La forma y el contenido de la democracia

La forma y el contenido de la democracia
"Pero si la democracia como forma ha fracasado, es, más que nada, porque no nos ha sabido proporcionar una vida verdaderamente democrática en su contenido.No caigamos en las exageraciones extremas, que traducen su odio por la superstición sufragista, en desprecio hacia todo lo democrático. La aspiración a una vida democrática, libre y apacible será siempre el punto de mira de la ciencia política, por encima de toda moda.No prevalecerán los intentos de negar derechos individuales, ganados con siglos de sacrificio. Lo que ocurre es que la ciencia tendrá que buscar, mediante construcciones de "contenido", el resultado democrático que una "forma" no ha sabido depararle. Ya sabemos que no hay que ir por el camino equivocado;busquemos, pues, otro camino"
José Antonio Primo de Rivera 16 de enero de 1931

lunes, 19 de septiembre de 2016

La Libertad en el Pensamiento Falangista

 La Libertad del Hombre.

 


A diferencia del actual concepto de libertad "hago lo que me da la gana" el cual, además de ser una mentira, ha generado la corrupción de la sociedad a todos los niveles que actualmente padecemos y que es similar a la existente en cualquier otra sociedad demoliberal con partidos políticos, la libertad propugnada por el falangismo desde sus orígenes se fundamenta en primer lugar en la Formación y la Capacitación para Poder Escoger. Y después en la Propiedad Compartida de las Empresas en el mundo del trabajo y la Representación Orgánica en las Cortes a través de los cauces naturales del Municipio y del Trabajo (y antes también de la Familia configurando los tres tercios de la Cámara).

Sobre la Representación Familiar o de Padres de Alumnos hay que matizar que podría existir como uno o dos procuradores o diputados corporativos. Pero ya no ocuparía un tercio de la cámara.

Recordemos que los diputados corporativos son los que llegan a las Cortes previamente elegidos por su corporación. Ejm: El diputado corporativo de la rama sindical de la industria del metal es el presidente de dicha rama sindical, el cual ha sido previamente elegido en votación por todos los trabajadores de dicha rama del Sindicato Vertical. Y puede ser recusado por sus compañeros provocando una nueva elección. Así mismo, por lógica, será diputado corporativo el presidente de la Real Academia de la Lengua, elegido por los académicos. Por poner dos ejemplos.

A esto Falange Española Digital añade, en sus propuestas hacer realidad tangible la tan cacareada por los liberales Libertad Política para las Ideas y su Expresión (en sustitución del Tercio Familiar). Dicha Libertad en manos demoliberales es solo un engaño que se lleva a cabo a través de mecanismos obsoletos y que todos sabemos en que consiste: La manipulación de la opinión pública para disfrute de una minoría de privilegiados.

La elección de la Cámara Política (que es un tercio de las Cortes) se llevará a cabo a través de los candidatos independientes y los apoyados por las Asociaciones Políticas sufragadas, constitucionalmente, única y exclusivamente con las cuotas de sus afiliados y elegidos los diputados de este Tercio o Cámara Política en Listas Abiertas.

Falange Hoy debe ser Libertad sin Partidos Políticos.


Para entender las diferencias siempre debemos recordar que:

- La libertad total no existe en este mundo.
Como, por ejemplo, la libertad de vivir eterna y gratuitamente sin estar sometido a las leyes de la física. Aunque siempre hubo diferentes grados de libertad. Los cuales son mera consecuencia de la Justicia y la Verdad.

- Existen libertades reales o pragmáticas y libertades formales o teóricas.

Las primeras son las que, como la libertad de elegir un trabajo, afectan a la calidad de vida de la mayoría aunque solo las disfruta una minoría.

Las segundas son las que afectan a segmentos minoritarios de la sociedad, como los políticos o sus afines, y solo las disfrutan ellos mismos.

Falange Digital pretende extender ambos tipos de libertad, tanto la teórica como la pragmática, a toda la sociedad a través del Sufragio Orgánico Universal (Democracia Orgánica Directa) y el Nacional-Sindicalismo.

Junto a la Patria, el Pan y la Justicia, la próxima Revolución será además un grito de verdadera Libertad.

- Existe además la libertad para el Bien y la libertad para el Mal.

FED estará comprometida desde sus inicios con la primera y, por lo tanto, no considera la práctica de vicios insanos o perjudiciales para el prójimo (próximo) o para toda la sociedad como un modo de libertad.

Por lo tanto es necesario un grado de Imposición  para el Bien, pues el mal conduce inexorablemente a una adicción al vicio, de la que ya no existe libertad para salir por los medios propios de la víctima en él atrapada.

Sabemos que no todo es cuestionable y no todo se puede decidir mediante referendums directos. Por ejemplo: votar sobre el derecho a la vida o la existencia o no de una persona en las bases de datos oficiales, como ocurriría en una democracia Inorgánica Directa. Este tipo de cuestiones entra en el ámbito del Poder Judicial de acuerdo a las Nuevas Leyes Fundamentales del Estado o Constitución que harán imposible el atropello de los derechos fundamenteles de los españoles.

 Pero además hay una cosa de la que estamos completamente seguros:

Los individuos que nos gobiernen tienen que ser elegidos, revalidados y recusados por el pueblo español.

Puesto que hoy no se dan las circunstancias para los Caudillajes que tuvieron su razón de ser en las circunstancias políticas y sociales de otras épocas. Para empezar porque no hay Caudillo y, en segundo lugar, porque gracias al franquismo y a los avances tecnológicos de las telecomunicaciones, ya no existen las diferencias culturales tan abismales que se daban en la monarquía y las dos repúblicas.

Ello implica el control desde las Leyes Fundamentales del Estado y desde los Poderes del mismo de las actividades de los servicios de inteligencia oficiales, ya que los privados no existirían. Estos disponen de herramientas cada vez más poderosas para entrometerse en la vida privada de los españoles en nombre de intereses bastardos. Por tanto la actividad de los servicios de inteligencia debe ser regulada constitucionalmente por la legislación y vigilada por las Cortes y el poder judicial.

El concepto de Recusación es otro de los motivos por los que la Democracia Orgánica Directa es superior a la inorgánica. Y aún más superior al engendro que ahora padecemos.

Al igual que un organismo vivo que constantemente asimila solo lo beneficioso y excreta lo inservible, en F.E.D., comprometidos con la actualización de las ideas Falangistas, somos conscientes de la renuncia que ello implica hacia algunos lastres ideológicos propios de circunstancias políticas del pasado y obsoletos por el paso del tiempo. Por lo tanto nos comprometemos firmemente con la aceptación de las críticas y la libertad de expresión de las ideas.

Otra gran ventaja de la Democracia Orgánica Directa sobre el sistema actual es, en su fase definitiva, la participación efectiva del Pueblo Español en la toma de dcisiones por los siguientes medios:

- Configurando todo el Censo Electoral como un Congreso que puede elevar propuestas, que cuenten con suficientes apoyos, para su redacción y aprobación en las Cortes.

- Configurandolo igualmente con las atribuciones de un Senado Popular capaz de aprobar o denegar las propuestas redactadas por las Cortes mediante Referendum.

Esta última y definitiva fase no es posible con el nivel cultural que actualmente tiene el pueblo español al día de hoy. En el sentido de sesgado, engañoso, parcial, y mediatizado por las grandes cadenas de comunicación que están al servicio de los grandes grupos bancario-politico-empresariales. Es decir, de los actuales partidos políticos mayoritarios.

Pero como nos dice Girón de Velasco, no por ello hay que negarle al pueblo sus derechos, sino prepararle para que pueda acceder a estos derechos y, sobre todo, que este acceso se lleve a cabo con garantía de éxito.

Otra de las ventajas de la Democracia Orgánica es el Sufragio Orgánico Universal en el que cada voto tiene una puntuación, ni más ni menos importante, sino solo diferente.

Todo esto es posible gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías.

Cabe recordar que en la España actual el sistema electoral da grupo parlamentario a partidos minoritarios, que sacan pocos votos pero concentrados, y no le otorga ni un solo diputado a partidos que obtienen muchos más votos pero repartidos por todo el territorio nacional.

En conclusión las Nuevas Libertades que los falangistas de Falange Española Digital (Falange Futura) deseamos para el pueblo español son entre otras:

- Libertad de Participación en la Gestión y en los beneficios que corresponda de las empresas especialmente tras la cooperativización de las mismas.

- Libertad de Legislación ya que cualquiera, con suficientes apoyos en las redes sociales, puede elevar a las Cortes una propuesta de Ley. Además de aprobar o rechazar las de las Cortes.

- Libertad de Recusación de los representantes ya sean corporativos o de elección directa (Cámara Política). Esta libertad ya existía en la Democracia Orgánica primitiva.

- Libertad de Reconsideración del Voto. En el plazo de una semana puede cambiarse el voto a través de la página electoral oficial de cada votante.

- Libertad Equitativa en la que el Valor del Voto va en función de las Circunstancias del Individuo dejando éste de ser un simple número. Reconociendo por lo tanto el esfuerzo, el conocimiento y la dedicación en todas las materias. Pero también reconociendo el valor de todas las situaciones de injusticia y desamparo.

- Libertad Laboral. El Estado tendrá la obligación de proporcionar un trabajo mínimo a los desempleados, pero estos serán libres de escoger o rechazar dicho trabajo. Los trabajos ofrecidos por el Estado pueden rechazarse pero mientras esta situación continúe no se percibirán subsidios ya que serán inexistentes.

- Garantía Legal. Basada en la existencia, por primera vez, de un sistema judicial independiente cuya obligación será aplicar fielmente las leyes aprovadas por las Cortes así como las Leyes Fundamentales del Estado o Constitución.

Naturalmente, como no pretendo regalar paraísos artificiales gratis, es de lógica que existan obligaciones:

- Obligación Constitucional de Trabajar para el sector privado, cooperativo o para el Estado. Esto quiere decir que se puede permanecer sin trabajar pero sin cobrar nada del Estado.

-Obligación Constitucional Electoral. En cumplimiento de la prohibición de la Reconstrucción de la Partitocracia todos los candidatos, ya sean directos o corporativos y apoyados o no por asociaciones políticas, deben presentarse como Independientes en Listas Abiertas.

- Obligación Constitucional Equitativa del Valor del Voto. Ya que no podrá superar las capacidades reales del individuo en ningún campo. Por lo tanto obligación de instruirse para aumentar el valor del voto en cada campo. Como ya se ha explicado no solo se puntuarán los conocimientos en determinados campos sino también las circunstancias sociales del individuo y especialmente las de mayor desamparo. A pesar de no existir desamparados en este sistema se prevee una etapa de transición.

- Obligación Constitucional a la Defensa. De instruirse y colaborar, aunque sea en tareas asistenciales, a la defensa de la Patria ya que el Ejército es el Pueblo en Armas (Sistema Suizo). Sin embargo esta obligación puede rechazarse renunciando a todos los derechos civiles (salvo Auxilio Social) que así mismo pueden recuperarse cumpliendo el deber rechazado.

- Obligación de Acatar las Leyes Fundamentales del Estado o Constitución mientras esta no sea sustituida por las Cortes y el Jefe del Estado. Sin mermar libertades formales o de expresión.

Todo esto no es nuevo ya que consta publicado desde hace muchos años y se basa en las importantes aportaciones de los falangistas a lo largo de la historia en su intento por configurar una Democracia Orgánica, sin excluir las aportaciones foráneas ya que todo el mundo tiene su parte de razón en algo.

Esta entrada sobre la libertad del hombre (hombre, mujer y algunas estatuas oprimidas)  será progresivamente ampliado con nuevas aportaciones.


Meta de la Revolución Social Española.

 


Excmos. e Ilmos. Señores, Señoras y Señores, Camaradas:


El señor Presidente de la Cámara Sindical Agraria, al hacerme el honor de pronunciar unas palabras de presentación, ha tenido el acierto de fijar unos pensamientos que bien pudieran ellos, por sí solos, constituir el lema para este ciclo de conferencias.

Entre todos ninguno más certero que aquel con que nos avisa del peligro de quedamos embobados ante principios e ideas muy amados, pero viejos y acaso inservibles, igual que son amadas pero son viejas e inútiles las armas gloriosas de la panoplia familiar.

Para que las ideas nuevas se alzaran con todo vigor, con toda lozanía, con toda potencia frente a las contingencias de cada día sustituyendo a las viejas; y para que el aliento siempre joven, siempre renovado y siempre recién nacido de la doctrina cristiana empujara esas ideas nuevas hacia la victoria, cayeron a nuestro lado, vitoreando a Cristo y a España, aquellos camaradas del Alto de los Leones, gloriosa Falange castellana que el Presidente ha tenido la delicadeza de nombrar, y para quienes os pido el homenaje de un recuerdo.

Cuando hace aproximadamente un año tuve el honor de presentarrne ante vosotros lo hacía con un visible temor que no pude disimular. Venía a exponer ante vosotros unas ideas acerca de una cuestión que preocupa al mundo desde que se plantearon los primeros términos del problema social. Y venía con el natural temor de quien, sin el armamento intelectual necesario, se atreve a dar un paso decisivo, y en cierto modo solemne, en un mundo que no le es propio, en un ambiente en que su presencia puede desentonar y ante unas personas cuya preparación y hasta cuyos prejuicios temía yo que pudieran colocar entre el auditorio y yo esa invisible cortina que sólo vuestra cortesía iba a salvar para no sentirme completamente solo.

Sin embargo, llegó un momento de mi disertación en que, roto el dique en que vuestra atención había ido embalsando mis modestas ideas, calentásteis mis palabras con vuestro corazón, las elevasteis de nivel con vuestra inteligencia y un torrente de generosa comprensión, de solidaridad y de compenetración irrumpió arrolladoramente en una salva de aplausos que no olvidaré en mi vida y que me dió la medida y la estatura del alma. sevillana, exigente sí, como cuadra a la antigua cultura de la que sois hijos, pero llena de generosidad y de nobleza y dotada de esa transparencia de juicio y de crítica que os ha hecho famosos en el mundo por vuestra agilidad y por vuestra elegancia de espíritu y que dota a esta ciudad de esas gracias que han envidiado durante siglos todas las ciudades del Universo. (Muchos aplausos.)

Esta capacidad para entender los más sutiles matices de la justicia social, esta sensibilidad que os permite acusar la presencia de cualquier idea motriz, aunque fuera tan modestamente formulada como lo fué la expuesta por mí, es la que me ha animado a volver entre vosotros para tratar nuevamente cuestiones que atañen a ese ser entrañable, a ese ser que mueve nuestros pensamientos y que es el hombre español, el más dotado entre todos los seres humanos para las divinas empresas, para las generosas aventuras, para las batallas espirituales, para las sublimes locuras, para las entregas apasionadas y que maltratado, abandonado, tratado injustamente, olvidado y sin amparo, se adelanta periódicamente a darle al mundo, a darle a la sociedad y a darle a la Patria los ejemplos más estremecedores de valor, de dignidad y de coraje que pueblo alguno haya dado a su tiempo.

Vuestra respuesta de entonces a mi preocupación y vuestra presencia aquí y la generosa acogida que empezáis a dispensarme nuevamente, me dicen que no me equivoqué al elegir Sevilla para plataforma de lanzamiento de aquella preocupación casi obsesiva que gravita sobre la mente de nuestro Caudillo, ese hombre excepcional que si por tantos motivos pasará a las páginas áureas de la Historia de Europa como vidente paladín, no dejará de señalar esa Historia como motivo principal la angustia que ha movido hasta el más pequeño de sus actos políticos hasta ver en el camino del logro final a la más ambiciosa y a la más viable de cuantas fórmulas de justicia social se hayan ofrecido al mundo .


Recapitulación conveniente.


Vamos, contando con vuestra benevolencia, a examinar, en un ligero apuntamiento que no fatigue vuestra atención, pero que no os hurte ningún matiz, el sentido de la política social desarrollada por Franco en estos primeros quince años, de los cuales casi once me ha tocado ser su obediente soldado. Estas recapitulaciones son convenientes, como son convenientes los exámenes de conciencia.

No para recrearse en el pasado ni para avergonzarse de él, no por el simple placer de volver la vista atrás para quedarnos embobados e inmóviles como la estatua de sal, sino para comprobar la dirección del rumbo que hemos seguido y para estar seguros de no habernos desviado de él. Es conveniente saber a dónde vamos, de dónde venimos, quiénes somos, cuál es el sentido de nuestra marcha y comprobar que no nos movemos como autómatas sino que algo sobrenatural nos guía en nuestros pasos sobre la tierra, como una estrella, como una nube de fuego, como un ángel que lleva en su diestra una palma de paz, una antorcha de inquietud o una espada de guerra según Dios y la Patria exijan de nosotros el empleo de la inteligencia, el ardor de una pasión o la pura y caliente sangre de nuestras venas para entregarla tan generosamente como la entregaron aquellos cuyo recuerdo no nos abandona jamás. (Grandes y prolongados aplausos.).

Aquí, en esta misma sala, aceptasteis vosotros una idea audaz y atrevida, expuesta en un lenguaje un poco tosco por ser mío, pero acrisolada en vuestro espíritu. Aquí aceptasteis como buena, como útil, como realizable una meta a partir de la cual el ser humano será distinto, habrá alcanzado un nivel medio de dignidad superior y se allanarán muchos abismos que hoy separan todavía a las clases unas de otras y las impiden no ya el entendimiento de los problemas ajenos a cada una, sino hasta su puro y simple conocimiento, su ,existencia pura y simple, de la misma manera que se ignorarían los habitantes de planetas distintos. Aquí surgió la chispa de una llama que hoy abrasa de impaciencia a millares y millares de trabajadores españoles ávidos de doblar el cabo de la ignorancia y de la indefensión intelectual, ávidos de participar en la gloriosa responsabilidad de conducir su Patria, esa Patria a la que unas minorías egoístas han estado negando durante siglos la apasionada colaboración de los humildes, a los que de vez en cuando, eso sí, pedían su sangre, tantas y tantas veces generosamente derramada.

El Movimiento Nacional atendió desde el principio a la elevación de la dignidad del hombre español. Había que levantarle de muchos abatimientos: había que alzarle de muchas ignominias, había que redimirle de muchas esclavitudes, había que rescatarle de muchas servidumbres, había que devolverle muchos tesoros y había que hacerle avanzar desde las sombras a la luz, desde el abismo a la superficie, desde la mazmorra de una vida infrahumana a la liberación más elemental.


El Hombre, unidad de alma y cuerpo.


No podía realizarse esta labor de urgente justicia por una sola de las vertientes del ser humano. No podía rescatarse el ser físico y dejar en la indigencia el ser moral, ni podía tratarse de convertir en Santos a seres famélicos y depauperados físicamente. Nosotros partíamos del principio de que había que mantener al ser humano en toda su majestuosa integridad. El principio de que el hombre no es un cuerpo ni es un alma, sino que es, en una unidad, alma y cuerpo a la vez y ha salido de las manos de Dios a su imagen y semejanza, no para ser explotado como una máquina, no para ser un animal bien alimentado o mal alimentado a quien se contrata por su corpulencia como a las bestias y a quien se exige un rendimiento físico sin que importe el resto.

El hombre para nosotros ha sido siempre ese grande y entrañable desconocido, nuestro semejante, sujeto de redención, calculado por el Creador para todos los goces del espíritu y portador de valores que las estirpes se van legando unas a otras como la sacra heredad en que el hombre se va mejorando y en que va entregando a sus hijos no una vida peor, sino una vida mejor y más digna. Por esta razón nosotros atendimos desde el primer momento a la dignificación del ser humano, sujeto de la legislación laboral que emprendíamos sobre un desierto en que apenas teníamos unos tímidos antecedentes que para nuestra ambición eran puras sombras de una legislación social.

Nosotros entendimos que el trabajo humano no es sólo una actividad que se mida en kilográmetros o en caballos y, por lo tanto, entendimos que no es un esfuerzo que se hace solamente para subsistir mejor o peor como una bestia. Nosotros entendimos que el trabajo del hombre debe proporcionarle a él y a su prole los medios de alumbrar primero y de satisfacer después todas aquellas apetencias, todas aquellas ambiciones, todas aquellas ilusiones que ejercidas con decoro hacen que el paso de la criatura humana por este valle de lágrimas pueda realizarse con aire erguido y no con el doblado y cansino paso de los esclavos.

Y, sobre todo, entendimos que si los hombres no son iguales a la hora de mandar, deben ser iguales, rigurosamente iguales, a la hora de comer, a la hora de estar enfermos, a la hora de saber, a la hora de cobijarse (una clamorosa ovación interrumpe al señor Girón) y a la hora de morir.

Cuanto más elevado sea el mínimo legal de esa igualdad, más perfecta y más cristiana será una sociedad, y la meta que nos hemos señalado en este orden es la más ambiciosa que movimiento político alguno se haya señalado jamás en este mundo.

A esta manera de entender una Revolución Social obedecen las más genuinas creaciones del Régimen. 

Pero, sobre todo, a esta manera de entender una Revolución obedece el paciente y largo proceso de desintoxicación con que hemos tratado al trabajador español.

Los agitadores de la inquieta marea que desde siglos mueven el alma del trabajador fueron instilando gota a gota, pérfidamente, como quien procede científicamente a la creación de un hábito toda la amargura precisa para crear un mundo homogéneo de desesperados, trabados y unidos por unos lugares comunes, falsas expresiones de una idea de redención legítima, con el fin de tenerles dispuestos para cada instante, de retén para el disturbio que de cuando en cuando estallaba, no por reacciones de las legítimas exigencias de la criatura humana esclavizada, lo cual hubiera sido explicable, sino por razón de las conveniencias políticas, sectarias y muchas veces financieras, de los grupos dirigentes que se servían de unas masas previamente adormecidas para satisfacer sus apetitos de mando, de Poder y de negocio. (Grandes y prolongados aplausos.).

Porque muchas veces, a través de las agitaciones que han convulsionado a los trabajadores, se encontró la coincidencia de los grandes cártells industriales o financieros y de las grandes agrupaciones imperialistas con los agitadores políticos, que servían, cínicamente, por un puñado de monedas, los intereses del más desenfrenado capitalismo cuando no servían lisa y llanamente las consignas, pagadas en buenos doblones de oro, de potencias extranjeras que habían caído como buitres de garras doradas sobre la cansada tierra de España que, después de haber labrado la corona de su propia majestad con los ricos metales de sus entrañas, acababa dando el cobre y el hierro de sus minas al extranjero para forjar las cadenas de su propia esclavitud. (¡Muy bien! Estruendosos aplausos.)


Dificultades Ingentes.


Las masas españolas habían llegado a la sobresaturación y constituía una obra casi imposible de realizar el desintoxicarlas de aquella droga.

Creed, señores, que de todos los esfuerzos realizados por el Régimen, incluyendo los más visibles y espectaculares a favor de la clase trabajadora, ninguno tan fatigoso, ninguno tan difícil como el de barrer la niebla en que las mentalidades de los trabajadores estaban sumidas.

Si se nos preguntara cómo ha ido verificándose ese proceso de desintoxicación, contestaríamos que casi milagrosamente.

Porque igual que si la Providencia hubiera elegido a Franco para hacerle el honor de acumular sobre su cabeza todas las dificultades; igual que si la Providencia hubiera elegido al hombre español para exigir de él un heroísmo como no se ha exigido a hombre alguno, se abatieron torrencialmente sobre nosotros todas las calamidades y todos los ataques, y concitados la Naturaleza, que nos negaba el agua, y los hombres, que nos negaban el pan, sólo quedaba para los labios de los españoles la amarga sal de la soledad. (¡Muy bien! Muchos aplausos.)

El mundo, con una crueldad circense, llegó a esperar como un espectáculo emocionante el espectáculo del español muriéndose de hambre, el espectáculo de un ser que enseñoreó el mundo doblando la rodilla ante quienes habían decretado su extinción.

Pero el genio español, ese genio que tiene el secreto de vivir, si es preciso, entre las ruinas y la desolación y de concebir en la cárcel las más bellas creaciones del ingenio humano; ese genio que desde la sombra de una mazmorra es capaz de lanzar a caminar eternamente por el mundo a nuestro señor Don Quijote de la Mancha, dió precisamente el espectáculo contrario al que se esperaba y causó el asombro del Universo por su alegre resistencia, por su capacidad de sonrisa, por su serena actitud ante la adversidad, por su ingente capacidad de atesorar paciencia y coraje.

No se dieron cuenta nuestros enemigos, porque ignoran toda la riqueza fabulosa del alma española, de que es española la expresión "sacar fuerzas de flaqueza".

Y de nuestra flaqueza, de nuestra unión en la flaqueza, de haber estado mandados por un hombre sin tacha y sin miedo durante la flaqueza, hemos sacado esa fuerza telúrica, venida de no se sabe dónde, gracias a la cual aquella intoxicación, que parecía imposible de arrancar del alma de los trabajadores españoles, se ha arrancado ella sola, ha desaparecido ella sola, ella sola ha vuelto a la sucia caverna de donde salió y hoy los españoles que no están en un lecho de flores, los obreros que sufren la escasez de los tiempos y dan cara a la adversidad de unos días que nosotros no hemos creado, sino que ha creado un mundo de locos; los hombres del campo, de la mina y de la fábrica y del mar, pueden estar incómodos, y lo están tremendamente, es cierto, sobre una realidad que no es rosada, aunque sea más humana que la de otros trabajadores del mundo.

Pero lo cierto es que aquellas locas ideas de odio y de destrucción que entristecían sus frentes y que agobiaban sus mentes esclarecidas y que alimentaban los sentimientos de odio y de venganza y de crimen y que sólo tenían la salida del fuego y de la dinamita, han sido sustituídas por otras ideas de solidaridad y de cooperación, de ambición de saber, de avidez de mandar, de ilusión de construir, de sana crítica de las cosas públicas, de convivencia en sus agrupaciones naturales; ideas, en suma, nacidas al amor de un corazón fuerte y de una inteligencia preclara que nos han conducido a través de las tinieblas en los diez años en que hemos ido caminando por un túnel, pero cantando en vez de gemir, porque nos habían enseñado a cantar -y esto es lo que olvidaron nuestros enemigos-, los que por el rescate del hombre español para la gloria de su destino universal supieron morir cantando cara a ese sol que aún no ha encontrado el ocaso en el más noble y generoso imperio moral del mundo. (¡Muy bien! Grande y prolongada ovación)


El hombre dentro de la familia.


Para ser fieles a ese hombre y para ser fieles a los hombres que supieron seguirle á través de aquel túnel de diez años, estábamos obligados a operar urgentemente declarando que lo mejor es enemigo de lo bueno y partiendo hacia lo mejor, pero sin desdeñar la labor imperfecta, la labor un poco campamental que cada día nos hemos visto obligados a realizar, a sabiendas de que no era perfecta, pero que era la única que cabía realizar durante la jornada.

De esta manera, a pura dificultad, salvando cada día un obstáculo y cada día acuciados por la voz de mando, que no ha dejado de sonar ni un instante, hemos ido llegando a unas realizaciones que si aún tienen esa imprecisión y a veces esa fealdad que es característica de todas las criaturas en la pubertad, anuncian en su estructura general la espléndida belleza del futuro, que otros hombres, otras generaciones más felices, levantarán sobre los cimientos en que han quedado marcadas las huellas de nuestros hombros y en que el sudor de nuestras frentes ha abierto surcos hacia la paz.

En este camino, señores, y mirando siempre a las necesidades que al hombre trabajador acucian y considerándole siempre como miembro de una empresa, la empresa histórica en que estamos enrolados y como miembro de la empresa material a la que da su trabajo, no hemos cometido jamás el error o la vileza de suponer que el hombre es un ser aislado de otros seres. Hemos considerado al hombre como funcionado dentro de la familia y por lo tanto para nosotros la unidad, sujeto de toda la política social del Régimen, ha sido la familia.

Para nosotros el hombre no es un ser aislado. Es siempre un ser eje y función de otros seres. Esos otros seres son su mujer, son sus hijos, son, en suma, su familia; es el hogar. Para nosotros el trabajador no es la unidad. La unidad la constituye el trabajador con su familia.

Nosotros nos encontramos, en 1936, con una familia española en trance de descomposición. Acaso esto fué una de las determinantes más fuertes del Levantamiento Popular acaudillado por Franco. Todavía se estrellaban contra los fuertes muros del hogar español y contra las cerradas puertas defendidas por sus limpias mujeres las oleadas del fango que nos arrojaba una sociedad extranjeriza.

Ya habían prendido, sin embargo, los primeros raigones del malthussianismo, de la coeducación de los sexos, de la pornografía disfrazada de ciencia de kiosko y otras pestilencias por el estilo. Se predicaba la emancipación de los hijos en cuanto a las costumbres.

Los hijos y las hijas de los proletarios y de las clases económicamente más elevadas empezaban a "vivir su vida", porque esto daba patente de progresismo y de modernidad; y un coro de canciones soeces, en que se exaltaba la libertad de los instintos, acompañaba ya el regreso dominguero a los hogares después de jornadas en que los padres o alarmados o incautamente embobados y atónitos por la novedad, ignoraban lo que había sido de sus hijas, entregadas a sabe Dios qué vergonzosa esclavitud en nombre de la libertad.


Transformación del alma del trabajador.


La familia española estaba a punto de cruzar la frontera de la indignidad cuando la recia voz de la estirpe resonó como un trueno y la Nación se alzó para salvar los tesoros legados por las Edades y que todavía estamos salvando.

Estamos aún en el proceso de entregar al hombre la unidad familiar como centro de todas las satisfacciones, como eje de su vida, como campo de cultivo de sus aspiraciones y como motor de su existencia. Esta es una de las grandes preocupaciones del Movimiento Nacional y es como el lema principal de toda nuestra legislación. Al fortalecimiento, al engrandecimiento de la familia como célula originaria de la Patria, como elemento germinal del Estado y como sujeto esencial de la Revolución, va encaminada toda la legislación social de Franco.

Si se examina cualquiera de sus creaciones se adivinará detrás de ella a la familia, a esa familia española que es el centro y el origen de toda nuestra ilusión, porque ella es el centro y el origen de toda nuestra grandeza. Para la unidad familia están hechos por Franco los Seguros Sociales.

La familia participa por primera vez de cuanto acontece como deber y como derecho al hombre y cuando el hombre trabaja sabe que no solamente él sino los suyos quedan a cubierto de cuantas adversidades su trabajo evita.

Estamos elaborando para el hombre español el clima familiar, la unidad aquella dentro de la cual podamos exigirle mayor rendimiento porque sólo cuando haya comprendido que vale la pena trabajar y que trabajando se engrandece a la unidad a que se pertenece y que el trabajo conduce a la dignificación de la Patria dentro de la cual la familia es la reina, podemos decorosamente, decentemente, pedirles a nuestros hombres ese esfuerzo que si no es alegre, si no es optimista, si no es apasionado, en vez de ser un esfuerzo es una pura y simple maldición ...

De la transformación operada en el alma del trabajador español no solamente se ha beneficiado el propio trabajador, no solamente su alma enturbiada por años y años de nebulosas mentales se ha aclarado y se ha serenado, sino que al nacer en él ideas iluminadas por la luz de un amanecer moral, han nacido nociones de nuevos deberes y con ellos la alegría de saberlos cumplir. Y con ello quien se ha beneficiado es la Patria española, la comunidad española.

El trabajador español, que ha dado al mundo un ejemplo de resistencia como jamás trabajador alguno le ha dado ha sacado, del ejercicio de nuevas virtudes y del alumbramiento de nuevas ideas, fuerza y capacidad para dar a la Patria frutos de sus trabajos en una proporción que, si no satisface la propia ambición del trabajador por falta de utillaje moderno, sobrepasa cuanto pudiera exigirse de un ser humano. Sólo con una nueva moral, sólo con el aliento de una nueva doctrina es posible realizar el milagro del trabajador español. 

Elecciones Sindicales. Años 50.

El ejército aguerrido del trabajo.


Porque ya es hora de decido, señores; ya es hora de acabar con las monsergas que se repiten perezosamente por quienes no se toman el trabajo de pensar por sí mismos, ni siquiera de ver por sí mismos, ya es hora de deshacer esos lugares comunes de que el proteccionismo del Estado Revolucionario Español ha terminado con el estímulo de los trabajadores y ha detenido el ritmo ascensional de la producción.

Vamos a ver que esto es mentira, señores, y que, además de ser una mentira, es un agravio a los nobles trabajadores españoles, que han dado ejemplo de disciplina, de obediencia, de patriotismo durante estos últimos doce años y que han sufrido la escasez con un estilo que supera el de las clases socialmente más obligadas que ellos a sonreír a la adversidad.

No he venido aquí a recitar estadísticas, sino a llamar a vuestra inteligencia y a provocar las reacciones de vuestro espíritu. Y a afirmar, con el ruego de que se me interrumpa si falto a la verdad, que jamás el trabajador español ha contribuído tanto con su esfuerzo a la producción y de que jamás ha estado tan preparado y tan resuelto como ahora para aumentar el ritmo.

Supliendo con el genio la carencia, supliendo con la fantasía y con la inteligencia la escasez de máquinas y de materias primas, los técnicos españoles han encontrado en los trabajadores a sus órdenes el ejército aguerrido que ha hecho posible este caminar entre tinieblas, asechanzas y peligros a través de cinco lustros como jamás pueblo alguno los ha pasado en la Edad Moderna. Y si hoy estamos en el espacio iluminado en que merced a un pueblo de héroes como el nuestro, mandados por un hombre providencial, la luz de la verdad exalta nuestras grandes razones históricas, es por los méritos de aquellos que nos precedieron en el sacrificio supremo por la Patria, es por la tenacidad de unos gobernantes y de una clase dirigente, pero es también, señores, por el arrojo y por las virtudes de alegría en la adversidad y de denuedo en la persecución que son la gala y el ornato y el orgullo de los trabajadores españoles.

Y no hemos llegado desnudos a este claro de la Historia en que la figura de España y de su Caudillo se alzan sobre las ruinas de un mundo pulverizado por su propia miseria moral; no hemos llegado con las manos vacías, sino que hemos llegado con los frutos de nuestro propio sufrimiento hechos dones para la Patria; ahí están las ciudades nuevas, las aldeas nuevas, los embalses nuevos, los campos liberados de la incuria, los ríos liberados de la anarquía, los yermos liberados de la esterilidad.

Pero es que además ahí están las máquinas salidas de nuestros talleres de industria pesada, las locomotoras de vapor y eléctricas, las grandes unidades navales salidas de nuestros astilleros, las creaciones de nuestra industria eléctrica, de nuestra óptica, de nuestra industria química, de nuestra industria textil y, finalmente, lo que ya constituye una creación casi milagrosa de nuestros técnicos y de nuestros obreros: nuestra industria del automóvil pesado, que ha sorprendido a Europa y que ha dado a España días de gloria técnica en los más rigurosos Certámenes Internacionales.

Y cuando un país que apenas tenía tradición en muchas de estas actividades que acabo de enumerar, y especialmente en la última, atraviesa quince años de tinieblas y sale a la luz, no flaco y desnudo, sino con un robusto don de la inteligencia y del trabajo entre las manos, ni es decoroso, ni es inteligente, ni es serio, ni es de hombres, sino de mujerzuelas y de imbéciles hablar de descensos de la producción y de los efectos nocivos de la protección a los económicamente débiles por parte de un Estado Cristiano.


La política social, base del aumento en la producción.


Señores, nuestra política no sólo no ha dañado a la producción, sino que la ha hecho crecer increíblemente bajo unas condiciones que acaso hubieran hecho sucumbir a pueblos que presumen de excelsas virtudes en orden al trabajo.

Y habría que preguntarse seriamente si sin la política social de Franco el trabajador español no hubiera sucumbido o por el desfallecimiento o por la desesperación.

Pero es más: nuestra política ha creado el clima y ha creado el suelo para que la siembra del futuro fructifique.

Porque si bajo las condiciones a que he aludido la consecuencia de nuestra política social ha sido la de alumbrar un trabajador español desconocido para el mundo hay que estar seguros de que en el futuro y bajo las condiciones mejores que ya se advierten después de la dura travesía, los frutos del trabajo de nuestros hombres llevarán nuestra Patria hasta la altura con que nuestra ambición sueña colocarla.

Nuestros obreros, primero porque ya tienen la experiencia y luego porque tendrán también la preparación profesional y cultural necesaria, la que por su genio nativo merecen, la que por sus virtudes les vamos a dar sin regateos, nuestros obreros, señores, no necesitarán estímulos externos para aumentar la producción. Esos estímulos saldrán de su propia alma y causarán nuestro asombro, yo os lo anuncio.

El trabajador español que es el más inteligente y el más pronto y el más fino y el más agudo del Universo, no necesitaba más que ser tratado como una criatura humana y ser formado como un hombre inteligente capaz de asimilar todas las técnicas.

Yo os anuncio un futuro esplendoroso: nuestros campos, que ya no se parecen a los campos de, 1936, serán mejores que los campos de 1951.

Nuestra industria que ha dado un salto elástico comparada con la de 1936, será también mejor que la de 1951.

Y serán mejores nuestros técnicos, nuestros campesinos, nuestros especialistas, nuestros funcionarios, nuestros financieros, nuestros comerciantes, nuestros profesionales. Y mejores nuestros barcos y nuestros ferrocarriles y mejores nuestros automóviles y mejor el hombre español de arriba abajo y la producción aumentará por sí misma, pero a condición, señores, de que nunca más la injusticia, la barbarie esclavista, el egoísmo, la impaciencia inmediatista o la capitulación ante poderes enemigos vuelva a poner el sebo escurridizo de su miseria en la cucaña por la que trepa lleno de ilusión el trabajador español que la Revolución de Franco ha alumbrado para asombro del mundo. (¡Muy bien! Grandes aplausos.)

Si nuestra producción ha aumentado hasta el punto increíble de haber salido del bloqueo económico que nos impuso un mundo sectario convertidos en constructores de automóviles, imaginaos lo que una política de rescate del hombre, de recuperación de este entrañable desconocido que es el trabajador español, imaginaos lo que un paso más en la perfección de ese trabajador español va a deparar a la Patria española.


El trabajador español, enlazado a la gran política.


Estamos elaborando, señores, el medio donde pueda crecer y robustecerse la unidad familiar hasta alcanzar la perfección humanamente posible de modo que el hombre se sienta empujado a participar apasionadamente en la política, es decir, en los elementos constitutivos del Estado y que, partiendo de la familia, son la comunidad de bienes o sea el Municipio y la comunidad de trabajo o sea el Sindicato.

El hombre sólo se concibe como un ser entero cuando es un protagonista del ciclo completo de su existencia, no cuando es el habitante de una de sus parcelas y un forastero en las demás.

Porque cuando esto acontece, cuando el hombre ronda una de estas parcelas esenciales, familia, Sindicato o Municipio sin acabar de entrar en ella o por indiferencia o por falta de formación o porque le cierran el paso, acontece a la vez que esas parcelas son ocupadas por los aventureros, por los audaces, por los que convierten el ejercicio de las actividades normales del hombre en un instrumento de lucro o de influencia o de dominio y que, en definitiva, acaban tiranizando a sus semejantes y cometiendo la más repulsiva de las estafas del espíritu que consiste en transformar las virtudes en profesiones.

Queremos embarcar al hombre español a velas desplegadas en la política, en la gran política en sus dos versiones principales: la interior y la exterior.

Ahora bien, señores, entendamos previamente lo que es política, lo que entendemos por gran política, porque sucede que todavía, incluso en mentalidades que se creen cultivadas, en entendimientos para otras cosas claros y hasta preclaros, existe una lamentable confusión en tan grave materia.

Si por política se entiende, como todavía entienden algunos, un juego de habilidades personales para obtener una situación preponderante o para disponer de los caudales públicos o para mover los hombres como peones de un ajedrez, nosotros no queremos la política; nosotros trataríamos de apartar de ella, como de la peste, a los nobles trabajadores españoles.

Si por política se entiende un discreteo de ideas, una esgrima de juegos florales, un diálogo académico, un ensayismo petulante, un vulgar tejemaneje de parlamentarismo oratorio y vacuo, anacrónico y con frecuencia pernicioso, tampoco queremos la política. Por el contrario, la aborrecemos y ni siquiera nos divierte.

Si por política se entiende la tenaz tarea de ir poco a poco deformando, ensombreciendo, entristeciendo el alma de los trabajadores y el alma del pueblo en general con negaciones y pesimismos, con la siembra de ideas negativas que engendran el rencor y la desesperanza, tampoco la queremos.

Si por política se entiende el preparar a un grupo limitado de hombres para disfrutar ellos solos el Poder en nombre de principios de conveniencia nacional o popular, pero con el designio secreto de entronizar la tiranía más cínica, tampoco queremos esa política.

Si por política se entiende la hipocresía de simular misión y de simular virtud y de simular intenciones puras para detrás de eso esconder la sierpe del egoísmo de grupo o de secta, maldecimos esa política por traicionera y por hipócrita.

Si por política se entiende lanzar los hombres unos contra otros al combate electoral en el que acaben por tomar parte no las auténticas fuerzas en pugna sino fuerzas impuras del gangsterismo financiero o político, tampoco queremos esa política.

Si por política se entiende dejar el Poder en la calle peloteado por unos y por otros hasta hallar una combinación siempre provisional mientras se quebranta y cruje irremediablemente la Patria camino del derrumbamiento, tampoco queremos la política.

Pero si por política se entiende el honesto gobierno del pueblo, el dotarle del instrumental necesario para alcanzar su libertad económica y su libertad espiritual;

si por política se entiende el crear el clima material y moral que el pueblo necesita para su progreso y bienestar;

si por política se entiende la redención de las tierras yermas, la distribución equitativa de los bienes esenciales para la dignidad de la vida humana, es decir, la alimentación, la vivienda, el vestido, la asistencia sanitaria, la adquisición de la cultura, el honor de la familia;

y si por política se entiende el sembrar la Patria de Escuelas desde la población populosa a la última cortijada serrana;

y si por política se entiende hacer llegar a todos los españoles la posibilidad de ejercer unos derechos y unos deberes de superior jerarquía;

si por política se entiende el deseo de llegar al Municipio, al Sindicato y a las más altas cimas de la gobernación del Estado mediante el libre ejercicio de capacidades y de dialécticas;

si por política se entiende la ambición legítima de capacitarse para mandar, para intervenir en la vida del país hasta sus últimas capas y con conocimiento de todos sus secretos,

y si por política se entiende el deseo de contribuir a la grandeza de la Patria mediante la aportación de un esfuerzo intelectual a través de los Organismos creados por la Revolución para su libre empleo por los trabajadores,

entonces, señores, sí queremos la politica y esa es precisamente la política que venimos a propugnar.

Si por política se entiende el que los trabajadores puedan prevenirse en plena libertad contra la desventura de la ancianidad y de la orfandad y contra los riesgos que todavía les amenazan y amenazan a su prole;

si por política, finalmente, se entiende alcanzar el alto honor de escalar una cima más alta de deberes y la satisfacción de poderlos cumplir gracias a una capacitación cultural, entonces sí, entonces sí queremos la política y en esa política es en la que queremos embarcar resueltamente al trabajador español, porque lo merece y porque la Patria lo necesita. (¡Muy bien! Clamorosa ovación.)

Solamente entendida de esta manera la política, solamente ejercida en esa dirección que acabamos de examinar, el hombre se encuentra en el camino de luchar cada día por su libertad y se encuentra cada día en disposición de morir por ella. 

Elecciones Sindicales 15-10-1950



Libertad para el hombre y para la patria.


Y he aquí, señores, que acabamos de pronunciar una sagrada palabra y de enunciar un sagrado principio que no solamente tiene una estatua en el dintel de la mayor ciudad del mundo, sino que tiene una estatua invisible, pero indestructible y erguida en el alma de cada hombre que viene a este mundo con el mejor atributo de que le ha dotado el Creador.

Aquel atributo por cuya pérdida gemía Segismundo y por cuya conservación el español, desde los albores de la Historia, en el Cerro de Numancia, junto a los dólmenes de Peñalabra o en la Sacra Cueva de Covadonga hasta el Alcázar de Toledo o el Santuario de Santa María de la Cabeza, ha estado luchando sin descanso y ha escrito las páginas de ese sublime heroísmo que para el mundo asombrado continúan sirviendo de ejemplo y de meta: Libertad.

Todo lo que alienta nuestra obra, todo lo que empuja nuestra vida, todo lo que mueve nuestra política no es más que un trascendente, un profundísimo, un agobiante afán de libertad.

Libertad para el hombre español y libertad para la Patria española.

Cuando decíamos que España no nos gustaba y que la amábamos por eso, expresábamos de una manera positiva y dramática, con un grito filial que salía de nuestras entrañas, nuestra impaciencia por libertarla.

Cuando decíamos que ser español era una de las pocas cosas serias que iban quedando en el mundo, expresábamos también nuestro deseo de libertar al hombre español, prisionero entre cadenas de esclavitud económica, de esclavitud moral y de esclavitud ideológica para mostrarle al mundo, libre y magnífico, entregado de nuevo a la tarea nobilísima de dar a la Humanidad los mejores frutos de una raza de gigantes.

Y cuando abominábamos del liberalismo como doctrina, abominábamos

- en primer lugar porque es falsa como tal y

- en segundo lugar porque hacer de la libertad una bandera política y mucho menos una bandera económica es para nosotros una vileza como sería una vileza levantar una bandera política o una bandera económica a costa de cosas tan consustanciales con la criatura humana como el honor o como el amor.

Con la libertad no se comercia; por la libertad o se trabaja o se pelea o se muere. (¡Muy bien! Grandes aplausos.)

Este mensaje de libertad que hemos puesto sobre los pórticos de nuestra política es un mensaje legado por la Historia, y solamente siendo fieles a esta clase de mensajes los pueblos caminan por senderos de honor hacia su grandeza.

Desde los albores de la nacionalidad española el sentimiento de libertad ha primado todas las acciones de la progenie hispánica.

Un tremendo vaivén, presidido por el grito de libertad, va de Norte a Sur por períodos históricos de grandeza casi cósmica.

Un día en Covadonga y en la Peña de Amaya y en el arca roquiza del Valle de Liébana resuena el grito augusto y parte con la lentitud de un movimiento geológico hacia el Sur. Tarda en el camino ocho siglos. De cuando en cuando tiene que pararse a tomar aliento y en esas paradas se van elaborando las leyes, se van codificando las costumbres, los derechos y los deberes del hombre celoso siempre de su libertad.

Una de esas paradas es Sevilla donde parece como si estos sentimientos se acrisolaran por la existencia de un fuego invisible, pero cierto y actuante, por lo cual el Destino encuentra siempre esta ciudad abierta para la libertad, como si un destino manejado por la Providencia trajera sobre Sevilla ciertos dones del Cielo desde que el primer Rey Santo, el primer Rey mártir, dió su sangre aquí por la sublime libertad de proclamar la divinidad de Cristo.


La proyección de la historia.


Otro día se comprime en una isla andaluza, llena de claridad y de señorío, toda la majestad de una España que abarca dos hemisferios y que empezaba a no gustarle tampoco a nuestros abuelos.

En Cádiz se aprieta la Patria ansiosa de libertad, y esta ansia levanta un muro más fuerte aún que el muro de las bayonetas y de las baterías del Duque de Alburquerque: y al romperse el muro hacia afuera, otra vez el grito de libertad recorre la piel de España y en nombre de la libertad se parte otra vez llenos de ilusión.

No importa que unos y otros servidores de sectas especularan con la libertad y la envilecieran.

Durante un siglo trataron de hacer de ella una cortesana a su servicio y en su nombre se cometieron las más espantosas injusticias.

No importa. Esto sirvió para que no nos gustara otra vez España porque la veíamos encadenada. Esto sirvió para que naciera otra vez en el alma española la angustia de la libertad verdadera.

Y otro día resonó en las costas andaluzas el grito antiguo y el aire de Cádiz y de Sevilla y de Granada y de Córdoba y de Huelva se volvió a llenar de anunciadores vítores que al cabo de tres años rompió como una gozosa marea contra el Pirineo, mientras la Patria exhalaba un suspiro de liberación.

Saltó entonces a la palestra, iluminada por el sol de la victoria, la verdadera libertad: libertad del hombre para aclamar y amar a su Patria, para mandar en su hogar, para arrojar de él las pestes que le infectaban, libertad para trabajar sin el agobio del despido injusto y para percibir para sí y para su familia un salario decente.

Libertad de ponerse enfermo, libertad de envejecer, libertad de tener hijos, libertad de participar en la Reglamentación de su trabajo, libertad de defenderse ante Tribunales independientes y, finalmente, señores, libertad de ser útiles a la Patria y libertad de adquirir nuevos derechos y con ellos nuevos deberes y libertad también de poseer el inefable goce de poder cumplirlos.

Libertad de responsabilidad; es decir, libertad de poder llegar a tener sobre los hombros la máxima responsabilidad del país, la del mando y libertad por tanto de saber ejercerla. (Grandes y prolongados aplausos. ¡Muy bien!)

Con ello la Revolución Española acaudillada por Franco ha roto las cadenas de la más ominosa esclavitud.

Esclavitud al Sindicato clasista, esclavitud al patrono feudal, esclavitud a las ideas y a las supersticiones marcadas en el alma de los proletarios como un hierro infamante, esclavitud a las minorías terroristas, esclavitud vergonzosa al dictado de potencias extranjeras, que con un desprecio secular y en el fondo con un miedo milenario al pueblo español, trataban de anestesiarle, de drogarle, de envilecerle, de lanzarle a su autodestrucción, para encadenarle finalmente y obligamos a volver a empezar el rescate de su libertad.

Nos obligaron, ciertamente, pero señores, le libertamos ciertamente. Y ahí está. Ahí- está libre el pueblo y libre el hombre.

Libre el pueblo con la libertad de los mejores tiempos: con la libertad de los días en que el nombre de España y el concepto de lo español era respetado y admirado en todo el Orbe.

Los días de Isabel y de Fernando a quienes les saltaban en las manos, como arras del desposorio de dos Coronas, los mundos inéditos, los ríos grandes como Océanos, las cordilleras que llegaban al Cielo, las islas como Continentes, las selvas como planetas, las provincias como Imperios.

Los días de Ignacio de Loyola en que las nieblas del error que también entonces cegaban las mentes más esclarecidas de Europa fueron rasgadas por unos ascéticos y sobrios españoles flacos de cuerpo y gigantes de espíritu, que fueron capaces de abatir con su humildad y con su sacrificio los poderosos baluartes de la mentira.

Los días de Bailén en que los caballistas andaluces, elegantes y bravos, dueños de esa sin par majeza que es uno de los dones de vuestra raza abatieron al orgulloso Emperador de Europa e hicieron morder el áspero polvo de la derrota y de la capitulación a los primeros mariscales de Francia.

La Historia nos proyecta de tiempo en tiempo días de estos con una fidelidad astral y nosotros los repetimos siempre en nombre de la libertad.

Son los días de Franco escuchando en la soledad de las Islas Canarias la voz abisal de los días de España que le ordenaban ponerse en pie y en marcha para rescatar la libertad perdida, arrojada por unos desalmados al abismo del libertinaje en el que la sagrada túnica de la libertad fué manchada, profanada y prostituída. (Grandes aplausos.) .

Libre el hombre también, libre con la suprema libertad de su personalidad sin hierros.

Libre para pensar y para obrar dentro de la Ley a la que él mismo contribuye.

Libre para juzgar y libre para otorgar jerarquía y autoridad y confianza a quien la merezca, según su juicio.

Libre para que nadie le asalte el honor de sus hijos ni el pudor de sus hijas ni la fortaleza y la virtud de sus mujeres.

Libre para ejercer su religión, libre para amar a su Patria, libre para educar a sus hijos en el seno de las tradiciones y de la fe, libre para elegir trabajo, libre para que no se le arrebaten, libre para capacitarse y soñar con elevar su Patria a las alturas más ambiciosas, allí donde en otros tiempos sus antepasados la elevaron cuando la cultura común a todo el pueblo español estaba más nivelada y cuando el concepto de proletario no iba unido al concepto de siervo.


El falso liberalismo.


Esta es nuestra libertad, señores, y si alguien arrastrado por la ambición política, arrastrado por un afán de dominio y de esclavización de sus semejantes, arrastrado por el apetito del mando o del oro, que suelen ir casi, siempre juntos, trata de convertir otra vez esta libertad rescatada al precio de tanta y tan buena sangre en un estandarte de agitación; si alguien trata de asaltar los baluartes naturales de la libertad del hombre español para servirse de trampolín; si alguien trata de inquietar de nuevo las conciencias convirtiendo un don de Dios en una manzana de discordia, caiga sobre él la maldición de la Historia y la maldición de la estirpe y mientras purga su felonía, todo lo más que puede ocurrir es que nosotros o nuestros hijos o los hijos de nuestros hijos, vuelvan a lanzarse a la alegría de morir por la libertad otra vez y cien veces porque en España ni los pueblos tienen vocación de esclavos ni se extingue la vena de los hombres que entre nosotros rompieron todas las cadenas a golpes de corazón (Grandes y prolongados aplausos. ¡Muy bien!)

Impropiamente se llaman liberales aquellos locos pérfidos que quieren arrastrar en su locura satánica a los hombres y a los pueblos, aquellos que en nombre de la libertad, manchando en sus labios tan sagrado nombre, lanzan a las masas de los desheredados por la rampa de una ilusión paradisíaca que las enloquece hasta el frenesí y el delirio, para acabar estrellándolas contra el muro infranqueable de una esclavitud sin remedio, de una pecuaria esclavitud desesperada, bajo la que millones de seres gimen inermes, desamparados, sin posibilidades de reacción, entregados al fatalismo o a la remota esperanza de una liberación milagrosa que venga del exterior.

Esos liberales, unos y otros, unos más cínicos que otros, no son liberales. Son sencillamente unos corruptores cien veces más diabólicos que los que a la puerta de un fumadero de opio ofrecen a las criaturas errantes paraísos artificiales que se convierten, en las sucias madrugadas de los puertos, en amarga y desamparada realidad, en tremenda soledad irremediable.

Ni esos son liberales ni esa es la libertad.

Amantes de la libertad como nosotros que hemos ofrecido al hombre, como sujeto de la Revolución española, la suprema libertad de defender su salario justo, de defender su familia, de agruparse en Instituciones libres.

Nosotros no somos de aquellos que ofrecieron a sus semejantes, al estrenarse la llamada falsamente sociedad liberal, hija de la Revolución francesa, la libertad de dar su sangre por la Patria, pero se olvidaron de que esa libertad llevaba aneja la libertad de gobernar la Patria también.

Somos amantes de la libertad nosotros, los que escuchamos el gemido desgarrador de España encadenada; los que bajo el mando de Franco corrimos a libertada de las cadenas extranjeras que apretaban ya sus nobles manos.

Amantes de la libertad somos nosotros que hemos puesto al alcance de los trabajadores todos los bienes materiales que solamente defendían a los poderosos en los casos de enfermedad o de muerte.


Somos hijos de la verdadera libertad.


Caudillo de la libertad es Franco que ha levantado en todas las ciudades de España esas fortalezas que se llaman Residencias Sanitarias del Seguro de Enfermedad.

Hijo de la libertad es nuestro Movimiento que ha barrido del pensamiento de los trabajadores falsos conceptos que les esclavizaban y les llevaban maniatados, arreados por unos desalmados, como carne de galera, hasta la espantosa esclavitud del comunismo.

Hijos de la libertad somos nosotros que la amamos verdaderamente y para todos, ¡entiéndase bien!, ¡para todos!, y no para un grupo de elegidos, para una secta de privilegiados que conviertan la libertad en azote del mundo.

Hijos de la libertad somos nosotros que saldremos al encuentro de cualquier aventurero o de cualquier echadizo que quiera atraer con la quincalla de una oratoria incendiaria a los incautos que habrían de quemarse las alas y el alma en la llama del crimen y del deshonor.

Hijos de la libertad somos nosotros que queremos capacitar a todos los hombres para el acceso a los goces de mandar y de saber y de influir en la vida de su Patria y de contribuir al mejoramiento de la sociedad en que viven.

Porque si el hombre fué dotado por Dios de la libertad suprema y dramática de salvarse o de condenarse eternamente, de elegir entre cosas diversas guardando el orden del fin, incurriríamos nosotros en pecado de lesa divinidad, en rebelión satánica si le negáramos al hombre como se le niega abierta o solapadamente por los que se llaman liberales, la posibilidad de capacitarse, de equiparse con el armamento cultural suficiente para emprender cualquier camino hacia la influencia o el Poder o para ganar simplemente el camino de una existencia más digna, más elevada, desde la cual pueda contemplar bellezas que se le tenían ocultas o desde la cual pueda sencillamena contribuir a la grandeza de una Patria que no había descubierto, de una sociedad cuya existencia ignoraba, de unos goces, de unos deberes y de unos derechos que pertenecían solamente a la casta de los privilegiados.

Esos privilegiados que en nombre de la libertad cerraban el acceso de los altos caminos de la cultura a sus semejantes para disfrutar ellos solamente de sus delicias, eran unos cínicos.

No sabían estos falsos liberales que la única manera de acabar ellos mismos perdiendo la libertad de grupo era la de provocar con su injusticia una de esas tremendas trombosis que de cuando en cuando derrumban de golpe una cultura milenaria.


Por la libertad, a la grandeza de España.


Nosotros queremos la libertad para practicarla no para especular con ella, no para izarla como un banderín de enganche ni para explotarla sino para ejercerla sencillamente en cualquier momento de la vida del hombre en que deba entrar en juego para su servicio, para su honor, para su futuro o para el servicio el honor o el futuro de las generaciones que han de vivir.

Nosotros ejercemos la libertad como se ejerce la respiración o como se ejerce la facultad de hablar en prosa; sin saberlo.

Nosotros amamos la libertad como se ama el aire libre y como se ama el agua para la sed y el sueño para el descanso.

No necesitamos hablar de ella pero queremos tenerla íntegramente y también como patrimonio universal y nos repugna ver que la hacen cucamonas los que la imaginan como una cortesana a la que se puede pasear encima de la capota de un coche una noche de verbena y de crápula.

Para nosotros la libertad no es una diosa. Es un don de Dios, que es mucho más. (¡Muy bien! Grandes aplausos.)

Nosotros concebimos la libertad como una categoría pero también como una nómina de libertades adjetivas o adjetivadas, libertades positivas entre las que figuran algunas que rara vez se formulan.

Una de esas libertades, rara libertad probablemente para un doctrinario anacrónico aferrado a los faldones del levitín décimonónico, es la libertad de amar íntegramente a la Patria.

Nosotros queremos que todos los hombres tengan la libertad de conocer su Patria, que todos los españoles tengan la libertad de conocer a España para así amarla y conservarla y defenderla y engrandecerla y darle también a ella la libertad y la independencia que nos legaron nuestros antepasados, porque el mundo está, señores, en estos momentos, demasiado asustado, demasiado encogido, demasiado propenso a dejarse dominar por los fuertes, como si un alma feudalista le hubiera salido de pronto a pueblos que fueron celosos de su independencia y les inclinara insensiblemente a aceptar el señorío ajeno a cambio de una paz solamente bien alimentada.

Nosotros no somos de éstos, no queremos que los españoles de hoy ni los de mañana ni de los de nunca se dejen conducir hacia la mansedumbre que si es una bienaventuranza para el individuo es para los pueblos una desgracia que conduce casi siempre al coloniaje.

Nosotros, señores, nos alzamos un día por la libertad.

Y si algo nos repugna es tener que emplear el vocablo "liberal", de tan noble cuna y de tan mala vida para designar a aquellos hombres que entronizaron en el mundo la más espantosa de las servidumbres y la más oprobiosa de las esclavitudes.

Impropiamente, falsamente, se llaman liberales y le roban al léxico universal una de sus más hermosas palabras, ellos que han robado tantas cosas, aquellos desalmados que consideraron al hombre, a ese complejo de reflejos de Dios, como una bestia de tiro; aquellos hombres que han inventado un léxico de negreros en que se habla de la hora-hombre como se puede hablar del caballo de vapor, en que se llamaba cínicamente "medias fuerzas" a las mujeres y a los niños que extinguían su feminidad o su infancia junto a las escombreras de las minas o en las largas hileras de esclavos con un cesto de mineral en la cabeza, junto a las salvajes cortas, junto a los venenosos abismos por los que la tierra exhala los ácidos infernales de las minas de cobre, bajo el implacable y terso cielo de Andalucía, que parece hecho para el vuelo de la fantasía, para la parábola de la mente en libertad y no para yugos de esclavitud.

Impropiamente se llaman liberales aquellos otros falsos profetas que corroen la inocencia de los jóvenes con la siembra de ideas tóxicas y de simples ideas indecentes disfrazadas de ciencia o disfrazadas de sociología; aquellos que pérfidamente, desde el fondo de sus almas miserables echan sus pestilentes alientos sobre las almas puras e ilusionadas de los jóvenes para ajarlas y entristecerlas prematuramente, para conducirlas por el camino de la desesperación, de la negación, de la tiniebla y tantas veces de la indignidad, del delito y del crimen.

Nosotros para prevenir esto queremos preparar a las masas españolas, a los trabajadores de todas clases dotándoles del armamento necesario para, por de pronto, conocer e interpretar a España, y luego, inmediatamente, para dirigirla y conducirla siempre por los caminos de unidad, de grandeza y de libertad que Franco ha trazado para ellos.

A deciros algo de esto vine aquí en noviembre último. Vuelvo para repetíroslo y para adelantar un poco en el camino que entonces emprendimos juntos.


España al alcance de todos.


Para que los españoles amemos a España con un amor profundo, penetrante, inteligente e incluso para que perdamos algo de esa petulancia, en que a causa de un quietismo provincial, ha degenerado nuestra nativa altivez, es necesario que pongamos España al alcance de los españoles, Es necesario que la Patria española no sea un ente de razón que de vez en cuando pide dinero o pide sangre y a la que tenemos un amor ciego no sahemos por qué.

Es necesario saber por qué, es necesario que todos los españoles sepan interpretar el gesto de Cortés, que vino a morir viejo y cansado a la vista de su amada Sevilla, al barrenar sus naves frente a la costa mejicana y es necesario que sepan que él fué el inventor de un Imperio que tenía más Reinos que provincias tenía la Corona del César en Europa,

Y es necesario que sepan interpretar al César y saber cuánta era la grandeza del vencedor de Mühlberg al renunciar a los poderes terrenales para entregarse humildemente a la muerte en la soledad de una sierra extremeña. Y es necesario que sepan lo que es la sierra extremeña.

Y es necesario que sepan todo, todo, hasta la saciedad, hasta que les rebose España por el alma abajo.

Y es preciso poner al alcance de las masas todos los elementos del progreso para que su Patria no sea una hermosa presentida, y así, porque Franco lo ordena, que cada español conozca su comarca nativa, pero que conozca también todas las demás, por un conocimiento directo si es posible o por un conocimiento cultural por lo menos y con una intensidad machacona.

Es necesario que todos conozcan la dulce Cataluña, culta y sensible, industriosa y artista, soñadora junto a la cumbre nevada del Puigmal, poblada de leyendas, litúrgica en la sagrada montaña de Montserrat que guardó el Santo Grial, apacible junto a las playas y las calas como conchas de nácar para guardar la perla de la cultura mediterránea; labradora en el Ampurdán, artesana en el Plá, artista en Barcelona e industriosa y afanada en el cinturón de la ciudad; romana en Tarragona, visigótica en Tarrasa, almogávar en la Cerdaña, siempre española, resistente a todas las influencias y a todas las tentaciones y que por si misma acertó a salir de períodos de histeria o de delirio provocado, para acabar volviendo a ofrecer sus virtudes de laboriosidad y de honradez, orgullosamente, al noble tronco de que todos somos hijos.

y es necesario que conozcan la áspera y maternal Castilla de quien yo no voy a entonar un cant porque de sus entrañas nací, pero cuya grandeza sobrepasa los sentimientos filiales para avanzar con el recuerdo de sus jueces, de sus Caudillos, de sus Santos, de sus Reyes, de sus navegantes, de esa legión que irrumpe cada día en nuestra Historia a paso de desfile, con una majestad impresionante entre la sombra de sus castillos medio derruí dos, de sus Monasterios con Reyes y príncipes enterrados en sus Claustros, de sus Archivos donde se guarda la filiación de España. Castilla con su lengua imperial, su fe, su austeridad. Castilla una y diversa, que se asoma al mar por los puertos de su montaña para entresoñar una colosal aventura que había de empezar en el estuario de un río andaluz y que se ensanchó en sus campos hasta saltar sobre la cordillera y derramarse por toda España y abrazada en un materno y entrañable abrazo y darle nombre y lengua y fe y unidad y para cerrar aquí, con un Rey Santo y una Santa Reina el broche final de la Corona más poderosa del planeta. (¡Muy bien! Clamorosa ovación.)


Fisonomía espiritual de la Patria.


Y es necesario que conozcan la valiente, iluminada y fuerte Galicia, pescadora, navegante, militar y labriega; santificada con la tumba del Apóstol que nos trajo la noticia de nuestra redención y fué el primero entre los doce en derramar su sangre por Cristo; Galicia de poetas y soldados y navegantes; Galicia un poco aventurera que saltó sobre el mar y creó junto al Plata la mayor ciudad de lengua castellana con su trabajo, su tenacidad, su capacidad de sufrimientos. Galicia donde un día se inventó la Salve a María Santísima y otro día la alegre estudiantina de los "literarios" parte para una romántica y asombrosa gesta por la libertad de la Patria española. Galicia con sus rías y sus puertos que hay que dotar para que sean lo que deben ser: instrumentos de defensa, baluartes de la independencia Patria y emporios de riqueza y de bienestar, nudo vital de los caminos universales. Galicia torrente inagotable de generosa sangre para la libertad de España y cuyos mozos del campo y de la ciudad nutrieron aquellas inolvidables legiones falangistas, en el capote de cuyos soldados el rojo centollo totémico tenía toda la dignidad de la venera santiaguista. (Grandes y prolongados aplausos. ¡Muy bien!)

y es necesario que conozcan y amen al bravío Aragón, cuya corona enseñoreó el Mediterráneo y cuyos Monarcas abrieron para España su primera vía imperial. Aragón justiciero y altivo, heredero de Roma en sus instituciones jurídicas y español hasta la médula cuando increpa al Príncipe para recordarle que uno a uno cada aragonés es tanto como él y juntos más que él. Aragón mudéjar, Aragón cristiano, Aragón duro, invencible, seco, que en la guerra de Liberación de los españoles, en la sacrosanta guerra de la libertad colocó sus tres capitales en el mismo frente como tres bastiones, como tres fortines, como tres corazones abiertos a toda generosidad, a toda abnegación, a toda bravura. Aragón áspero y dulce, áspero como sus cerros y sus páramos y sus altos secanos de Cinco Villas y dulce como la fruta de sus vegas y el azúcar de sus regadíos. Alegre Aragón que cuando sufre canta y rasga con la lanzada de una jota la oscuridad de cualquier adversidad y duerme sobre la espada y sobre la fe y fía la suerte en su puño y en un Ave María a la Virgen del Pilar, faro y esperanza de la Hispanidad entera. (¡Muy bien! Estruendosos aplausos.)

y es necesario que todos conozcan la dura y arrogante Asturias, pila bautismal de España, plataforma de partida de la Nación, esencia de unidad, progresiva, amiga de la sabiduría, desparramada por el mundo entero en el genio de sus hijos emprendedores bajo todos los soles del Universo, creadores de Patrias,- inventores de pueblos, rectores de Naciones y empresas. Asturias donde vive y acampa y lucha la más brava legión de trabajadores del mundo, los broncos y nobles mineros del carbón y los que trabajan junto al aliento ardoroso de los hornos en que ha de labrarse el arma final de nuestra grandeza. Asturias ejemplo de experiencia y de agudeza laboral, cuna y academia de la capacidad social de los trabajadores españoles, donde si fué posible exaltar hasta el delirio y el frenesí el sentimiento de rebelión contra una sociedad injusta fué posible también la serena reflexión, la limpidez intelectual necesaria para que allí se comprendiera mejor que en parte alguna toda la grandeza y toda la verdad de la doctrina social de Franco. Asturias donde el Caudillo, rodeado y sin escolta en las profundidades de la cuenca minera, de noche y percibiendo el aliento de millares de trabajadores enronquecidos, fué paseado en triunfo como jamás hombre alguno ha sido aclamado por sus semejantes. Asturias, cuna de otra Reconquista más duradera que ninguna otra porque es la Reconquista de la libertad del hombre y de la libertad del trabajador y de su prole.

Y todos los trabajadores han de conocer y han de amar a Vasconia, centinela fronterizo, dura y viril presencia de España en el portillo de Europa, pequeña y universal comarca con su venerable lengua que probablemente fué la de los altivos abuelos comunes y que hoy sirve para la íntima relación familiar mientras en la amplia lengua de Cervantes los vascos bautizaron todos los senos de todos los mares del planeta. Vasconia de San Ignacio, de Legazpi, de Elcano, de Oquendo, de Churruca y San Marcial, férrea Vasconia misionera, empresaria, la más aguerrida portadora de la cultura y del espíritu de España a través del Universo; Vasconia provincial e íntima para lo entrañable y familiar, pero extravasada, derramada e inmensa para la universalidad española a la que ha servido apasionadamente. Vasconia, Patria del ahorro social en España, pero que al mismo tiempo ha abierto su bolsa y su despensa y ha dado sus hijos y su hacienda para todas las grandes aventuras de Castilla, su hermana mayor tan entrañablemente amada. Porque sobre todos los tesoros que Vasconia ha cedido a la gran Patria universal que es España, ninguno tan rico como el de sus trabajadores que si hace cuatro siglos llevaban la técnica del hierro y del cobre y de los metales todos al Nuevo Mundo anticipándose al coloso que es hoy la industria siderúrgica americana, hoy marchan todavía, en todos los aspectos, a la cabeza de las técnicas industriales.

y es necesario conocer la Montaña, Castilla del Mar, cuyos hijos viajeros, curiosos e inteligentes y finos, flor de Castilla, esencia aristocrática de España, solera de sus más gloriosos ingenios en las letras pueblan el mundo entero y aquí, en Andalucía, con su trabajo y su tenacidad, con su inteligencia y su señorío fundaron los mejores linajes y dieron ramas ilustres a los mejores troncos de la estirpe bética. La Montaña que guarda en las entrañas de piedra de Altamira, junto a los venerables muros de Santillana del Mar, el secreto de los primeros vagidos del genio artístico del hombre europeo. La Montaña repobladora de España, núcleo y hogar de aquel movimiento casi geológico que se inició en un valle desconocido bajo un Caudillo legendario y que terminó en el estuario del Guadalquivir cuando los marinos montañeses mandados por un Almirante burgalés rompieron los hierros de Triana, fundaron la Marina de Guerra de Castilla y empezaron a escribir en su buena y clara prosa el último capítulo de la unidad de España. (Muchos aplausos. ¡Muy bien!)

y es necesario conocer Valencia, marinera, artesana y letrada, Patria de filósofos como Luis Vives, de poetas como Ausías March, de Santos como San Vicente Ferrer, guardadora de reliquias, tradiciones y banderas, fiel a Castilla, leal entre las leales, codicia y golosina de los soldados burgaleses que "polvo, sudor y hierro" justaban ante sus muros bajo la mirada de las hijas del Cid o ponían en juego escuadras y ejércitos que hacían blanquear con sus muchedumbres de velas y de jaiques el mar azul y la vega verde. Valencia letrada, artista, mercader, hija predilecta de una gran cultura y cuyos impresores y cuyos sederos y cuyos guadamacileros al mismo tiempo que eran los artesanos predilectos de las cultas Cortes del Renacimiento, eran capaces de leer a Horacio y ponerle comentarios a Aristóteles y de construir el prototipo del-trabajador europeo en el momento que el nombre de España sonaba con ecos majestuosos por todo el ámbito del mundo conocido y estaba a punto de brotarle entre las manos encallecidas por la lanza y la besana a Extremadura a Castilla y a Andalucía el mundo nuevo al que Valencia iba a enviar la primera imprenta.

y es necesario conocer Murcia, desde las llanas tierras manchegas de la Orden, ruta de Don Quijote, campo de aventuras, frontera de la libertad, adelantamiento de España cristiana erizado de castillos hasta la tierra verde y perfumada de Murcia donde el genio de los árabes inició la ciencia de la agricultura y donde el oro de los naranjales y el esmalte de los frutos labran la gala más brillante de la corona de España. Murcia, a cuyo labio roquizo prendió el cartaginés su mejor flor y de donde la Marina de España ha partido para tantas heroicas singladuras.

y es necesario conocer y amar a Extremadura, Patria de veinte patrias, arrojado extremo de España, cuadrilátero mágico en cuyo reducido espacio se gestaron las naciones americanas todas, desde las praderas frías de Nevada de los Estados Unidos, desde los senos polares del Pacífico en la linde del Canadá hasta los otros senos del Polo contrario en la Patagonia solitaria. Ningún pueblo del mundo ni antes ni ahora ni nunca abrazó tanta tierra ni tanto mar como los hijos de Extremadura seca e incómoda, la adorable Extremadura en la que un pueblo de seres excepcionales está esperando todavía la última etapa de su redención. Extremadura con los nombres de cuyos hijos podría tejerse un friso de héroes que daría envidia y rubor a los héroes de la leyenda, porque estaba escrito que la realidad del hombre superaría su fantasía y esto había de ocurrir precisamente con la realidad del hombre extremeño al que la Revolución española se ha comprometido a rescatar de la servidumbre y colocarle de nuevo en condición de seguir asombrando al Universo. (¡Muy bien! Grandes aplausos.')

y es necesario conocer León, la hermana mayor de Castilla, su aya y su maestra, tierra de transición donde todas las culturas peninsulares han tenido asiento y brillo y donde todavía una oculta seriedad acusa entre los hombres leoneses la finura y la pureza de su estirpe y las posibilidades infinitas de su futuro. León alumbrada por el fanal de piedra de su Catedral donde todavía hay una columna donde se sentaba el Rey para administrar justicia en última instancia cuando las leyes mejores del mundo se elaboraban en tierras leonesas y zamoranas junto al Duero al que se le puede llamar el río de la Ley. León con el faro augusto de la Universidad salmantina cuyo fulgor cegaba las luces más preclaras de Europa. Salamanca cuyas dotes de hechizo han atraído a su seno tantos hombres de otras tierras y de otras culturas hasta adquirir ella misma ese aire universal que hace de Salamanca, aun en los períodos de mayor decadencia, una metrópoli, Salamanca, Universidad y campamento, faro de Occidente, punto de partida de tantas cosas entrañadas en el alma española y que van desde la proclamación del Derecho Internacional hasta la gesta de Arapiles y las galopadas legendarias del charro don Julián, terror del águila napoleónica. Salamanca quieta y señorial, dentro de cuyos muros dictó Franco las consignas originarias para nuestras leyes sociales cuando la Reina del Tormes fué Corte campamental del Nuevo Reino de España.

y es necesario conocer esa cornisa fronteriza medio manchega, medio extremeña, en la que todavía se percibe el matiz de las culturas orientales traídas por árabes y judíos y sirios y bizantinos a la inmortal Toledo; en cuyos horizontes se dibuja la curva de Puerto Lápice donde se inició, para no acabar, la locura de Don Quijote y por donde se pasa a las nobles tierras coronadas de pámpanos de la Mancha vinícola y labriega, en cuyas nobles y olvidadas villas infanzonas se guardan aún fanales de Lepanto, banderas del turco vencido, trofeos de la lucha de España contra Oriente al lado de los molinos de viento que giran al impulso de aquella brisa que acariciaba la frente de José Antonio Primo de Rivera-en las plazas de Mota del Cuervo y de Daimiel cuando las primeras falanges de campesinos iban a tomar el santo y seña de la Revolución española bajo las noches estrelladas y azules.

y hay que conocer Navarra, la altiva y varonil Navarra, última gala de la unidad española y por eso acaso la más tenazmente adherida a las entrañas de la Patria. Navarra montañesa y pastoril en el Baztán y Roncesvalles, cortesana en Olite, cereal en Sangüesa, militar en Pamplona y Estella, cuartel y baluarte de la Tradición. Navarra huertana en la mejana de Tudela, nostálgica en Viana de la muerte de su Príncipe y guardadora de los restos de aquel capitán infamado por español, espada de la Iglesia, temido por valiente y por arrogante debelador de soberbios, triunfador en plena juventud, gala de Europa y envidia de cortesanos, César Borgia, que murió peleando contra tres mercenarios junto a los muros de Viana, a la vista de las tierras de la Rioja donde los Reyes de Navarra reposan bajo las bóvedas góticas de Nájera.


Belleza insular de Baleares y Canarias.


Hay que conocer toda España, señores, tienen que conocerla todos sus hombres para amarla. Hay que saltar hasta los archipiélagos remotos, hasta el archipiélago balear, rosado, coronado de olivos y de almendros, circundado de calas y de puertos mercantes y militares, con sus islas en las que las más viejas culturas mediterráneas parecen estar vivas, presentes y actuantes en la fantasía de sus hombres y en la seriedad y el hieratismo de sus mujeres, bellas y dignas como estatuas fenicias o barros de Tanagra; Baleares de Raimundo Lulio, Baleares de don Antonio Maura, vidente de nuestra Revolución desde la imprecisión inevitable de su tiempo.

Baleares que en el momento en que una flota poderosa armada contra Oriente moja sus quillas en las aguas antiguas del mar de nuestro primer Imperio puede recordar, con orgullo y con derecho, que el primer Almirante de Norteamérica, el héroe legendario de su marina de guerra, que paseó sus laureles por toda Europa a mediados del pasado siglo, después de haber ganado una guerra de libertad para su Patria, llevaba el nombre de Ferragut y era hijo de un marino menorquín, para que hasta en eso España fuera donadora incansable y generosa de su sangre para la grandeza del mundo alumbrado de sus entrañas. (¡Muy bien! Grandes y prolongados aplausos.)

Y hay que saltar hasta el archipiélago canario, caracola de España, coral para su pecho de reina, flor medio tropical para su jardín, ardiente como el seno de sus volcanes; heroica tierra en la que resuenan aún los alalaes de los indomables guanches saltando de cumbre en cumbre, nudo de rumbos en que ató Colón la primera etapa del descubrimiento y, finalmente, gloriosa plataforma, inolvidable y crucial plataforma desde la que el Destino lanzó, en una parábola que aun no ha terminado, el vuelo del hombre que ha salvado a España y que la Historia nos contará un día cómo ha salvado a Europa: Francisco Franco. (¡Muy bien! Clamorosa ovación.)



Expresión de las provincias andaluzas.



Esto, y Andalucía, Andalucía que no tiene canto posible porque cantar a Andalucía sería cantar a la canción misma. Andalucía, imperio de cultura y reina del espíritu. No hay empresa de alta jerarquía en que el genio andaluz no se halle presente. Andalucía, cifra y compendio de todas las virtudes españolas, ilustre incomprendida aún de sus propios hijos porque lo que de Andalucía se admira, lo que de Andalucía perdura, lo que de Andalucía cautiva al mundo no es la colorista interpretación convencional para uso de turistas ni la gracia eterna que en vano tratan de imitar todos los pueblos peninsulares y aun los ultramarinos.

La esencia de Andalucía es su profunda seriedad y su profundo señorío, su alto sentido de la vida, su noción de los deberes que le competen como pueblo heredero de la más vieja cultura del mundo y como legado de la más estupenda aventura de España.

Amamos los españoles muchas cosas hijas del genio andaluz y de la tierra andaluza: la áspera y seca bravura del hombre almeriense, encastado en sus rocas cristalinas de cuarzo aurífero, labrando unas grietas inverosímiles de su suelo para obtener en su prodigio de trabajo y de ingenio la perla dorada de su uva; y la azul grandeza de Granada, abierta como una pieza heráldica en el mismo corazón de España, coronada de nieves y de sol, esmaltada de jardines, cruzada de versos y de canales que nutren por igual las mentes y las vegas, las ilustres vegas hechas para el pie de los Reyes, de los poetas guerreros y de los caminantes que llevaban un mundo nuevo en el corazón; Princesa de dos razas de creyentes, capaces de estarse matando durante ocho siglos por el dominio de un estilo de vida para acabar en bodas creando una vida con un estilo nuevo.

Y la insigne grandeza de los bosques de olivos alineados como soldados en un ejército inmenso en los cerros de Jaén, con sus ciudades como relicarios de grandeza y de arte y con sus hombres sufridos y tenaces pegados a una tierra que no siempre les es propicia; solemne y sacra tierra de Las Navas, de Bailén, adelantamiento de Castilla, ilustre mestiza, minera, labradora, guerrera y patricia; y amamos la varia tierra de Córdoba "romana y mora" orgullosa de sus estirpes de Césares, de filósofos, de Califas y de Santos que fueron gloria de los Concilios y definidores de la fe; tierra cereal y cazadora, caballista, ermitaña y campera donde el hombre adquiere su mayor dignidad en el paso y la mujer su mayor misterio en la intimidad de un hogar inexpugnable, templo de la virtud; y amamos la "salada claridad" de Cádiz, sirena del Atlántico, ilustrada Academia, baluarte y estrado al mismo tiempo, militar y literaria, donde se contesta a los cañonazos con seguidillas y en cuyos cimientos están incrustados los vestigios de cien culturas;

y la tierra endulzada y amarga a la vez de Málaga, gran señora arruinada, en la que cada día se nos ofrece un motivo de tarea para la recuperación del hombre español cuya sensibilidad allí se aparece como una acusación para una sociedad que ha sido injusta; y amamos Huelva, la de los estuarios ilustres, vecina del lusitano Sagres, trozo de planeta señalado por el dedo de Dios para punto de lanzamiento de las más estupendas aventuras del hombre, que son las aventuras del hombre ibérico; Huelva entristecida bajo su sonrisa por la presencia en su propia carne de una afrenta extranjera que España tiene que reparar precisamente en nombre de la libertad (Clamorosos aplausos y vivas a España.)

y en nombre de los trabajadores que tienen que defenderse cada día, con las armas que el Estado Español Revolucionario les da, de la asechanza rapaz de un patrono forastero, indiferente y soberbio, justamente frente al punto luminoso del planeta de donde partió España para libertar a millones de esclavos en los Continentes ignotos, donde si queda un resto de esclavitud es a causa de la presencia de aquel patrono forastero indiferente y soberbio;

y amamos Sevilla, señores, la Sevilla que ha sido señora del espíritu, la Sevilla reina de la libertad, la que guarda la partida de nacimiento de veinte pueblos libres, la que desde el Giraldillo de su Iglesia Mayor avizora un espacio que es como una gema de Europa: el espacio donde está Tartessos e Itálica, Carmona y Lebrija, Marchena y Aznalfarache, suma y compendio de todo lo que es esta parcela de nuestra geografía desde hace mil años junto al Guadalquivir, ballesta única cuya saeta describió un día una parábola ambiciosa para demostrar al mundo que el Orbe que figuraba en la mano del Padre Eterno era efectivamente redondo.

Sevilla que desparrama ingenios sobre el mundo incansablemente, que no tiene esquinas bastantes en sus calles para dedicarlas a sus hijos preclaros de todos los tiempos; Sevilla donde las dragas que abren el Guadalquivir a la navegación y a la vida y al progreso del primer puerto fluvial de la Patria, pueden sacar del seno del río estatuas de diosas, ánforas, bustos de Césares, misteriosos tesoros de edades ignotas, río de la cultura, insigne río a cuyas márgenes dialogaban los teólogos y los pícaros y los capitanes y los fundadores de Imperios que luego venían a morir a su sombra como Cortés (Muchos aplausos.)


Totalidad de las tierras de España.


En suma, señores, es necesario conocer hasta sus entrañas más profundas la totalidad española, la de sus tierras y la de sus hombres.

Y para el trabajador no deben ser ya nunca más unos personajes misteriosos de piedra o de bronce en las estatuas, pero sin vida en el alma del pueblo, los grandes españoles que han ido jalonando la silueta del hombre hispánico con gestos sublimes, con pensamientos excelsos o con obras inmortales.

No pueden ser ya para los españoles trabajadores unos seres fabulosos nuestros grandes capitanes como Gonzalo de Córdoba inventando ese prodigio de valor y de elasticidad que es la Infantería Española o como Cortés creador de un pueblo, de una nación, de un Imperio que iba desde las montañas de Arizona hasta el Itsmo de Panamá y al que él puso nombre y dió destino y señaló fronteras, aunque ni el nombre ni el destino ni las fronteras sean hoy las que soñó Cortés y aunque las cenizas del capitán estén ocultas como una ignominia en el corazón del pueblo que de su corazón salió.

Ni puede ser un misterio para los trabajadores el proceso de culturización de América con hombres como Fray Juan de Zumárraga que doscientos años antes de que en la América ocupada por los ingleses existiera una Escuela había creado la Universidad de Méjico y la Escuela de Minería y había convertido a los indios en doctores y en artistas y en sacerdotes y en capitanes y en letrados.

Ni puede cerrárseles el paso al conocimiento de la aventura almogávar, ni del fulgor de las Escuelas de Salamanca y de Alcalá, ni la gesta de don Jaime el Rey de Levante, ni de la del Abad Celmirez fundando la Marina Española, ni del periplo fabuloso de Elcano rindiendo en el Guadalquivir la primera circunnavegación del Globo; ni puede negársele al trabajador el goce indecible, la nobilísima exaltación de imaginar la Escuela Isidoriana de Sevilla aceptando en sus bancos a los hijos del pueblo para entregarlos, por los labios ungidos de celestial sabiduría, de divinas inspiraciones, del Obispo Isidoro, la ciencia universal en el más genial, en el más increíble compendio de los conocimientos de su época que jamás haya elaborado ingenio alguno y que aún no ha sido igualado en nuestros tiempos con relación a los conocimientos actuales.

Nada de eso puede negarse al trabajador.

Por el contrario: hay que hacer pasar ante sus ojos la cabalgata innúmera de los guerreros, de los sabios, de los Santos, de los conquistadores, de los misioneros, de toda la gloriosa e inmortal legión de hombres que fueron capaces de aunar en su alma y en su puño genialmente, increíblemente, las aspiraciones de una raza de titanes, tanto en el orden material de tejas abajo como en el orden espiritual.

Gloriosa legión que supo jugar con los valores del espíritu y con los valores de la política con una habilidad que quisiéramos heredar en toda su plenitud para demostrar una vez más que sabemos ser creyentes fieles, católicos disciplinados, hijos humildes de la Iglesia y al mismo tiempo exigentes campeones de la soberanía de la Patria sobre todo el ámbito que le pertenece, igual que en los días gloriosos en que el Cardenal Jiménez de Cisneros, el inmortal franciscano, hacía hincarse de rodillas a sus pies a la Princesa más poderosa de la tierra, Isabel de Castilla, Emperatriz del mundo, para impartirle la absolución como penitente y defendía al día siguiente los fueros y los derechos de esa misma penitente como Reina y Señora de las Españas frente a cualquier intento, por alto que fuera, de invadir el legado que las Edades habían cedido a la Corona de España. (¡Muy bien! Muchos aplausos.)


Subordinación a los poderes del espíritu.


Igual que en los tiempos en que el Cardenal de España asombraba a los Embajadores de las Cortes europeas con el fasto renacentista de Príncipe de la Iglesia cubierto de púrpura, pero que a la hora de completas abría la puerta secreta que desde la estancia principesca comunicaba con la desnuda celda encalada -en cuya tarima reposaba el cuerpo del siervo de Dios. Así España entendía y entiende su subordinación a los poderes del espíritu a los que entrega todo, hasta el último hueso del cuerpo, después de haber exigido para la Patria todos los honores y todos los derechos que le corresponden por vieja, por cristiana y por mártir. (Grandes y prolongados aplausos. ¡Muy bien!)

Queremos, señores, en resumen, devolver a los españoles, con la comprensión exacta de su naturaleza, el orgullo impar, el orgullo frenético, el exaltado orgullo de ser, a la vista de la mejor Historia del mundo, el mejor pueblo del mundo, el único por el que vale íntegramente la pena de morir alegremente emulando en la muerte las glorias de los que nos precedieron desde que España ya en el alba de la Historia asombraba a los primeros historiadores con las increíbles hazañas de sus hijos, los más valientes, los más inteligentes, los más puros y los más nobles entre todos los seres humanos.

Franco quiere entregar a los trabajadores el conocimiento total de esta España para que la amen y la engrandezcan, para que al conocerla comprendan cuánto es el honor de servirla y de hacerla poderosa y respetada. Para que tocándola con sus manos, viéndola con sus ojos, escuchándola con sus oídos perciban cuánto es el honor que les depara el ponerse a su servicio, cuánto es el goce y cuánta es la gloria que da el escalar aquellas cimas desde las que la contemplación de España sea más total.

El día en que esto acontezca, el día en que todos los españoles sientan el acicate de ser clase dirigente de su país y estén en capacidad de serlo no existirá peligro para la libertad. Porque el mayor peligro para la libertad está, como he dicho antes, en que llegue a ser patrimonio de unos pocos, finca explotable por un grupo que vocifere y que considere atentado contra su libertad todo cuanto vaya en beneficio de la libertad de los demás.



Elecciones Sindicales en Astilleros Españoles 1966.



Participación del trabajador en la empresa.


Para que todos los hombres de España amen y entiendan su Patria hay que darles instrumentos adecuados, instrumentos legales, instrumentos al alcance de su mano y capaces de ser manejados por ellos mismos. Es preciso que estos instrumentos no caigan en manos de una minoría y es preciso que no se encierren en una vitrina o detrás de los muros infranqueables del privilegio.

Para que el hombre participe en el honor de pertenecer a una Patria libre, tiene que ser libre él mismo y romper las cadenas de todas las esclavitudes; la de la ceguera y la de la ignorancia son las más duras, las más antiguas, las más esclavizantes.

Una forma de participar el trabajador en la vida de su Patria, después de conocerla, consiste en saber cómo se la dirige. Esto se sabe de dos maneras: por el ejercicio de la dirección y por la cultura, es decir, por la teoría y por la práctica.

Una sola forma de participación del trabajador existe en cuanto al ejercicio de la dirección: su participación en la Empresa,

Ya sé que esta enunciación levanta automáticamente los mayores recelos en su torno. Es natural.

Veamos que es, en primer lugar, una Empresa. Etimológicamente, en su sentido real Empresa quiere decir tanto como presea, premio, aspiración.

Una Empresa, para los materialistas, para los marxistas o para los ultracapitalistas, es una unidad económica,

Para nosotros es eso y muchísimo más. Es nada menos que la vía de la liberación del hombre.

La Empresa es una cadena de ilusiones, con un eslabón para cada día.

La Empresa es una sucesión de ambiciones insatisfechas y por lo tanto coloca al hombre en su actitud más parecida al ángel, en la actitud de subir, de aspirar, de querer.

En la Empresa encuentra el hombre la justificación de su existencia. Porque si la Empresa fuera sólo un modo de vivir, un instrumento de subsistencia, no sería esa dama por la que pelean denodadamente tantos pretendientes sino una sirena que atrae con sus cantos a los ilusos a quienes quiere devorar.

En el campo de la Empresa, que se abre al hombre como un campo de honor, triunfa la criatura humana sobre las cosas, las domina, las transforma y las hace suyas dotándolas de destino, lanzándolas a la vida en una perpetua creación y no dejándose esclavizar por ellas para acabar pereciendo bajo la pesadumbre de lo materiaL

A saltar a este campo de honor, es decir a participar en la Empresa, tienen derecho, según los principios proclamados por Franco, todos los hombres por el solo hecho de estar dotados de un alma trascendente, sujeto de redención.

Nosotros maldecimos la satánica concepción del trabajo como mercadería que se compra y que se vende y encontramos monstruosa la contratación del músculo y no el pacto entre los hombres.

La Empresa la entendemos nosotros como lo que en realidad es: una constante aspiración, una gozosa angustia, una renovación constante de ilusiones y de horizontes. Rechazamos la idea vil de que en la Empresa haya hombres considerados como cosas y como máquinas (y a veces menos que cosas y menos que máquinas). Todos los hombres que a ella concurren tienen derecho a percibir el goce inmaterial que la Empresa ha guardado hasta ahora para unos pocos elegidos.

Mantener al hombre ausente de esos goces, hurtarle la parcela espiritual que existe en la Empresa, constituye una forma de esclavitud mucho más oprobiosa que la esclavitud material de las cadenas.

Mantener goces en secreto es declarar que se poseen ilícitamente y es abrir un abismo entre dirigentes y dirigidos. Porque mientras los unos disfrutan en la soledad y casi en la clandestinidad de la parte inmaterial de la Empresa, los otros adivinan, presienten y aumentan a través de las murallas que cercan las salas de los Consejos la presencia de algo que justifica la ambición de participar en la Empresa para algo más que para subsistir.

La producción es la consecuencia inmediata y económica de la Empresa pero no es su finalidad porque la producción no es un fin sino un medio para fines más trascendentes en los que todos los hombres deben participar como participan de los frutos de la redención. Y esto es tan cierto y existe tal cantidad de elementos trascendentes en la Empresa que se puede dar y se da de hecho el caso de Empresas que cumplen escrupulosamente con la legislación social y hasta la superan, que llevan una vida próspera que permite mejorar la renta de trabajo de sus obreros y en las que falta el espíritu que en cambio se halla en una vieja Empresa donde el entusiasmo, la participación en la tarea, la solidaridad, la tradición, el amor propio, el rigor profesional quedan satisfechos o quedan saciados y compensan y superan y multiplican por cien cualquier ventaja puramente económica que pueda hallarse en otro lugar con insatisfacción de la parte trascendente e inmortal del ser humano.

Por eso nosotros hemos dicho que no se puede mantener más tiempo cerrado el paraíso de la Empresa ni tener a su puerta los ángeles justicieros convertidos en gendarmes cerrando el paso de los trabajadores al recinto secreto. Por eso hemos dicho que no se puede entregar al proletariado, hecho de cientos de millones de seres humanos, con sus almas, y sus cuerpos y su fe y sus ilusiones y sus hijos y su futuro y sus esperanzas a la condición de "robots" en cuyos ojos apenas brille el reflejo de lo que es un alma cargada de destinos.

Muchas veces, desde el mismo comienzo de nuestra tarea a las órdenes de Franco, les hemos dirigido a los obreros una pregunta a la que siempre han contestado con un "no", clamoroso como el alarido de las generaciones de esclavos que los han precedido. Les hemos preguntado si creían que merecía la pena de luchar sólo por el rancho y en el acto hemos visto ponerse en pie el alma activa del español que se niega, como se negaría a una indignidad moral cualquiera, a la enorme indignidad de que le consideren como una bestia bien alimentada.


Qué es la empresa y para qué.


La tendencia a la participación en la Empresa es una tendencia natural de la criatura humana; es una tendencia con la que se viene al mundo y es tan lícita como la tendencia a saber, a desentrañar los secretos de las cosas que nos rodean y entre las que vivimos, para enseñorearlas y no para que nos enseñoreen.

Y cuando esa tendencia está años y años insatisfecha surge la explosión.

Por eso cuando, en esas trágicas jornadas que todos recordamos, el proletariado enloquecido, lanzado en un frenesí a veces criminoso, ha izado sus banderas sangrientas en las chimeneas de las fábricas, trepando por ellas como por una cucaña que conduce a la felicidad, como se trepa a izar la bandera de combate en lo alto del mastelero, en el fondo de su alma el proletariado deseaba la Empresa en toda su integridad y al no poder poseerla lícitamente la atropellaba y la violaba y la dejaba tendida y destrozada. Y acababa por querer su destrucción como se quiere la muerte de un amor imposible que se nos niega.

La Empresa, señores, según nuestra doctrina, es una comunidad de trabajo en la que el empresario es un mediador, un reclutador, un instructor.

Es, si se quiere, el genio de la Empresa, su capitán, su conductor, el que la hace fructificar y el que la hace vencer.

Pero la Empresa no es el empresario, de la misma manera que un regimiento no es el Coronel.

El capital es un factor instrumental y subordinado. Así lo proclama claramente nuestro Fuero del Trabajo.

Aferrarse a este concepto de la Empresa, concepto por otra parte anacrónico, constituye no solamente un error que va desapareciendo de todas las mentes, sino una tozudez que puede engendrar toda suerte de subversiones.

Ahora bien, señores: contra la participación de los trabajadores en la Empresa se alzan muchas voces que utilizan un argumento brillante y verdadero con el que la mal llamada economía liberal - y que propiamente es una economía feudal-se ha venido defendiendo vigorosamente. Se dice que el trabajador no está preparado para semejante participación.

¡Exacto! ¡Exactísimo! El trabajador no está preparado para semejante participación y no seríamos nosotros sinceros si no hiciéramos completamente nuestro el argumento. Y añadimos una modalidad más: sería un crimen y sería una estratagema para esclavizar al trabajador definitivamente el lanzarle al disfrute de una cosa que no sabe emplear y que no está preparado para gozar.

Por eso hemos dicho siempre que constituye una habilísima y mortífera arma del comunismo su lema universal de "todo el Poder para el proletariado", porque con ello se conduce al proletariado, impreparado para el Poder, a cederlo por impotencia, por cansancio, por sentimiento de derrota, a una minoría esclavizante fruto de ese diabólico supercapitalismo que la Rusia soviética ha entronizado en medio mundo para desesperación de la criatura humana.


Ni feudalismo capitalista ni feudalismo comunista.


Pero mantener viva, cuando puede modificarse, la causa que autoriza el argumento, es decir, mantener a los trabajadores en la ignorancia y en la incapacitación para la participación en la Empresa, para tener siempre el pretexto de no hacerles esta concesión, es confesar con un poco de cinismo que lo que se quiere es mantener vivos unos privilegios que nacen de la preparación de unos y de la impreparación de otros.

Y nosotros, en nombre de la libertad del hombre, vinimos aquí hace un año a pediros a vosotros que comprendierais, y lo comprendisteis clamorosamente, que había que terminar con la causa de aquel argumento que iguala al feudalismo capitalista con el feudalismo comunista y que había que hacer añicos con la maza de la cultura, entendida como el aire, de universal patrimonio, esa roca de incomprensión que es la que en definitiva esconde en sus entrañas el dragón devastador de todas las subversiones y de todos los cataclismos sociales.

Entre las muchas cosas que queremos enseñar a los trabajadores españoles, con la ilusión fundada de mostrarles al mundo como un ejemplo, figura el conocimiento de los problemas de la producción y de la economía, el conocimiento del mando en que la industria a que pertenece y todas las industrias y todas las actividades del país se mueven y funcionan para que de este modo, al participar en la dirección de la Empresa de una o de otra manera -que eso la experiencia nos lo ha de decir- contemple la Empresa como lo que es verdaderamente y no como un misterioso y poderoso antagonista del que hay que defenderse y cuyo poder implacable sólo puede neutralizarse con la astucia y la picardía.


Elecciones para Jurados de Empresa


Liberación del hombre por la cultura.


Vosotros habéis sido los primeros españoles que entendieron con clarividencia las razones del Estado revolucionario para proponer la liberación del hombre por la cultura.

Lo entendisteis por el camino de la inteligencia y del corazón, la idea penetró en vosotros por el ancho y noble portón de vuestra mente esclarecida, de vuestra capacidad de andaluces para elaborar todas las ideas nobles y levantadas.

Pero si entre vosotros hubiera alguno que por esa vía se hubiera negado a admitir aquellas ideas, bastará para que las admita con que se haga un razonamiento de inferior jerarquía, un simple razonamiento utilitario, un poco tosco si se quiere, un poco primitivo, pero de una evidente fuerza dialéctica.

Bastará con que piense que un trabajador cultivado, un conocedor del espíritu de la Empresa, un participante de la Empresa, un aliado de la Empresa, un entusiasta de la Empresa, nunca será su enemigo y desde luego jamás será su destructor ni su incendiario ni su dinamitero.

Todo lo más -rota por un accidente la unidad Empresa- será un aspirante a poseerla, y yo os aseguro, señores, que el día en que los trabajadores aspiren a poseer las Empresas, en vez de aspirar a arrasarlas la eterna querella entre los poderosos y los humildes habrá entrado en un camino digno y alto en el que será una delicia luchar y en el que en definitiva será una gloria verdadera el vencer, después de haber llevado a su grado más alto la luminosa esgrima del espíritu ante cuya victoria nadie se siente humillado.

Naturalmente, tampoco somos unos supersticiosos de la cultura, o mejor dicho, con palabra más exacta, unos supersticiosos de la ilustración. Por lo tanto no creemos que ella sola sea el bálsamo de Fierabrás porque con ello desconoceríamos la complejidad del alma humana.

Decimos que la cultura es inexcusable y de universal patrimonio y vamos a dársela a todos.

Ya sabemos que después de eso hace falta una experiencia de aplicación que si no hay que hacer demasiado larga tampoco es aconsejable hacer demasiado corta.

Y en lo que se refiere a los Jurados de Empresa su establecimiento será prudente y paulatino.

Porque si no creemos que la clase dirigente sea una casta tampoco creemos que se pueda llegar a clase dirigente por medio de cursillos abreviados o de concursillos entre chicos listos. La cosa es mucho más seria y con toda seriedad la vamos a emprender.

No se trata de una aspiración improvisada ni de un "fervorín" socialista ni de un capricho.

Los Sindicatos Nacionales Españoles, crisol popular en que todos los elementos de la producción constituyen el fondo, el apoyo y muchas veces la catapulta de nuestra política social, aspiran al establecimiento de los Jurados de Empresa. Y a ello vamos.

No para que de la noche a la mañana y con aquel catastrófico mil agrerismo de los socialistas los: obreros participen en la Empresa ... para dejar de participar a los pocos meses, .sino para preparar concienzudamente unas generaciones de trabajadores que participen de verdad.



Centro de Orientación de las Universidades Laborales en Cheste.



La capacitación del trabajador.


El hombre aspira a participar en la Empresa y no solamente en la Empresa material a la que da su trabajo sino en la gran empresa histórica de sus días en la que quiere dejar su huella, en la que quiere que se note su paso, a la que quiere legar algo, probablemente en la persona de sus hijos o en un recuerdo cualquiera que deje clavado su nombre después de su tránsito.

Es inútil colocarse contra esa tendencia del género humano porque periódicamente nos arrollará la subversión. Esa es una fuerza casi telúrica, la siente el hombre dentro de su alma, la sentiría aunque se hallara solo en una isla desierta desde su nacimiento. Y esa fuerza hay que canalizarla y he ahí una de las primeras tareas que nos esperan al abrir las páginas en blanco del nuevo ciclo laboral que comienza.

Hablemos rectamente de la cosa, señores. Se trata de poner en marcha los Jurados de Empresa que están creados por un Decreto en el que se da forma a aquella aspiración de que hemos hablado.

Si el Reglamento de aplicación de ese Decreto no se ha formulado hasta ahora ha sido principalmente por dos causas:

- una es la de que las circunstancias económicas por que hemos atravesado durante quince años han sido unas circunstancias anormales que no permitían lanzar a un ensayo a unos equipos insuficientemente preparados. Es como si hubiéramos querido enseñar a nadar a un novato en día de temporal en un mar embravecido: le hubiéramos condenado a perecer; y los trabajadores hubieran perecido en un ensayo realizado en circunstancias tan impropicias, porque han perecido en esta clase de ensayos grupos humanos intelectualmente más preparados, pertrechado s con la fuerza económica e intelectual de que ellos carecen.

- La otra causa ha sido precisamente el temor a que una impreparación, aun en circunstancias normales, hubiera conducido a capitular a los obreros a las primeras de cambio.

Imaginaos que hubiéramos lanzado los Jurados de Empresa sin la debida preparación: al primer choque dialéctico, por mucho que fuera el talento natural del obrero," hubiera sucumbido. Y hubiera ocurrido algo peor que un fracaso accidental. Habría ocurrido la desilusión, el escepticismo, la incredulidad y, en último término, la desesperación. Hubiera llegado a la conclusión, falsa pero actuante, de que su redención era imposible.

Empiezan a variar las circunstancias.

Aún no hemos entrado, ni con mucho, en la normalidad, pero el ciclo catastrófico parece evidentemente haber terminado. Por otra parte, el obrero español se está capacitando en la rectoría de sus Montepíos en los que realiza un aprendizaje utilísimo que está alumbrando mentalidades de espléndidos administradores.

Por lo tanto, hay que prepararse para la promulgación del Reglamento de los Jurados de Empresa, y así como vine a pediros que comprendierais, y lo comprendisteis, la necesidad, la justicia y hasta la conveniencia de que se procediera a una nivelación por la cultura para hacer efectiva la Revolución Social del 18 de julio, así vengo a pediros que comprendáis que ha llegado el momento de que, con todas las precauciones que queráis, pero con ese gesto justiciero, amplio, resuelto y en suma señorial a que estamos obligados, se abran las puertas secretas que sólo cedían a los nombres mágicos de los privilegiados o al ariete de oro de los poderosos, pero cuyos umbrales sólo traspasaba el trabajador cuando las masas frenéticas de rencor y rotas de desesperación, desmelenadas y ululantes, hacían astillas los portones y empujadas por el crimen y la sinrazón penetraban como un río de lava hasta las inaccesibles alturas de la Empresa.

Hemos dicho que la otra forma lícita de que el hombre participe en la vida de su Patria plenamente y la ame y la sirva está en los medios que para hacerlo la cultura proporciona.

Esta es la consecuencia de la aplicación de la teoría que tuve el honor de exponeros hace un año y que vosotros aceptasteis. Y afirmo una cosa, bien clara por otra parte. Todo lo que anteriormente os he dicho acerca de la Empresa y de la participación que en ella debe tener el trabajador sería inútil, sería estéril, sería quizá un sarcasmo que engendraría una desesperación irremediable, si el trabajador no estuviera preparado por una cultura mínima para aquella participación y para aquel ejercicio.



Interior de la Universidad Laboral de Gijón.



Las Universidades Laborales.


Esta es la finalidad de las Universidades Laborales. Puesto que vosotros fuisteis los primeros en aceptar que la nivelación de los hombres por la cultura constituye la única garantía seria de paz social quiero que sepáis los primeros qué es lo que entendemos por Universidades Laborales.

En primer lugar, el término Universidad está empleado por nosotros en toda su amplitud y no en el sentido restringido con que habitualmente se hace.

Queremos decir que aspiramos a cubrir un frente universal de conocimientos y no solamente un frente profesional. Prepararemos los hombres para una profesión, la que elijan o la que determine cualquier procedimiento garantizado de selección.

La práctica dirá si la selección fué justa a tiempo de rectificar y enderezar al alumno por otro camino. Pero al mismo tiempo que se le forma para una técnica y con la misma intensidad y no como meras clases de "adorno", se irá dando a los alumnos una fuerte formación humanística que comprenda lo que pudiéramos llamar el "trivium" y el "cuadrivium" de nuestros tiempos, es decir, aquellos conocimientos universales que hacen de un hombre un hombre de su época.

No necesito repetir las palabras con que en noviembre último evocaba ante vosotros aquellos instantes de la Historia de España en que los ociosos de la ribera del Guadalquivir, que esperaban enrolarse en una nao de la carrera de Indias, eran capaces de discutir de cosmografía o de filosofía por lo menos con un Bachiller de Salamanca.

Por lo tanto, la finalidad de la Universidad es crear aquellos trabajadores "distintos" de que tantas veces hemos hablado. Ahora bien: si en el curso de la formación de esos trabajadores "distintos" alumbra el genio, se percibe la presencia del hombre dotado para más altas empresas, ese hombre será conducido hacia la Universidad del Estado, hacia la Escuela Especial, hacia la Academia Profesional.


Universidad Laboral de Córdoba.


La Universidad Laboral, llegado el momento, entregará estos alumnos excepcionales a la Enseñanza Superior Oficial en España o en el extranjero, pero sin perder su tutela, es decir, actuando como Colegio Mayor Universitario, a cuya cuenta correrá todo el esfuerzo financiero y toda la dirección moral y politica del alumno hasta su entrada en la profesión elegida. Con ello habrá cambiado la faz de España, porque habrán cambiado sus hombres y con ello quedará cumplida la más alta misión y cubierta la más ambiciosa meta de cuantas por la Revolución se han señalado.

Ese día comenzará una nueva era para España. Pero ese día también será el día de la Epifanía de la Revolución Nacional.

Ese día, que llegará antes de lo que los escépticos y los maliciosos suponen y después de lo que pretende nuestra ilusión, resplandecerá en toda su grandeza el sentido del Movimiento del 18 de julio y comprenderán claramente las generaciones cuánto fué el esfuerzo, cuánto fué el heroísmo, cuánta fué la fe, cuánta la tenacidad derrochados por Franco para establecer firmemente las bases de una España nueva y cuánto fué el merecimiento contraído por los que, entreviéndola desde la posición de una trinchera de guerra, dieron alegremente su sangre por ella. (Grandes y prolongados aplausos.)

No es una pirueta de la imaginación suponer lo que comenzará a acontecer a partir de entonces sobre esta tierra calcinada, cansada, esquilmada, talada, que hizo prorrumpir a Alfonso el Sabio en su famoso apóstrofe a la fecundidad de España y que hizo decir a un famoso viajero que desde Hendaya a Cádiz podría marchar una ardilla saltando de árbol en árbol.

No surgirán los bosques de repente ni aparecerán labradas las parameras ni regados los desiertos ni sembrados de fábricas los suburbios de las ciudades ni surcadas de canales las llanuras por arte de encantamiento.

Pero algo empezará a nacer en el alma de los hombres que será el anuncio seguro de una edad mejor, de una liberación auténtica del pueblo español rescatado, por el brazo y la inteligencia de sus hijos mejores, de la servidumbre a un mundo que no nos conoce ni nos quiere conocer, que nos aborreció en nuestra grandeza y que nos aborreció, hasta el intento de exterminio en nuestra miseria y en nuestra adversidad.

Ese mundo, burlado una vez más por este pueblo fabuloso a que pertenecemos, contemplará absorto el renacimiento de un pueblo de titanes en que el rodar de los motores, el jadeo de las, máquinas, el aliento de los hornos, el hálito de los abismos mineros, la canción de la gleba motorizada, el metralleo de los talleres, el disparo de las remachadoras, el gemido de las grúas, el siseo de las soldadoras en los astilleros formen el himno inacabado, el concertante maravilloso que cante las glorias de un pueblo que cansado de combatir para los demás se decide a combatir para sí mismo y se prepara a asombrar al mundo en el trabajo como le asombró en la guerra y a romper una vez más las tinieblas para alumbrar un mundo nuevo: el mundo de la justicia social de la que seréis, Dios lo quiere así, adelantados y descubridores.

Y éste será también el día de la libertad total, el día del himno final de nuestro ciclo revolucionario.

Libertad del espíritu y libertad del cuerpo, auténtica y total libertad la del hombre nuevo y lavado, el hombre transparente y puro, del que habrán desaparecido las ideas esclavizantes, las supersticiones políticas, los prejuicios, sociales, las consejas y las fábulas tanto tiempo cultivadas, tanto tiempo mimadas por los que en nombre de una falsa libertad y en provecho propio nos han estado martilleando los oídos con palabrería de todas las tendencias.


Exterior de la Universidad Laboral de Gijón. Inacabada pero plenamente funcional.


Un futuro esplendente.


Fuimos a la Cruzada por una España nueva y por un español nuevo al grito de la unidad, de la grandeza y de la libertad para la Patria y para el hombre.

Nuestra ambición de estos, tres tesoros no tiene límites y crece, como la sombra, cuanto más se aleja el foco que la ilumina.

Franco no se ha conformado con un trabajador español amansado, sino que quiere un trabajador vivo, acometedor, ambicioso, incómodo para los poltrones y exigente para los adocenados, un trabajador lanzado a todos los apetitos lícitos del ser humano, con vocación de lucha y de gloria.

Para eso, ha imaginado las Universidades Laborales cuya realización van a emprender los Montepíos con todos los asesoramientos necesarios.

Porque el trabajador ha entendido de una manera fulminante, como si penetrara una flecha de luz en su alma llena de tinieblas desde hace siglos, que vale tanto por lo menos como prevenirse contra la adversidad del desamparo económico durante la vejez o durante la enfermedad prevenirse contra la adversidad de la ignorancia y del desamparo intelectual durante toda la vida.

Las Universidades Laborales como ya os he dicho no van a convertir a los hijos de los trabajadores en señoritos, sino en los mejores trabajadores de todos los tiempos, dotándoles de una técnica y de unos conocimientos profesionales modernísimos e incorporándoles de paso a todas las preocupaciones de nuestro tiempo, al desarrollo de la cultura universal contemporánea en la medida necesaria para que al salir de un taller de precisión o de un laboratorio o de una fundición el trabajador se sienta un protagonista de su época, un participante en todos los goces, en todos los derechos y también en todos los deberes, que hasta ahora eran goces y eran deberes y eran derechos solamente para una clase y por razones puramente económicas o de nacimiento.

Y cuando en el proceso de formación de estos obreros de mañana surja la chispa del genio, la Universidad Laboral, alma máter del trabajador, conducirá el genio por la ancha vía de las Facultades Superiores para no negar a España un solo hijo excepcional y para no condenar a ese hijo a roer en la soledad y en el desamparo la injusticia feroz que sabe Dios cuántas capacidades eminentes ha robado a la Patria.


Universidad Laboral de Málaga.


Y vuelvo a auguraros, señores, un futuro esplendente.

Sobre los hombros de las generaciones venideras de trabajadores "distintos", una Patria distinta surgirá en el horizonte.  

Una Patria surcada de canales, de tuberías, de conducciones de fuerza, sembrada de bosques, de fábricas, bordados sus campos fertilizados y enriquecidos por las últimas técnicas, beneficiadas las entrañas de sus minas por procedimientos humanos y económicos, rehecha la cabaña a su grandeza pasada dentro de la escala del presente, industrializado el campo e industrializado el mar, avanzadas todas sus industrias tradicionales hasta volver a invadir los mercados mundiales.

Todo esto será obra de estos trabajadores, que aniquilarán la rutina, que rechazarán la chapuza, que se avergonzarán de la obra mal hecha o de la tosca presentación o de la terminación ordinaria.

Los viejos maestros jubilados, los que en su juventud tuvieron que vencer los obstáculos de un aprendizaje lento en que tenían que descubrir los secretos de su oficio por adivinación o a fuerza de años, guiarán en las Universidades Laborales la mano de los trabajadores de mañana y los verán crecer rápidamente en sabiduría y en precisión, mientras les cuentan cómo a fuerza de porrazos y de pérdida de tiempo y a veces de humillaciones brutales fueron ellos descubriendo casi furtivamente a través de muchos años lo que sus alumnos descubren ahora con la mayor perfección en unas semanas.

Esta unión entrañable de las dos edades, la que se va, con su amargura endulzada a última hora por la Revolución, merced a los Montepíos Laborales, y la que viene, guiada paternalmente por esos mismos Montepíos, compondrá la guirnalda de gloria del hombre que nos conduce. El verá marchar, cantando himnos de juventud, salutaciones optimistas al nacimiento de una nueva Patria, las legiones, los ejércitos, las multitudes de muchachos sanos de cuerpo y de alma, armados con unas técnicas, dotados de una cultura y de una sensibilidad, dueños de sí mismos, dueños totales del suelo de la Patria que pisan y en la que nacen y viven y mueren y a la que conocen y aman.

Dueños de una Patria en la que no se apedrearán nunca más las vidrieras de las Catedrales ni se incendiarán los templos ni se arrasarán las obras del espíritu, porque esas legiones forjadas por Franco serán el muro contra todas las oleadas del rencor y constituirán la guardia de hierro de un futuro en que los españoles amen a su Patria porque la conocen y les gusta; no porque la adivinen de una manera ciega e instintiva la más bella y la más noble y la más rica, sino porque realmente lo sea y porque ellos sepan de una manera cierta, profunda e inteligente que lo es y porque sepan defenderla contra los infamias y contra las leyendas que han tejido sus enemigos seculares, envidiosos no de lo que España ha sido, no de lo que España es, sino de lo que España puede ser, que es en definitiva lo que les hace perder el color. (Grandes y prolongados aplausos.).


Por la libertad hasta el último aliento.


El hijo de España entonces, al obedecer el mandato augusto de la estirpe que nos ordena ceder a nuestro patrimonio espiritual de Occidente nuestra vida generosamente, no será ya ese emigrante carne de beneficencia, escoria de los muelles perdidos, bracero en los trabajos rudos de las minas o de los puertos, bodeguero ignorante, tosco y empeñista, poblador de esos cementerios inmensos llenos de cruces sin nombre, escollera tremenda donde naufragan cada año millares de desgraciados.

No será ese emigrante que ni siquiera tiene armas dialécticas para defender a su Patria a la que a veces, desesperado, tiene que defender a navajazos contra los que escupen sobre su nombre el veneno inoculado en tantas bocas por la leyenda negra. Cederemos a América escuadras de técnicos y de profesionales mejor preparados que los de otras emigraciones que lograron en tantos casos arrebatamos el patriciado de las jóvenes naciones hermanas y que han sembrado de nombres extranjeros los anuarios comerciales y hasta las guías de carreteras de muchos grandes trozos de América.

Y la natural, la invencible inclinación de nuestras hermanas del otro hemisferio hacia la sangre española, se verá gozosamente saciada con un torrente de alegres y optimistas emigrantes que no tenderán la mano jamás para suplicar, sino para ayudar, para colaborar, para engrandecer, cumpliendo el mandato de los antepasados, los veinte pueblos robustos de nuestra estirpe, a los que ellos ayudarán a levantarse poderosos, unidos, constituyendo la unidad de pueblos invencible y gloriosa que cuando diga su mensaje al mundo lo dejará absorto como quedó absorto cuando el genio español y el genio portugués, el genio peninsular en suma, le pusieron a la Humanidad, el coeficiente dos, porque nosotros hemos sido siempre así.

Volverán a enorgullecerse los pueblos de filiación hispánica no solamente por las glorias pasadas del solar español, sino por sus glorias actuales, gloria de sus tejidos, gloria de sus máquinas, gloria de sus frutos, gloria de sus aceros, igual que cuando se enorgullecían los fundadores de las nacionalidades americanas del temple de las espadas y de los cuchillos de Toledo y de los azadones y de las rejas de Vizcaya y de las lanas de Talavera y de Extremadura y de las sedas de Valencia y de los vidrios de Mallorca y de los cañones de Guemica y de los barcos de Guamizo y de las cerámicas de Alcora y de Manises y de los cueros de Córdoba y de los tejidos de Sahadell.

Este será, señores, el fruto de la libertad del hombre que es la meta de la Revolución Social Española. Por esa libertad lucharemos hasta el último aliento de nuestro ser contra toda clase de enemigos, pero más rudamente aún contra los hipócritas que levanten este sacrosanto principio para engañar a infelices e inermes o para llevarlos cautamente hacia el cepo en que indefectiblemente habrían de caer para no alzarse más.


Universidad Laboral de Zamora.



Fructificó la semilla.


A Sevilla, señores, tuve la osadía de venir a sembrar una idea atrevida que había germinado en el corazón del Caudillo de la Revolución Española. La semilla ha fructificado.

Vuestra presencia aquí, vuestro asentimiento a mis palabras, la atención que me estáis prestando, me prueba que acerté con la tierra de la siembra. Señores: la idea calentada en vuestro corazón está en marcha.

Por la libertad del hombre español, por la libertad de este trabajador que acaba de damos una prueba de su valor sin par, de su resistencia y de su coraje, partamos para la Cruzada de las Universidades Laborales.

Vosotros delante, camaradas sevillanos. Estáis acostumbrados a ir delante en empresas de riesgo. Sed la vanguardia de esta guerrilla audaz que abrirá el paso a un pueblo iluminado hacia la grandeza y la victoria sobre sí mismo, él, tan acostumbrado a vencer y a no ser vencido ante los demás.

Sevillanos, camaradas, hijos de la mejor tierra del mundo: por Vuestras glorias pasadas, por vuestros trabajos presentes, por vuestra deslumbradora grandeza futura, por la libertad: señalad un sitio entre las ruinas ilustres de vuestra campiña, al lado de cualquier muro que recuerde el paso de una vieja cultura de las que abrieron surcos en el mundo. Señalad este punto con el instinto de que Dios os ha dotado y os traeremos a él a los trabajadores de España a alzar la primera Universidad Laboral en nombre de Franco.





Universidad Laboral de Sevilla.


Partiremos de Sevilla, que es buena partida, camaradas. Partiremos para descubrir un mundo nuevo, para fundar un Imperio nuevo.

Pero este mundo y este Imperio serán de los que no se pierdan, serán de las que no se apaguen. Y en sus dominios que no tienen fin y en sus fronteras que tocan al mismo Cielo jamás se pondrá el sol augusto de la justicia por la que murieron cara a él, como arcángeles anunciadores, los que guían nuestros pasos sobre la tierra y dirigen la marcha de un pueblo elegido.

Por su memoria, por España, por Franco su Capitán, camaradas, ¡Arriba España!

(Una clamorosa salva de aplausos, que dura varios minutos, acoge las últimas palabras del señor Ministro de Trabajo.)

José Antonio Girón de Velasco. Conferencia pronunciada en el Teatro San Fernando de Sevilla el 3-11-1951 patrocinada por la Cámara Sindical Agraria.





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