky fue especialmente relevante para la formación de la ideología nazi por el hecho de que otorga un lugar de prominencia al concepto de raza.

Blavatsky describió toda la evolución humana en términos de la revelación mística de siete razas originales, cada una con su propia sub-raza.

Cada raza original está constituida por una combinación única de ingredientes físicos y espirituales:

En los primeros tiempos el hombre era puro espíritu, con poderes psíquicos sobrenaturales que había perdido pero que estaba destinado a recuperar al completarse el ciclo de desarrollo.

La presente era la quinta etapa del desarrollo, en la que la raza aria ocupaba el primer puesto del progreso cultural y espiritual y representaba todo lo que es humanamente valioso.

Al finalizar el sexto y séptimo circuito el hombre regresaría a la anterior etapa de pura existencia espiritual, que sería también un estado de comunión con la naturaleza (Esto entronca con la animalización satánica del ser humano regresado al estado de primate)

Todo esto en sí mismo debía convertir la visión teosófica de Blavatsky en favorable y grata para la mentalidad nazi.

Sin embargo, había una característica adicional importante en sus enseñanzas que le otorgaba altas calificaciones a los ojos del nazismo: Blavatsky era rotundamente antisemita. Así como la raza aria simbolizaba en sus escritos todo lo que era cultural y espiritualmente valioso en la civilización actual, del mismo modo el judío era la culminación de todo lo negativo: la encarnación del vil materialismo, del racionalismo astuto y de la sensualidad vulgar.

Hay por cierto impactantes ecos verbales y temáticos de Blavatsky en los escritos y pronunciamientos documentados tanto de Hitler como de Alfred Rosenberg, el autodesignado ideólogo del movimiento nazi, cuyo libro Der Mythus des zwanzigsten Jahrhunderts (1930, “El mito del siglo XX”) pretendía ser un manual del pensamiento nazi .

Al mismo tiempo, existían importantes diferencias entre la teosofía y la doctrina racial nazi, que no deben ser ignoradas.

En primer lugar, Blavatsky no identificaba a la raza aria con los pueblos germánicos de su época.

Y más importante aún, la suya era una visión esencialmente pacifista. No predicaba la violencia racial, ni llamaba a la derrota de las razas inferiores por las razas superiores.

Debemos por lo tanto hallar otro vínculo entre el nazismo y el ocultismo, que dé cuenta de la violencia inherente a la ideología racial nazi. Este vínculo puede muy bien haber sido provisto por la
ariosofía, una filosofía de lo oculto que combinaba sus ideas esotéricas con el nacionalismo y racismo völkisch.

La figura central de la ariosofía fue el escritor ocultista Guido von List (1848-1919), entre cuyos seguidores se incluían celebridades tales como Franz Hartmann, el jefe de estado mayor del ejército austro-húngaro, el pintor Mönch y Jörg Lanz von Liebenfels (1874-1954), el autotitulado “investigador racial, filósofo de la religión y místico sexual”.

En 1903, los adherentes de Von List, entre los que había ricos comerciantes, fundaron en Viena la Sociedad Guido von List. Entre la teosofía y la ariosofía existió una relación innegable: muchos de los adeptos de Von List eran al mismo tiempo admiradores incondicionales de las enseñanzas de Blavatsky. Del mismo modo, algunos de los contribuyentes de Prana, un diario de ocultismo publicado por la sociedad teosófica en Leipzig, eran ariosofistas.

Von List escribió sobre sus ideas ocultistas en una serie de libros, entre los que se destacan Die Armanenschaft der Ariegermanen (1908, “La casta Armanen de los ario-germanos” ) y Die Religion der Arie-Germanen (1910 , “La religión de los ario-germanos”), que se convirtieron en los principales textos ideológicos de la ariosofía.

De acuerdo con su filosofía, sólo los arios, la raza más alejada de la sociedad moderna racionalista y materialista, eran capaces de percibir la fuerza espiritual vital que se expande por el universo.

Los judíos, por el contrario, eran el principal ejemplo de un pueblo apartado de la naturaleza, infectados por el excesivo materialismo y racionalismo de la civilización moderna.

Von List propuso establecer un Estado Ario-Germánico, que reflejaría en su constitución y organización la superioridad innata de la raza aria. En este estado utópico futurista, sólo los ario-germanos podrían ocupar posiciones de liderazgo en el gobierno y la sociedad, y la pureza de la raza aria estaría protegida por medio de leyes apropiadas que prohibirían los matrimonios interraciales.

Von List, que se interesó en símbolos ocultos, descubrió la esvástica (que él creía el símbolo secreto de la salvación) en escritos esotéricos y la interpretó como símbolo de la victoria de la raza aria sobre las razas inferiores.

Hitler escribió algo muy similar en su libro Mein Kampf:

“la esvástica simboliza la victoria del hombre ario y, simultáneamente, la victoria de la idea del trabajo creativo, que siempre ha sido antisemita y siempre permanecerá antisemita .”

Similitudes aún más siniestras existen entre el programa nazi y los escritos esotéricos de Von Liebenfels, discípulo de Von List.

Von Liebenfels identificaba a los judíos con animales, y promovió un acoplamiento selectivo para los judíos, “a fin de extirpar el hombre animal y propagar el hombre nuevo” por medio de la esterilización, la deportación, la liquidación a través del trabajo forzado, y aún del asesinato.

A juzgar por el título de una de sus “investigaciones” ocultistas –Los orígenes zoológicos y talmúdicos del bolchevismo– Von Liebenfels identificaba al judaísmo con el bolchevismo, un aspecto típico de la concepción de mundo de Hitler.

Aun si no nos consta que el futuro Führer alemán se haya encontrado o no con Von Liebenfels en persona durante los días que vivió en Viena –como éste sostuvo en 1932–, es difícil concebir que el clima de ocultismo en Viena y más tarde en Munich no haya tenido cierto impacto sobre Hitler.

Un vínculo aún más directo entre el ocultismo y el nazismo fue probablemente la Sociedad Thule, que fue fundada en Munich el 1 º de enero de 1918 por el ocultista Rudolf von Sebottendorff.

El nombre “Thule” (Islandia) fue tomado del mítico Reino Alemán de Ultima Thule, considerado el hogar original de la raza germana.

La Sociedad Thule era la continuación directa de Germanen Order , un grupo alemán ocultista que predicaba la supremacía germana.

Presentándose como grupo de estudio dedicado a la “investigación de la historia alemana y la promoción del arte alemán”, la Thule era en realidad una organización rebelde de militantes völkisch que desplegaron su actividad en Munich en la época inmediatamente posterior a la Primera Guerra Mundial.

Participó en la fundación de los Freikorps , unidades paramilitares voluntarias compuestas por ex-soldados y ex-oficiales alemanes, y publicó un diario antisemita, el München Beobachter (El
Observador de Munich).

En 1920, Eckart, amigo personal y consejero de Hitler, adquirió el periódico, el cual, rebautizado Völkischer Beobachter , se convirtió en el vocero central del Partido Nazi. El anuncio publicado en la ocasión afirmaba que el partido se había hecho cargo del periódico “con el objeto de convertirlo en un arma implacable del germanismo contra los esfuerzos hostiles no germánicos”.

Algunos importantes miembros de la Thule, además de Eckart, llegaron a ser líderes nazis, entre ellos Alfred Rosenberg y Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler.

En su ya mencionado Der Mythus des zwanzigsten Jahrhunderts, Rosenberg se propuso
desarrollar una historia esotérica de la humanidad basada en el continente perdido Atlantis, mientras que Hess chapuceaba en astrología y en profecías astrológicas. Así es como la historia de una sociedad ocultista que combinaba una ideología racista radical con un compromiso de militancia llegó a estar innegablemente involucrada con las actividades del Partido Nazi .

La Cosmovisión de Hitler


A esta altura resulta oportuno atar los diferentes hilos.

Uno puede muy bien preguntarse: ¿cómo se combinaron en un solo marco ideológico esta mezcla extraña de pensamiento místico völkisch por un lado, y racismo científico- biológico por el otro? ¿Qué efecto tuvo en la mentalidad nazi, y en la de Hitler en particular? Se debe aclarar que la ideología nazi no pretende originalidad o unidad sistemática, ya que está compuesta de un surtido amplio –por momentos completamente caprichoso –de creencias irracionales acerca del pasado germánico e ideas seudocientíficas sobre los fundamentos biológicos de la raza humana.

Sin embargo, por inservible que nos parezca esta ideología desde el punto de vista de la historia de las ideas, el hecho de que haya influido en la agenda política del movimiento nazi es suficiente para justificar su más seria consideración.

Más aún, la criminalidad del régimen nazi habría sido inconcebible e incomprensible si no tomáramos en cuenta que los ejecutores nazis estaban implementando los principios de una ideología en la que creían .

El caso de la cosmovisión de Hitler es crucial en este aspecto.

Desde la publicación en 1938 de Die Revolution des Nihilismus (“La revolución del nihilismo”), de Hermann Rauschning, se sostuvo repetidamente que los nazis, e Hitler en particular, eran una banda de advenedizos sin principios que sólo se preocupaban por impulsar sus propios intereses, y que carecían de cualquier programa coherente fuera de la pura búsqueda de poder.

Aunque la fuente más reveladora de la concepción del mundo de Hitler –los dos volúmenes de su autobiográfico Mein Kampf –, habían sido ya publicados en 1925, la verborrea de esa complicada confesión de fe no alentaba en esos momentos una lectura atenta.

Sin embargo, un examen desprejuiciado de los pasajes programáticos en Mein Kampf y de los discursos publicados de Hitler (tal como lo ha hecho Eberhard Jäckel) deja pocas dudas acerca de que, aunque primitivo y extraviado, Hitler poseía una ideología internamente lógica y coherente, y permaneció fiel a sus desviados principios y objetivos hasta el último día de su carrera criminal .

El elemento central del enfoque “biológico” de Hitler acerca de la política y la naturaleza humana era la supremacía absoluta de la raza en la historia. “La raza es la llave para la historia del mundo”.

Los verdaderos factores de la historia no eran ni las clases sociales (como en el pensamiento marxista), ni las instituciones, las culturas o los individuos humanos (tal como lo considera la literatura histórica tradicional), sino solamente la raza y el Volk , que eran conceptos sinónimos en la cosmovisión de Hitler.

Su teoría acerca de la historia era la aplicación más vulgar del darwinismo social, pasando libremente de observaciones zoológicas a leyes que, supuestamente, gobernaban los asuntos y las sociedades humanas.

Los principios de Darwin de “selección natural” y “la supervivencia de los más aptos” se convirtieron en el punto de referencia de todo el progreso humano, y la lógica de "la ley de la selva", reemplazó la moral de las tradiciones humanísticas judías y cristianas.

En la lucha universal por la existencia cabían sólo un derecho y una justicia: los del más fuerte.

Las “ridículas trabas de la así llamada humanidad” tenían que ceder paso a “la humanidad de la Naturaleza, que destruye al débil para dar paso al fuerte .”

La ideología racial de Hitler partía de la presunción de la “peculiaridad interna de cada especie entre todos los seres vivos de la tierra”.

El instinto de la autopreservación de las especies, decía, provocaba que 

“cada animal se apareara sólo con su propia clase. El paro con el paro, el pinzón con el pinzón, la cigüeña con la cigüeña, el ratón del campo con el ratón del campo, el ratón doméstico con el ratón doméstico, el lobo con el lobo, y así sucesivamente”.

Todo desvío de esta ley, sostenía, era contrario a la naturaleza: 

“Toda cruza de dos individuos desiguales producirá algo intermedio respecto del nivel de los dos progenitores. Es decir, la cría será por supuesto superior a la mitad parental racialmente inferior, pero no tan avanzada como la superior .Como resultado, perderá luego en la lucha contra el tipo superior. Tal apareamiento contradice la voluntad de la naturaleza de mejorar las crías. (...) El resultado de esta pureza racial universalmente válida en la naturaleza, no es solamente la sutil demarcación externa de las razas individuales, sino también su propia naturaleza internamente uniforme. El zorro es siempre un zorro, el ganso un ganso, el tigre un tigre y así sucesivamente .

La lección a ser aprendida por la especie humana es clara:  

“La experiencia de la historia ofrece incontables pruebas para esto. Muestra con aterradora claridad que cada vez que la sangre de los arios se mezcló con la de pueblos inferiores se produjo el fin de los portadores de cultura”.

En la visión que Hitler tenía de la historia, el pecado original era la mezcla de sangre a través del matrimonio exogámico:  

“La mezcla de sangre y la consecuente declinación en la pureza racial es la única causa de la muerte de todas las culturas”.

Siguiendo las enseñanzas de Gobineau y Chamberlain, Hitler distinguía entre razas que crean cultura y razas que destruyen cultura.

El ejemplo principal de las primeras era la raza aria, cuya inmensa contribución a la civilización Hitler elogiaba:

“Todo lo que vemos hoy en forma de cultura humana, los productos del arte, la ciencia y la tecnología, es casi exclusivamente el producto creativo del ario. Si uno lo borrara, una profunda oscuridad descendería sobre la tierra, la cultura humana cesaría, y el mundo se volvería desolado”.

Por el contrario, el judío, “la más poderosa antítesis del ario”, es la raza destructora de cultura por excelencia.

Completamente exentos de cualquier habilidad creadora de cultura, los judíos, en interés de su propia autopreservación, sólo podían absorber de sus superiores o vivir “como parásitos en el cuerpo de otros pueblos”.

Y así, con la misma elocuencia con que describía las contribuciones de la raza aria, se volvía cruda y violentamente injurioso cuando se refería al judío:

“Es y será el parásito típico, el aprovechador que se esparce más y más como un bacilo pernicioso, apenas se le ofrece un medio cultural favorable. El resultado de su presencia semeja la de una esponja que todo lo absorbe: donde aparece, el pueblo anfitrión, tarde o temprano, muere.”

Además, argumentaba Hitler, el judío no podía mantener su existencia parasitaria dentro del cuerpo de otros pueblos, sin engañarlos respecto de su verdadera naturaleza. Por eso, según él, los judíos gustaban presentarse a sí mismos como una comunidad religiosa, enmascarando su identidad como raza.

De este modo, la mentira y el engaño se habían convertido en una segunda naturaleza para los judíos.

Una de las pruebas más persuasivas de su naturaleza mentirosa, aducía Hitler, era su "esfuerzo incansable para negar la supuesta verdad de los Protocolos de los Sabios de Sión" .

Recordemos  que los Protocolos tienen su origen en una antigua secta masónica de judios.

Para Hitler, cuando el desarrollo histórico de los últimos cien años fuera visto desde la perspectiva correcta, no habría ninguna duda de que los alegatos acerca de una conspiración judía mundial eran ciertos.

De este modo, la imagen del judío en el mundo conceptual de Hitler asumía un carácter contradictorio: un ser biológicamente inferior y, al mismo tiempo, un conspirador todopoderoso que anhelaba conseguir la dominación del mundo.

En este contexto, la (pretendida) presencia judía detrás del pacifismo, la democracia, el socialismo y el marxismo eran interpretadas por Hitler como maniobras en la lucha judía mundial por la dominación.

En su opinión, el judío mtenía que apelar a otros medios en su exigencia de poder porque, en virtud de su naturaleza racial inferior, era incapaz de crear un estado territorial. Hitler consideraba que su tarea más importante, su literalmente sagrada misión, era evitar el peligro del judío destructor de culturas. Utilizaba incluso un lenguaje religioso para describirlo:

“Al defenderme contra el judío, estoy luchando por la obra del Señor .”

Mientras que los judíos, como enemigos raciales del Volk alemán, eran objetivo central del ataque de la cosmovisión hitleriana, su segunda obsesión ideológica era el Lebensraum , la conquista del “espacio vital” para la raza superior alemana.

De acuerdo al argumento de Hitler en 1925, la base residía en un hecho “simple”:

“Alemania tiene un incremento anual de población de 900.000 habitantes”. Había cuatro modos diferentes de encarar este crecimiento: el control de población, la colonización interna, el desarrollo de la industria exportadora y “la adquisición de nuevos territorios”.

Hitler eligió la cuarta posibilidad, desechando de inmediato las otras tres.

Además, rechazó el retorno a las fronteras de Alemania previas a 1914, la principal exigencia alemana para la revisión del tratado de paz de Versalles, como “tontería política”: esas fronteras no actualizadas no podrían satisfacer jamás el hambre alemana de territorio .

Por lo tanto, la única solución sensata que se le ocurrió fue una expansión hacia el este, hacia esa enorme reserva de tierras: Rusia.

En todo caso, como Hitler creía que los bolcheviques judíos (comunistas) habían tomado control de Rusia en la revolución de octubre de 1917, una guerra de expansión contra la Unión Soviética estaba asociada en su mente con una guerra contra el enemigo racial – el judío. De este modo, los dos principios ideológicos esenciales en la cosmovisión de Hitler, la destrucción de los judíos y la conquista de Lebensraum para la raza dominante, se hallaron asociados en la invasión nazi a la Unión Soviética en junio de 1941 .

En conclusión: el desencadenamiento del Holocausto contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial no fue un simple accidente de la historia; fue el resultado lógico de la concepción de mundo nazi y de la contaminación antisemita que prevaleció en Alemania en el siglo precedente a la toma del poder por los nazis.

Tomado de: Efraim Zadoff (Ed.), SHOÁ, Enciclopedia del Holocausto, Yad Vashemy E.D.Z. Nativ Ediciones, Jerusalén, 2004.
Basado en: Robert Rozett y Shmuel Spector (Eds.), Encyclopedia of the Holocaust, Yad Vashem & Facts on File Inc., Jerusalem Publishing House Ltd., 2000


Adaptado de Daniel Fraenkel



La Economía Nazi bien explicada.



Cuando un nazi actual publicita una ideología que cohesiona a toda la sociedad en torno al Odio al inocente al que se demoniza y hace culpable de todos los males de la sociedad de una manera completamente Luciferina y opuesta al Cristianismo, siempre suele echar mano de los resultados económicos del III Reich.

Hoy se da el caso contrario. Siendo demonizados no solo ellos sino cualquiera que comparta la menor característica por insignificante que sea con el nacional-socialismo al que se niega todo mérito.

Los políticos liberales son los nuevos nazis de hoy.

Si una forma de pensar tan irracional (irracionalista para ser exactos) como el NS contó con el apoyo de una mayoría hasta el final debió ser porque algo bueno tendría, no en su doctrina ni en su política sino en su economía.

Sin embargo el indudable éxito económico no fue tan grande como muchos publicitan y, por poner un ejemplo, el famoso coche del pueblo Volkswagen solo pudo fabricarse en número reducido para disfrute de los altos mandos del partido y del ejercito.


La Teoría y los Resultados.




La economía nacionalsocialista no siguió doctrina alguna, su único objeto era aumentar la productividad al servicio de la sociedad o más bien de la costosas campañas militares, pues cualquier sistema económico que fuese adoptado, independientemente de su origen o de sus dogmas teóricos, era valorado de acuerdo a sus resultados en la práctica.

Los resultados fueron muy buenos: El “milagro económico” alemán de los años 30, consiguió aumentar el PIB en un 50% y atajar el desempleo en un periodo de cinco años dado que Alemania pasó de 6 millones de desempleados en 1932 (43,8% de tasa de paro) a menos de 800.000 parados (12%) en 1936.

El economista alemán Gottfried Feder, fue el padre de la economía nacionalsocialista.

Se resume en tres puntos básicos:

-Abolición del interés del dinero. 

-Sustitución del patrón-oro/dolar por el patrón-trabajo (también llamado patrón-riqueza).

-El bien de la comunidad debe estar antes que el bien personal (Gemeinnutz geht vor Eigennutz).
Anulando los derechos jurídicos de la persona que solo los disfruta como colectividad. En todos los socialismos esto es así y produce regímenes tiránicos atrozes.




Abolición del interés del dinero.




Sustitución del "patrón-oro" por el "patrón-trabajo".


En el capitalismo financiero plutocrático, el capital produce la riqueza, pero en la economía del Tercer Reich, es el trabajo el medio que la produce. 

Es el trabajo y no el oro, lo que tiene verdadero valor para un país; la mano de obra que transforma las materias primas en productos, los bienes y servicios, la inteligencia de los inventores, ingenieros, técnicos, etc. y en suma cada miembro de la nación que tenga la capacidad de crear algo en beneficio del pueblo.

En los países capitalistas, si no había dinero, todo el trabajo se paralizaba.

Por ejemplo, la crisis del 29 se generó porque los capitalistas de Wall Street cerraron el grifo del crédito y luego crearon un gran pánico especulativo. En el capitalismo, si el dinero escasea, da igual que haya obreros cualificados o fábricas en perfecto estado de funcionamiento: la economía no funciona.

Esto subordina la economía a la política monetaria y financiera, es decir, a los que controlan el grifo del crédito: bancos centrales y privados, los verdaderos propietarios de la moneda. Sólo cuando los bancos quieren, empieza a fluir el capital y éste reactiva la economía.

En los paises marxistas teorizaban que los factores productivos eran "tierra" (recursos, materias primas, medios de producción), "trabajo" (trabajadores de la cualificación necesaria, obras que necesitan hacerse) y "capital" (dinero). Según esta filosofía, aunque haya tierra y trabajo, si no hay dinero, los trabajadores se quedan en paro y las obras se quedan sin hacerse, o los productos sin distribuir, etc. Esto tiene consecuencias negativas pues condiciona el funcionamiento de la economía a la disponibilidad de dinero, que a su vez depende de los únicos que, hoy en día, están capacitados para crear dinero: los bancos usureros.

Si el banco usurero se niega a soltar dinero, o decide mandarlo a otro país, la economía del país se hunde. 
 
En la economía nacionalsocialista era al contrario. 

Las fábricas siguen funcionando, los obreros siguen trabajando y a fin de mes son retribuidos económicamente con el único fin de facilitarles que puedan intercambiar el sudor de su frente y la riqueza creada por otros bienes y servicios producidos por compatriotas suyos.

En el primer caso, son los banqueros y los mercados los que controlan la emisión de moneda.

En el segundo caso, son los trabajadores y el Estado los que controlan la emisión de moneda.

El dinero se genera dependiendo de cuánto se produce en trabajo.

Los beneficios producidos por las obras públicas costean su propia construcción. Por ende, las obras se pagan a sí mismas, y cada vez que se hace una obra, simplemente se crea dinero para pagar a los trabajadores y así aumenta la masa monetaria conforme al valor real de la obra.

De este modo, el asunto de los impuestos sufriría una revolución total en un sistema económico nacionalsocialista: los impuestos podrían bajar muchísimo y hasta suprimirse del todo, lo cual era el objetivo final de los nacionalsocialistas 

Alemania no pedía prestado el dinero, lo creaba ella misma a partir de trabajo productivo realizado.

Si el Estado crea dinero para pagar a un trabajador que produce algo, el aumento de la masa monetaria no tiene por qué repercutir en un aumento de la inflación ya que también se han aumentado en la misma medida los bienes disponibles por lo producido por este.

Mientras el dinero esté respaldado por un activo tangible, no hay inflación. 
 


El bien común antes que el propio.

Alemania durante el Tercer Reich era socialista por lo que se debe entender realmente por ese término: "el beneficio de la colectividad está por encima del interés particular", "el bienestar del Pueblo es más importante que las ambiciones materialistas de unos cuantos".

El Estado debe ser como una gran tribu. Quien no sabe vivir en tribu (y en una tribu el individuo tampoco es nada), no sabrá vivir en Estado, y ni siquiera comprenderá el mismo concepto del Estado.

Así, en uno de sus discursos, Hitler proclamó que  

"somos socialistas, somos enemigos del actual sistema económico capitalista"

 pero fue claro en destacar que ese socialismo 

"no tenía nada que ver con el marxismo", ya que 

"el marxismo está en contra de la propiedad; el verdadero socialismo no".

En la realidad de los hechos el nacional-socialismo demostró no respetar la propiedad privada.




Un Futuro sin impuestos.

La concepción financiera del nacionalsocialismo en este respecto es muy interesante. Bastaría, de momento, enumerar los puntos salientes de la orientación para que quedase justificada la curiosidad que, lógicamente, despierta.

Los impuestos se admiten sólo para cubrir los gastos improductivos (gastos de administración, de defensa, etc.); la presión tributaria ha de ser regulada conforme a la capacidad económica; las deudas interiores sufrirán la anulación legal, teniendo en cuenta los intereses devengados y pagados.

Y si el Estado se libra de deudas y suprime el interés del dinero, puede prescindir de impuestos, ya que en realidad lo que se ingresa hoy queda absorbido por el servicio de la Deuda.

Feder dice en su explicación del programa nacionalsocialista que el Estado sin impuestos no es una utopía y que puede demostrarse numéricamente su posibilidad.

Lastimosamente tan brillante teoría y su éxito economico solo sirvió para financiar las ambiciones de un solo individuo que disponía de todo el poder de un pueblo centrado en su persona.


La Práctica y la Realidad. Critica y Mitos en torno a la figura de Adolf Hitler y la economía nacionalsocialista


Hubo un tiempo en que la retórica oficial de la izquierda política identificaba, por ignorancia o por conveniencia, el nazismo hitleriano con el sistema capitalista (fascismo como la forma más extrema del "estado capitalista de excepción).

Una gran número de personas piensa que Hitler y el nazismo eran de derechas y representaba la encarnación del sistema capitalista.

El hecho es que cuando se examinan las políticas económicas del nacionalsocialismo alemán uno puede percatarse de que estamos ante una economía dirigida por el Estado con una parte de iniciativa privada, pero a la larga el capitalismo de la Alemania nazi era uno fuertemente dirigido y controlado por el Estado.

En resumen, el hecho de que Hitler se mostrase como el gran enemigo del marxismo no lo convertía en un partidario acérrimo del capitalismo de libre mercado. Además, como explica Lukacs, tras el golpe fallido de 1923 Hitler se volvió más pragmático y optó llegar al poder por la vía legal y colaboró con aquellos sectores que aborrecía como la Iglesia y conservadores alemanes.

En otros discursos Hitler es claro al señalar que, en las relaciones entre economía y pueblo, lo único que permanecía inalterable era el pueblo. La economía, señalaba Hitler, no era ningún dogma y no lo sería jamás. La economía, continúa explicando el dictador, debía estar al servicio del pueblo y el capital al servicio de la economía. Añadía Hitler que una concepción liberal de la economía no podía existir y consideraba como erróneo cualquier intento de defender la idea de que la economía pudiese tener una vida propia, libre y sin fiscalización. Todos los discursos de Hitler en relación a temas económico reflejan las semejanzas entre el socialismo y el socialismo de tipo nacionalista que defendía Hitler. 

Como escribió en Mein Kampf, Hitler se consideraba así mismo como un nacionalista y no como un patriota.

De acuerdo a Lukacs, el patriotismo guarda diferencias con el nacionalismo ya que el segundo es más agresivo (no defensivo), populista (no tradicionalista) y se adhiere al mito del pueblo (no está arraigado en la tierra).

Como bien señala Lukacs, Hitler era tanto enemigo del socialismo internacional como del capitalismo internacional, pero añade el historiador norteamericano, el dictador alemán sentía más odio hacia el capitalismo, y su anticomunismo público habría sido más con fines propagandísticos, es decir, era una postura más útil y que le podía generar más adeptos dentro de Alemania.



Poster de nazis holandeses donde se lee: "Junto a Alemania contra el Capitalismo"
Al asumir Hitler legalmente como Canciller en 1933, y tras fusionar la cancillería con la presidencia tras la muerte del Presidente Hindenburg, Alemania se centró, desde finales de 1934, en el rearme y en los gastos de defensa, lo cual iba estrictamente en contra de los estipulado en el Tratado de Versalles (1919) que había impuesto duras sanciones a Alemania tras el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

Otras políticas implementadas fueron el control de industrias estratégicas, controles de precios, fijación de salario, control de los mercados financieros y regulación de las transacciones con el exterior.

Hitler no fue ningún agente ni títere de las clases dirigentes, sino que fue Hitler el que subordinó cada aspecto de la sociedad, incluida la economía a su cosmovisión personal.

El historiador británico Ian Kershaw está en lo correcto al criticar la interpretación marxista de la relación entre nazismo y capitalismo en el sentido de que subestima groseramente el factor Hitler y tiende a exagerar la relevancia del bloque del gran capital.

Kershaw destaca la intensidad con que el nazismo alentó el crecimiento de la organización económica que poco tenía ue ver con el capitalismo clásico y que, más bien, se movía en una dirección a una economía poscapitalista.

El capitalismo dictatorial del régimen nazi fue uno que prescindió de elementos fundamentales que debe tener una economía de libre mercado. Buscaba la autarquía, controló múltiples precios (incluido los salarios), distorsionando con ello el sistema de precios, controló las finanzas y puso límites al emprendimiento empresarial.

El historiador británico, Michael Burleigh, escribe al respecto:

“Los nazis ofrecían lo que parecían ser recetas audaces para sacar a Alemania de la Depresión, junto con retórica que celebraba el alemán normal y corriente. Más aún, al mismo tiempo que insistían tanto en el igualitarismo como en el espírtu emprendedor, evitaban hablar de redistribución de la riqueza para no asustar a las clases medias. Mientras los comunistas ofrecían una huelga general y una revolución…los nazis ofrecían una combinación de nacionalismo económico y medidas anticíclicas heterodoxas para estimularla creación de empleos”.

Una de las políticas utilizadas por el dictador alemán fue el control de precios y la expansión de la masa monetaria.

El régimen nazi se dedicó a imponer controles de precios y salarios en época de paz sobre una economía avanzada y altamente industrializada como lo era la alemana.

El progresivo y cada vez más abarcador control del Estado de la actividad económica causó una serie de males que tardarían en salir a la luz. Como explican Samuel Brittan y Peter Lilley:

“Este experimento nacionalsocialista prueba que los controles de precios y rentas, si son suficientemente intensos, pueden suprimir parcialmentela inflación durante largos períodos.

La Venezuela de Chávez y Maduro en lugar de crear riqueza colaborando con la iniciativa privada la destruyeron totalmente al aplicar las tesis plenamente comunistas, ocasionando la destrucción de todo el tejido empresarial en la convicción equivocada de que podían vivir solo del petroleo. Hasta que su precio cayó claro está.

De acuerdo a Brittan y Lilley la imposición de contingentesde importación en 1934, parte del nacionalismo económico nazi, generó el primer aumento serio de los precios.

El Tercer Reich estableció una política de centralización de la producción agrícola lo que se tradujo en la imposición de cuotas de importación que significó un descenso en la producción de alimentos y un aumento de los precios de estos.

Es importante destacar la meta de la autarquía del nacionalsocialismo, otra razón más para rechazar el nexo entre nazismo con el capitalismo de libre mercado. Esta autarquía estaba en el pensamiento económico nazi a diferencia de la autarquía del Estado Nacional de Francisco Franco que fue impuesta desde fuera por el bloqueo internacional.

De acuerdo a Hermann Göring, Mariscal del Reich, el objetivo del plan cuatrienal era transformar a Alemania en una potencia autárquica en cuatro años para que el bloqueo bélico no pudiese sofocarla.

Como explica Burleigh, la economía alemana debía ser reorganizada de manera que estuviese al servicio de los intereses de la nación. La presión al alza de los precios se extendió hasta 1936 a medida que se alcanzaba el pleno empleo.

Al respecto escriben Brittan y Lilley

“…en noviembre de 1936, fue decretado un "alto a los precios", que los fijó en forma generalizada al nivel vigente el 17 de octubre de 1936. Este decreto permaneció en vigor durante toda la guerra y fue efectivamente ratificado por las fuerzas de ocupación hasta 1948.

¿Para qué expandir la masa monetaria y controlar los precios?

Hitler, no quería bombardear con impuestos a los ciudadanos alemanes y podía endeudarse con el extranjero en parte, por un tema ideológico, recordemos que la Alemania nacionalsocialista aspiraba a la autarquía económica.

Por lo tanto, imprimir billetes libremente sin guiarse por el patrón oro era una medida más fácil y menos costoso para el Estado.

Como explica el economista alemán Walter Eucken (1890-1951), la política nazi estaba centrada en alcanzar el pleno empleo de manera que debía estimular la demanda agregada aumentando los gastos gubernamentales, estimular la inversión y el consumo de las familias.

Para ello emprendió una serie de proyectos de obras públicas, lo que se tradujo en una política monetaria expansiva que presionó los precios al alza, lo que llevó al régimen a intervenir los precios, estableciendo precios máximos y fijando salarios.

Lo anterior llevaría a la escasez de bienes lo que se traduciría en el establecimiento de un sistema de racionamiento y, durante la guerra, se tuvo que priorizar la producción de ciertos bienes en lugar de otros, ya que la economía quedó completamente subordinada a la guerra.

Un personaje que se destacó en este proceso fue el Ministro de Economía Hjalmar Schacht. En palabras de William Shirer:

La impresión de billetes fue tan sólo uno de sus trucos. Manejó la circulación fiduciaria haciendo unos juegos de manos tan portentosos, que hubo veces en que economistas extranjeros llegaron a opinar que el marco tenía 237 valores diferentes…Su creación de crédito en un país que tenía poco capital líquido y casi ninguna reserva económica fue obra de un genio o – como dicen algunos – de un prestidigitador magistral”.

Brittan y Lilley escriben sobre esta política

“…los controles de precios y salarios establecidos por Hitler eran simples y poco flexibles. Se congeló la estructura preexistente de precios y salarios, se racionaron los bienes de consumo, se asignaron desde el centro los bienes de producción, y se utilizó mano de obra esclava para conseguir, aproximadamente, las variaciones en la estructura de la producción que las autoridades consideraban deseables”.

Los controles de precios llevan a que los comerciantes no sigan produciendo o se vayan al mercado negro, ya que deja de ser rentable vender a esos precios fijos, tal como sucede en la actualidad en países como Argentina y, más notablemente, en Venezuela.

El control estatal se va extendiendo cada vez más, acaparando los distintos sectores de la economía ahogando así la actividad económica en su conjunto. Ahora bien, la Alemania nazi era una dictadura totalitaria de manera que pudo permitirse llevar a cabo tales políticas sin temer protestas ciudadanas o huelgas por parte de los trabajadores.

Como señalan Brittan y Lilley, para los consumidores, el mercado negro servía para reasignar los recursos en forma más cercana al óptimo.

Como afirmaba el economista francés Bastiat, está lo que se ve y lo que no se ve. Los economistas y otros personajes más escépticos veían desde el exterior con dudas el crecimiento de la economía alemana así como la reducción impresionante del desempleo.


Fuente: Erwin Mahe, Real World Economics Review Blog



“El fundamento del éxito de Hitler en los primeros años estribaba no sólo en sus triunfos en asuntos exteriores…sino en la recuperación económica de Alemania, que en los círculos del partido e incluso entre algunos economistas de otros países se jaleaba como un milagro.. Y en realidad podía parecerle así a muchísima gente.. El paro, la maldición de los años veinte y del comienzo de los treinta, fue reducido, como hemos visto, de seis millones en 1932 a menos de un millón cuatro años después. La producción nacional subió el 102 por ciento de 1932 a 1937, y la renta nacional fue duplicada”.

¿Qué sucedía con el sector laboral?

El nacionalsocialismo disolvió los sindicatos y se estableció un “libro laboral” (1935) de acuerdo al cual ningún obrero podía ser contratado si no tenía uno, lo cual le daba mayor poder al patrón que podía retener este libro laboral que era otorgado por el Estado. 

Los sindicatos fueron reemplazados por el Frente Alemán del Trabajo (FAT), al que estaban forzados a pertenecer y que llegó a contar con aproximadamente doce millones y medio de miembros. Pero no llegó ni a igualar el Corporativismo Italiano y mucho menos el Sindicato Vertical falangista.  

El Nazismo no construyó nunca un sindicato vertical, limitándose a un símil del corporativismo que no llegó ni al nivel del italiano y a poner representantes del partido en las empresas que ejercían como jefes de empresa y jueces de honor sobre las cuestiones laborales y económicas dentro de las empresas. De esta forma el partido único controlaba todo el tejido industrial.

Teóricamente parece una manera de simplificar el corporativismo centrándolo en la propia empresa y evitando que salga de ella.

Por medio de la Ley Nacional del Trabajo (1934), se prohibieron las huelgas y los lock-outs (paro patronal).

Como explican Brittan y Lilley, el FAT tenía como objetivo elevar el status del trabajador, por ejemplo, se obligaba a los directivos de las empresas a comer de vez en cuando junto a los trabajadores, se abogaba para que los estudiantes realizaran seis meses de trabajo manuales en los batallones de trabajadores y se preparaban vacaciones planificadas para los trabajadores, el denominado “Kraft durch Freunde” (Fuerza a través de la alegría).

Michael Burleigh escribe:

“Se animaba a los trabajadores a superar la mentalidad sindical…y a pensar en función de un "socialismo" que trascendiese los meros problemas de pan y mantequilla. Los nazis, apartándose del economicismo obrerista, reconocieron la necesidad de respeto de los trabajadores, y que se enorgullecía de su trabajo, su destreza, sus herramientas y los productos de su tarea…A un nivel simbólico, los políticos nazis estaban muy dispuestos a hablar con los trabajadores y a estrecharles la mano sin el menor rastro de desazón”.

Continúa explicando Burleigh que los nazis se apropiaron del lenguaje y los sentimientos del socialismo, es decir, se hicieron con aquellos elementos con los que podían operar sin temer de ser tildados de socialistas.

“Entre estos préstamos figuraban la veneración al trabajo y a los trabajadores, el deseo de democratizar la alta cultura y los pasatiempos selectos y la justificación moral de fines mediante la constante innovación de la justicia social”. 

De acuerdo a Hitler se hacía necesario edificar un Estado que valorase el trabajo por sí mismo y que tuviese a los trabajadores en una elevada consideración ya que eran los trabajadores quienes cumplían un deber fundamental hacia la nación alemana.

En palabras de Hitler:

“Queremos educar al Volk de manera que se aparte de la locura de la superioridad de clase, de la arrogancia de rango, y de la falsedad de que sólo el trabajo mental tiene algún valor; queremos que el Volk comprenda que todo trabajo que es necesario ennoblece al que lo hace, y que sólo hay una desgracia, y que es no contribuir nada al mantenimiento del propio Volk”.

Todo lo anterior no era más que una forma encubierta de colectivismo y control de las acciones de los trabajadores por parte del Estado, no sólo dentro del trabajo, sino que incluso en sus tiempos de ocio. El “Kraft durch Freunde”, como señala Burleigh, era una manera de transformar el ocio en algo colectivo y controlado.

Propaganda del Frente Alemán de Trabajo
Tenemos pues que el milagro económico alemán fue más bien un embrujo, similar a ese otro embrujo que fueron las colectivizaciones y planes quinquenales de Stalin, que despertaron admiración en muchos economistas e intelectuales en Occidente. 

Lo que en realidad hizo Hitler fue aprovechar el aparato estatal para construir su utopía socialista y nacionalista.

Los métodos empleados por Hitler no son inéditos y han sido aplicado por varios líderes populistas, claro que, a diferencia del caso de Hitler, no tuvieron una guerra que los “salvara” del desastre económico.

La guerra, en este sentido, logra reactivar la economía, claro que no podemos decir que las guerras sean útiles para reactivar la economía de un país por, al menos, dos razones.

La primera y más obvia es que la gente muere y sufre.

En segundo lugar, la producción queda subordinada a los objetivos de guerra de manera que se privilegia la producción de bienes bélicos que serán destruidos o quedarán inutilizados tras finalizar la guerra, mientras que los bienes básicos, alimentos o bebestibles, se reducen en número, variedad y calidad.

En resumen, la sociedad civil es la que se ve más perjudicada por las guerras emprendidas por los Estados. 

Otro punto importante es que la economía nacionalsocialista fue un híbrido entre capitalismo fuertemente dirigido y controlado por el Estado.

Factoría de C.A.S.A. en Sevilla.


En palabras del académico Derek H. Aldcroft:

“Aunque el grado de intervención estatal en los asuntos económicos fue con el tiempo más extenso que en cualquier otro país fuera de Rusia, el sistema de producción, distribución y consumo que construyeron los nazis se resiste a ser clasificado en cualquiera de las categorías habituales de sistemas económicos. No era capitalismo, no socialismo, ni comunismo, en el sentido tradicional de estas palabras: el sistema nazi era más bien una combinación de algunas de las características del capitalismo y una economía muy planificada”.

El discurso que se ha instalado desde la década de 1930 de que el fascismo (donde se incluye al nazismo verdaderamente sin razón) representaría a la derecha conservadora y capitalista contra los intereses del mundo “popular” o “social” carece completamente de sustento, fruto de una manipulación perversa del lenguaje.

En conclusión puede decirse que el exagerado Control Estatal del Nacional-Socialismo degenera inevitablemente en un Control Absoluto de toda la sociedad a través de un Estado Absorvente que lo domina todo, incluso el ámbito de lo privado.  

O sea un totalitarismo. ¡Este es el problema!

Por otro lado el Falangismo, que comparte características con muchas ideas políticas, sociales y también económicas, no compartió nunca dicho control total aunque veía con buenos ojos algunos aspectos económico del nazismo por su gran éxito. 

Desde 1935 falange se desliga del corporativismo italiano construyendo su propia teoría económica y social fundamentada en el respeto a la persona como ser portador de valores eternos. 

Sin embargo compartía y sigue compartiendo con el nacionalsocialismo exclusivamente la posibilidad de la sustitución del patrón oro y algún otro criterio económico, lo que lleva a muchos que toman la parte por el todo a establecer un mimetismo filo-nazi que nunca existió en el pensamiento de José Antonio.

Sin necesidad de llegar a los extremos de control establecidos en Alemania se produjo el gran milagro económico Español, doblemente significativo al producirse en una nación com España víctima de un boicot internacional y con pocos socios. a quien recurrir. 

A este "milagro" sí que contribuyeron de forma notoria los falangistas. 

Los pseudoeconomistas que nos hablan por los medios siempre se olvidan intencionadamente de decir que el desarrollismo español de los años 60 fué el fruto de todas las inversiones hechas durante los años 40 y 50: Reconstrucción total, Embalses, fábricas, red nacional de silos y graneros, instituto nacional de industria, vertebración de la sociedad, sindicalización, precios mínimos garantizados para el agricultor etc...

Astilleros Españoles