Franco y la Falange.
Joaquín Fernández (1991) define
"la falange de Franco" como una especie de movimiento en el que existían
"falangistas de derechas" (o católicos),
"falangistas de izquierdas" (o germanófilos) y otros que interiorizaron la esquizofrenia al advertir la contradicción en los términos. Esquizofrenia inexistente en la actualización del pensamiento falangista realizada en Falange Española Digital.
En cualquier caso, en su opinión que es como la nuestra, la estrategia más afortunada en estos años fue la del posibilismo ejercido en aquellas áreas en las que el sector azul del Régimen gozó de alguna parcela de poder. Fruto de esa estrategia posibilista,
Fernández destaca -entre otros- los siguientes logros:
- El avance en los derechos laborales que supuso la aprobación del
Fuero del Trabajo.
- El establecimiento del seguro obligatorio de enfermedad.
- La construcción de una amplia red de infraestructura sanitaria.
- La creación de mutualidades laborales que extendieron progresivamente las pensiones de invalidez y jubilación.
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El establecimiento del principio de estabilidad en el empleo.
- El establecimiento de las Magistraturas de Trabajo.
- La construcción de una red de infraestructuras que garantizase el disfrute del ocio para los trabajadores.
- La regulación y el estímulo desde el Ministerio de Trabajo de las cooperativas de trabajo asociado y las Sociedades Anónimas Laborales.
- La regulación de los mercados de productos agrarios.
- La creación del Instituto Nacional de Colonización.
- La estatificación en 1962 del Banco de España entre otros bancos.
Sobre la relación de la Falange de José Antonio con Francisco Franco y el Movimiento Nacional se encuentra todo tipo de desinformaciones y desvirtuaciones interesadas en internet. Aquí nos limitaremos a dejar constancia de los testimonios originales de quienes vivieron aquellos años.
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El "trágala" de la Memoria Histórica no puede cambiar la realidad de los hechos. |
Carta de José Antonio a Francisco Franco.

Madrid, 24 de septiembre de 1934.
Excelentísimo Sr.D. Francisco Franco.
Mi general:
Tal vez estos momentos que empleo en escribirle sean la última oportunidad de comunicación que nos quede; la última oportunidad que me queda de prestar a España el servicio de escribirle. Por eso no vacilo en aprovecharla con todo lo que, en apariencia, pudiera ella tener de osadía. Estoy seguro de que usted, en la gravedad del instante, mide desde los primeros renglones el verdadero sentido de mi intención y no tiene que esforzarse para disculpar la libertad que me tomo.
Surgió en mí este propósito, más o menos vago, al hablar con el ministro de la Gobernación hace pocos días. Ya conoce usted lo que se prepara: no un alzamiento tumultuario, callejero, de esos que la Guardia Civil holgadamente reprimía, sino un golpe de técnica perfecta, con arreglo a la escuela de Trotsky, y quién sabe si dirigido por Trotsky mismo (hay no pocos motivos para suponerlo en España).
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Arsenal de los golpistas descubierto en Vizcaya antes de la fracasada Sublevación de 1934. |
Los alijos de armas han proporcionado dos cosas: de un lado, la evidencia de que existen verdaderos arsenales; de otro, la realidad de una cosecha de armas risible. Es decir, que los arsenales siguen existiendo. Y compuestos de armas magníficas, muchas de ellas de tipo más perfecto que las del Ejército regular. Y en manos expertas que, probablemente, van a obedecer a un mando peritísimo.
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Armas de los Golpistas de 1934 recuperadas por el ejército. |
Todo ello dibujado sobre un fondo de indisciplina social desbocada (ya conoce usted el desenfreno literario de los periódicos obreros), de propaganda comunista en los cuarteles y aun entre la Guardia Civil, y de completa dimisión, por parte del Estado, de todo serio y profundo sentido da autoridad. (No puede confundirse con la autoridad esa frívola verborrea del ministro de la Gobernación y sus tímidas medidas policíacas, nunca llevadas hasta el final.) Parece que el Gobierno tiene el propósito de no sacar el Ejército a la calle si surge la rebelión Cuenta, pues, con la Guardia Civil y con la Guardia de Asalto. Pero, por excelentes que sean todas esas fuerzas, están distendidas hasta el límite al tener que cubrir toda el área de España en la situación desventajosa del que, por haber renunciado a la iniciativa, tiene que aguardar a que el enemigo elija los puntos de ataque. ¿Es mucho pensar que en lugar determinado el equipo atacante pueda superar en número y armamento a las fuerzas defensoras del orden?
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El ejército tuvo que ser movilizado por la República contra la sublevación de 1934.. |
A mi modo de ver, esto no era ningún disparate. Y, seguro de que cumplía con mi deber, fui a ofrecer al ministro de la Gobernación nuestros cuadros de muchachos por si llegado el trance quería dotarlos de fusiles (bajo palabra, naturalmente, de inmediata devolución) y emplearlos como fuerzas auxiliares. El ministro no sé si llegó siquiera a darse cuenta de lo que le dije. Estaba tan optimista como siempre, pero no con el optimismo del que compara conscientemente las fuerzas y sabe las suyas superiores a las contrarias, sino con el de quien no se ha detenido en ningún cálculo. Puede usted creer que cuando le hice acerca del peligro las consideraciones que le he hecho a usted, y algunas más, se le transparentó en la cara la sorpresa de quien repara en esas cosas por vez primera.
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Manifestación Falangista contra el Golpe de Estado Socialista-Separatista de 1934 |
Al acabar la entrevista no se había entibiado mi resolución de salir a la calle con un fusil a defender a España, pero sí iba ya acompañada de la casi seguridad de que los que saliéramos íbamos a participar dignamente en una derrota. Frente a los asaltantes del Estado español probablemente calculadores y diestros, el Estado español, en manos de aficionados, no existe.
Una victoria socialista, ¿puede considerarse como mera peripecia de política interior? Sólo una mirada superficial apreciará la cuestión así. Una victoria socialista tiene el valor de invasión extranjera, no sólo porque las esencias del socialismo, de arriba abajo, contradicen el espíritu permanente de España; no sólo porque la idea de patria, en régimen socialista, se menosprecia, s no porque de modo concreto el socialismo recibe sus instrucciones de una Internacional. Toda nación ganada por el socialismo desciende a la calidad de colonia o de protectorado.
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Desfile de las milicias de ERC-Estat Catalá o "Escamots" en Barcelona. |
Pero además, en el peligro inminente hay un elemento decisivo que lo equipara a una guerra exterior; éste: el alzamiento socialista va a ir acompañado de la separación, probablemente irremediable, de Cataluña. El Estado español ha entregado a la Generalidad casi todos los instrumentos de defensa y le ha dejado mano libre para preparar los de ataque. Son conocidas las concomitancias entre el socialismo y la Generalidad. Así, pues, en Cataluña la revolución no tendría que adueñarse del poder: lo tiene ya. Y piensa usarlo, en primer término, para proclamar la independencia de Cataluña. Irremediablemente, por lo que voy a decir. Ya que, salvo una catástrofe completa, el Estado español podría recobrar por la fuerza el territorio catalán. Pero aquí viene lo grande: es seguro que la Generalidad, cauta, no se habrá embarcado en el proyecto de revolución sin previas exploraciones internacionales. Son conocidas sus concomitancias con cierta potencia próxima. Pues bien: si se proclama la República independiente de Cataluña, no es nada inverosímil, sino al contrario, que la nueva República sea reconocida por alguna potencia. Después de eso, ¿cómo recuperarla?. El invadirla se presentaría ya ante Europa como agresión contra un pueblo que, por acto de autodeterminación, se había declarado libre. España tendría frente a sí no a Cataluña, sino a toda la anti–España de las potencias europeas.
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Foto inédita para la memoria histórica de Josep Dencàs y los "Escamots" o milicias de ERC-Estat catalá. Recuperada por Somatemps. |
Todas estas sombrías posibilidades, descarga normal de un momento caótico, deprimente, absurdo, en el que España ha perdido toda noción de destino histórico y toda ilusión por cumplirlo, me ha llevado a romper el silencio hacia usted con esta larga carta. De seguro, usted se ha planteado temas de meditación acerca de si los presentes peligros se mueven dentro del ámbito interior de España o si alcanzan ya la medida de las amenazas externas, en cuanto comprometen la permanencia de España como unidad.
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Destrucción en Oviedo durante la llamada "Revolución de Asturias" que, planeada para toda España, sólo triunfó allí. |
Por si en esa meditación le fuesen útiles mis datos, se los proporciono. Yo, que tengo mi propia idea de lo que España necesita y que tenía mis esperanzas en un proceso reposado de madurez, ahora, ante lo inaplazable, creo que cumplo con mi deber sometiéndole estos renglones. Dios quiera que todos acertemos en el servicio de España.
Le saluda con todo afecto, José Antonio Primo de Rivera. (Rubricado).
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Armas recogidas en Barcelona tras la sublevación. |
Carta a un Militar Español.
No podrás, aunque quieras, ser sordo y ciego –como te aconsejó cierta inesperada gloria nacional– ante la apremiante angustia de España. Dentro de unas semanas acaso tendrás de nuevo que llamar a tu Compañía para tomar las armas en discordia civil. Y por mucho que acalles las inquietudes de tu propio espíritu, no podrás eludir, en las largas vigilias del servicio, estas preguntas inaplazables: ¿qué es lo que está ocurriendo? Este Estado en cuya defensa arriesgo la vida, ¿es el servidor del verdadero destino patrio? ¿O estaré perpetuando con mi esfuerzo una organización política muerta, desalmada y esterilizadora?
Quien ninguna noche se siente libre de las mismas incertidumbres quiere que le acompañes, al través de esta carta, en una silenciosa meditación.
1. LA QUIEBRA DEL ORDEN CONSTITUCIONAL.
La solución de la última crisis viene a confesar que el orden constitucional vigente ya no puede soportarse a sí mismo. El Estado, para vivir, tiene que acogerse a subterfugios que lo instalen fuera del normal funcionamiento de las instituciones. Ya no es sólo el estado de guerra, convertido en endémico, con su secuela de clausuras, intervención de Prensa, prisiones gubernativas y todo lo demás; es la formación de un Gobierno nacido en sistema parlamentario, pero que no podrá vivir media hora en el Parlamento; de un Gobierno que para gozar una pasajera ilusión de vida tiene que mantener las Cortes cerradas hasta el límite que autoriza la Constitución. Así viviremos un mes bajo la dictadura –ya sabemos cuán justa y austera– del partido radical, sin que nos falten los diarios alicientes del asesinato, el atraco y la amenaza de quienes, aparentemente vencidos en octubre, ya se jactan de estar preparando el desquite, y pasado este mes, ¿qué nos aguarda? Rota toda posibilidad de convivencia, habrá que disolver las Cortes. Unas elecciones será la entrega del país a la pugna entre dos mitades encarnizadas: derechas e izquierdas. ¿Quién tendrá razón en esa pugna? Para saberlo hay que examinar qué son las izquierdas y qué son las derechas en España.
2. LAS IZQUIERDAS.
Las izquierdas son más numerosas (no se olvide que en la izquierda está comprendida la casi totalidad de la inmensa masa proletaria española); más impetuosas, con más capacidad política ... ; pero son antinacionales. Desdeñando artificiales denominaciones de partido, las izquierdas están formadas por dos grandes grupos:
a) Una burguesía predominantemente intelectual. De formación extranjera, penetrada en gran parte por la influencia de instituciones internacionales, esta parte de las izquierdas es incapaz de sentir a España entrañablemente. Así, todas las tendencias disgregadoras de la unidad nacional han sido aceptadas sin repugnancia en los medios izquierdistas.
b) Una masa proletaria completamente ganada por el marxismo. La política socialista, extremadamente pertinaz v hábil, casi ha llegado a raer de esa masa la emoción española. Las multitudes marxistas no alojan en su espíritu sino una torva concepción de la vida como lucha de clases. Lo que no es proletario no les interesa; no pueden, por consiguiente, sentirse solidarias de ningún valor nacional que exceda lo estrictamente proletario. El marxismo, si triunfa, aniquilará incluso a la burguesía izquierdista que le sirve de aliada. En esto la experiencia rusa es bien expresiva.
3. LAS DERECHAS.
¿Y las derechas? Las derechas invocan grandes cosas: la patria, la tradición, la autoridad ... ; pero tampoco son auténticamente nacionales. Si lo fueran de veras, si no encubriesen bajo grandes palabras un interés de clase, no se encastillarían en la defensa de posiciones económicas injustas. España es, por ahora, un país más bien pobre. Para que la vida del promedio de los españoles alcance un decoro humano, es preciso que los privilegiados de la fortuna se sacrifiquen. Si las derechas (donde todos esos privilegios militan) tuvieran un verdadero sentido de la solidaridad nacional, a estas horas ya estarían compartiendo, mediante el sacrificio de sus ventajas materiales, la dura vida de todo el pueblo. Entonces sí que tendrían autoridad moral para erigirse en defensores de los grandes valores espirituales. Pero mientras defiendan con uñas y dientes el interés de clase, su patriotismo sonará a palabrería; serán tan materialistas como los representantes del marxismo.
Por otra parte, casi todas las derechas, por mucho empaque moderno que quieran comunicar a sus tópicos (Estado fuerte, organización corporativa, etc.), arrastran un caudal de cosas muertas que le priva de popularidad y brío.
4. LO DECISIVO.
Ni en la derecha ni en la izquierda está el remedio. La victoria de cualquiera de las dos implica la derrota y la humillación de la otra. No puede haber vida nacional en una patria escindido en dos mitades inconciliables: la de los vencidos, rencorosos en su derrota, y la de los vencedores, embriagados con su triunfo. No cabe convivencia fecunda sino a la sombra de una política que no se deba a ningún partido ni a ninguna clase; que sirva únicamente al destino integrador y supremo de España; que resuelva los problemas entre los españoles sin otra mira que la justicia y la conveniencia patria.
Ahora bien: una tendencia así, desligada de apetitos, es difícil que cuente, en el breve plazo que la exigencia nacional impone, con la posibilidad de conquistar el Poder. Ni por vías legales ni por vías ilegales. No podrá por vías legales, porque las elecciones son, mucho más que un pugilato de ideales, un juego de intereses; cada elector vota por el candidato que considera le conviene más. Y no podrá por vías ilegales, porque los Estados modernos, guarnecidos de formidables fuerzas armadas, son prácticamente inexpugnables. Sólo en un caso triunfaría el movimiento nacional en su intento de asalto al Poder: si las fuerzas armadas se pusieran de su parte o, al menos, no le cerraran el camino.
Y he aquí, supuesto el caso, la grave perplejidad que se os va a plantear a los militares españoles. Si un día, fatigados todos de derechas e izquierdas, de Parlamento gárrulo y vida miserable, de atraso, de desaliento y de injusticia, una juventud enérgica se decide a intentar adueñarse del Poder para inaugurar, por encima de clases y partidos, una política nacional integradora, ¿qué haréis los oficiales? ¿Cumplir a ciegas con la exterioridad de vuestro deber y malograr acaso la única esperanza fecunda? ¿O decidimos a cumplir con el otro deber, mucho más lleno de gloriosa responsabilidad, de presentar las armas con un ademán amigo a las banderas de la mejor España?
5. ESCRÚPULOS.
Adivino el escrúpulo de muchos militares.
"Nosotros –dirán– no podemos tener opiniones políticas. En trance de cumplir con el deber, no nos toca juzgar si tiene razón el Estado o los que lo atacan: hemos de limitamos a defenderlo en silencio."
¡Cuidado! Normalmente, los militares no deben profesar opiniones políticas; pero esto es cuando las discrepancias políticas sólo versan sobre lo accidental; cuando la vida patria se desenvuelve sobre un lecho de convicciones comunes que constituye su base de permanencia. El Ejército es, ante todo, la salvaguardia de lo permanente; por eso no se debe mezclar en luchas accidentales. Pero cuando es lo permanente mismo lo que peligra; cuando está en riesgo la misma permanencia de la Patria –que puede, por ejemplo, si las cosas van de cierto modo, incluso perder su unidad–, el Ejército no tiene más remedio que deliberar y elegir. Si se abstiene, por una interpretación puramente externa en su deber, se expone a encontrarse, de la noche a la mañana, sin nada a qué servir. En presencia de los hundimientos decisivos, el Ejército no puede servir a lo permanente más que de una manera: recobrándolo con sus propias armas. Y así ha ocurrido desde que el mundo es mundo; como dice Spengler, siempre ha sido a última hora un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización.
Queráis o no queráis, militares de España, en unos años en que el Ejército guarda las únicas esencias y los únicos usos íntegramente reveladores de una permanencia histórica, al Ejército le va a corresponder, una vez más, la tarea de reemplazar al Estado inexistente.
6. PELIGROS DE LA INTERVENCIÓN MILITAR.
Puestos los destinos de España en manos del Ejército, son de prever dos escollos contrarios capaces de malograr la prueba. Son estos dos escollos el exceso de humildad y el exceso de ambición.
1. Exceso de humildad.–Es muy de temer que el Ejército se asigne a sí mismo el papel, demasiado modesto, de mero ejecutor de la subversión y se apresure a depositar el Poder en manos ajenas. En este caso, son previsibles dos soluciones igualmente erróneas:
a) El Gobierno de notables, o reunión de eminencias, requeridas por sus respectivas reputaciones, sin consideración a los principios políticos que profesen. Esto frustraría la magnífica posibilidad nacional del instante. Un Estado es más que el 'conjunto de unas cuantas técnicas; es más que una buena gerencia: es el instrumento histórico de ejecución del destino de un pueblo. No puede conducirse a un pueblo sin la clara conciencia de ese destino. Pero cabalmente la interpretación de ese destino y de los caminos para su cumplimiento es lo que constituye las posiciones políticas. El equipo de ilustres señores no coincidentes en una fe política se reduciría a una mejor o peor gerencia, llamada a languidecer sin calor popular en tomo suyo.
b) El Gobierno de concentración, o reunión de representantes de los diferentes partidos que se prestaran a participar en el Gobierno. Esta solución añadiría, a la esencial esterilidad interna de la solución anterior, la de no constituir en la práctica sino una recaída en la política de partidos; concretamente, en la de los partidos de derecha, ya que es patente que los de izquierda no iban a querer intervenir. Es decir, que lo que hubiera podido ser el principio de una era nacional prometedora vendría a quedar reducido, una vez más, al triunfo de una clase, de un grupo, de un interés parcial.
Estos serían los peligros de un exceso de humildad; pero también lo contrario es temible. Vamos a considerarlo.
2. Exceso de ambición.–No, entendámonos, de ambición personal en los militares, sino de ambición histórica. Esto ocurriría si los militares, percatados de que no basta con una buena gerencia, sino que es necesario suscitar la emoción de una tarea colectiva, de una interpretación nacional del momento histórico, quisieran ser ellos mismos quienes la suscitaran. Es decir, si los militares, ejecutores o coadyuvantes en el golpe de Estado, se propusieran descubrir por sí mismos la doctrina y el rumbo del Estado nuevo. Para un intento así, los militares no cuentan con una suficiente formación política. Si yo tratara –como tantos– de adular al Ejército, le atribuiría, sin más, todas las capacidades. Por lo mismo que sé lo que representa el Ejército, el inmenso acervo de virtudes silenciosas, heroicas e intactas que atesora, me parecería indecente adularle. Pienso, en cambio, que es lo leal poner a su servicio un esfuerzo de lucidez. Por eso digo estas cosas como las pienso: el Ejército, habituado a considerar que la política no es su misión, tiene en lo político un ángulo visual incompleto. Peca de honrada ingenuidad al propugnar soluciones políticas. Así, no logra atraer, por falta de eficacia doctrinal, de sugestión dialéctica, asistencias populares y juveniles persistentes. No olvidemos el caso del general Primo de Rivera: lleno de patriotismo, de valor y de inteligencia natural, no acertó a encender entusiasmos duraderos por falta de una visión sugestiva de la Historia. La Unión Patriótica, escasa de sustancia doctrinal, se quedó en una vaguedad candoroso y bien intencionada.
Si la Providencia pone otra vez en vuestras manos, oficiales, los destinos de la Patria, pensad que sería imperdonable emprender el mismo camino sin meta. No olvidéis que quien rompe con la normalidad de un Estado contrae la obligación de edificar un Estado nuevo, no meramente la de restablecer una apariencia de orden. Y que la edificación de un Estado nuevo exige un sentido resuelto y maduro de la Historia y de la política, no de una temeraria confianza en la propia capacidad de improvisación.
7. GLORIA DE LA INTERVENCIÓN MILITAR.
No sólo purgará el Ejército su pecado de indisciplina formal, sino que se cubrirá de larga gloria si, en la hora decisiva, acierta con la levadura exacta del período que empieza. Europa ofrece ricas experiencias que ayuden a acertar: los pueblos que han encontrado su camino de salvación no se han confiado a confusas concentraciones de fuerzas, sino que han seguido resueltamente a una minoría fervientemente nacional, tensa y adivinadora. En torno de una minoría así puede polarizarse un pueblo; un amorfo agregado de personas heterogéneas no puede polarizar nada. El Ejército debe esperar en aquellos en quienes encuentre más semejanza con el Ejército mismo; es decir, en aquellos en quienes descubra, junto al sentido militar de la vida, la devoción completa a dos principios esenciales: la Patria –como empresa ambiciosa y magnífica– y la justicia social sin reservas –como única base de convivencia cordial entre los españoles–. Así como el Ejército es nacional, integrador y superclasista (puesto que en él conviven orgánicamente, al calor de una religión del servicio patrio, hombres extraídos de todas las clases), la España que el Ejército defienda ha de buscar desde el principio un destino integrador, totalitario y nacional. Eso no es cuestión de recetas (casi todos los partidos, aun los más fofos, insertan ya en sus programas algún principio corporativista a la moda), es cuestión de temperatura; las recetas sin fe no son nada, igual que en el Ejército de nada servirían la táctica y los reglamentos interiores sin un acendrado espíritu de servicio y de honor.
Poco importaría que los depositarios del Poder fueran pocos y no muy avezados en las artes de la administración. Las técnicas administrativas son profesadas por expertos individuales fáciles de reclutar. Lo esencial es el sentido histórico y político del movimiento: la captación de su valor hacia el futuro. Eso sí que tiene que estar claro en la cabeza y en el alma de los que manden.
8. ANUNCIO.
Pronto, por mucho que nos retraiga de la decisión última el supremo pavor de equivocarnos, tendremos que avanzar sobre España. Los rumbos abiertos a otros países superpoblados, superindustrializados, convalecientes de una gran guerra, se abrirían mucho más llanos para nuestra España semipoblada y enorme, en la que hay tanto por hacer. Sólo falta el toque mágico –ímpetu y fe– que la desencante. Como en los cuentos, España está cautiva de los más torpes y feos maleficios; una política confusa, mediocre, cobarde, estéril, la tiene condenada a parálisis. Ya se alistan paladines para acudir en su socorro, y una mañana –oficiales, soldados españoles– los veréis aparecer frente a vuestras filas. Ese será el instante decisivo; el redoble o el silencio de vuestras ametralladoras resolverá si España ha de seguir languideciendo o si puede abrir el alma a la esperanza de imperar. Pensad en estas cosas antes de dar la voz de "¡Fuego!". Pensad que por encima de los artículos de las Ordenanzas asoman, una vez cada muchos lustros, las ocasiones decisivas en la vida de un pueblo. Que Dios nos inspire a todos en la coyuntura. ¡Arriba España!
JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA,
Jefe de la Falange Española de las J.0.N.S. (Madrid, noviembre de 1934)
¿José Antonio contra Franco?
Resulta paradójico que quienes más explotan la faceta, porque sólo es una faceta basada en comentarios, anti-franquista o al menos no-franquista de José Antonio se vean obligados a recurrir al testimonio de un "camarada" como Ramón Serrano Suñer a quien los falangistas llamaban "el Cuñadísimo".
Éste en sus memorias realiza comentarios despreciativos de casi todos los "camisas viejas" que le rodeaban, reconociéndoles solamente su calidad de "buenos escritores"y dedicando amplias parrafadas a justificarse cuando no a enaltecerse o presentarse como el autor de los éxitos sociales del nuevo Régimen.
En mi opinión se trata de un testimonio importante al que hay que acercarse con precaución y otorgar la credibilidad que se merece este autor por sus méritos, pero siendo conscientes que no es totalmente puro y honesto,
escribiendo unas memorias críticas con Franco y el Movimiento, que él mismo apoyó, dos años después de la muerte del Caudillo.
Según
Raimundo Fernández Cuesta:
"ayudó a José Antonio en el Congreso y le sirvió como enlace con Franco. Pero en la Falange era desconocido, y mi primer contacto con él fue en la cárcel Modelo de Madrid, cuando ingresó al iniciarse el Alzamiento"
"no es aventurado suponer que Franco insistiera en su idea de nombrar a Serrano y fuese éste quien le convenciera de la conveniencia de mi nombramiento.
¿De buena fe y deseando una leal y recíproca colaboración, o, lejos de ello, esperando las dificultades que determinasen mi fracaso?"
Raimundo Fernández Cuesta:
Testimonios, recuerdos y reflexiones.
Raimundo da a conocer las contínuas zancadillas y los enfrentamientos
con Serrano Suñer
de manera extremadamente escueta, por su forma de ser y por el respeto que sentía hacia la amistad de ambos con José Antonio.
Cuenta Girón de Velasco:
"Antiguo diputado de la CEDA, al que no le unía con Falange ningún vínculo. Fue condiscípulo y amigo de José Antonio y era cuñado de Francisco Franco. En torno a Serrano se agruparon, sí, algunos falangistas y todos le considerábamos como un hombre más del nuevo Movimiento que, por lo que a doctrina política se refiere, se fundamentaba en el esquema de José Antonio y en la fuente de nuestra más pura tradición nacional".
"Yo llegué a sugerir al Caudillo el nombre de Ramón Serrano Suñer, y el Caudillo, en una prueba de magnanimidad admirable, con olvido de cuantos agravios pudo haber recibido por la inquina de su cuñado, no me dijo que no. (...) Lo que ocurre es que Ramón Serrano Suñer era mayor y las generaciones, no ya jóvenes sino maduras, vinculaban su nombre, justa o injustamente, con la Alemania de Hitler o la Italia de Bemito Mussolini"
José Antonio Girón de Velasco:
Si la memoria no me falla.
José Utrera Molina no menciona su nombre en su biografía
Sin Cambiar de Bandera.
José Antonio y Franco según Serrano Suñer.
Hablaré con tóda sinceridad de mi falangismo activo
A
estas alturas de mi vida me considero legitimado para hacer una
referencia al propósito falangista, reformista -repito-, que serví, con
toda sinceridad y entrega -cualesquiera que fueran mis errores-, y
en el que por algunos -no ciertamente todos, pero sí por muchos- fui
tan mal correspondido. En ocasiones con hostilidad sistemática -para la
que el desdén era el único tratamiento que, tal vez pecadoramente, supe
darle-, pero otras veces honradamente y de buena fe por personas que
poseen, o poseyeron, además de convicciones sinceras, gran talento de
escritores que siempre he admirado. Gentes cuyo patriotismo, y su
pasión, conozco, pero, según mi juicio de experiencia, están
equivocadas en relación con determinadas situaciones y personas. Hace ya
dos años les repliqué en términos que ahora reproduzco porque
sería incapaz de hacer una formulación mejor:
Los que negaron mi
falangismo imagino que se referían, o refieren, al punto de autenticidad
que atribuyen a mi afiliación a la "Falange" unificada de 1937, la
única que desde entonces existió, o por lo menos la que tuvo por
militantes a ellos mismos y a cuantos consideraban o consideran
falangistas genuinos.
Cuestión ésta confusa y hoy un
tanto ociosa: ¿en qué consiste haber sido falangista o haber dejado de
serIo?, ¿en la filiación formal o en algún secreto entusiasmo traducido
en palabras y raramente en la acción?
Es cierto
que yo antes de abril de 1937 no era un falangista militante, aunque
hubiera ayudado y servido en muchas ocasiones a José Antonio, por lo que
él me expresó públicamente su gratitud.
Es cierto también que tuve intervención relevante en el acto de la "Unificación", que entonces se consideraba por el mando como medida mínima indispensable para
evitar la anarquización de las fuerzas concurrentes a la guerra civil. Y
es igualmente cierto que hubiera habido otro medio para asegurar la disciplina: suprimir pura y simplemente el pluralismo civil. Consejos en esa dirección no faltaron.
Si
yo figuré entre los que prefirieron la primera solución fue, ante todo,
por tratar de salvar, dentro de lo posible en las circunstancias de
entonces, el legado político de José Antonio, cuya figura siempre
querida y admirada -en la Universidad' en el Parlamento y en la vida
común- se agigantaba ante mí en aquellas horas dolorosas.
Salvar
aquel legado era poner en práctica, en la medida -repito- de lo
entonces posible, su doctrina política y social; y busqué la
colaboración de los falangistas que me parecieron más idóneos para seguir
las exigencias de rigor, de nivel intelectual y de estilo público, en
las que él tanto había insistido y, sobre todo, para impregnar al
régimen naciente de las exigencias de moralidad pública que para él eran
sustanciales y que aún hoy -y sobre todo hoy- representan un programa
de necesidad y oportunidad incuestionables.
A eso miré. A eso atendí. En eso me empeñé hasta donde mis fuerzas y la ayuda ajena lo permitieron.
Yo contemplaba, y sigo considerando, a la sociedad española con ojos de reformista sincero. José Antonio, que era de la estirpe de los regeneradores -de tan ilustre tradición política en nuestro país-, se fue radicalizando cada vez más, y creo que
fue en el último año de su actuación pública cuando sus previsiones de
reforma social se acentuaron, anteponiendo la profunda refundición
social de España a otros objetivos originarios.
Con
todas nuestras limitaciones, en los años de nuestra gestión pública se
promulgó el Fuero del Trabajo, se elaboró un proyecto de Constitución,
se establecieron las Bases de la organización sindical, de la
Juventud, y la obligatoriedad de algunos Servicios sociales. (¡Y Dios
sabe cuántas resistencias tuve que vencer, y cuántas energías tuve que
gastar en algunas materias, como en la última citada, por algo que,
además, no valía la penal)
Si estar en esa línea de postulaciones era ser falangista yo lo fui no sólo por indumentaria, sino de corazón.
Es
cierto que había entonces en torno a mí muchos falangistas a los que
todo les parecía poco -y con razón- y que presen- taban un talante rebelde, crítico, intransigente. Unos perseveraron honda y sacrificadamente en esa actitud; con ellos -yo reformista, ellos revolucionarios- se ha mantenido, por su sinceridad y rectitud, una relación recíproca de
amistad y respeto. Pero los más, cuando la "Falange" se convirtió en
mera coreografía azul, en burocracia sin impulso (lo que tanto había
temido José Antonio), pasaron de "resistentes" a "acomodados" y
siguieron en sus filas vistiendo el uniforme; y siguiendo pronunciando
unas palabras que ya no eran más que palabras; y así más de treinta
años.
Cuando la organización falangista aún abrigaba
un ideal, puede que yo fuera un falangista tímido o corto ante los más
avanzados; pero cuando estuvo claro que sólo era una apariencia yo me
quedé fuera. A ésa, efectivamente, no he pertenecido, ni pertenezco.
Es
indudable que quedan, que existen, falangistas de cónvicción profunda,
idealistas, creyentes, gentes puras, honestas, sacrificadas; pero a la
vez es manifiesto que, en medio de la confusión de nuestros días, se
califica, se autocalifica, se descalifica, con esa tendencia tan
corriente a identificar lo subjetivo con lo objetivo, y a dar
objetividad y valor universal a respetables opiniones o sentimientos meramente particulares.
Ramón Serrano Suñer
: Memorias.
La Entrevista Franco - José Antonio.
Como es lógico, dada mi amistad con ambos, fui testigo e intermediario en las contadas entrevistas y comunicaciones -sólo dos y una carta- que tuvieron lugar entre Franco y José Antonio.
Antes de que
Franco fuera nombrado Jefe del Estado Mayor, el
Ministro Hidalgo le había invitado a participar en unas maniobras militares -o a presenciarlas- que se celebraban en la zona del Pisuerga.
José Antonio, ya muy preocupado por el sesgo que tomaba la politica del país,
me había hablado varias veces de él y más aún de Mola, insistiendo en que cualquiera de los dos o los dos eran los hombres que podían y debían realizar la
operación quirúrgica para encauzar la vida del país,
cuando aún era tiempo y sin recurrir a la sempiterna equivocación militarista de sustituir las fuerzas políticas por el Ejército. (El general Goded, en quien reconocía inteligencia y capacidad superiores, no le inspiraba simpatía por haber conspirado contra su padre.)
A juicio de
José Antonio debía ser una simple operación rápida -sin sangre, o con poca, sangre- que abriera las puertas a una experiencia política nueva.
En la ocasión de las
maniobras militares del Pisuerga, de que estoy hablando,
José Antonio creyó conveniente concretar esas exhortaciones en una
carta dirigida a Franco, complementaria de otra más amplia que había dirigido al Ejército en general y en la que precisaba todo su pensamiento. (En Burgos -siendo yo Ministro del Interior- hice publicar aquella carta con- fidencial, que es por ello bien conocida de todos. Para hacerla llegar a su destino -en el delicado momento a que me refiero- movilicé a mi inolvidable hermano
Pepe que podía hacer de mensajero sin llamar la atención pues por razón de su destino en Obras Públicas estaba encar- gado de aquellas carreteras.)
José Antonio y
Franco no habían tenido otro encuentro anterior más que al coincidir en
mi casamiento,
ceremonia en la que ambos fueron testigos. Sólo más tarde, en la proximided de las elecciones de 1936,
José Antonio quiso entrevistarse con Franco que en su día había recibido la carta a que vengo refiriéndome sin demasiado interés.
José Antonio estaba entonces obsesionado con la idea de la urgente intervención quirúrgica preventiva y de la constitución de un
Gobierno nacional que,
con ciertos poderes autoritarios,
cortaran la marcha hacia la revolución y la guerra civil que, a su juicio, se haría inevitable si, como él profetizaba, perdían las elecciones las derechas e incluso si las ganaban.
Me encargué de organizar el encuentro que se celebró en la calle de Ayala en casa de mi padre y mis hermanos. Fue una entrevista pesada y para mí incómoda.
Franco estuvo evasivo, divagatorio y todavía cauteloso.
Habló largamente; poco de la situación de España, de la suya y de la disposición del Ejército, y mucho de anécdotas y circunstancias del comandante y del teniente coronel tal, de Valcárcel, Angelito Sanz Vinajeras, "el Rubito", Bañares, etc., o del general cual, y luego también de cuestiones de armamento disertando con interminable amplitud sobre las propiedades de un tipo de cañón (creo recordar que francés) y que a su juicio debería de adoptarse aquí.
José Antonio quedó muy decepcionado y apenas cerrada la puerta del piso tras la salida de
Franco (habíamos tomado la elemental precaución de que entraran y salieran por separado)
se deshizo en sarcasmos hasta el punto de dejarme a mí mismo molesto, pues al fin y al cabo era yo quien los había recibido en mi casa.
"Mi padre -comentó José Antonio-
con todos sus defectos, con su desorientación política, era otra cosa. Tenía humanidad, decisión y nobleza. Pero estas gentes ... "
Una nueva comunicación entre José Antonio y
Franco se produjo más tarde, aunque ésta fue indirecta y tampoco agradable por cierto. Las cosas ocurrieron así:
La "Falange", como es sabido, había sido excluida de la alianza derechista que presentaba sus candidaturas en las elecciones de febrero de 1936. Las candidaturas de "Falange", que entonces no contaba con masas, fracasaron, y José Antonio quedó sin investidura parlamentaria (hoy se sabe que debido al fraude electoral del Frente Popular) lo que, aparte de ser injusto, era sumamente peligroso para él en aquellas circunstancias, cuando ya estaba procesado y en prisión.
Los estados mayores de la derecha recapacitaron sobre aquella situación y se acordó proponer a
José Antonio como candidato para la
segunda vuelta electoral (o elección parcial) que debía celebrarse en la circunscripción de Cuenca. Pero, deseosos de una mayor espectacularidad, se decidió unir en la misma candidatura el nombre de
Franco y el de José Antonio.
Con razón a éste le parecieron muy desafortunadas la ocurrencia y la combinación, no sólo por la idea que él tenía sobre la
ineficacia de la presencia de Franco en las Cortes, falto, a su juicio, de toda capacidad oratoria y polémica, sino también porque la unión de los dos nombres en la misma candidatura le parecía una provocación excesiva al Gobierno, con lo que el triunfo electoral iba a resultar imposible.
Un día me pidió que fuera a visitarle a la Cárcel Modelo donde se encontraba y así me lo manifestó sin rodeos rogándome que interviniera para conseguir cerca de Franco su exclusión de la misma.
"Lo suyo no es eso -recuerdo casi literalmente sus palabras-
y puesto que se piensa en algo más terminante que una ofensiva parlamentaria, que se quede él en su terreno dejándome a mí este en el que ya estoy probado."
Mientras
José Antonio razonaba su punto de vista dirigiéndolo a mí con afectuosa serenidad, su hermano
Fernando -hombre inteligente, serio, y su principal apoyo según varias veces me contó-, que se encontraba junto a él detrás de la reja del locutorio, aposti1ló con indignación y amarga ironía:
"Sí, aquí y para asegurar el triunfo de José Antonio no faltaba más que incluir el nombre de Franco y además el del cardenal Segura."
La candidatura de José Antonio por Cuenca. Mi viaje a Canarias.
Los dirigentes de "Acción Popular" comprendieron y aceptaron las razones de José Antonio y éste, haciéndose cargo de que habiendo dado ya
Franco su aprobación para figurar en la candidatura
el intento de su exclusión podía desairarle, me pidió que fuera yo personalmente a gestionar su
renuncia voluntaria y con este fin me desplacé a Canarias.
Salí muy temprano, a las 8 de la mañana, en un avión de la "LAPE", aquellos aviones quetenian un fuselaje casi de cartón ymadera con un pasillo central y un soloasiento a cada lado, correspondiéndome a mí precisamente el que estaba a la altura del de
Negrin que iba a Las Palmas a visitar a su padre que era médico alli. Me saludó un tanto sorprendido y me preguntó -creo que reticente- si iba a hacer turismo a su tierra; contestándole, sin disimulos, que iba a pasar un par de días con mis cuñados. Poco rato después, habiendo terminado yo la lectura de los periódicos de la mañana, me dijo si quería algún libro para leer, y abriendoun pequeño maletin que llevaba junto a élme ofreció una edición muy cuidada de
El Principe de Maquiavelo. En Casablanca, donde el avión hacia escala y almorzamos-bien por cierto, convídándome él
"porque ya estábamos cerca de su terreno", insistió-, tuvo interés en que habláramos de la situación política sin manifestar especial hostilidad hacia
José Antonio, subrayando la
"peligrosa actividad" a la que
Calvo Sotelo estaba entregado para terminar diciendo:
"Estos galleguitos son de cuidado."
Llegamos a Las Palmas yme presentó a su padre que le esperabaen el aeropuerto. No pude continuar en el avión hasta Santa Cruz de Tenerife porque el aterrizaje alli resultaba entonces casi siempre peligroso, como me explicó el piloto, que era
Ansaldo, el mayor y más sordo de la dinastia, creo que se llamaba
José, y era hombre muy simpático.
Caída la tarde embarqué en un vapor de la Transmediterránea que se llamaba Vieira y Clavija, hoy ya desguazado según mis noticias. En las primeras horas de la mañana desembarqué en Santa Cruz de Tenerife. Me esperaba alli un oficial que me condujo a la Comandancia donde fui recibido con afectuosa curiosidad.
Aunque la cuestión era delicada y dificil de plantear lo hice de la única manera posible: con claridad y también con afectuosa sinceridad, arguyendo que, aparte de la razón de prudencia que se imponia y de la mayor necesidad que
José Antonio tenia para alcanzar un acta de diputado en el Congreso con las inmunidades consiguientes, a él -
a Franco- no le haría provecho ni prestigio entrar en un juego para el que no estaba especialmente destinado, ya que la dialéctica del soldado se acomodaría dificilmente a las sutilezas y malicias del escarceo parlamentario y tendría que soportar, además, las desconsideraciones que alli eran habituales y, posiblemente, el fracaso si en sus intervenciones le envolvian algunos de los formidables parlamentarios del frente adversario con su indudablemente superior entrenamiento. Lo suyo no era eso y con las mismas palabras de
José Antonio le argumenté que
"si se pensaba en algo más terminante que una ofensiva parlamentaria, lo más discreto sería que se quedara en su terreno y dejara a José Antonio este otro en el que estaba bien probado".
Con toda probabilidad estas consideraciones no dejaron de hacerle mella y
la idea de verse desairado -como habría ocurrido-
en un terreno que no era el suyo, le persuadió.
Al principio de la conversación escuchó con algún nerviosismo y desagrado, pero la verdad es que no tardó en rendirse con naturalidad y creo que sin reservas.
Cumplida aquella misión, siguiendo encarcelado
José Antonio, y al corriente yo de la conspiración, era lógico que procurase evitar el aislamiento de éste con respecto a lo que del movimiento militar
podía esperarse, y así, cuando fue trasladado desde Madrid a Alicante -ya para cortar el flujo de visitas de sus amigos a la Cárcel Modelo de Madrid, como se adujo por algún personaje importante, ya para impedir que pudiera ser víctima de un golpe de mano de la extrema izquierda-, le visité alli en compañía de
Mayalde y también continué la comunicación por medio de otro compañero de minoría parlamentaria, y del maurista
Fermin Daza, buenísima persona, que simpatizaban con él.
Proyecto de golpe de Estado
Sabido es que
José Antonio no acababa de mostrarse optimista y confiado en relación con los planes que los militares iban concretando con absoluta autonomía. Consideraba él. como ya se ha dicho, necesaria la intervención militar, pero le asaltaba el
doble temor de que ésta se realizase entregando el poder a la derecha o dando paso a una situación semejante a la Dictadura militar de su padre.
Tales temores le inspiraban reservas y vacilación antes de comprometer en el proyecto a las fuerzas falangistas que, como resultado del desastre electoral de la derecha, crecían en toda España.
Su idea, mil veces publicada, era la de que España necesitaba una revolución de carácter socio-económico compatible con una fuerte re afirmación del espíritu nacional y no le parecía que tal necesidad fuera sentida por los políticos más visibles de la derecha (reconocía la capacidad de algunos como
Calvo Sotelo, por ejemplo, pero no tenía con ellos afinidad de pensamiento ni de sensibilidad), ni pudiera ser bien interpretada por el arbitrismo al que siempre se inclinarían los militares si ellos tomaban la empresa en sus manos.
Le inspiraba alguna confianza
Sanjurjo por su modestia y su valentía y porque lo creía bien inclinado hacia él. Le inspiraba aprecio y confianza
Mola, al que consideraba hombre metódico y racional:
"Este hombre no parece un general español pues trabaja al estilo de un general alemán",
me dijo en una ocasión.
Franco no le inspiraba simpatía ni mucha confianza (tal vez por mostrase siempre relativa o confúsamente evasivo con José Antonio), y quizá por todas esas causas, en los días inciertos que precedieron al Alzamiento de julio,
José Antonio se aferraba más y más -como ya he indicado-
a su idea del Gobierno de concentración nacional que, con plenos poderes, pudiera impedir el conflicto trágico que ya se presagiaba y orientar al país hacia algunas reformas a través de las cuales se pudieran plantear las cosas de otro modo. ¿Era una utopía?, él lo consideraba posible y no veía otra solución.
"No le des vueltas, Ramón, no hay otra fórmula para evitar el horror de la guerra que puede venir, que vendrá, estoy seguro, y que a todo trance hay que evitar. Es una solución clásica y un tanto gastada pero es la única: un Gobierno nacional en el que yo tendré que sentarme con Calvo Sotelo, con Prieto -sentarme junto a éste me resultará menos incómodo que tener otras compañías-, con Gil Robles... (¿? ¡No podía imaginar la verdadera personalidad de Indalecio Prieto!)
Cuando se haya conjurado el peligro ya veremos quién lleva el gato al agua. Hoy es esto lo que hay que proponer al Ejército: hay que contar con él para que apoye esta solución, pues de otra manera estamos perdidos y llegará la tragedia".
No es extraño que iniciada ya la guerra civil y aislado él en Alicante garrapatease en su celda los borradores con la
lista de un gobierno de ese tipo que Prieto conservó y dio a conocer; y que, como consta en su proceso, se ofreciera al Gobierno republicano para mediar y atajar la sangría de cuyo desenlace no se prometía nada bueno.
No es menos cierto que consintió en que, finalmente, los falangistas participasen en el proyecto de golpe de Estado suponiendo que se trataría de eso, no de una guerra civil, y que él podría imponer
de un modo o de otro sus puntos de vista.
Se quedó en Alicante renunciando al proyecto de fuga -del que yo no tuve noticias precisas- porque, según creo, recibió garantías respecto a la seguridad del golpe en la región de Valencia. Por mi parte yo hice lo que pude para intentar que fuera trasladado a las cárceles de Burgos, de Vitoria o a alguna otra ciudad en las que le creía más seguro que en Alicante y para ello hablé a
Martínez Barrio -a la sazón Presidente del Congreso invocando la antigua condición de diputado de
José Antonio y la relación cortés de adversarios que entre ambos existió, pretextando para ello las malas condiciones sanitarias que principalmente con el gran calor de la temporada de verano ofrecía la cárcel de Alicante.
Martínez Barrio me oyó con atención y con amabilidad en la tribunilla desde donde presidía las sesiones, prometiéndome su ayuda. Esto era en el mes de mayo y en seguida me trasladé a Alicante donde pude comunicar con
José Antonio por el locutorio de abogados.
Encontré a José Antonio en aquel día de muy mal humor. Le hablé de lo tratado con
Martínez Barrio diciéndole:
"Mientras no se pueda obtener tu libertad esto seria un alivio para tu situación. El Presidente, Martinez Barrio -le dije-,
me ha recibido con comprensión y cortesía dentro de la natural desconfianza; no sé si es que estaba pensando en lo mismo que yo: en tu mejor situación para el momento del estallido."
José Antonio -que agradecía con largueza cualquier acto de amistad especialmente en aquel tiempo difIcil- me contestó con estas palabras que literalmente recuerdo:
"No te ocupes de eso, la poca influencia que tengamos quiero que se utilice para sacar a éste de aquí -señalando a Miguel que con aire enfurruñado se había quedado un paso más atrás- porque éste no tiene nada que ver con lo nuestro",
y le recriminaba la insoportable situación que .a todos los miembros de la familia les había creado.
Ramón Serrano Suñer
: Memorias.
EL MANIFIESTO ELECTORAL DE CUENCA.
"Alcanzado
en buena lid el derecho de representar en Cortes a Cuenca, el acuerdo a
todas luces arbitrario de una Cámara invalidó las actas de los
elegidos, dejando a la provincia sin diputados. Por reacción natural fue
unánime en aquéllos el deseo de solicitar nuevamente vuestros votos y
de evidenciar con la reelección la extensión de la injusticia cometida;
pero razones de carácter político aconsejaron el desistimiento de una
nueva tentativa de copo, para el que, evidentemente, ahora como en
febrero, sobrarían votos, y reducir la pretensión electoral a la
obtención de los puestos de la minoría.
Planteado el problema de
la eliminación de nombres, cada uno de los elegidos se prestó
voluntaria y generosamente a hacer el sacrificio del suyo y a apoyar
desinteresadamente y con ardimiento la candidatura que se formara.
Decidido que los designados representasen en lo posible el equilibrio
entre las diferentes fuerzas políticas de derecha, no pudieron los
directores de la lucha substraerse al empeño hidalgo y al clamor
vehemente que desde todos los ámbitos de la provincia solicitaban la
inclusión del nombre de José Antonio Primo de Rivera.
Formada definitivamente la candidatura con su nombre, el del general Francisco Franco, el de Goicoechea, y el de un representante de Acción Popular, nuevamente nos obliga a modificar el acuerdo de la Junta provincial del Censo, que acordó que al repetir esta elección como segunda vuelta de la del 16 de febrero niega a Franco y a José Antonio Primo de Rivera su derecho a proclamarse candidatos.
No sólo en señal de protesta enérgica contra este acuerdo inadmisible,
sino como muestra de solidaridad obligada con el injustamente
perseguido, nosotros, que renunciamos forzadamente a luchar en
compañía del ilustre general Franco, mantenemos a todo trance la
candidatura de José Antonio Primo de Rivera, en espera que en las
Cortes no habrá de prevalecer, ante nuestra manifiesta y resuelta
voluntad, el propósito de descontar sus votos, atropellar su derecho y
mantenerlo en prisión. La candidatura ha quedado constituida por don
José Antonio Primo de Rivera, don Antonio Goicoechea, don Manuel
Casanova y don Modesto Gosálvez.
Se nota en ella la omisión de un nombre que aquí ha llegado a ser familiar al cuerpo electoral: el del ilustre general Fanjul,
que ha preferido servir al interés nacional y cumplir sus deberes
militares, pero ligado con vínculos estrechos a la provincia que tantas
veces le otorgó la representación, promete, al igual que don Enrique Cuartero y don Tomás Sierra,
triunfante como él en febrero, trabajar por Cuenca continuamente y en
todas partes, cual si ostentasen el honor de su representación
parlamentaria.
La candidatura que os aconsejamos
votéis reviste carácter nacional. Nacional porque aspira simbolizar un
movimiento de vigorosa reacción contra todas las vergüenzas
antinacionales, hoy victoriosas y omnipotentes. Ansiamos para Cuenca el
honor de la cruzada a emprender, la iniciativa y el ejemplo nacional por
su contenido, porque los cuatro nombres de los candidatos están
vinculados a la realización de los ideales de la España de hoy,
responden a su tradición religiosa, restauración de su ser, emancipación
del afrentoso yugo de Moscú, iniciación de una era en la que a costa de
los necesarios sacrificios individuales, conquistaremos para España la
paz y la grandeza.
Vamos a la lucha seguros del triunfo. Vosotros podéis estarlo de que sólo lo utilizaremos en provecho de Cuenca y de España".
JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA, ANTONIO GOICOECHEA, MANUEL CASANOVA Y MODESTO GOSÁLVEZ
ABC, 30 de abril de 1936.
_____________
(1) Consideramos superfluo señalar que la presencia de José Antonio encabezando, como
"independiente", la candidatura derechista de Cuenca, obedecía a un
recurso judicial ideado por varios de sus más entrañables amigos,
dirigentes en las denominadas fuerzas de orden. Aparte del incentivo
electoral que el nombre de José Antonio significaba en mayo de 1936 para
todos los españoles, dispuestos a no transigir con la sovietización de
su Patria, el nombre del Fundador de la Falange era el único banderín de
enganche capaz de arrastrar tras de sí a todos los desengañados con las
tácticas transigentes o inoperantes que se venían ensayando. Cuando
Garcerán lo visitó en la Cárcel Modelo para comunicarle pormenores de
los atropellos electorales perpetrados contra su candidatura por Cuenca,
José Antonio se limitó a contestar:
"Estoy
completamente seguro de que Casares no ha dejado pasar mi nombre. Ya
cuento de antemano con que esta prisión será la última."
El Fundador preveía su muerte para ese año 1936, concretamente, para el otoño:
"Ese otoño que, acaso, traiga la dulzura magnífica de combatir y morir por España."
¿Acaso no fue en Callosa de Segura, precisamente en Alicante, donde dos años antes anunció:
"Estoy dispuesto por ese amor a ofrecer el sacrificio de mi sangre"?
La hora estaba próxima.
"Estoy
persuadido –confiaba a Foxá de que hasta el final la lucha en España
será dura. Pero quienes os salvéis de la catástrofe celebrad misas
gregorianas por mi alma."
 |
Indalecio Prieto fue el mayor gangster que registra la historia. Junto con Juan Negrín, Largo Caballero, Manuel Azaña y una lista de cargos públicos interminable. |
Los Sucesos de Cuenca.
En las elecciones generales del 16 de febrero de 1936, la coalición de derechas - Renovación Española, CEDA y Radicales- había obtenido un triunfo rotundo en Cuenca, alcanzando, con más de diez mil votos de diferencia, los cuatro puestos de la mayoría y los dos de las minorías.
No obstante, al constituirse el parlamento rojo, se anuló arbitrariamente la elección, arrebatando las seis actas al conglomerado derechista (según Niceto Alcalá Zamora se anularon más de 50 actas en toda España para que ganara el Frente Popular).
El dictamen de la Comisión propuso la no proclamación y validez de la elección de los candidatos proclamados "por no haber llegado ninguno de ellos al 40% establecido por la ley". Es decir, anuló la elección y convocó otra distinta, no una segunda vuelta.
Para esta segunda elección se decidió presentar como candidato a José Antonio.
El gobierno, al saberlo, temió que la reacción de España en favor sel
héroe de la Falange le arrebatara la preciosa presa de su persona
mediante un triunfo clamoroso, y decidió, por todos los medios -legales o
ilegales- privarle del acta.
Además de las órdenes secretas a las milicias frentepopulistas, el Gobernador Civil de Cuenca ordenó que no se computaran los votos a los candidatos
aue no hubiesen obtenido el "quorum" en la primera vuelta, como si se
tratáse de una segunda vuelta y no de una elección totalmente distinta.
Por esta orden dejaron de computarse los votos de José Antonio en más de un centenar de secciones.
En otras hubo rotura de urnas, robo de actas, falsificaciones, atropellos, tiros, inexactitud de escrutinios y demás cortejo democrático del sagrado derecho del sufragio.
Los
apoderados e interventores de José Antonio fueron apedreados o
tiroteados; el coche de su hermano Miguel, incendiado, y al regreso,
detenidos Miguel, Garcerán y otros camaradas.
El Gobierno rojo hizo, con todas sus armas, la demostración más palpable de beligerancia,
no contra el fascismo, sino contra España, que, representada en aquella
ocasión memorable por la humide provincia de Cuenca, quería ya,
angustiadamente, arrancar al Jefe Nacional de la Falange de su destino
glorioso, trágicamente inexorable.
José Antonio, a pesar de las brutalidades del Gobierno, obtuvo una votación suficiente para ser diputado pero el Congreso no la aceptó, no obstante la acertada -y única- defensa que de su derecho hizo el diputado de la CEDA don Ramón Serrano Suñer. Los demás capitostes derechistas, al callar como esfinges, otorgaron su aprovación al inmundo expolio.
Felipe Ximenez de Sandoval: Biografía apasionada de José Antonio.
LA HORA DE LOS ENANOS.
Fue misericordia de Dios el llevárselo a las regiones de la paz eterna. Tras un breve martirio, el descanso. ¡Eran muchos sus merecimientos para que la divina generosidad no le indultara de este espectáculo!
Todo bulle como una gusanera. Como si no hubiera pasado nada. Los mismos hombres, las mismas palabras vacías, los mismos aspavientos. ¡Y todo tan chico! Contra la obra ingente de seis años –orden, paz, riqueza, trabajo, cultura, dignidad, alegría–, las fórmulas apolilladas de antaño, las menudas retóricas de antaño, las mismas sutilezas de leguleyo que ni el Derecho sabe.
Aquí están los políticos a quienes nadie desconoce. Todos pasan de sexagenarios. Gobernaron docenas de veces. Casi ninguno sirvió para nada. Pero no escarmentaron. Piensan que una breve abstinencia –que ellos disfrazan de persecución– los redime del pasado inútil.
Aquí están los ridículos intelectuales, henchidos de pedantería. Son la descendencia, venida a menos, de aquellos intelectuales que negaron la movilidad de la tierra y su redondez, y la posibilidad del ferrocarril, porque todo ello pugnaba con las fórmulas. ¡Pobrecillos! ¿Cómo van a entender –al través de sus gafas de miopes- el atisbo aislado de la luz divina? Lo que no cabe en sus estrechas cabezas creen que no puede existir. ¡Y encima se ríen con aire de superioridad!
Aquí están los murmuradores, los envenenados de achicoria y nicotina, los snobs, los cobardes, los diligentes en acercarse siempre al sol que calienta más, (algunos, ¡quién lo dijera!, aristócratas, descendientes de aquellos cuyos espinazos antes se quebraban que se torcían ... ).
Aquí están todos. Abigarrados, mezquinos, chillones, engolados en su mísera pequeñez. Todos hablan a un tiempo. No se hizo nada. Se malgastaron los caudales públicos. Las victorias militares acaecieron bajo el mando de aquel caudillo como pudo acaecer otra cosa. Todo fue suerte o mentira.
Y, antes que nada, ese Gobierno no fue un Gobierno inteligente (¡santa palabra para deslumbrar a los tontos!); gobernó para España, a la española, no al gusto de la docena de los elegidos. Prefirió prescindir de solemnidades hipócritas mejor que falsificarlas.
Los enanos han podido más que el gigante. Se le enredaron a los pies y lo echaron a tierra. Luego, le torturaron a aguijonazos. Y él, que era bueno, sensible, sencillo; él, que no estaba acorazado contra las miserias; él, que por ser muy hombre (muy humano) gozaba y padecía como los niños, inclinó su cabeza una mañana y no la alzó más.
Ahora es la hora de los enanos. ¡Cómo se vengan del silencio a que los redujo! ¡Cómo se agitan, cómo babean, cómo se revuelcan impúdicamente en su venenoso regocijo! ¡Hay que tirarlo todo! Que no quede ni rastro de lo que él hizo! Y los más ridículos de todos los enanos –los pedantes– sonríen irónicamente.
El también sonríe. Pero su risa es clara, como su espíritu sencillo y fuerte. Nosotros padecemos –como él antes– todas las torturas de la injusticia. Pero el ya goza el premio allá en lo alto, en los ámbitos de la perpetua serenidad. Nada puede inquietarle, porque desde allí se disciernen la grandeza y la pequeñez. Pasarán los años, torrente de cuyas espumas sólo surgen las cumbres cimeras. Toda esta mezquina gentecilla –abogadetes, politiquillos, escritorzuelos, mequetrefes– se perderá arrastrada por las aguas. ¿Quién se acordará de los tales dentro de cien años? Mientras que la figura de él –sencilla y fuerte como su espíritu– se alzará sobre las centurias, grande, serena, luminosa de gloria y de martirio.
(ABC, 16 de marzo de 1931.)
Hedilla y el Decreto de Unificación.
Digan lo que digan cualquiera se da cuenta de su necesidad estratégica con el fin ganar la guerra y evitar una segunda contienda dentro del bando nacional. Lo que pretendía Hedilla sin darse cuenta era convertir el bando Nacional en algo similar a los "rusos blancos" que combatían contra los bolcheviques y entre sí, todo a la vez y, en consecuencia, fueron derrotados y luego aniquilados, sus ciudades arrasadas y muertas por hambre sus gentes. A pesar de que estuvieron a punto de ganar la guerra. Pero entre "estar a punto" y "ganar" la diferencia es infinita.
Para asegurar el supuesto predominio de falange Hedilla, quien podía ser más o menos buen falangista pero carecía de formación cultural y, se dice, de inteligencia, contaba con el apoyo de los alemanes. Esto es algo similar a cuando CarlosIV, el peor rey de España superando con mucho a su hijo Fernando VII el de la mala fama, se entregó en manos de Napoleón con las nefastas consecuencias de todos conocidas y la pérdida, demasiado prematura, del Imperio en América.
Dicen por ahí que fue manipular a Falange y demás... ¡Pero nadie se pregunta por el futuro de una falange descabezada por los republicanos (autodenominados "rojos") y "Hedillista" que se hecha en brazos de Alemania! Es muy dudoso que varias divisiones azules pudiesen ganar la II G.M. para Alemania y, si se diese el improbable caso de ganarla, lo más seguro es que ahora todos hablaríamos únicamente alemán.
Existen pruebas de estas relaciones puesto que Hedilla encargó a los alemanes la organización de las Academias Militares de Falange como se puede leer a continuación.
Hedilla no representaba ninguna "pureza" por su limitada capacidad intelectual. La "pureza" la representaba, por lo menos más que Hedilla, Raimundo Fernández Cuesta.
Los falangistas considerados "antifranquistas" eran los más próximos al nacional-socialismo.
LOS ANTECEDENTES DE LA UNIFICACIÓN.
Varios son los factores que la historiografía coincide en señalar para explicar la voluntad unificadora de
Franco. Entre ellos el fracasado intento de la toma de Madrid y las perspectivas de una guerra larga, así como el criterio de influyentes aliados, tanto en España como en el extranjero, partidarios de articular política y no sólo militarmente la lucha contra la República; algunos, como
Nicolás Franco, José Ibáñez Martín, Moreno Torres, el conde de Mayalde, Arrarás o el cura
Ignacio Menéndez-Reigada aún tenían muy presente el referente de la Unión Patriótica, pero no se deseaba repetir el mismo error de crear de la nada un partido
«franquista».
No menos importantes fueron los
enfrentamientos internos entre los diferentes sectores implicados en el Alzamiento contra el golpe electoral y criminal Republicano, como demuestran las constantes
quejas de la derecha católica y los monárquicos ante el Cuartel General por las
"descalificaciones de que eran objeto por los falangistas" , y el peligro de que con el tiempo se produjesen diferencias insalvables entre las dos principales milicias combatientes.
También hay que tener presente el interés de ciertos sectores -en particular de quienes luchaban codo a codo en los frentes de batalla- en avanzar por la senda de la integración, así como los diversos proyectos de
«partidos» más o menos artificiales que se iban conociendo.
El Decreto de 25 de septiembre de 1936 ya había dejado claro que lo prioritario era asegurar la unidad absoluta frente al común enemigo, prohibiendo todas las actuaciones políticas y las sindicales obreras y patronales que significasen inclinación o parcialidad a favor de determinadas ideologías.
La necesidad de un
alejamiento absoluto de todo partidismo político estaba ya presente en su Exposición de Motivos, en la que se atribuía al Ejército el carácter de símbolo efectivo de la unidad nacional, aplazando sine die el desarrollo de una actividad política y sindical.
La situación interna de las Milicias, tanto en el frente como en la retaguardia, creemos que fue un elemento determinante en la decisión del
Caudillo. Los numerosos conflictos entre jefes y milicianos de una y otra transcendían frecuentemente a la prensa, incluso en zonas en las que como Galicia, el control del Ejército sobre aquéllas era absoluto.
El
masivo aluvión de «voluntarios» que nada tenían que ver con el ideario que las inspiraba era un factor de inestabilidad añadido que el propio
Franco no dejaba de observar.
En su afán por justificar la unificación, cuando ésta ya había sido consumada, el delegado de Prensa y Propaganda de Falange en Allariz acertaba a describir la situación anterior en los siguientes términos:
«La diversiflcación anterior tenía mucho de artificiosa; frecuentemente no iba más allá del color de la camisa o de la gorra. Muy al contrario, la unidad presente es el hecho naturalísimo reclamado por el fondo mismo de las cosas y por las necesidades ineludibles del momento. Era un dolor que jóvenes, a los que no separaba ninguna razón básica de ideal o de sentimiento patrio, se hiciesen la guerra sin cuartel por la futesa de un nombre, de un viva o de un número. Alguna vez también, y era lo peor, los que no podían luchar por altos y nobles afanes (...) hacíanlo a base de politiquerías y aun de rencillas personales, malogrando así ricas energías juveniles de las que están tan necesitada la patria. (...) ¿Qué táctica de adaptación, qué fórmula de supervivencia sería ignorada de estas viejas hiedras que treparon siempre por los muros de la Patria, chupando su mejor sustancia y disimulando la ruina que le trajeron entre su hojarasca? También en la ocasión presente quisieron ensayar su fórmula de perennidad; juzgaron aparecer a tono con el momento improvisando unas milicias con el marchamo del partido respectivo, y no precisamente para conquistar fortines en las líneas de fuego, sino más bien para hacerse con posiciones políticas ventajosas para el mañana».
Tampoco resultaban especialmente fluidas las relaciones entre los responsables provinciales del Ejército y de las Milicia en particular en materia de reclutamiento. Muchas secciones locales de Falange, con sus respectivas milicias de segunda línea, habían sido apresuradamente organizadas por mandos militares cumpliendo órdenes de la Comandancia Militar. En teoría esto debería haber favorecido que FE-JONS dispusiese de grandes facilidades para atraer voluntarios con destino al frente por su mayor proximidad a los potenciales destinatarios del mensaje y el control ejercido por aquéllos; sin embargo, el peligro de que sus responsables pudiesen utilizar esta capacidad de movilización para exigir determinadas contrapartidas hizo que los militares se resistiesen a cederles la iniciativa en un ámbito tan sensible.
En el mes de agosto de 1936 se dictó la primera medida práctica destinada a poner freno al incesante proceso de crecimiento que las unidades bajo control falangista y requeté estaban experimentando. Se trataba de una disposición según la cual los voluntarios con destino en alguno de los frentes de la guerra estaban obligados a permanecer en las unidades en las que fueran asignados de forma voluntaria o forzosa, debiendo pasar las milicias que se encontraban en la retaguardia a unidades del Ejército regular.
Un posterior Decreto del 25 de septiembre prescribía que los obligados a incorporarse a filas que ya estuviesen encuadrados en cualquiera de las milicias y estuviesen en primera línea, disponían de un plazo de un mes para efectuar su presentación a los respectivos Cuerpos. A pesar de estas disposiciones, según el clásico estudio de R. Casas, en el mes de octubre de 1936 había más de
treinta y seis mil falangistas en los frentes, además de veintidós mil carlistas y más de seis mil milicianos de otras tendencias.
En realidad, el seguimiento de las diferentes órdenes de concentración publicadas en el BOE contribuyen a explicar el crecimiento del voluntariado miliciano: la inaplicabilidad real de las medidas tendentes a incorporar a la totalidad de los milicianos que se encontraban en el frente a
unidades regulares. Así una Orden del 22 de febrero de 1937 relativa a la incorporación a filas de los reclutas de ese año, disponía en su art. 7 que
"los que entonces estuviesen prestando servicio de armas en los frentes de combate integrados en las milicias podrían continuar sirviendo en ellas durante un mes, transcurrido el cual deberían reincorporarse al Cuerpo o Centro de destino; sin embargo, una disposición dictada cuatro días más tarde modificaba la orden anterior en el sentido de dispensar de su incorporación a filas a los afiliados a las diferentes milicias, siempre que se encontrasen en el frente como mínimo desde un mes antes a la fecha del llamamiento militar".
Esto venía a tratar de corregir situaciones que hemos podido documentar con bastante frecuencia en la provincia: había milicianos que solicitaban incorporarse a alguno de los frentes sólo unas semanas antes de que su quinta fuese llamada a filas, posiblemente esperando un tratamiento más favorable en las unidades de alguna Milicia Armada.
Según
J. L. Rodríguez, los responsables de FE de las JONS terminaron por aceptar la sumisión, reconociendo que
la eficacia combativa de sus unidades sería mayor si permanecían subordinadas al mando militar y a las exigencias de campaña.
Las unidades falangistas, aseguraba
Hedilla al general
Mola a mediados del mes de septiembre,
«serán en todo caso, y tal como ha sido determinado por la autoridad militar, instruidas por mandos militares, los cuales serán quienes las dirijan al ser enviadas al frente».
En noviembre, el
Generalísimo se plegaba a la solicitud de
Agustín Aznar, por entonces jefe nacional de Milicias,
reconociendo los cargos desempeñados por el personal de milicias y su equiparación a grados militares; inteligente maniobra que le permitió disponer al mismo tiempo que el mando de las Banderas de Falange correspondería en adelante a oficiales superiores del Ejército, bloqueando así las aspiraciones últimas de los seguidores de
José Antonio.
Los abusos y la indisciplina reiteradamente acreditados por las unidades de milicias explican, en parte, las difíciles relaciones entre oficiales del Ejército y sus mandos; pero lo esencial parece haber sido el temor de que pudiesen consolidarse como un contrapoder.
El primer incidente serio se produjo a principios de diciembre de 1936.
Los carlistas, fieles a su tradicional política de edificar un Estado paralelo aprovechando la coyuntura bélica, dieron a conocer el día ocho de este mes un decreto firmado por
Fal Conde mediante el que se creaba la
Academia Militar de Requetés, se regulaban los ascensos por méritos de guerra y se incidía en la formación religiosa y política de los mandos dentro de la línea habitual de la organización. Si con la primera se pretendía mejorar la formación de los oficiales del Requeté -que hasta entonces fueran nombrados por la Comunión sin que nadie lo discutiese-, el segundo de los aspectos no podía más que suscitar las iras del alto mando.
El propio
Franco interpretó la medida como una especie de golpe de Estado encubierto que, además, afectaba a su propio caudillaje desde el momento en que su aceptación significaría la
consolidación de un ejército paralelo sobre el que tendría un mando relativo.
Las muestras de independencia dadas por los carlistas terminaron con el exilio en Lisboa del presidente de su Junta Nacional sólo doce días más tarde de poner su firma en la citada disposición.
A pesar del descontento con el que fue recibida la decisión de los que tenían encomendada la dirección de la guerra,
los tradicionalistas se mantuvieron, como no podía ser de otra forma,
sin fisuras dentro del bando nacional. En Ourense la polémica no levantó grandes ampollas, más preocupados los ourensanos con sus propias luchas internas con relación al grave problema sucesorio que planteara la muerte en el mes de septiembre de
Alfonso Carlos de Borbón y Austria y la consolidación de la regencia en manos del príncipe
Javier de Borbón-Parma.
El incidente con el tradicionalista fue la gota que colmó el vaso, pero ya con anterioridad se habían producido algunos conflictos con los falangistas que mostraban sus pretensiones de actuar autónomamente en las cuestiones relativas a la organización de las milicias y en la difusión de la propaganda. Así aconteció cuando el Cuartel General denegó el permiso para que una treintena de falangistas supervivientes del asedio del Alcázar realizase una visita a Zaragoza llamados por el jefe Territorial de Aragón,
Jesús Muro, para infundir ánimos a sus acólitos que combatían en el frente aprovechando la festividad del doce de octubre; a pesar de la negativa, los toledanos partieron cinco días antes en viaje de propaganda hasta que
Franco cursó, a través del gobernador militar de Toledo,
Heli Rolando de Telia, una orden de arresto al Ejército del Norte.
Igualmente serio fue el litigio suscitado a raíz del intento de difundir por su aniversario el famoso discurso de
José Antonio del 2 de febrero de 1936 en el cine Europa de Madrid, considerado una de las más encendidas prédicas revolucionarias del Ausente; las
quejas de la derecha tradicional por los ataques de que periódicamente eran objeto, aconsejaron al delegado de Prensa y Propaganda, Vicente Gay, prohibir su difusión, orden que fue desobedecida por algunas jefaturas provinciales produciéndose algunos incidentes -sobre todo en Valladolid y Salamanca- y detenciones por la Policía que causaron lógico malestar.
«Son muchos los que parecen olvidar que la guerra está en pié (sic) y de que allí, en los frentes de muchas partes de España siguen corriendo a diario la sangre de esforzados y valientes patriotas que, no teniendo riquezas que perder, no obstante, sufren, se sacrifican y hasta mueren por defender el honor y la integridad de la Patria, mientras otros, los adinerados, los ricos en bienes de fortuna, y muchos de ellos culpables de actual estado de cosas, derrochan a manos llenas un dinero, herencia de sus antepasados, sin acordarse de hacer algo en bien de la colectividad. Su egoísmo y ambición los hace considerarse grandes patriotas, porque en su día donaron unas monedas de plata para el Movimiento Nacional, unas monedas entregadas bajo los imperativos de la vergüenza o con la esperanza lisonjera de ver su nombre en las columnas de algún periódico. (...) Tiempo llegará en que aparezca un nuevo Jesús que hará justicia con estos mercaderes indignos de la España Nueva (...)».
Hedilla, por su parte, llevaba tiempo
«descontando» una próxima victoria nacional con una serie de declaraciones que hasta el más ingenuo interpretaría como un intento de reafirmar la posición política de Falange ante el eventual reparto de prebendas.
Sus intervenciones más aplaudidas y reproducidas eran, precisamente, aquellas en las que reclamaba para aquélla la tarea de la gobernación del Estado, a la vez que insistía en la no renuncia a la consecución de los objetivos más incómodos de su programa.
Semejantes pretensiones no podían pasar desapercibidas en Burgos, como tampoco podía hacerlo el culto a su personalidad que estaba surgiendo en su círculo de colaboradores.
Por último, el anuncio de la creación de centros de formación para alféreces provisionales y la convocatoria de varios cientos de plazas para personal en el Ejército del Norte a las que podían concurrir milicianos militarizados, sirvieron para que la Junta de Mando hiciera públicas sus aspiraciones de contar con Academias propias.
Era mucho más de lo que el Cuartel General estaba dispuesto a tolerar: sólo los servicios que sus milicias y voluntarios prestaban a la
«causa nacional» en frentes y retaguardia hizo que se optase por su
«militarización» en lugar de por la simple disolución.
Un Decreto de fecha 19 de diciembre estipulaba que
las milicias quedaban obligadas a admitir a oficiales del Ejército de rango inferior, y veinticuatro horas más tarde se procedía, por una disposición de idéntico rango, a su sujeción al CJM. De este modo
quedaban asimiladas al Ejército y pasaban a ser dirigidas por mandos profesionales, ya estuviesen de guarnición en los frentes o en las provincias (arts. 1.°, 2.° y 4.°); las que prestasen servicio de orden público en aldeas o localidades de retaguardia quedaban sujetas en sus procedimientos a la cartilla de la Guardia Civil y como tal obligadas a levantar atestado de toda detención o suceso en el que interviniesen (art. 6.°). El precepto prohibía, asimismo, que en caso de movilización se retirasen del puesto asignado o se procediese a su desmovilización sin autorización expresa de la autoridad militar competente (art.3.°), restringiendo su presencia a formaciones de Infantería o Caballería. A cambio
conservaban su denominación, sus respectivos emblemas y símbolos, sus afiliados podrían cumplir los correctivos que se le impusieran en los cuarteles propios o locales determinados por la autoridad militar y se les reservaba un determinado número de plazas para su personal que aspirase al empleo de alféreces provisionales.
Desaparecía, así, todo resto de autonomía de las milicias y se completaba la completa subordinación al Ejército de todas las unidades combatientes. Según
J. M. Thomás, Hedilla intentó forzar una reforma de su articulado que permitiese mantener la
autoridad de las organizaciones políticas sobre sus unidades, pero solamente obtuvo de
Franco vagas promesas en el sentido de no obstaculizar el desarrollo y gobierno de las milicias falangistas.
La Junta de Mando no renunció, sin embargo, a su pretensión de formar sus propios cuadros militares.
Hedilla, su máximo responsable no tardó en anunciar la
creación de varias academias -entre ellas una en A Coruña-
para las que solicitó el envío de instructores alemanes a través del embajador Von Faupel.
Finalizados los primeros cursos, Falange
pretendió que sus titulados fuesen equiparados a los alféreces, pero su pretensión fue radicalmente desestimada, con lo que la formación de oficiales quedó restringida a las Academias Militares.
Este mayor control de los militares sobre las unidades de milicias no se tradujo en un descenso significativo de los enfrentamientos en nuestra provincia de Orense. Nada más lejos de la realidad a juzgar por toda una serie de incidentes en los que se pone de manifiesto la importancia que para los responsables de las milicias representaba ese potencial de negociación que giraba en torno al reclutamiento.
Viejas y nuevas élites locales, rancios muñidores de la denostada política pseudoliberal y jóvenes advenedizos deseosos de hacerse un hueco en la misma, experimentados actores y noveles aspirantes no muestran el menor empacho en defender con uñas y dientes sus parcelas de poder, ya sea ante las autoridades provinciales de Falange y los Requetés, ya ante los propios mandos militares.
Los ejemplos son numerosos, pero todos ellos tienen en común la energía con la que se empleó el gobernador militar para ponerles coto en cuanto amenazaban con degenerar, no ya en una manifestación de disidencia sino en un simple incidente susceptible de transcender públicamente y poner en peligro la
«unidad de mando».
La jurisdicción de guerra era una permanente espada de Damocles con la que pocos se atrevían a lidiar, a pesar de lo cual no faltó quien hubo de comparecer ante ella para dar cuenta de tan poco edificantes pretensiones.
Para ocasiones menos trascendentes, tan variopintas como numerosas, era suficiente con el recurso a la potestad gubernativa en forma de multas y arrestos, casi siempre cumplidos en sus propios cuarteles y sólo excepcionalmente en alguna de las prisiones o depósitos provinciales .
EL CAMINO HACIA LA UNIFICACIÓN.
Falangistas y tradicionalistas no permanecieron indiferentes a los movimientos que se estaban produciendo desde el cuartel general de
Franco, pero, como señala acertadamente
J. Tusell, sería la situación particular de las diferentes fuerzas que apoyaban el golpe la que iba a permitir al Ejército imponerse sin excesivos problemas.
Sus respectivas jefaturas mantuvieron diversos contactos entre sí, marginando a los mandos de la JAP, desde finales de diciembre animadas por los rumores de una unificación que tendería a reforzar el mando único y a crear un
«partido franquista».
Incluso ciertas declaraciones, que más bien semejaban caminar entre lo retórico y el deseo de sumarse sin demasiado entusiasmo a lo que políticamente comienza a aparecer como más correcto, afirman la existencia por entonces de una
tendencia hacia la formación de una fuerza única.
Estos contactos iniciales entre Hedilla y los Requetés, lo mismo que las conversaciones formales llevadas a cabo entre febrero y abril de 1937 en Lisboa y Salamanca fracasaron estrepitosamente; a pesar de esto, en la capital lusa se llegó a un acuerdo según el cual no se admitiría intervención de tercero en sus relaciones, ambas fuerzas renunciaban a cualquier tipo de inteligencia con otras agrupaciones políticas y se opondrían a la constitución de cualquier gobierno civil que no estuviese formado exclusivamente por representantes de ambas.
Ninguna de las dos fuerzas ignoraba que desde el Cuartel General se preparaba una solución por decreto, pero la imposibilidad de llegar a acuerdos concretos pone de manifiesto las
dificultades para fusionar dos conglomerados tan dispares, la desconfianza mutua existente y el enfrentamiento entre partidarios y contrarios de la unificación.
Así, mientras desde el exilio
Fal Conde mantenía sus reticencias y
Don Javier se apartaba cada vez más de
Franco, los navarros y
Rodezno presionaban por la sustitución del primero y se pronunciaban claramente por ésta a principios de abril.
De hecho, en la reunión de la Junta de Mando de Falange del 30 de marzo, se aprobó elevar un escrito a
Franco reclamando para sí la tarea política de dirigir la gobernación del país, salvo en los departamentos de Guerra y Marina, lo que venía a demostrar la fragilidad de un pacto que no contaba con el apoyo unánime de todos los dirigentes.
Por eso no sólo la intransigencia mutua, que también existió y terminó por parecer insalvable, sino las disensiones internas y la abierta lucha por el poder que se libraba en el interior de la CT y de FE de las JONS aparecen como las causas principales del fracaso de las negociaciones. (Lo cierto es que unir legitimismo monárquico con republica sindical es de por sí bastante complicado)
También Falange se encontraba bastante fraccionada a pesar de la jefatura nominal ejercida por
Hedilla a raíz de la muerte del Ausente (aunque fue elegido en ausencia de destacadas personalidades falangistas que no pudieron asistir por estar prisioneros en zona Roja, como le pasó a quien todos reconocían como el auténtico sucesor de José Antonio, Raimundo Fernandez Cuesta).
Además del cantonalismo en que seguían moviéndose no pocas organizaciones territoriales en la zona controlada por
Franco, pronto hubo de afrontar el ataque de ciertos mandos descontentos con su liderazgo, algunos de los cuales, como
Garcerán o
Dávila, le debían su nombramiento.
Según
S. G. Payne a principios de 1937 tres tendencias se disputaban su control:
- El sector mayoritario se agrupaba alrededor de quien portaba los luceros de Jefe Nacional, que tenía sus principales apoyos entre los
jefes provinciales de la zona norte, incluida la territorial gallega; sus partidarios -entre los que se encontraban todos los intelectuales- mostraban un gran espíritu revolucionario y una mayor conciencia social, y
no pocos de ellos veían en Alemania el referente inmediato pensando no tanto en una orientación ideológica sino en el apoyo material y la capacitación técnica de la que estaban tan necesitados. Sin embargo, como hemos visto, Hedilla intentó la unificación con los carlistas antes que Franco, sencillamente porque no había más remedio. A muchos les chocará saber que los Hedillistas de esa época apoyaban a Franco más que los legitimistas.
- Un segundo grupo estaría formado por el que el hispanista denomina
legitimistas, es decir, los seguidores más estrictos y formales de
José Antonio, entre los que se encontraban
Agustín Aznar, Rafael Garcerán y Sancho Dávila, así como la mayoría de los dirigentes andaluces y los nuevos responsables de Valladolid,
José Antonio Girón y
Luis González Vicén (también Raimundo Fernandez Cuesta quien no fue Jefe Nacional por encontrarse prisionero de los rojos);
rechazaban cualquier cambio no inspirado en sus discursos y escritos y se oponían a la jefatura de Hedilla sin ofrecer más alternativa que la de la Junta de Mando, dentro de la cual lo consideraban un miembro más.
- Por último, el conglomerado
neofalangista, formado por
un heterogéneo grupo de recién llegados que tenían como principal objetivo apoderarse de la organización e imprimirle unos trazos más conservadores; entre las hipótesis de futuro que barajaban estaba una fusión con los carlistas que permitiría poner fin al incómodo discurso obrerista y pseudorrevolucionario como tributo a la «tradición», lo que explicaría su participación en las conversaciones previas emprendidas por ambas fuerzas políticas.
Paralelamente, la prensa falangista fiel a
Hedilla publicaba unas largas declaraciones a tres columnas en las que el santanderino daba su particular visión sobre el falangismo y la España futura.
Preguntado sobre la posición de FE de las JONS sobre la Monarquía,
Hedilla respondió que la eventualidad de una restauración era algo que sólo podía contemplarse a muy largo plazo, cuando el nuevo Estado gozase de una sólida arquitectura.
«Mientras tanto. Falange considerará delito de "lesa patria" atentar a la unidad de pensamiento de los colaboradores de Franco, los cuales quieren una España totalmente diferente de las viejas Españas monárquica, republicana y roja sobrepuesta a la España eterna».
Respecto a la naturaleza del
«nuevo Estado» insistió en la necesidad de integrar en él a las clases populares, incluidas las de la zona
«no liberada», respecto a las que proponía
«tender la mano abierta a las masas convencidas por la propaganda demagógica y por la injusticia social que hacía siglos reinaba en España».
De esta consideración emanaba la necesidad de hacer honor al lema de
José Antonio:
«Justicia para los Jefes, piedad para los subordinados»,
razón por la que
«la dirección nacional de Falange española ha prohibido desde hace tiempo a los propios afiliados el fusilamiento de rojos, y esta orden ha sido repetida de manera perentoria en las ciudades y en los pueblos recientemente ocupados».
Aparentemente ignorando la atrocidad de los crímenes cometidos por los rojos.
Aún más radical era su posición respecto a la constitución del nuevo Gobierno, que debía ser intérprete de
«la voluntad de la juventud que combate en nuestras líneas y en las de nuestros adversarios»,
siendo la exaltación del trabajo
«el paso decisivo para la abolición de las clases (...) [pues] los combatientes de las dos partes aspiran a hacer que la dignidad y la consideración del hombre como portadoras de los valores humanos, dejen de permanecer en los conceptos teóricos del Estado y se conviertan en normas de conveniencia».
En este diseño reservaba al Ejército un papel puramente «técnico», dotado de un
«concepto del deber hacia la Patria y exclusivamente hacia la Patria, que lo aleje de toda aventura política».
Por el contrario, defendía la necesidad de crear una milicia nacional de ex-combatientes
«que deberá ser la guardia armada de la revolución para darle consistencia y un carácter permanente, lo cual sería imposible si la guardia de la revolución fuese confiada al Ejército».
En materia religiosa se limitó a reproducir el vigésimo quinto punto del ideario falangista, insistiendo en la necesidad de separar Iglesia y Estado, mientras que en el apartado agrario ratificaba las pretensiones de realizar
«sin titubear» la reforma agraria que el país necesitaba.
También se reafirmó en las conocidas doctrinas con relación a la
organización corporativa de la sociedad mediante un sistema de
sindicatos verticales por cada ramo de la producción «al servicio de la integridad económica nacional», repudiando a un tiempo al sistema capitalista por inhumano y al marxista por antinacional.
Finalmente, son muy significativas sus declaraciones sobre cómo veía las relaciones con los tradicionalistas.
Hedilla, reafirmándose en todos los puntos del ideario de Falange, no escondía sus pretensiones de
absorber la parte más «sana» de la Comunión, mientras el resto, lo más vetusto, acabaría por desaparecer:
«La fuerza del tradicionalismo se compone de dos partes desiguales: una es el partido Tradicionaiista... La otra formada por requetés, muchachos fuertes y sanos, que sin saber considera el viejo dicho "Dios, Patria y Rey" y sienten en el fondo de su alma nuestro
"Por la Patria, el Pan y la Justicia".
"Estos muchachos, camaradas de los falangistas en la trinchera, se encontrarán satisfechos con la camisa azul en algún día más o menos próximo, como los exnacionalistas italianos con la camisa negra. Esta juventud vendrá con nosotros y el viejo tradicionalismo se deshará como todo lo viejo de España".
Las luchas de poder que se desarrollaban en el interior de Falange y la CT y el problema de la división interna que en las filas nacionales planteaba el discurso
"radical" de algunos falangistas enlazan directamente con la cuestión que nos ocupa.
Goicoechea fue el encargado de abrir fuego anunciando en un mitin pronunciado en Salamanca el ocho de marzo que estaría dispuesto a realizar
«todos los sacrificios posibles» para la constitución de un único partido o de un
«frente patriótico» que sirviese de punto de partida para la creación de una estructura de carácter orgánico; muchos no dejaron de observar en sus declaraciones una
maniobra táctica para presionar a favor de una unificación que le permitiese recuperar parte de la influencia perdida.
El día doce de abril
Franco anunció a una comisión carlista encabezada por
Rodezno, Ulibarri y Berasain la inminencia de una unificación por decreto de las distintas fuerzas existentes en la
«zona nacional».
Veinticuatro horas más tarde,
Hedilla, sabedor de las
maniobras para destituirlo y nombrar en su lugar a un triunvirato que dirigiese Falange,
convoca, sin dar cuenta a la Junta de Mando como era preceptivo, un Consejo Nacional extraordinario que debería juntarse en Burgos el día 25 de ese mes con la intención de fortalecer su posición y convertir su inestable mando en jefatura nacional.
Sus opositores decidieron anticiparse y se juntaron en Salamanca en la mañana del dieciséis de abril, conscientes de que si dejaban en manos del santanderino la iniciativa éste no dudaría en hacer uso de los estatutos para nombrar un núcleo de consejeros adictos que avalasen sus pretensiones.
Los conjurados procedieron a la destitución de Hedilla de todos sus cargos -incluido el de jefe territorial de Burgos- sin base reglamentaria alguna, eligiendo seguidamente un triunvirato formado por
Aznar, Dávila y Moreno, con
Garcerán actuando de secretario. Seguidamente convocaron al jefe de la Junta de Mando para darle cuenta de un largo escrito de acusaciones entre las que figuraban sus presuntas maniobras a favor de la unificación por haber declarado en el mes de enero que no podía negar una
«tendencia a la formación de una fuerza única» que pasaba por la asunción de FE y de las JONS de aquellos puntos del programa tradicionalista «compatibles con las necesidades del momento» (Como ya se ha dicho Hedilla había iniciado por su cuenta negociaciones con la Comunión Tradicionalista que resultaron infructuosas).
Sólo el desconocimiento que entre muchos mandos se tenía de las intenciones del
Caudillo y las intrigas contra el dirigente santanderino - la razón última de las acusaciones, pues
no parece que fuese un partidario acérrimo de la unificación sino que más bien trabajaba con varios escenarios posibles sin descartar ninguna opción- pueden explicar este proceder, porque si algo parecía evidente era la imposibilidad de oponerse a una medida largamente meditada por más que el pretexto para su ejecución la proporcionasen los sucesos de Salamanca.
Franco, puntualmente informado, dispuso que a través del Cuartel General se cursasen instrucciones precisas a todos los gobernadores militares vedando la difusión de cualquier información relativa a estos sucesos; más tarde, previendo movimientos a favor del destituido, al que reiteró su confianza, prohibió la salida de milicianos de cualquier plaza sin autorización expresa y la detención de enlaces forasteros hasta que no aclarasen la naturaleza de su viaje.
Mientras,
Hedilla contraatacaba concentrando en la ciudad a sus seguidores, y en la mañana del día diecisiete
cursaba órdenes para que el Consejo extraordinario se celebrase al día siguiente en la Jefatura de la Junta de Mando en la capital salmantina; en la madrugada de aquella jornada dos falangistas, uno por cada bando, murieron por disparos cruzados entre grupos contrarios.
En este IV Congreso Nacional estuvieron presentes el jefe provincial ourensano,
Fernando Meleiro, y su compañero de Pontevedra,
Jesús Suevos, avisados por figurar entre la nómina de consejeros nombrados entre 1935 y 1936 que residían en la
«zona nacional»; durante el mismo fue elegido jefe nacional bajo la sombra de la anunciada unificación, que finalmente se dio a conocer a las diez y media de la noche del día dieciocho en un discurso radiado de
Franco a través de Radio Nacional.
Las sesiones se reanudaron por la mañana para debatir sobre las acusaciones y los descargos alegados por unos y otros; también se procedió a al elección de cuatro de los seis miembros de la Junta Política que los estatutos reservaban para el Consejo, recayendo la elección en
José Sáinz, Martín Ruiz Arenado, Roberto Reyes y Miguel Merino.
Los gallegos regresaron a Ourense esa misma tarde sin que la prensa falangista de la capital diera la más mínima noticia sobre los incidentes que se desarrollaran en las horas previas ni sobre la posición adoptada durante éstos por ambos dirigentes.
LAS PRIMERAS REACCIONES.
El proceso de gestación del Decreto de 19 de abril - en particular el relevante papel jugado por
Serrano Suñer en la unificación- y su significado son bien conocidos gracias a las numerosas historias de Falange que han apareciendo en las últimas décadas.
En esencia, nacía una nueva fuerza.
Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET y de las JONS), resultante de la fusión de Falange y la CT, a las que se les reconocía de este modo su decisiva aportación al esfuerzo bélico y el hecho de encarnar mejor que ninguna otra el auténtico
«espíritu del alzamiento nacional». Las restantes organizaciones simplemente quedaban absorbidas o, por mejor decir,
«disueltas» en el "partido único" (que nunca llegó a serlo), mientras se aplazaba la cuestión dinástica mediante el eufemismo de remitir a un horizonte futuro la
«posibilidad de instaurar en la nación el régimen secular que forjó su unidad y grandeza histórica».
Pasaban a ser militantes del nuevo partido los que formaban parte de estas dos fuerzas hasta el momento de la publicación del Decreto; los demás deberían pasar por el trámite de admisión previa y serían considerados afiliados.
Tomado de Julio Prada Rodriguez:
Que jamás la sangre derramada sirva para florecer partidos políticos. El nacimiento de FET y de las JONS en Ourense.
TEMAS Y CONCEPTOS QUE EXPLAYÓ JOSÉ ANTONIO EN LA REUNIÓN CELEBRADA EN GREDOS LOS DÍAS 15 Y 16 DE JUNIO DE 1935, OCASIÓN EN QUE LA JUNTA POLÍTICA DECIDIÓ IR AL ALZAMIENTO
"España va irremediablemente hacia la dictadura de Largo Caballero, que será peor que la de Stalin, pues éste quiere hacer un Estado marxista y el otro ignora lo que quiere. Seremos pasto de la horda rusa, que nos arrollará, y no tenemos más remedio que ir a la guerra civil. Hoy no hay más fuerza nueva y sana que nosotros y los carlistas, y nos hace falta el apoyo material, que tenemos que buscarlo en el Ejército, al que hay que sumar a nuestro Movimiento. Sería conveniente la formación de un Frente Nacional para evitar que las elecciones las ganen las izquierdas, que tienen todas las probabilidades del triunfo. Pero con todo, como la revolución de octubre no tuvo desenlace, éste tendrá que producirse."
José Antonio habló como media hora, trazando un bosquejo, certero y pesimista, de la situación de España. Las Cortes, incapaces y gárrulas, eran impotentes para hacer frente a los problemas del país. La liquidación del Octubre rojo se consumaba con toda vileza. Y a la par, crecía la marejada izquierdista; en los medios proletarios se abría camino la idea del Frente Popular.
Haríamos concentrar en un punto próximo a la frontera portuguesa unos miles de nuestros hombres de Primera Línea. Allí serían armados. Allí aparecería a su frente un general, del que se nos ocultó el nombre. Y nos lanzaríamos a la lucha, planteando un hecho consumado a los patriotas de corazón que no tuvieran borrado el sentido del honor y de la vergüenza, bien por contacto con los grupos políticos exentos de quijotismo y de virtud heroica, o por la contaminación con las ideas antinacionales.
"No tenemos más salida que la insurrección. Hay que ir a ella, aun cuando perezcamos todos. Y mientras llega, vamos a montar una Primera Línea capaz de aguantar todos los ataques y las represalias que se nos impongan. Tenemos demasiados camaradas valientes con nosotros. Incluso me tiene intranquilo la propensión aventurera y arriscado de docenas y docenas de "camisas azules" que gustan del riesgo más de la cuenta. Si no los disciplinamos, no sólo van a dar disgustos a los marxistas. Pero con todo su ardimiento y sus defectos, ¡son tan admirables!... No iremos a un complot si no es para una cosa seria y revolucionaria y en la seguridad de que nuestra política, caso de triunfar, y nuestra apetencia revolucionaria sean las que prevalezcan. En todo caso habremos de ir sin perder el control de nuestras fuerzas, sin que se desdibujen nuestros cuadros. Mientras no se nos den las garantías más terminantes no haremos nada. Y ya verán cómo, al triunfar las izquierdas, acuden a vosotros esos mismos que ahora nos desdeñan porque tenemos pocos votos.
Las izquierdas acentuarán su sectarismo y su barbarie. Los republicanos se verán pronto desbordados por socialistas, comunistas y anarquistas. España irá hacia la revolución y el caos a velas desplegadas. Ya verán cómo el peligro nos fortalece. Fracasará de una vez y para siempre el ensayo populista. Las masas agrarias se vendrán con nosotros. Y la clase media y una minoría obrera. La misma necesidad nos hará perfeccionar nuestros cuadros. Todo depende de que conservemos la disciplina y de que no haya confusionismos peligrosos. Tengan en cuenta que únicamente las minorías son las que hacen la Historia y las revoluciones. Entre los militares cada día tenemos más ambiente. En Africa hay ya una organización clandestina magnífica, que está en muy buenas manos. Sin nosotros, nadie podrá hacer nada práctico. No podemos esperar a que las cosas se pongan a nuestro gusto. Si hay que caer no olviden que será por España. ¿Es que no han caído nuestros mejores? Lo que hizo Matías Montero ¿no debo hacerlo yo, que era su jefe? ¿Y Carrión, y Pérez Almeida, y todos los demás?"
Analizó la situación política de España, los derroteros del Gobierno y los nuevos avances de la subversión marxista, quedando acordado que la Falange comparecería en la futura contienda electoral para hacer propaganda y nada más, pero, al mismo tiempo, se orientaría incesantemente a la proyección y preparación de un Alzamiento armado, considerado ya ineludible.
"Yo os digo que en las próximas elecciones el triunfo será de las izquierdas y que Azaña volverá al Poder. Y entonces a nosotros se nos plantearán días tremendos, que habremos de soportar con la máxima entereza. Pero creo que en vez de esperar la persecución con los brazos cruzados debemos ir al Alzamiento contando, a ser posible, con los militares, y si no, nosotros solos. Tengo el ofrecimiento de 10.000 fusiles y un general. Medios no nos faltarán. Nuestro deber es ir, por consiguiente, y con todas las consecuencias, a la guerra civil."
Se hizo recuento de fuerzas que en determinadas circunstancias actuarían. José Antonio habló de la actitud de ciertos generales.
Indicó que el que más simpatía contaba en el país y más confianza inspiraba era Franco. Mencionó por vez primera a
Yagüe, a
Moscardó, a los activistas afiliados al Movimiento en las plazas africanas. Y se refirió a otros, especialmente a
Mola y
Goded, con los que ya había hablado en el verano de 1934.
Acordado el Movimiento armado como única solución,
José Antonio afirmó que este acuerdo debía asentarse en una gran propaganda sindical en las bases.
"Nos podremos adueñar del Poder, pero jamás del Pueblo si no hacemos la verdadera revolución."
Por último, se acordó penetrar en el Ejército por medio de una organización competente y responsable como era la "U.M.E." (Unión Militar Española) (1).
_____________
(1) De los temas tratados por José Antonio y sus camaradas en la reunión clandestina de la Junta Política, celebrada en el Parador de Gredos los días 1 5 y 16 de junio de 1935, dan prolija cuenta, entre otros, Francisco Bravo:
José Antonio, el hombre, el jefe y el camarada, págs. 162 y siguientes, y Joaquín Arrarás Iribarne:
Historia de la Cruzada Española,
tomo VIII, págs. 358-59. A la reunión precitada asistieron los jefes territoriales Luna, Sancho Dávila, Hedilla, Bassas, Suevos y Panizo, los vocales de la Junta Política Sánchez Mazas, Raimundo, Onésimo, Alfaro, Salazar, Mateo y su presidente, Julio Ruiz de Alda. También concurrieron los consejeros Aizpurúa, Aguilar, Bravo, Sainz, el conde de Montarco, y Gil Ramírez y Enrique Sáenz, que estuvieron a cargo de la custodia.
Palabras de Francisco Franco en el entierro de José Antonio Primo de Rivera en El Escorial.

José Antonio, símbolo y ejemplo de nuestra juventud: en los momentos en que te unes a la tierra que tanto amaste, cuando en el horizonte de España alborea el bello resurgir que tú soñabas, repetiré tus palabras ante el primer caído: Que Dios te dé el eterno descanso y a nosotros nos lo niegue hasta que hayamos sabido ganar para España la cosecha que siembre tu muerte.
¡¡¡Jose Antonio Primo de Rivera!!!
¡¡¡PRESENTE!!!
(El Escorial, 28 de noviembre de 1939)
Las Habituales Mentiras de los Medios de Comunicación y el diario El País sobre el rescate de José Antonio.
En un ejemplo acabado de por qué los periódicos de papel de pago se encaminan a su irrelevancia o incluso a su extinción, El País publicó en marzo una serie de reportajes basados en viejos papeles sobre
Francisco Franco que resultaron
patéticos.
Según el autor de los reportajes, los archivos de una fundación revelan
"aspectos ignorados del dictador".
Pero en algunos casos, como el sueldo de
Franco, ya se sabían, y en otros eran las habituales manipulaciones, como una carta enviada en noviembre de 1936 a quien ya era generalísimo y jefe del Estado por una supuesta novia de
José Antonio (¿cuántas mujeres asegurarían haber sido novias de José Antonio?).
El periodista
Jesús Ruiz Mantilla (que prueba su capacidad para el análisis al equiparar novia con amante) se emociona al describir
"la tensa relación de desprecio mutuo que mantuvieron los líderes de la cabeza del fascismo en España" y se apunta a la tesis de historiadores antifranquistas como
Paul Preston de que
Franco no "puso ganas" en salvar al fundador de la Falange.
No funcionaron para salvarle ni los
intentos de canje –uno de ellos con la familia del general republicano
Miaja–, ni las peticiones de clemencia, ni las negociaciones en las que, discreta pero vagamente (sic), se mezcló
Franco.
"Con su pericia para el cálculo ya había echado las sabrosas cuentas que le salían gracias al cadáver de Primo de Rivera: ninguna sombra de político con liderazgo que le estorbara en su camino hacia el poder total y un aseado corpus ideológico del que apropiarse para fundamentar su política del odio".
Esto es simple literatura propagandística, y de la mala.
A José Antonio le mata el Frente Popular.
Lo primero que hay que decir es que el
encarcelamiento ilegal de
José Antonio Primo de Rivera, en marzo de 1936, el
juicio farsa de noviembre por conspiración y rebelión militar (le juzgó un
tribunal popular y difícilmente pudo participar en la conspiración quien estaba encarcelado meses antes de producirse) y su ejecución fueron aprobados por los dirigentes del Frente Popular y los Gobiernos de entonces.
El gangster socialista
Indalecio Prieto,
al que algunos falangistas "de izquierdas", con una ceguera asombrosa, consideran una especie de "hombre bueno" o incluso un posible aliado político, no sólo estuvo implicado en la revolución de octubre de 1934, sino que,
como ministro del Gobierno, se negó a conceder el indulto a Primo de Rivera y votó a favor de su ejecución.
El libro que mejor trata los últimos meses de vida de
José Antonio Primo de Rivera, en ese sangriento año 1936, es
El último José Antonio (Barbarroja), del historiador
Francisco Torres García.
Como preámbulo se debe recordar que José Antonio fue encarcelado el 14 de marzo de 1936 por
"fascista", "delito" que aparece en su ficha policial.
El joven político carecía de inmunidad parlamentaria al no haber sido reelegido en las elecciones fraudulentas de febrero de ese año (pese a haber obtenido los votos necesarios).
En los meses siguientes, el Gobierno de izquierdas, presidido por
Santiago Casares Quiroga, amigo de
Manuel Azaña, acumuló contra
José Antonio y la Falange diversos procesos judiciales para mantener encarcelado al primero e ilegalizar el partido. Por un lado,
Primo de Rivera fue absuelto en todos ellos (posteriormente, el tribunal reconoció que las armas habían sido colocadas por la Policía) y, por otro lado, el Tribunal Supremo falló a favor de la legalidad de Falange (el mismo
José Antonio actuó como defensor de su partido).
El Gobierno izquierdista, que el 5 de junio había trasladado ilegalmente a
José Antonio a Alicante, recurrió a todo tipo de artimañas para oponerse a su libertad. Prieto, por ejemplo, trató de impedir en las Cortes que se pudiese presentar a las elecciones que se repitieron en mayo en la provincia de Cuenca, y donde las izquierdas obtuvieron la victoria a tiro limpio.
Catorce intentos de rescate.
Desde el momento en que en julio se sublevó esa media España que no se resignaba a morir, los falangistas trataron de rescatar a su líder mediante un golpe de comando o mediante presión extranjera, y a sus esfuerzos se unieron los del Gobierno rebelde y el III Reich, que todavía mantenía relaciones diplomáticas con la República, y hasta de diplomáticos ingleses y cubanos. Torres enumera en su libro catorce intentos, en varios de los cuales participó
Franco.
El 1 de octubre, después de ser investido en Burgos jefe del Estado y generalísimo,
Franco recibe a
Manuel Hedilla, que le comunica que a los falangistas les ha llegado el rumor de que
Prieto estaría dispuesto a canjear a
Primo de Rivera por 30 rehenes y seis millones de pesetas (en torno a nueve millones de euros), y
Franco autoriza la gestión y el gasto del dinero. La esperanza era fundada porque, mediante sobornos, los rebeldes estaban consiguiendo liberar a mucha gente de la zona roja, que luego escapaba en barco por el puerto de Alicante.
En octubre,
Franco dio instrucciones al capitán del crucero Canarias para que participase en una operación de rescate que no se ejecutó.
Igualmente, comprometió más dinero en un plan alemán para sobornar a los carceleros de
José Antonio.
El 4 de noviembre
Franco transmitió una ampliación de la propuesta a los alemanes: al dinero prometido se unía en la negociación la liberación del diputado socialista
Graciano Antuña.
El 16 de noviembre comenzó e
l juicio farsa contra el jefe de Falange, la sentencia se publicó el 18 y, con el enterado del Gobierno de izquierdas presidido por el socialista
Francisco Largo Caballero, se cumplió el 20. El Gobierno de
Franco difundió en su zona la ejecución el 20 de noviembre de 1938.
Concluyo con un testimonio de la familia de
José Antonio, el de
Casilda Peche Primo de Rivera. En una entrevista, a la pregunta de si
Franco pudo
"haber hecho algo por sacar a José Antonio de la cárcel", esta sobrina del fundador de la Falange contestó:
"Eso es algo que nos han preguntado muchas veces, más por mala idea que por curiosidad, quizá. Sobre todo por achacarle a Franco una cosa que dicen que pudo salvar a José Antonio y no quiso, eso es mentira. Eso es una infamia. No solamente no pudo, sino que además lo intentó, porque Agustín Aznar, que era cuñado de José Antonio, hizo lo imposible, e incluso fue con un barco alemán para intentar salvarlo, siempre con el apoyo de Franco."
La teoría de que Franco dejó morir a José Antonio es falsa.
Se comprende que algunos
"falangistas antifranquistas" la acepten para hacerse las víctimas, pero no se comprende que la difundan los
progres, no por ser falsa, sino por lo que supone de mantener vivo el interés sobre
Franco y
José Antonio.
"Quizá aquel discurso (el del Ateneo de Santander en el verano de 1934) y la posición de José Antonio ante la Alemania nacional-socialista tuviera algo que ver con la negativa del Secretario Político del Ministerio de Asuntos Exteriores del III Reich, Ernst Von Weizsäcker, a la petición del Cónsul germano en Alicante, Von Knobloch, de autorización para liberar a José Antonio preso, en el verano de 1936".
Felipe Ximenez de Sandoval:
Biografía apasionada de José Antonio.
La famosa entrevista con el periodista inglés Jay Allen en la cárcel de Alicante.
En los primeros días de
noviembre de 1936, entre la Prensa extranjera que recibíamos en
Burgos, nos llegó un ejemplar del "News Chronicle", de
Londres, fechado el 24 de octubre anterior. En él aparecía la
"interview" celebrada con José Antonio por el
reportero Jay Allen, que había estado las primeras semanas de la
guerra en la zona roja y que por entonces se presentó en Burgos para
proseguir sus tareas "informativas" .
El ejemplar del diario
pasó a formar parte de la documentación de la Junta de Mando
provisional de la Falange.
Aprovechando los
conocimientos de inglés de un camarada, hice traducir la entrevista.
Conservo de ella alguna copia. La traducción es defectuosa, pues
precisamente el día en que al camarada de referencia se le encomendó
dicha tarea salía para el frente de Madrid con la Bandera de
Castilla que mandara el bravo Fernández Silvestre.
El apremio de tiempo
dificultó la labor del traductor.
El relato está plagado de
tendenciosas mentiras. No es posible reproducirlo ni aun a esta
distancia en el tiempo y en la historia.
"Cómo encontré al jefe fascista de Falange en la prisión de
Alicante" es una retahila de cosas incomprensibles. El reportero
reúne las características ignorancias frecuentes en la profesión,
y su parcialidad a favor de los rojos perturba del todo sus palabras.
Tuvo la suerte, no obstante, de ser de los últimos que escucharon de
José Antonio palabras sobre nuestra lucha y su finalidad, y esto da
valor al reportaje, logrado en una circunstancia verdaderamente
emocionante y trágica.
Queremos traer aquí
algunos párrafos de la "interview" famosa, a la que se
aludió en el proceso contra José Antonio, pretendiendo hacerle
decir infamias que ningún español honrado pudo creer jamás:
LA ENTREVISTA CON JAY ALLEN EN ALICANTE.
Fui a Alicante. Todo el mundo comentaba cómo el gobernador civil, Francisco Valdés, carecía de autoridad; cómo los anarquistas eran los amos; cómo Valdés no se atrevía a moverse de su despacho por miedo a ser asesinado.
Para conseguir la entrevista es verdad que hubo dificultades. Valdés me dijo que lo podría ver. El camarada José Prieto, un ciudadano con mono azul y pistola al cinto, me dijo:
"No". Es el presidente de una famosa Comisión de Orden Público. Sugirió al gobernador que era un asunto muy delicado.
– Pero Madrid está de acuerdo– le replicó el gobernador.
Se celebró una reunión de la Comisión y se me dijo que asistiera. Era plenaria y acudieron dos representantes de los partidos del Frente Popular. Pronuncié un discurso en mal español. ¡Lo desagradable –apostilla Jay Allen– que sería encontrarse con estos hombres, imbuidos de ideales de revolución social y de justicia revolucionaria, con la vida en peligro y la conciencia culpable
El Comité vuelve. El camarada
Prieto dice:
–
Primo de Rivera está a disposición de nuestro Gobierno de Madrid; es, por lo tanto, natural que se le guarde seguro e incomunicado. Sin embargo, si usted consigue que alguien en Madrid autorice esta "interview", puede, desde luego, hacerla. Perdónenos; pero en asunto de esta naturaleza toda precaución es poca
En la prisión.
A las nueve de la mañana –Allen debió conseguir el permiso– la Delegación me viene a buscar. Son los camaradas
Prieto, Carmelo Alberola, Martín Bautista y el comisario
José Cases, hasta hace poco periodista.
Me acompañan a un "auto". Los otros huéspedes del hotel se miran entre sí y se nota que se alegran de que me haya tocado a mí y no a ellos.
Las puertas de la cárcel se abren. El director de la prisión saluda. Pasamos por filas de puertas de celdas.
"Los presos están haciendo ejercicio en el patio", dice el guarda.
La vieja cerradura funciona. Salimos a la luz del sol. Dos hombres jóvenes, morenos y guapos, en
"breeches" blancos, camisas con el cuello abierto y alpargatas, miran hacia arriba, a nosotros, con interés. Esta es la primera visita que reciben en meses.
José Antonio, el más delgado de los dos, me da la mano cortésmente. Encuentra difícil disimular su desilusión al ver que soy solamente yo. Los cuatro camaradas del Comité están a pocos pasos.
– ¿No fue hace dos años cuando comimos juntos en el Savoy, de Madrid, con el príncipe?
Los camaradas escuchan con interés. Digo, muy profesionalmente:
– ¿Seguimos con la "interview"?
Me contesta con una sonrisa encantadora, mirando a los camaradas que mañana pueden ser sus ejecutores.
– Con gusto –le dice José Antonio–,
pero yo no sé nada. Estoy aquí desde marzo.
Los camaradas se miran. Ya me habían dicho que habían encontrado dos pistolas y cien cartuchos en las celdas de los hermanos, después de haber estallado la rebelión, además de mapas que indicaban la situación de las islas Baleares. Los camaradas se cruzan miradas de inteligencia. Primo de Rivera es abogado, y de los buenos; pero él es su única defensa. Yo no debía agravar su situación.
Después de unas cuantas preguntas, prosigue el reportero:
Tenía sus ojos posados en mí. Quería noticias; ardientemente las deseaba. ¿Qué podía decirle yo? Se me adelantó diciendo:
– ¿Pero qué está pasando ahora? No sé nada. Le dije:
– Estoy seguro que estos amigos no me han traído aquí para informarle, pero le haré unas preguntas hipotéticas que usted puede contestar o no.
– ¿Qué pensaría usted si le dijese que yo opino que el movimiento del
general Franco se ha salido de su cauce, cualquiera que fuese, y que ahora en adelante simplemente la vieja España lucha por perdidos privilegios?
– Yo no sé nada, pero no creo que sea verdad. Si lo es, es un error.
– ¿Y si le dijese que sus muchachos están luchando al servicio de los terratenientes?
– Le diría a usted que no.
Me miró escrutadoramente y dijo:
– ¿Se acuerda de mi posición y de mis discursos en las Cortes?
Y continuó:
– Usted sabe que yo dije que si las derechas, después de octubre de 1934, se mantenían en su política negativa de represión, Azaña volvería al Poder muy pronto. Ahora ocurrirá lo mismo. Si lo que hacen es únicamente retrasar el reloj, están equivocados. No podrán sujetar a España si sólo hacen esto. Yo defendía algo distinto; algo positivo. Usted ha leído el programa de nuestro nacionalsindicalismo, el de reforma agraria y todo lo nuestro. Yo era sincero. Podría haberme hecho comunista y haber conseguido popularidad...
Le dije –prosigue Allen:
– Pero sus muchachos ahora...
– Creo y deseo que lo que usted me dice no es verdad. Pero recuerde que no tenían jefatura después de que fui arrestado y acuérdese también que había mucha gente empujada a la violencia por la política provocativa de Casares Quiroga.
Los camaradas se miraban.
Yo dije:
– Pero creo recordar que usted introdujo una política de pistoleros en Madrid.
– Nadie ha sido capaz de probar eso. Mis muchachos habrán podido matar, pero después de haber sido atacados.
La charla termina con estos párrafos de José Antonio:
– Yo sé que si este Movimiento gana y resulta que no es nada más que reaccionario, entonces me retiraré con la Falange y yo... volveré a ésta o a otra prisión dentro de muy pocos meses.
Les pregunté a los camaradas que me acompañaron:
–¿Qué van hacer ustedes con él?
–Habrá un juicio. Y se cambiaron unas miradas.
Será juzgado no solamente el hombre, sino el falangismo español. No puedo de ninguna manera imaginarse ninguna circunstancia que pueda salvar a este joven. Su situación es muy mala. Lo menos que yo puedo hacer es no agravarla.
Extracto de la entrevista celebrada por el reportero
Jay Allen, para el periódico New Chronicle, de Londres, Edición del 24 de octubre de 1936. La traducción corresponde al capitán Fernández Silvestre, caído pocos días después en la marcha sobre Madrid.
Francisco Bravo:
José Antonio, el hombre, el jefe, el camarada.
INTERROGATORIO DE JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA Y SÁENZ DE HEREDIA, EN EL
PROCESO CELEBRADO EN ALICANTE, EL 16 DE NOVIEMBRE DE 1936.
Presidente: Le exhorto a que diga la verdad.
José Antonio: Lo juro.
Presidente: ¿Edad?
José Antonio: Treinta y tres años.
Presidente: ¿Estado?
José Antonio: Soltero.
Presidente: ¿Profesión?
José Antonio: Abogado.
Presidente: ¿Vecindad?
José Antonio: Madrid.
Presidente: ¿Ha estado procesado alguna vez?
José Antonio: He sido condenado por delitos de desacato y publicación clandestina.
Presidente: ¿Penó todo?
José Antonio: Todas las he cumplido ya.
Fiscal:
¿Desde el advenimiento de la República se colocó usted en posición de
franca rebeldía y abierta oposición a la misma, manifestando su
descontento a las Cortes, acudiendo a medios subversivos, intentando
anular las prerrogativas del pueblo?
José Antonio: No, señores.
Nada más lejos de todo eso. Como sabe todo el Tribunal, mi padre, el
General Primo de Rivera, difunto desde el año treinta, fue el Jefe del
Gobierno en la penúltima etapa monárquica. Se le destituyó o se le
depuso, cobardemente, por virtud de una serie de intrigas que todos
conocen. La Dictadura del General Primo de Rivera no cayó por ninguna
oposición, declarada o abierta, popular, sino que tales maquinaciones
dieron por resultado la formación de un Gobierno palatino de antiguos
políticos. Esto lo sabe todo el mundo. Al General Primo de Rivera no le
sucedió la República, sino el General Berenguer con todos los políticos
conocidos antiguos, Romanones, Garcia Prieto, etc., etc. Mi padre, el
dictador o Presidente, pues sobre esto de dictador habría mucho que
hablar, se fue en estado de infinita tristeza, por el pago recibido a lo
que él creía servicios a la Monarquía. Se fue a París y hubo en él tal
estado de melancolía que murió en París a las seis semanas. Murió de
pura tristeza, sin que (este detalle creo puede tener algún relieve) de
Palacio, donde tanto se debían acordar de él, llegase ni una tarjeta
postal interesándose por su salud en el mes y medio que siguió a su
expatriación de España. Comprenderá el señor Fiscal que dados esos
antecedentes –y sin que yo venga aquí de ninguna manera, a implorar la
commiseración del Tribunal de una manera humillante–, comprenderá el
señor Fiscal que mi recuerdo para aquella última etapa del antiguo
Régimen, no está, por cierto, llena de afectos. El propio señor Fiscal y
el señor Juez instructor han tenido la consideración de creer, sin el
menor titubeo, que cierto retrato –que figura en los autos y que por
error entregó la Policía como entre mis papeles encontrado–, de suponer
que aquel retrato no sea mío.
De modo que, cuando sobrevino el
cambio de Régimen, en que se derrumbaba aquel Régimen que solapadamente y
mediante intrigas había sustituido al de nuestro padre. Esto lo someto a
la consideración y al ánimo de mis hermanos. Y sustituyó al Régimen de
nuestro padre atacándole por debajo, calumniándolo, persiguiendo aquello
como una dictadura intolerable, cuando lo cierto y verdadero es que
todas las clases conservadoras, palatinas, potentados que apoyaron la
dictadura al principio, creyendo que iba a ser en efecto un instrumento
de clase, de dominación, autoritario, se le fueron apartando, cada día
más, cuando se dieron cuenta de las obras en sentido social que hacía la
Dictadura. Muchas de las obras mantenidas por la República en materia
social, están promulgadas en tiempo de la Dictadura. Desde luego, la
Dictadura no remató su obra social, y yo me he permitido, en lugar tan
público como las Cortes, decir que fue una experiencia frustrada, que no
cumplió su destino, que no colmó las esperanzas de una juventud
española obrera, estudiantil, etc., en la que yo entonces formaba, y que
creyó que la ruptura del antiguo Régimen era para implantar una obra
social revolucionaria nueva. Yo, reciente la muerte de mi padre, no
tenía que juzgar si la Dictadura había conseguido o no todos sus
objetos, sino únicamente que mi padre había sido traicionado por unas
cuantas gentes que habían sido destituidas por una elección popular. En
principio pues, aquellas elecciones populares tuvieron simpatía mía, aún
cuando sólo sea en este aspecto.
Un dato que me he encontrado
en los autos y que he solicitado, yo mismo, que se una, es este: Cuando
el famoso Diez de Agosto de 1932, mi hermano Miguel y yo fuimos
detenidos, llamándonos como nos llamábamos, hubo sospechas. Pues bien,
sabe el Tribunal que los detenidos de aquel Diez de Agosto fueron
detenidos unos, retenidos en prisión otros, deportados otros. Pues el
Gobierno de entonces, especialmente el Ministro de la Gobernación
Casares Quiroga –para quien tengo que dedicar unas palabras referentes a
las injusticias cometidas con mis camaradas y conmigo–, pero entonces,
Casares Quiroga por falta absoluta de pruebas, por comprobación absoluta
de que no teníamos nada que ver con aquel Movimiento, dispuso la
libertad de mi hermano y la mía. Eso figura en los antecedentes que
obran en la Dirección General de Seguridad, se han pedido para el
Sumario y no sé si han contestado.
Fiscal (Gil Tirado): Los
hechos y sucesos políticos que se produjeron en la anterior etapa,
principalmente durante la Dictadura de su padre, continuados en peor
forma por la otra Dictadura mixta, civil–militar de Berenguer,
ejerciendo también forma de Gobierno contraria a todo régimen
democrático ¿produjeron en usted una influencia tan inmediata, por su
espíritu y su temperamento, que le impulsaron a Vd. a pensar en la
constitución de una agrupación política de tipo dictatorial?
José
Antonio: Eso me obliga, por mucho que me pese, a que explique mi
actitud personal. En esto de las dictaduras como oposición de todo
régimen democrático, tengo que hacer constar una cosa, señor Fiscal.
Cuando se produce un movimiento, lo mismo de derechas que de extremas
izquierdas, que conviene para implantar un régimen revolucionario, por
avanzado que sea, hay que pasar por un período dictatorial por la
sencilla razón de que a un pueblo como el español, al que se ha tenido
sumido en la miseria, no se le puede hacer la burla de soltarle y
decirle: "Arréglate con tus propias disponibilidades". Eso es burlarle.
Muchos de los partidos representados, dignamente, en este Tribunal,
creen que hay que pasar por un período dictatorial. La diferencia está
en que los partidos reaccionarios creen y quieren que este período
dictatorial sea un régimen estable, redundando en provecho de unas
clases que vienen detentando el Poder; en tanto que los que tienen un
sentido revolucionario (y uso esta palabra no con énfasis –Falange
Española tiene sentido revolucionario– y esto también consta en ese
Sumario), los que creemos esto, sabemos que en vez de hacerlo, hay que
trabajar algunos años para darle sentido. Desde este punto de vista, yo
soy demócrata. En el sentido democrático de decirle: "Arréglate como
puedas y ven un domingo cada cuatro años a votar", yo no soy
democrático. En cambio, autoritario, militarista:... Yo le agradecería
al señor Fiscal que señale un solo pasaje mío en que me pueda acusar de
tal, que yo señalaré luego los numerosos en que se demuestra lo
contrario.
Fiscal: En julio de 1933, se celebró un mitin en el
Teatro de la Comedia de Madrid, en el que pronunció un discurso JOSÉ
ANTONIO PRIMO DE RIVERA, explicando y exponiendo su programa.
José
Antonio: Deploro mucho que ese discurso no esté aquí. Pero como hay una
serie de discursos y trabajos en los que desarrollo la misma ideología,
a ellos me remito.
Fiscal: Siguiendo sus propósitos de
organización, buscando y recogiendo adeptos en todas partes, ¿la Falange
Española fusionó a ella las J.O.N.S. que ya existían con anterioridad a
Falange Española, por ser útil a sus fines políticos utilizar y atraer
las asociaciones de las J.O.N.S. contrarias al régimen legal,
erigiéndose Vd. en líder o Jefe de todo ese conglomerado, de toda esa
agrupación de la Falange Española y de las J.O.N.S.?
José
Antonio: No, señor. Había una pequeña agrupación que se llamaba Juntas
de Ofensiva Nacional–Sindicalista. Esta agrupación se fund6 por un
muchacho, Ramiro Ledesma, que siempre ha tenido un revolucionarismo
espectacular. No había tales juventudes, porque eran una docena de
amigos. Lo que pasa es que como él agitaba una bandera
Nacional–Sindicalista, coincidentes en muchos puntos, en lo teórico, con
la que agitábamos nosotros, el hecho de que existieran dos agrupaciones
iguales, se prestaba a un confusionismo. Todo el que ha hecho una
propaganda política sabe lo difícil que es recoger adeptos. El hecho de
que hubiera dos asociaciones con idearios parecidos, complicaba y
entorpecía hasta tal punto, que tuvimos que transigir con la suma de
esos dos movimientos. Pero Ramiro Ledesma, que es cauto y que sabía
explotar su propia fuerza y sobre todo el instrumento de posibles
especulaciones políticas que tenía en la mano, exigió que al nombre
escueto y bastante bonito, de... Falange Española, le añadiésemos ese de
J.O.N.S. No hubo manera de hacerle desistir, y, naturalmente, por
añadirle ese apéndice no íbamos a mantener vivo ese pequeño cáncer.
Transigimos y por eso hubimos de hacer Estatutos nuevos en octubre de
1934. Los otros eran del treinta y tres.
Fiscal: ¿La finalidad
de esa nueva agrupación política no era otra que sustituir al Estado
democrático que el pueblo se dio por otro autoritario o imperialista,
que propugnaba Vd. en su ideario político.
José Antonio: Desde
luego el sistema constitucional de Parlamento y todo eso, sí ¿Cómo voy a
ocultar semejante cosa? No por un sistema, sino por un Estado
Sindicalista; lo cual quiere decir ésto, como todo el mundo sabe. Las
personas que suponen que el régimen capitalista está en quiebra, en sus
últimas manifestaciones, entienden que este régimen capitalista tiene
que dar paso a una de estas soluciones: o bien a la solución socialista,
o bien a la solución sindicalista. Poco más o menos, los socialistas
entregan la plus-valía, es decir, el incremento de valor del trabajo
humano a la colectividad organizada en Estado. En cambio, el sistema
sindicalista adjudica esta plus-valía a la unidad orgánica del mismo
trabajador. Se diferencian los dos del sistema capitalista actual, en
que éste la adjudica al empresario, al que contrata el trabajo. Pues
bien, como la Falange Española ha creído desde un principio, en que el
sistema capitalista está en sus últimas manifestaciones (Una conferencia
que encontraréis en las páginas de "Arriba", quizá una coyuntura
decisiva ante la historia política del mundo, que pronuncié en Madrid
ante seis o siete mil personas) y que, precisamente esta es la crisis de
nuestra época al decidirse por uno de esos dos sistemas optó por el
sindicalista, porque creo que conserva en cierto modo el estímulo y da
una cierta alegría de trabajo a la unidad orgánica del trabajador. El
socialista parece que burocratiza un poco la vida total del Estado, pero
esto, como se vé, es actitud lícita. El mundo está lleno de partidos.
El carlista, tradicionalista, monárquico... que propugnan distintas
maneras de entender el Estado. Fuimos procesados por sostener estas
ideas y el Tribual Supremo de Justicia ya bajo el Gobierno, no actual,
sino del señor Azaña y Casares Quiroga, y precisamente por la Sala
Segunda del Supremo, que es la de más probada lealtad republicana, que
está formada no por representantes de la carrera judicial, sino por
elementos como Antán Oneca, discípulo predilecto de Jiménez Asúa, y
notables jurisconsultos como el señor Crespo Cambra, nombrado por el
Gobierno de la República, este Tribunal Supremo nos dió la razón y nos
dijo que precisamente la Constitución permite que los españoles profesen
distintas ideas políticas y prevé hasta la posibilidad de su propia
sustitución. Ella misma habla de que puede ser sustituida por otra. Me
parece que eso no es delito alguno.
Uno de los puntos, aparte
nuestros juicios, determina que entendemos que la plenitud histórica de
España es el Imperio. Pero según explica una conferencia de Rafael
Sánchez Mazas, que es el primer intelectual de la agrupación, se
entiende que nosotros no entendemos por Imperio una vasta extensión de
país. Nosotros no somos nacionalistas;. no creemos que una Nación, por
el hecho de ser territorio y de que unos hombres y unas mujeres nazcan
en él ya es la cosa más importante del mundo. Creemos que es una Nación
importante, en cuanto encarna una Historia Universal. Por eso entendemos
en el destino que Italia y Alemania expresan, valores universales, como
lo representa Rusia, y éstas son Naciones. Las Naciones que ya han
dejado de potenciar un valor histórico en lo universal, no nos interesan
nada. No creemos que lo sean por el hecho de que ya están y se hallan
enclavadas en una superficie de tierra. Creemos que eso tiene que
representar una función universal; Imperio, es decir, trascendental, que
salga más allá de sus fronteras, de su tierra, de sus piedras, de sus
elementos naturales. Y esto es lo que quiere decir la palabra Imperio y
ésto es lo que está dicho, mejor delimitado, en la conferencia de
Sánchez Mazas.
Fiscal: Para escribir como título de esa
Asociación política Falange Española y de las J.O.N.S., cuando habla de
Falange Española, lo mismo en público que en privado, en hojas y en
manuscritos, ¿se refiere a un movimiento que llaman
Nacional–Sindicalista?
José Antonio: Sí, señor. Lo corriente es
que el partido sea el partido. Pero, como la conciencia pública española
está tan castigada por tantos partidos, la palabra partido suena mal, y
como tenemos tendencia totalitaria, como la tienen los socialistas
ladeamos la palabra partido y la sustituimos por Movimiento Nacional.
Fiscal:
¿No es más cierto que el emplear, para escribir, ese título de
Movimiento, sea para que en cualquier momento puedan utilizar en dos
acepciones esa palabra, es decir que llegando un movimiento
insurreccional subversivo, de algo que signifique cambio político en
España, cuando se hable de ese Movimiento no pueda entenderse y
disimular su verdadero movimiento?
José Antonio: No, señor. Nada
semejante a esto. Desde el primer mitin, dado en el Teatro de la
Comedia, lo dije. Nosotros no somos un partido más. Somos un
antipartido. Somos un Movimiento Nacional. Esto se ha dicho infinitas
veces. Los que hayan prestado atención, a mis camaradas y a mí, saben
que es verdad esto.
Fiscal: Entre los numerosos actos políticos
que celebró Vd. por su autoridad y ascendiente, ¿alentó o influyó en tal
sentido que produjera en su ánimo, un estado, sobre todo cuando los
otros eran izquierdas y proletarios, que determinará la comisión de
actos delictivos?
José Antonio: La cosa es bien clara de
comprobar. Cuando me dijo esto el juez, al tomarme declaración, me
preocupó pensar cómo podría sacudirme este cargo. En la colección de mi
periódico a ver si hay un solo renglón. He pedido que se traigan mis
discursos parlamentarios. El Tribunal no lo ha creído oportuno. Pregunta
después que si esta virulencia se recrudeció en tiempos en que el
Gobierno de España era regido por Gobierno de izquierda. ¿No ha existido
eso? Se constituye Falange Española en 1933, unos meses después de caer
el Gobierno de Azaña y ha durado hasta el 16 de febrero del año en que
estamos, en que fueron las elecciones. Hasta el catorce de marzo, en que
me encarcelaron. Durante esos días no hubo actos públicos de ninguna
especie; entonces, ¿de dónde puede sacar el señor Fiscal que esa
virulencia mía se ha producido?
Presidente (Iglesias del
Portal): Puede el procesado suprimir las preguntas y limitarse a
contestar a las preguntas que le hagan.
Fiscal: Al conocimiento
de esos actos delictivos ¿no es cierto que no los impidió, ni censuró la
conducta de sus afiliados haciendo uso de la autoridad que tiene sobre
ellos, aún en ese periodo breve, sino que llegó hasta casi autorizarlos,
defendiéndoles, cuando eran procesados por su actuación, ante los
Tribunales?
José Antonio: No he defendido ni una sola vista por
ningún delito de sangre en doce años, ni de Falange ni de fuera de
Falange. Eso se puede ver en el Registro del Colegio de Abogados. He
defendido innumerables por supuestos delitos de tenencia ilícita, etc.
Me consta que como acuerdo del partido, como cosa organizada por el
partido, no se ha cometido un solo delito de sangre. Que en épocas de
lucha encarnizada como ésta, y entre grupos políticos de ideología
contrapuesta, caigan muertos de un lado y de otro. ¡Que duda cabe! Esto
es infinitamente triste. Tengo la misma consideración por la sangre
vertida de un lado y de otro. Me ha dolido que hayan caído obreros
anarquistas, socialistas, en luchas con afiliados nuestros, que no sé
quien son. Algunos muertos nos atribuyen. También tengo yo sesenta y
cinco muertos en una lista que está en autos, y no se me ocurre
imputarle su muerte a ninguno de los partidos de donde pudieron salir
los agresores.
Fiscal: Con motivo del aplastante triunfo del
Frente Popular, ¿redobló sus actividades en contacto con otros elementos
afines, por ejemplo Renovación Española, contraria al régimen
republicano, para preparar la revolución que ensangrienta a España?
José
Antonio: Le diré al señor Fiscal. A fines de diciembre de 1935 vino a
visitarme un redactor de Blanco y Negro periódico ultraderechista, para
decirme: ¿Qué resultado prevé Vd. de las elecciones? Había preguntado ya
a Calvo Sotelo, a Gil Robles y a no sé quien más. Todos habían dicho:
"Triunfo aplastante de las derechas". En la última página o en la
penúltima de este periódico está lo que yo dije: "Preveo el triunfo de
las izquierdas". "El triunfo rotundo de las izquierdas". Y me dijo: ¿Qué
sucesos públicos prevé como consecuencia? Respondí: "Se constituirá un
Gobierno de izquierdas burguesas, probablemente presidido por Azaña. Si
este Gobierno acierta a comunicar al país la experiencia de una obra
izquierdista, renovadora, pero con alegría nacional, puede esperarse
para nuestra Patria buenos días, grandes días". Esto dije yo. Y agregué:
"Si no consigue eso, probablemente, habrá una pugna evidente entre la
Revolución Marxista y la Revolución Nacional". Esto dije también. Se
celebraron las elecciones, la Falange Española fue separada de las
derechas e hizo campaña contraria a ellas, porque les eché en cara
treinta veces que no habían sabido hacer una obra Nacional y Social; que
se habían limitado a aplastar, de modo torpe y excesivo, la Revolución
de Asturias, sin ponerse a indagar por qué podía haber estallado. Todo
esto lo dijimos hasta hartarnos y cuando vino el, dieciséis de febrero y
triunfaron las izquierdas, publiqué un número de Arriba, en el que a
toda plana se decía: "Sucedió lo que tenía que suceder"
"Como
habíamos previsto el veintiocho de junio de mil novecientos treinta y
cinco, antes de la primavera de este año tendremos Gobierno Azaña en el
Poder". "La experiencia es peligrosa. Está llena de riesgos. Pero esta
experiencia peligrosa nos interesa. Esta puede tener una sustancia, un
color y un contenido". Así que, como españoles, miramos esto con una
expectación benévola.
Fiscal: Acaba Vd. de manifestar que tenía
que venir la Revolución Marxista con la Nacional. ¿Es la equiparación de
que tenía que ser la marxista con ustedes?
José Antonio: No voy
a dar parte de mis condiciones de profeta. Yo lo que dije es que
estallaría un choque violento. Eso es evidente. En la calle está. La
relación mía o la simpatía con esto que está luchando en la calle, esto,
cuando el señor Fiscal me lo pregunte, le contestaré con mucho gusto.
Fiscal:
En virtud de ese triunfo del Frente Popular ¿dedicó sus actividades a
celebrar reuniones clandestinas, con sus secuaces para llegar a un
acuerdo a la forma, la manera y la época propicia en que habían de tener
lugar el movimiento subversivo?
José Antonio: Si estaba en la
Cárcel, algo así como veintitantos días, no podía hacerlo y ¿cómo iba a
mostrar simpatía hacia esas personas a quienes había combatido y
censurado durante dos años?
Fiscal: ¿Presentaron Vds. impreso del programa político, en la Dirección General de Seguridad?
José Antonio: No, señor. De los Estatutos, sí: pero del programa político ¿desde cuándo hay que presentarlo?
Fiscal:
La lectura de los números y puntos que se detallan y expresan sin
hablar del conjunto, ¿ese programa político era sin variación alguna, lo
que constituye el desarrollo de todas las actividades políticas de
ustedes? ¿Lo refleja todo?
José Antonio: No voy a condenar ahora
la Revolución, para que parezca que quiero congraciarme con el
Tribunal. Esto me interesa ponerlo en claro. La revolución en calidad de
cipayos, la revolución de mis muchachos, ardorosos, combatientes, para
luego Dios sabe qué, eso no. Creo que eso es la sustancia del juicio
presente y espero las preguntas del señor Fiscal.
Fiscal: ¿Antes
de ser detenido hizo propaganda en contra de la República y a favor del
Fascio, que continuó con posterioridad, y siempre tratando de la
Revolución para su logro?
José Antonio: ¡Jamás! ¡Jamás! ¡Jamás!.
La palabra Fascio no aparece ni una sola vez en treinta y tantos
números. ¡Que me señale un solo hecho, o indicio, de semejante cosa!
Fiscal:
¿Recibía cartas dirigidas a Vd. como Jefe de la Falange de sus
secuaces, en las que estos decían, llenos de ímpetu y valor, que se
preparaban para lanzarse al asalto del Poder?
José Antonio: Probablemente innumerables. Es cosa de los ingenuos.
Fiscal: ¿Usted realizó un viaje a Alemania en el año treinta y cinco?
José
Antonio: No, señor. El primero de mayo de 1934, por primera vez, y
volví el siete del mismo mes. Le voy a decir que hablé unos minutos con
Hitler, pero éste no habla más lengua que el alemán y yo es una lengua,
que apenas puedo decir, que empiezo a entender. Me tuve que valer de un
intérprete y en cinco minutos que hablamos me dijo que tenía gran afecto
para la memoria de mi padre, le di las gracias, y como había entre
nosotros una gran distancia, allí terminamos la entrevista. No he vuelto
a poner los pies en Alemania ni antes ni después.
Fiscal: ¿La gestión de este Movimiento data precisamente de este año?
José Antonio: ¿Del año treinta y cuatro?
Fiscal: Quizá del año treinta y tres, a virtud de aquella época.
José Antonio: Eso no lo sé.
Fiscal:
La prensa ha publicado escritos, que nadie ha contradicho ni
rectificado, en donde se ha dicho que antes de que Vd. fuera a Alemania,
hubiera ido ya el difunto ex General Sanjurjo, por sugerencias que le
hicieron a Vd., en su estancia en Berlín, por Hitler o alguno de los
lugartenientes suyos, y usted lo indicó a Sanjurjo para preparar la
subversión.
José Antonio: Perfectamente. El señor Fiscal en su
acusación dice que eso ha sido publicado un día de octubre de este año.
Según dice el señor Fiscal, mi absoluta incomunicación empezó el
dieciséis de agosto. Es decir que, desde entonces, se acabó la
tolerancia conmigo. Entonces, comprenda el Tribunal, que es imposible
que yo me enterase de que se había publicado eso y me rectificara. Eso
sería pedir gollerías. En cuanto a Sanjurjo lo vamos a ver enseguida.
Fiscal: Ya le preguntaré sobre eso.
José
Antonio: Decía el señor Fiscal que el General Sanjurjo fue propuesto
por mí, o me dijeron que era mejor que fuera Sanjurjo. Pues bien, sobre
lo que he dicho antes, referente a mi paso por Alemania, de que jamás he
visto al señor Hess, añadiré que no he tenido la más mínima relación
con Sanjurjo, a quien tenía afecto, porque era compañero de armas de mi
padre y hombre de muy buenas cualidades, aunque quizá fuera equivocado y
torpe en política, porque no tenía capacidad política. No he tenido
relación con él, porque él ha estado emigrado en Portugal y yo he estado
en España.
Fiscal: ¿Heff no preparó una entrevista de Vd. con Hítler?
José Antonio: ¡Jamás!, no he visto jamás a Hess.
Fiscal:
Lo de Hess o Heff, lo mismo da. Ahora, si le conoce mejor el procesado,
eso varía. Yo sigo con Heff, mientras no se demuestre lo contrario con
un diccionario. Claro que, cuando el procesado lo dice, él sabrá por su
superior cultura.
José Antonio: Bien; el señor Fiscal sabe que mi cultura es bien modesta, pero que la uso.
Fiscal: Basta. ¿Tuvo lugar un mitin en Berlín en el que habló usted, hablando también Mosley?
José
Antonio: Yo le digo al señor Fiscal que un mitin es un acto público. Ha
tenido que publicarse la reseña en infinitos periódicos de Europa. Hay
muchos periódicos españoles que tienen completísimo archivo: El Sol, El
Debate, ABC. Todos están ahora incautados por el Frente Popular. Que se
pida a los archivos de esos periódicos, ya que yo no lo puedo hacer,
porque estoy encarcelado y todos lo sabéis, a ver si existe un supuesto
mitin, en un lugar de Europa, en que yo haya hablado. Tampoco conozco al
señor Mosley.
Fiscal: ¿Recuerda que Sanjurjo al hacer su viaje a
Alemania desde Portugal, vino una referencia que se publicó y la
insertaron todos los periódicos españoles, de su disimulo de que se
marchaba porque se le había hablado de algo que se preparaba?
José Antonio: Sí, recuerdo haberlo leído.
Fiscal: Sin embargo, como a usted le consta que hizo un viaje a Alemania y le notificó a usted...
José
Antonio: Yo le ruego que no me haga explicar la conducta del General
Sanjurjo, sino la mía. Yo creí que se había visto que no lo estaba. Pero
esto ¿qué relación puede tener conmigo?
Fiscal: Pues por el afecto. El General Sanjurjo disimuló su salida de Portugal.
José
Antonio: Pero ¿cómo detrás de mí, señor Fiscal? ¿Cómo he podido decir
que Sanjurjo fue detrás de mí, si he sostenido que estuve a primeros de
mayo de mil novecientos treinta y cuatro y Sanjurjo fue en el año
treinta y seis?
Fiscal: No hay una distancia tan grande. Para mí, según mi información, es más próxima.
José
Antonio: Pues, por fortuna, en la colección de Arriba, se da noticia
cada semana de mi actuación. Cada semana estoy dando un mitin en
ciudades de España.
Fiscal: ¿Usted sabe si en su estancia en
Berlín el General Sanjurjo, llevó a cabo un pacto especial, en el cual
Alemania colaboraba no sólo con protección y ayuda económica, sino
también con armas y.municiones, a cambio de algo que se le concedía de
nuestro suelo?
José Antonio: Yo no sé nada de semejante pacto. Y
si eso puede ser puede tener la seguridad de que a quien hubiera
firmado un pacto de esta índole, no hubiera tenido yo después escrúpulo
de pasarlo por las armas. Es decir, envolvernos en un régimen colonial
en que tantos años ha estado España y del que estaba saliendo hace
treinta y cinco o cuarenta. Eso de ninguna manera.
Fiscal: En
una de las cartas que usted recibió de Sanjurjo, éste empezaba así:
Desde Vigo y a mi regreso de Alemania tengo mucho gusto en felicitarte,
porque eres muy valiente..." pues bien, en el ángulo hay una nota, de su
puño y letra, en la que habla de algo de carácter secreto.
José Antonio: Dice: "Contestada de palabra por persona segura".
Fiscal: ¿Quiere usted explicar por qué se le dio ese carácter secreto, como una inteligencia común entre ustedes?
José
Antonio: Está clarísimo. Me escribe una carta el día de mi santo, que
es también el santo suyo. El día 19. Me pone esas cosas que se ponen a
todos los amigos que están en la Cárcel. A mí me habla de tú y yo a él
no. Me considera por la amistad que a mi padre le unía, como un niño.
Dice: "A mi vuelta de Alemania te puse un telegrama que supongo no
recibirías". En vez de contestarle por escrito a esa carta de diecinueve
de marzo, a alguien que vino y me dijo: "Voy a ver al General Sanjurjo
en Portugal", le encargué que le dijera que había recibido su carta y
que me alegraba muchísimo. Pasó un mes y pico y el veintitrés de abril
me volvió a escribir otra carta que está ahí en la que me dice: "Supongo
que recibirías una carta mía que te envíe a la cárcel Modelo". Ni ha
recibido esa contestación mía, ni le importa, ni me ha vuelto a
escribir. Y esta segunda carta es, poco más o menos, tan frívola como a
otra. Me habla: "Aquí veo todos los días a tus magníficos muchachos
expatriados". ¡La gracia que me haría ver a esos que iban a presumir de
héroes cuando todos estábamos en la cárcel! El General Sanjurjo me
escribe una carta felicitándome por mi santo. Le mando recado de
palabra. No lo recibe. Me escribe segunda carta y se acaba mi
correspondencia con el General Sanjurjo. Esto es lo que está en los
autos.
Fiscal: ¿Estando en la Cárcel de Madrid detenido, lo
mismo que en esta de esta Capital, no ha recibido usted muchas cartas
sin censurar todas ellas.
José Antonio: Sin censurar, que yo sepa...
Fiscal: ¿Reconoce que son del General Martínez Anido, del Doctor Albiñana, de Serrano Súñer?
José
Antonio: Y de Miguel Maura, doctor Marañón, y otros amigos más. El
contenido de esas cartas está ahí y a ellas me remito y si quiere un
pequeño comentario a ellas, lo haré.
Fiscal: Estando en la cárcel, las principales visitas que recibió ¿no eran de elementos de Falange Española?
José Antonio: Naturalmente que sí.
Fiscal: ¿Con ellos hablaba usted de la preparación del movimiento subversivo?
José
Antonio: Con ellos hablaba por tandas de quince a veinte y rogué a los
Oficiales que me las abreviasen. Se trataba de gente cariñosísima. Eran
"Arriba España", el saludo y alguna que otra vez "Os trasladan a
Madrid", "Cuándo os libertan". ¿Ibamos a conspirar a gritos con treinta o
cuarenta personas a la vez y con personas que yo no conocía pues no
había estado jamás en esta región?
Fiscal: ¿En el locutorio de
conferencias concurrían nada más que Letrados o también personas de la
intimidad o correligionarios? ¿Podía usted, no a gritos, sino en
conversaciones aparentemente corrientes por todos los que concurrían
allí, de la capital y de la provincia, haberlo hecho?
José
Antonio: Claro que eran afiliados casi todos, pero yo personalmente no
les conocía. Eran afiliados porque me lo decían ellos. Muchas veces les
pregunté: ¿Tenéis carnets? Entonces salían una tercera parte de ellos
diciendo que eran simpatizantes. Yo les dije que tenía poca simpatía a
los simpatizantes, porque eran los que se sumaban a los homenajes, pero
no a la lucha. Tuve visitas individuales, y estoy dispuesto a contestar
sobre esas entrevistas.
Fiscal: ¿Recuerda que las comunicaciones en el locutorio con su familia, eran en el mismo pasillo reservado a la vigilancia?
José Antonio: Sí, señor.
Fiscal:
¿Las demás eran en el locutorio de enfrente? ¿No recuerda que ha
recibido visitas sin tener el carácter de Abogados en el locutorio de
Abogados?
José Antonio: Generalmente en consideración a ser Diputados que venían a verme de cuando en cuando.
Fiscal:
¿Recuerda que entre esas visitas recibió una de José Ibáñez Massó, de
esta capital, en donde le habló a usted de la preparación del movimiento
y tiene su explicación en el momento en que esperaba la llegada de su
Secretario, el Letrado señor Sarrión, con el cual le pondría usted en
relación?
José Antonio: Del movimiento no me habló nada.
Probablemente sí me dijo: "Tengo que decirle alguna cosa reservada",
como muchísimas veces me han dicho –porque como es de comprender no
todos los partes pueden darse al pregonero–, y es probable que le
dijese: "Puesto que va a venir Sarrión entrevístate con él". Con lo que
terminó la entrevista con mi Camarada ya difunto y entrañable Ibáñez
Massó.
Fiscal: ¿Fue éste el que fundó Falange Española en Alicante?
José
Antonio: No lo sé, porque tuvo sus dimes y diretes. Yo no le conocía
directamente, aunque nos habíamos escrito, personalmente, hasta esa
primera vez que vino a verme. Lo que le ha pasado después
desgraciadamente, lo he sabido ayer...
Fiscal: ¿Es cierto que llegó Sarrión, su Secretario?
José Antonio: Es compañero mío de Universidad.
Fiscal: ¿Le puso usted en relación con Ibáñez Massó?
José Antonio: No. Le dije a Ibáñez que se pusiera en relaciones con Sarrión.
Fiscal:
¿Recibió la visita de Augusto Aznar, Médico de Crevillente, que había
llegado en coche conduciendo a algunos amigos, con unas pistolas
ametralladoras? ¿Le visitó a usted personalmente, a mediodía del
diecinueve o veinte de julio y después salió? ¿No regresó a Crevillente,
quedándose en la población y hubo un tiroteo por la noche en Alicante?
José Antonio: La radio sonaba bastante clara aquella noche y oí por la radio que habían intentado venir aquella noche.
Fiscal:
¿Es cierto que en la misma prisión, y una temporada de ocho o quince
días, estuvo usted casi en constante comunicación con elementos
reaccionarios, monárquicos, desafectos al régimen, fascistas, que se
saludaban ustedes desde la galería, los que estaban en contacto directo
con usted, y por una reja conversaban con el saludo: "El Fascio ha de
triunfar".?
José Antonio: Lo del Fascio es una expresión que no
hemos empleado nunca y que comprenderá el señor Fiscal que me molesta.
Somos sencillamente afiliados a Falange Española, pero no enemigos del
régimen. Estaban detenidos aquí desde antes de llegar yo, y aunque
estábamos formalmente separados, como había bastante tolerancia en el
régimen de la cárcel, nos veíamos con frecuencia y nos saludábamos.
Fiscal: ¿Recuerda el nombre de Antonio Macía, apodado "El Pollo"?
José Antonio: No señor. A este no le recuerdo. Aquí hay dos: José Macía y Francisco Macía.
Fiscal:
Usted ha hablado con algún Macía. ¿Recuerda que estallado el
movimiento, cuarenta y ocho horas después recibió la visita de uno de
los Macía. Fue Antonio Macía. Por la mañana habló con usted ultimando el
Movimiento, y por la tarde, precisamente al oscurecer, volvió a
visitarle y le pidió una carta, usted se la dio –puesto que gozaba de
una libertad absoluta en la prisión, donde el régimen interior no rezaba
para usted–, cuya carta al Macía le indicaron la llevara al cuartel
Benalúa donde estaban reunidos?
José Antonio: No, señor.
Fiscal:
¿Le habló Macía de que, cumpliendo sus instrucciones había dejado dos
camiones en la carretera de Alicante, para venir, sacarles y señalarles
la conveniencia de ir al Gobierno?
José Antonio: Mientras me hablaba de un Macía, no sabía de que Macía se trataría. Ahora cuando me precisa este hecho, no sé...
Fiscal: Un mapa que obra al folio cuarenta y uno y al folio cuarenta y cuatro, si mal no recuerdo...
José Antonio: Lo he reconocido.
Fiscal:
Y dos calcos, en los que con lápiz azul y rojo se señalaba la situación
de las fuerzas. ¿Quiere decir al Tribunal –porque ya dije que eso no se
hace a título de curiosidad, sino como interesado–, por qué hacía usted
todas esas manifestaciones y la distribución de los combatientes?
José
Antonio: Por la sencilla razón de que creo que en aquellos días no
había un solo español a quien no interesase eso, y como teníamos las
veinticuatro horas del día para estar en la celda, haciendo ese género
de comunicación, nosotros dibujábamos, más o menos, con el informe de
los periódicos, la situación de las fuerzas combatientes. Seguramente
muchísimas personas hicieron igual en sus casas.
Fiscal: ¿Quiere
explicar al Tribunal los motivos de esas inscripciones del calendario
de Falange Española de las J.O.N.S., desde primero de octubre de mil
novecientos treinta y cuatro a primeros de octubre de mil novecientos
treinta y cinco, en las que aparece una cruz grande y luego "Presente";
en otras "Asalto a la C. N. T....... ha caído un socialista"?
José
Antonio: obra en el sumario de Madrid, que ya fue sentenciado. Este
almanaque no tiene ni la más mínima indicación de procedencia, ni pie de
imprenta. No ha venid o al sumario porque se haya encontrado en
registro alguno, sino en la Dirección General de Seguridad porque lo
tenía un confidente. Uno de los medios de lucha es la falsificación de
documentos de los partidos contrarios. Esa es toda la autoridad que
merece ese calendario. Tal es que no ha merecido interés alguno a las
autoridades de Madrid.
Fiscal: Yo tengo mi juicio formado de ese calendario. Es para que explique la aparición de esas notas.
José Antonio: No tiene ninguna autoridad.
Fiscal: ¿Lo reconoce?
José Antonio: sí, lo he visto.
Fiscal: ¿Cómo estaba en las oficinas de Falange Española?
José Antonio: No lo creo; será falso.
Fiscal: Entonces, ¿la Dirección General de Seguridad falseará las comunicaciones alguna vez?
José Antonio: Eso lo sabrá usted.
Fiscal: Vamos a ver si aclaramos una visita de Goicoechea.
José Antonio: Vamos a ver si la aclaramos.
Fiscal: ¿Usted tiene un primo, José Goicoechea y Primo de Rivera, jubilado de Hacienda?
José Antonio: Sí, domiciliado aquí desde hace dos años, y quizá mucho antes.
Fiscal:
Según certificaciones de esta Prisión, aparece, cuando se habla de
Goicoechea y es don José, siempre "D. José Goicoechea". Este dijo al
declarar que había estado dos o tres veces y aparece cinco; que hizo las
tres o cuatro visitas con sus familiares y ha hecho cinco visitas. Pero
ahí, en el número 1639 de las mil ochocientas y pico visitas que
aparecen en treinta y cinco días, que le han visto en la prisión figura
en la relación un señor Goicoechea de Madrid, que le visitó el dieciocho
de julio.
José Antonio: El catorce.
Fiscal: Aparece,
sin decir José o Antonio, señor Goicoechea, Madrid. Es el ocho de julio.
Y con el número 1778, aparece bien claro, como tal visitante, Antonio
Goicoechea, de Madrid, el catorce de julio.
José Antonio:
Antonio Goicoechea no ha estado en Alicante en esta prisión, nunca.
Además sería estúpido negarlo, he recibido otras visitas que,
igualmente, podrían ser sospechosas. Sobre esto hay un poco de
confusión. Por de pronto, el llamado Antonio Goicoechea no es Diputado.
Lo ha sido en otras cortes pero no en estas. Están mal informados el
señor Fiscal y el señor Juez. Pero todos los que han declarado que vino a
verme numerosas veces el Diputado Antonio Goicoechea, es porque Abundio
Gil dice que estuvo varias veces. Perea dice: "No recuerdo si estuvo
una o más de una". El Juez decide que una sola vez, el catorce de julio y
el Fiscal parece que se inclina a que fueran dos. Es que hay un lío
armado. D. Antonio Goicoechea no estuvo aquí nunca. He pedido que por
Comisaría se diga si estuvo o no aquí, una persona tan conocida y que
necesariamente tuvo que ser registrada en la ciudad.
Fiscal:
Usted a propósito, buscó una conferencia, una entrevista, con un enviado
especial de un periódico de Londres, recientemente, y cuando el
movimiento estaba ya en su auge, preparada o espontáneamente ese enviado
especial se le presentó solicitando interviuvar a usted.
José
Antonio: Yo no podía pedir nada porque estaba incomunicado y una mañana
me dicen: Viene a verle un periodista extranjero –no inglés, sino
norteamericano– acompañado de varios miembros de la Comisión de Orden
Público. La entrevista me hizo poquísima gracia, porque... ¡un
incomunicado ponerse a hacer declaraciones Pero como siempre es bueno
hacer una declaración sincera, hice algunas declaraciones recogidas, con
alguna fidelidad, en los extremos que más me pueden perjudicar en ese
periódico de Murcia que tuvo la amabilidad de enseñarme el señor Fiscal.
Fiscal: A pesar de eso que depuso usted en el sumario ¿no es
más cierto que buscó usted esta entrevista como medio de sincerarse
puesto que la publicó El Liberal de Murcia, con conocimiento de la
información extranjera publicada por El Liberal con fecha veinticinco de
octubre, puesto que esta fue el seis, siete u ocho de noviembre.
José
Antonio: Aseguro, absolutamente, que no, que esta fue tramitada por
entero por la Comisión de Orden Público. Ni siquiera recuerdo cómo se
llama el periodista, aunque le conozco desde hace varios años, tres o
cuatro, de Madrid. Y recuerdo que le conocí porque almorzamos juntos,
invitados por un amigo común rumano, antifascista furibundo.
Fiscal:
¿Recuerda que en esa entrevista hizo manifestaciones de desagrado y
menosprecio hacia Gil Robles, porque éste durante su mandato en el
bienio negro radicalcedista, no hubiese hecho lo que podía hacer, porque
de esa manera hubiera hundido el izquierdismo y a las organizaciones
sindicales?
José Antonio: Sería ridículo. Eso está en pugna.
Jamás he dicho semejante cosa y le diré otras cosas que me perjudicarán
luego. Esa entrevista está llena de disparates.
Fiscal: ¿Censuró usted el período álgido de Lerroux–Gil Robles, como gobernantes, a ese enviado especial?
José Antonio: Sí señor. Y también el de Casares Quiroga, como gobernante.
Fiscal:
¿Le preguntó ese enviado especial, si usted aceptaría un puesto, de
triunfar la Revolución, en el Gobierno que llegara a constituirse o en
la Asamblea o lo que fuera?
José Antonio: No me lo dijo en esos
términos. Ahora, me hizo declarar mi punto de vista sobre esa rebelión.
Me dijo "Se han unido todas las fuerzas antiguas" Si es así, le dije que
yo estaba en contra del movimiento. No creo que el Ejército se haya
sublevado para restaurar la política antigua. Si lo hubiera hecho no
creo que algunos de los que figuran se hubieran adherido, pero ello
sería la razón para que volviese pronto el régimen de izquierdas.
Fiscal: Añadía usted que eso daría motivo a que Azaña volviese a reconquistar el Poder.
José Antonio: Exacto.
Fiscal:
A mi juicio guarda una relación directa. Recuerde usted que le hizo la
siguiente pregunta: "Qué diría usted si supiera que Franco ha logrado la
colaboración de alemanes e italianos a costa de la concesión de
determinadas porciones peninsulares y puertos de España, y sin tener en
cuenta el riesgo que existe para una nueva guerra". ¿Le hizo esta
pregunta? ¿Cree que tenía relación con el otro informe que dijo entendía
el Ministerio Fiscal que había relación tan directa, de que
efectivamente en sus visitas de usted, había una relación de causa
efecto y después de esas visitas señalar las posiciones estratégicas, no
cree que exista relación entre esa pregunta y la anterior?
José
Antonio: No puedo explicar relación alguna de hechos que no sean míos.
No se ni por qué el periodista me preguntó eso, ni por qué lo ha
publicado El Liberal de Murcia. Estoy contestando con bastante
sinceridad. El periodista me hizo la pregunta y le di la respuesta
vituperando todo pacto en que se enajenase todo o parte del territorio o
de la riqueza española.
Fiscal: Nada más.
Presidente: (D. Eduardo Iglesias del Portal).–¿Los jurados?
Jurado (Ortega): ¿Usted conocía en Madrid a Ribagorda?
José Antonio: Le conocí en la cárcel, el catorce de marzo de este último año.
Jurado (Ortega): ¿Y a un individuo apodado "El Negro"?
José
Antonio: De ese no me acuerdo. De Ribagorda sí, porque me escribió
alguna carta. El pobre creo que ha muerto, tenía gran empeño por hacerse
pasar por camarada. Yo les dije a los camaradas de la misma galería que
no lo consideraran como tal.
Jurado: ¿Usted, anteriormente a ingresar en la Cárcel no tenía ninguna relación con él?
José Antonio: No tenía la menor idea de que existiera Ribagorda.
Jurado: ¿Cómo le pusieron para su custodia personal?
José
Antonio: El único negro que conozco es Antonio Pereira, que es
afiliado, y tiene cariño especial o afecto a Ruiz de Alda. El otro no sé
quien es, y Ribagorda no ha estado afiliado nunca.
Jurado: Para su salvaguarda personal, ¿no le acompañaban estos individuos?
José Antonio: No me acompañaba nadie.
Jurado: ¿Y a Ramos y Sotomayor?
José
Antonio: Claro. Son los que prepararon con Ledesma la disensión de las
J.O.N.S. Este nos traicionó y lo tuve que echar. Salió una nota mía en
los periódicos. Precisamente por los puntos de contacto que existían
entre las J.O.N.S. y la Falange Española quise que convivieran y
llegaran a fundirse. Entonces Sotomayor entró y armó la disensión.
Jurado: Ya fundidas, por la actuación de Ramos, con éste ¿guardaba usted enemistad?
José
Antonio: Hay que señalar tres períodos. Ellos forman J.O.N.S. y nos
fastidian. Se suman al Movimiento y se funden. Y tercero, ellos son
desleales.
Jurado: Con anterioridad a romper relaciones con estos señores ¿guardaba usted con ellos relaciones amistosas?
José Antonio: Tenía con ellos trato diario de camaradas.
Jurado:
¿Era en la calle Marqués de Riscal donde planteaban, como
verdaderamente se ha visto en la práctica, por toda la opinión española,
el sinfin de asesinatos cometidos en Madrid contra elementos de
izquierdas que, indudablemente habían de ser provocados por elementos de
derechas?. ¿Era en la casa de esa calle donde organizaban los
asesinatos estos?
José Antonio: Esto será un rumor. No hemos
planeado asesinatos como cosa del partido. Allí no sé si en alguna
habitación unos cuantos planearían eso. Pero no tengo conocimiento de
ello.
Jurado: ¿Usted ignora los individuos que atentaron contra Juanita Rico?
José
Antonio: Los conozco. Conozco los que fueron facilitados por un
confidente del periódico Mundo Obrero, como en todas partes hay
traidores, pone unos nombres y esos nombres son distintos de los que
publica Mundo Obrero. Esto es lo grave: que Mundo Obrero encontró más
periodístico y sensacional dar ciertos nombres.
Jurado: Concretando. Los individuos que atentaron contra esa muchacha pertenecían a Falange Española?
José
Antonio: No sé quienes atentaron contra Juanita Rico. Y digo que esos
nombres son distintos. Hay los verdaderos autores, los del confidente y
los del periódico. De los verdaderos autores no tengo idea.
Jurado: ¿Al señor Robles, que actuó de Fiscal en la causa contra usted le unía alguna amistad?
José Antonio: De él conmigo no.
Jurado: ¿Ni de una prima suya?
José Antonio: Nada.
Jurado:
Usted dice a preguntas del Fiscal que cuando fue el Ibáñez Mussó a
comunicar con usted, le dijo que se sometiera a las instrucciones que le
daría uno de sus compañeros.
José Antonio: No señor.
Exactamente, no. Ibáñez Mussó me dijo que me tenía que decir algo más
minucioso, más reservado. Yo para asegurar la intimidad de la
comunicación le dije: "Pues hoy viene precisamente Sarrión, que es
compañero mío de despacho. Habla con él".
Jurado: ¿Cómo puede
justificar que siendo la máxima autoridad de Falange Española vitupere
el movimiento que han provocado, siendo Falange Española uno de los
puntales de este levantamiento?
José Antonio: Por el hecho,
sencillísimo, de estar yo en la cárcel, hecho que ha sido buscado
directamente, por las fuerzas de derechas que están en la calle. Han
querido aprovechar el brío y la energía combatiente de los muchachos de
Falange Española, impidiendo mi control sobre ellos.
Jurado: ¿Y
no ve que se contradice la opinión del procesado con la prueba evidente,
que existe y personalmente vamos a confirmar en Alicante mismo? Sí
verdaderamente debióse a que haya tenido esta intervención tan directa
Falange Española, a estar él preso y no poder guardar la debida
autoridad, con los de la localidad ha guardado el procesado estrecha
relación, por la libertad que ha tenido de comunicaciones. ¿Y cómo es
posible que los de la localidad y provincia, que guardaban esta estrecha
relación, sean también unos de los tantos que estaban en el movimiento?
Se inició el movimiento y vimos las figuras de Falange Española
guardando relación máxima con usted y luego actuando en la calle.
José Antonio: Esto no lo sabía. Lo sé desde ayer.
Jurado:
Si hubiese condenado este movimiento ¿no cree que estos hubiesen dejado
de colaborar? Si el Jefe, la cabeza máxima del movimiento indicase la
necesidad de apartarse, sus subordinados se apartarían inmediatamente y
se pondrían a su disposición, porque goza de la simpatía y admiración de
sus subordinados. ¿Cómo siguen estos con tenacidad férrea y voluntad
inquebrantable sumados al movimiento, luchando y estrangulando el
movimiento?
José Antonio: Para demostrar si es verdad o no que
lo reprocho en público, tengo el periódico clandestino que lo publicó.
Hay un artículo claro, del veinte de junio, que se llama: "Vista a la
derecha". "La Falange no es una fuerza cipaya". Se extiende a casi toda
España, precisamente por ser una de las organizaciones modernas y por
estar encarcelados muchos de los que había ligado con más dificultad y
sólo por la comunicación directa con mis camaradas.
Jurado: Yo
quiero que me conteste concretamente. ¿A qué puede atribuirse que esos
representantes de la organización aún con menos categoría que el
procesado, continúen al frente del movimiento? ¿Cómo lo justifica?
José
Antonio: No sé que continúe el movimiento más que porque me lo dice el
Jurado. Además no se nos ha dejado hablar. Yo sabía que ese movimiento
se preparaba y luego explicaré cómo trabajé para impedir que se
produjera. Será porque los de Falange se hayan dejado ganar por la
sugestión de algún otro.
Jurado: A pesar de que aduce temores
grandes, tenía la libertad de destino para que creamos todos, que con
una simple insinuación, que les podía haber hecho, le hubieran obedecido
y esto parece que es lo más sencillo. El movimiento, en la forma en que
está planteado, puede haber visitas que desempeñaran una misión. Eso sí
podría decirse. En cambio salen de la cárcel, van al pueblo y organizan
atendiendo instrucciones de Alicante.
José Antonio: No puedo creer que esté demostrado. Esta tarde, cuando me haya informado de esos autos ya argumentaré en contra.
Jurado:
Además, el procesado al explicar la organización de Falange la equipara
al Partido Socialista. Hace una distinción del Partido Socialista, a
Falange, porque es una organización estatal, que pacta cierto capital
que viniendo de la producción, podría pasar a los obreros y manifiesta
que precisamente las J.O.N.S., eran lo fundamental para que toda la
producción pasase a todos.
José Antonio: A los Sindicatos.
Jurado:
A los Sindicatos. Y habiendo como hay una Confederación Nacional del
Trabajo, de un puro federalismo, y donde verdaderamente están
condensados y defendidos íntegramente, los intereses de la clase
trabajadora ¿cómo justifica esta distinción que en el fondo mantiene el
procesado?
José Antonio: Precisamente en la nota de lo nacional.
Tenemos un cierto valor histórico que es lo nacional, casi todo un
contenido nacional, religioso, que habrá que conservar. Por eso somos
nacional–sindicalistas y no sindicalistas solamente.
Jurado:
Pues no existiendo esa relación tan profunda, porque si así fuera,
indiscutiblemente, estaría dentro de la organización confederal y da la
coincidencia de que precisamente, en la Confederación han ingresado
todos los trabajadores, todos los explotados y por el contrario recurren
a Falange todos los señoritos para hacer guerras de conquista, de
dominios, que han de repercutir en perjuicio de la clase obrera.
José
Antonio: Pues se equivoca el señor Jurado. Puede que ocurra eso al
final. Eso será consecuencia de la lucha obrera y revolucionaria.
Jurado:
¿Cómo se contradice en la práctica que a Falange vayan todas las gentes
de riqueza y a la organización confederal todos los pobres?
José
Antonio: Es hora de informaciones. En Falange, que tiene cien mil
afiliados, no encontrará el Tribunal ni siquiera ciento cincuenta que
tengan un vivir de sus rentas. Ahora se les ha encarcelado por
centenares, por millares. Pues vean como están en la cárcel. ¡Miren si
les mandan comida excelente! Son todos gentes modestísimas, de la clase
obrera urbana, por estar todos ganados por otros fervores, quizá todos
de una pequeña clase campesina, estudiantes, operarios de pequeña
importancia. No tenemos un millonario en toda la organización.
Jurado:
Por las acciones hechas con su padre, dice usted, que no supieron
agradecer la labor que hizo su padre en bien de España, y en
consecuencia de ello usted rompió las amistades con los demás sectores
políticos de derechas. Pero en cambio aparece aquí Sanjurjo y otros
militares y otros políticos que usted manifiesta tener para ellos
profunda relación, agradecimiento, amistad, y no se explica si
verdaderamente está en pugna porque no han sabido ponerse y que después
de guardar estrecha relación vienen a corroborar los hechos de que todas
las fuerzas de Falange, de Derecha Regional Agraria, de las derechas,
vienen engrosadas en el movimiento fascista que se ha levantado.
José
Antonio: Los Generales
Martínez Anido y
Sanjurjo, los perfectos amigos
de mi padre y colaboradores. Me refiero a quienes maltrataron a mi
padre. Me refiero a izquierdas y derechas, y que tengo amigos personales
en los dos bandos, ¡esto le pasa a todo el mundo!
Jurado: ¿Usted conocía al Barón de la Lide?
José Antonio: ¿Cómo se llamaba de nombre natural?
Presidente: Roca de Togores.
José Antonio: ¡A sí! ¡De Valencia creo! Me visitaban catorce o quince personas nuevas cada día.
Jurado: ¿Usted cree que puede llevar al convencimiento del Tribunal si son figuras destacadas en el Movimiento?
José
Antonio: Apenas si lo conozco. No lo sé. Mi primer conocimiento de
estos Camaradas ha sido cuando venían de la Región y en visitas de
quince o veinte al mismo tiempo.
Jurado: ¿Pero ellos han guardado esta relación con usted, y se han incorporado al movimiento?
José Antonio: No lo sé.
Jurado: ¿Pronunció un mitin el 29 de octubre de 1933, en Sevilla?
José Antonio: No. No hice en aquella fecha más que el mitin del Teatro de la Comedia, en Madrid.
Jurado:
¿Y cómo justifica este artículo? Sevilla ¡Entusiasmo indescriptible! La
Fiesta de Falange, conmemorativa del 29 de octubre de 1933... (Lo lee).
José Antonio: La de octubre del treinta y tres es justamente lo
que he dicho: la fundación de Falange Española. Que ahora lo atribuyan a
un sitio o a otro, de eso no tengo la culpa. No fue en Sevilla, sino en
Madrid.
Jurado: Si las fuerzas fascistas que se levantan para un...
José
Antonio: El Estado fascista nadie sabe lo que quiere decir. Lo que es
posible es que tenga un carácter capitalista retardatario. Esto lo
hubiera impedido. Las derechas saben que estando yo en la calle, hubiera
habido o no movimiento, pero no me hubieran apartado a que me siguieran
los grupos de muchachos en Alicante, Madrid, Coruña...
Jurado
(Antonio Moreno Peláez): ¿Me puede decir el procesado por qué medios
recibió en la cárcel el mapa de que ha hecho referencia antes, el
original?
José Antonio: No lo sé. Por carta.
Procesado Miguel Primo de Rivera: Lo tenía yo.
Jurado:
En un registro en la celda de usted, encontraron una pistola y unos
cargadores. ¿Puede el procesado decirnos por qué medios llegaron a su
poder?
José Antonio: He negado que esas pistolas las hubiéramos
puesto nosotros allí. El Director de la Prisión, que he visto como
testigo, dijo que nada más fácil que lanzar un paquete de este tamaño
por encima de la reja.
Jurado: ¿Esas pistolas le fueron entregadas o facilitadas a usted por alguien?
José Antonio: No señor.
Jurado
(Doménech): ¿El procesado acaba de contestar a preguntas de un
compañero jurado, que solamente ha hecho propaganda en el año treinta y
cinco o treinta y seis en La Coruña, Aragón o Sevilla?
José
Antonio: No he dicho eso. Me ha entendido mal. Propaganda he hecho desde
el año treinta y tres en el mes de octubre, hasta que me dijeron: "Esta
organización la tenéis mal controlada, porque no habéis estado nunca".
Precisamente eso en Andalucía, Aragón y Madrid, más que en ninguna y que
esta de Alicante, la tenía muy descuidada por no haber estado nunca.
Jurado:
Pues a este Jurado, que no se le oculta la inteligencia que el
procesado tiene, ¿cómo le explica que Aragón y esos sitios donde usted
ha trabajado mucho, estén con los fascistas y Radio Burgos al dirigirse a
los radioyentes diga: Falange Española, Radio Burgos? ¿Cómo explica que
estén combatiendo con ardor al lado de toda la masa reaccionaria del
país, precisamente en aquellas provincias que ha cuidado?
José
Antonio: Pues me lo explico por lo mismo que he dicho antes. Por no
estar yo en libertad. Por haber sido deliberadamente aislado.
Jurado:
Las revoluciones tienen dos aspectos. Uno, íntimo. ¿A mí no va a
convencerme de poder desmentir la cosa revolucionaria que estamos
viendo, de que están los falangistas juntos?
José Antonio: El
miembro del jurado sabe perfectamente que, en caso de exigir la
participación de masas, es dificilísimo mantener la cosa secretamente.
Ante la masa se puede disimular, pero no poner en pugna patente. Porque
eso se descubriría en seguida.
Fiscal: Permítame el señor Presidente una aclaración.
Presidente: Tiene la palabra el señor Fiscal.
Fiscal:
Dice usted que su detención obedeció a una maniobra de las derechas.
¿No obedeció a un estado de insubordinación ante un Tribunal?
José
Antonio: No, señor Fiscal. Fui detenido el catorce de marzo. Me
impusieron dos meses de arresto. Los soporté. Cuando todavía no se
habían terminado me vino otro por publicación clandestina. Me condenaron
a dos meses de arresto, que es lo que marca la Ley. Cuando estaba a
punto de acabar los dos meses, el Tribunal Supremo me largaba otro por
asociación ilegal. Todas estas fueron con prisión en el proceso. Nos
absuelven, pero antes de que nos absuelvan ya me han promovido el
cuarto, para que no salga nunca de la cárcel, porque dicen que me han
encontrado dos pistolas. Tienen la suerte de que me encuentren dos
pistolas en el sitio en que más daño podía hacerme. El Tribunal, que las
vió, sin polvo, encima de un cajón lleno de polvo, me condena. Entonces
se me fueron los nervios. Esto pasó en junio y estoy preso desde el
catorce de marzo.
Fiscal: Toda esa actitud fue estudiada,
relativamente meditada por tener usted todos los trabajos de
preparación. Usted disimuladamente dio orden a los Jefes de Centurias,
para que usted, metido en la cárcel, apareciera libre y ajeno, en la
seguridad de que triunfaría el movimiento, para luego decir: ¡Aquí está
el Jefe!
José Antonio: Hubiera hecho lo que hicieron todos los
demás jefes de derechas: marcharme al extranjero. Si por estar en la
cárcel me puede ocurrir lo que puede ocurrir, sí que hubiera sido sitio
seguro el mío.
Fiscal: ¿Usted conoce que sus huestes forman partidas militares y van en la vanguardia?
José Antonio: No lo conocía. Más las referencias no puedo tomarlas como artículo de fe.
Fiscal:
Hasta el dieciséis de agosto, contestando a preguntas sumariales, se le
permite escuchar radios próximas. ¿No ha oído por esa radio facciosa,
que los falangistas van a la cabeza, en vanguardia, con los moros
mercenarios?
José Antonio: Las radios facciosas no se oyen
nunca, ya que la primera medida fue cortarlas. La única que se oye, a
gritos, es la del Gobierno.
Fiscal: Nada más.
Del libro
"FRENTE A FRENTE. José Antonio frente al Tribunal Popular.
Alicante–noviembre 1936", de José María Mancisidor. Editorial Almena,
Madrid 1975.CARTA AL GENERAL FRANCO
EL ABRAZO QUE NUNCA EXISTIÓ
Leí
hace tiempo el texto de la carta a Miguel Primo de Rivera, que le
enviaba una o las tres hijas de Iglesias Portal (ver arriba la duda
existente). Indirectamente, y a través de la contraportada de un libro
al que me refiero en mi artículo, leí la conclusión que tú sacabas de un
presunto abrazo de José Antonio a Iglesias Portal que, según explico
yo, me parece más que dudoso históricamente hablando. No por parte de
José Antonio en lo que se refiere a su gesto de nobleza (“beau geste"
que dirían los franceses), sino por parte de Iglesias Portal.
Dada la
catadura de los miembros del Jurado (*) del "Tribunal Popular" que
condenó a José Antonio, y a la clase de asistentes en la sala de la
cárcel de Alicante de novbre. 1936, unos y otros odiadores del
“fascismo” en general y de José Antonio muy en particular, un abrazo
por parte de José Antonio hubiera significado “el abrazo del oso”, i.e.
una indirecta "sentencia de muerte" para el receptor del abrazo. Es
decir ni a José Antonio se le hubiera ocurrido, ni Iglesias Portal lo
hubiera permitido.
(*) Uno
de ellos –no recuerdo el nombre- al parecer anarquista, acabada la
guerra, hizo unas declaraciones -que se recogen en internet y me
transmite un joven camarada- afirmando que después de la exposición o
alegato de José Antonio explicando lo que era la doctrina falangista, se
acercó a él y le estrechó la mano (no que le diera un
abrazo…probablemente para felicitarle, pero eso ya no se dice). Pues
bien, por ese motivo, llegó a recibir hasta amenazas de muerte de sus
propios correligionarios…
Por
supuesto que en el texto de la carta de la hija (o de las hijas...) de
Iglesias Portal, redactada por el propio interesado, (dado que las hijas
no asistieron a la vista), lo cita así literalmente igual que también
dice que José Antonio y él "eran buenos amigos". Otra evidencia más de
que es el padre el que les dicta la carta. Las hijas –al parecer de
corta edad en 1936- tampoco podían saberlo.
El presunto abrazo de José Antonio a Iglesias Portal arranca –tú mismo lo indicas- de la carta que el interesado (
Iglesias Portal) dicta a sus hijas para que se la envíen a
Miguel Primo de Rivera en enero 1955, tocándole la fibra sensible al citar
“muy entrañablemente” a su hermano, señalando además que
“eran buenos amigos”… Y añadiendo una especie de
“nota de arrepentimiento”, al escribir:
“Nosotras somos hijas del Magistrado del Supremo, que como V.E. bien sabe, por desgraciadas circunstancias (sic), estuvo presente y formó parte del Tribunal en que fue juzgado (sic) vuestro hermano José Antonio, q.e.p.d. (sic)”.
Dentro de los
“testimonios incuestionables” para ti, junto a las “largas conversaciones” con Sáenz de Heredia añades que has tomado contacto con el nieto de
Iglesias Portal…
También discrepo del relato de
Aguinaga en lo que respecta a que
José Antonio fuese hacia el Presidente Iglesias Portal no solo a abrazarle sino a pedirle
“perdón por lo que había sufrido él (Iglesias Portal) por su culpa” … En absoluto. La versión que yo había leído y corroborada por un joven camarada a través de su habilidad para navegar en “internet”, es que uno de los Jueces de Derecho (
Enrique Griñán) en tono amable y como excusa del
“papelón” que habían debido interpretar, le dijo a José Antonio
“¡Qué mal rato nos ha hecho Vd. pasar!”.
A lo que José Antonio le contestó:
“Reconocerá Vd. que peor lo voy a pasar yo”.
Otra puntualización, matización o
“corrección fraterna” a tu bello relato… Tú escribes: “… inmediatamente
José Antonio avanza hacia el estrado y le abraza… y le pide perdón por…”
Pues no, querido veterano periodista, lo que hace
José Antonio “inmediatamente” después de oír la lectura de la sentencia, es acercarse a su hermano
Miguel y a su cuñada, para felicitarles y darles ánimos porque se habían librado de la pena de muerte, i.e. su hermano
Miguel es condenado entonces
“solo” a cadena perpetua y su esposa a seis años de prisión… Ambos serían posteriormente “canjeados” (abril 1938) y pudieron regresar a la España Nacional (Zona Nacional)… Y luego, siguiendo el relato de
Margarita Larios, José Antonio se dirigió a hablar con
Iglesias Portal… y sin
“abrazo”, por supuesto…
Y además, como tú muy bien resaltas, ninguno de los biógrafos españoles de José Antonio que tu citas:
Ximénez de Sandoval; Gibello, etc. menciona el presunto abrazo (excluyendo del etc. a los pseudo-historiadores extranjeros que tú mencionas…y que tú tienes en alto aprecio…mientras que para mí solo son meros pseudo-historiadores). Naturalmente, porque no consideran sólidos los
“testimonios” en que tú te basas. Porque no proceden de testigos presenciales que son quienes únicamente pueden dar testimonio… A las hijas de
Iglesias Portal debemos disculparles sus exageraciones respecto a
José Antonio, i.e. el presunto abrazo en estrados (y además
“inmediatamente”, como tú señalas… antes de ir a abrazar a su hermano y a su cuñada…) y la presunta
“buena amistad” mantenida con él…
Iglesias Portal lo que pretendía con dicha carta dictada a sus hijas, era conmover a Miguel Primo de Rivera, para que intercediera a su favor –ante Franco, si fuera necesario-
para poder regresar a España, sin el peligro de ser juzgado y condenado por sus buenos servicios a la España del Frente Popular que tantos beneficios le proporcionó(*)….. y efectivamente, lo consiguió.
Miguel puso todo su empeño en atender la petición o súplica de la carta que recibe (Ignoro si llegó a comunicarse con
Franco).
(*) llegando incluso a echar una
“mentirijilla” cuando escribe lo de
“desgraciadas circunstancias”…
Sigfredo Hillers de Luque.
Enrique de Aguinaga.
Catedrático emérito de la Universidad Complutense
La letra pequeña de la Historia a propósito del simulacro de juicio que llevó al paredón a José Antonio Primo de Rivera
EL ABRAZO
A las diez y media de la mañana del 16 de noviembre de 1936, en la sala de audiencia de la Prisión Provincial de Alicante, comienza la vista de la causa contra José Antonio Primo de Rivera, su hermano
Miguel y la esposa de este,
Margarita Larios, así como contra Teodorico Serna, ex director de la Prisión (asesinado en Madrid [1]) y otros cinco funcionarios de Prisiones.
Preside el magistrado Eduardo Iglesias del Portal con los vocales Enrique Griñán Guillén y Rafael Antón Carratalá. Actúa como fiscal Vidal Gil Tirado. Y es instructor del sumario Federico Enjuto Ferrán, designado por el Tribunal Supremo con fecha 3 de octubre. El Tribunal Popular (decreto de 23 de agosto) está compuesto por los tres magistrados citados y un jurado de catorce miembros designados por los partidos del Frente Popular y los sindicatos afectos [2] . José Antonio se constituye en defensor de sí mismo, de su hermano y de su cuñada.
José Antonio, con Miguel, llega a las nueve y media, adelgazado "pelado al rape, sin afeitar, calzando alpargatas, con un gabán gris, largo y viejo, sobre el mono azul con cremallera" [3]. La sala y los pasillos están abarrotados de "milicianos, abogados y soldados", que se impacientan por el retraso del comienzo de la sesión, por la demora de uno de los magistrados [4].
Antes de la vista, el día 10, José Antonio había sido interrogado por el fiscal Gil Tirado, en presencia del juez Enjuto. Como consecuencia del interrogatorio, el 14 por la noche, juez instructor y fiscal leen a los acusados el auto de procesamiento. A esta lectura se refiere José Antonio, en su informe de la defensa, cuando agradece al Tribunal haber dispuesto de dos horas y media para "instruirme en ese montón de papeles, preparar mi defensa y someterla a vuestra conciencia"
La vista se desarrolla en dos jornadas, con cuatro sesiones. En la primera sesión (mañana del día 16) se procede a la lectura de las conclusiones del Ministerio Fiscal, fechadas a día 14; a la admisión de pruebas y al interrogatorio de los procesados (José Antonio, Miguel y Margarita) por parte del fiscal y de los jurados. El interrogatorio de José Antonio dura dos horas y media.
La segunda sesión se inicia a las cuatro de la tarde para seguir con el interrogatorio de los procesados (Abundio Gil, Samuel Andani, Joaquín Samper, Manuel Molíns, Francisco Perea, funcionarios de Prisiones) y la prueba testifical (José Goicoechea y Adolfo Crespo).
La tercera sesión se inicia a las nueve y media del día 17 con el interrogatorio de los restantes testigos (Antonio Vázquez, Enrique Alijo, Eduardo Busquier, José Pujalte, Manuel Palla y José González Prieto) y concluye con la renuncia a la prueba documental.
En la cuarta y última sesión, iniciada a las cuatro de la tarde, con la lectura de las conclusiones definitivas del Ministerio Fiscal (en las que retira la acusación contra los procesados Gil, Andani, Samper, Molins y Perea) y con las conclusiones definitivas de la defensa, se dicta el auto de libertad de los funcionarios. Se llega así a la fase culminante de la vista: los informes del Fiscal y la Defensa. El informe de José Antonio (hora y media) termina a las ocho menos cuarto de la noche y los magistrados se retiran a redactar las preguntas que se someterán al jurado. Casi tres horas dura la deliberación, sin que nadie abandone la sala.
A las diez y media de la noche, el Presidente del Tribunal da lectura a las veintiséis preguntas redactadas e, inmediatamente, el Jurado se retira en una deliberación que dura cuatro horas, tras las cuales entrega a los magistrados su veredicto condenatorio. Tras su lectura, los magistrados se retiran para redactar la sentencia, operación en la que consumen media hora (en principio, con la oposición de Rafael Antón) [5] . La sentencia, fechada el 18 de noviembre, concluye con la condena de José Antonio a la pena de muerte, como autor de un delito de rebelión militar. Miguel es condenado a reclusión perpetua y Margarita, a seis años y un día de prisión mayor.
Como último recurso para salvar su vida, invocando el Código de Justicia Militar, José Antonio solicita la revisión de la causa; pero el Jurado, por mayoría de bolas negras, rechaza la petición. Todo es inútil como inútil fue la posterior apelación telegráfica al presidente del Gobierno, Largo Caballero. Son las tres de la madrugada, tras cuarenta y ocho horas de angustia.
Todo concuerda con la idea de que "José Antonio ignora que
la orden de la condena a muerte ha sido enviada directamente de Moscú, por medio del embajador soviético Rosenberg, al socialista Largo Caballero" [6]. Ya, en octubre, el periodista
Jay Allen terminaba así su entrevista con José Antonio:
"Me es absolutamente imposible imaginar cualquier circunstancia que pueda salvar a ese joven".
A este escueto apunte cronológico de las dos agotadoras jornadas hay que añadir la terrible tensión que en todo momento gravita sobre
José Antonio, interrogado como acusado, y que, como defensor, no solo debe mantener el debate jurídico y el acoso político, sino, también, participar en los interrogatorios.
En tal prueba, no eran ociosas las advertencias del Fiscal cuando para contrarrestar su efecto, en su informe, previo al de José Antonio, alerta al jurado sobre "las dotes de oratoria, arte e ingenio del acusado", sobre "su extensísimo conocimiento del Derecho" y sobre "sus dotes parlamentarias, a la altura de los mejores parlamentarios españoles".
La crónica de
"El Día", que todavía hoy se lee con tanta sorpresa como emoción, es un documento insólito, atribuible al poder de convicción de José Antonio, de quien dice literalmente: "Su informe es rectilíneo y claro. Gesto, voz y palabra se funden en una obra maestra de oratoria forense que el publico escucha con recogimiento, atención y evidentes muestreas de interés". La crónica, que no aparece firmada, es del director de "El Día", Emilio Costa, tan adicto al Frente Popular como el propio periódico (no cabía otra posibilidad). Costa, retirado del periodismo, se desterró a Oran, en 1939, donde falleció a poco de llegar.
En el breve dialogo con los periodistas y en las observaciones que hace a sus guardianes (sería muy aleccionadora la recomposición completa de los pormenores dispersos de aquellas cuarenta y ocho horas históricas), luce la profunda compostura espiritual de José Antonio, irremediablemente condenado, en medio de un principio de comprensión, tan perpleja como absorta. En este punto, surge la pregunta: ¿cómo los catorce hombres del jurado, abiertamente adversos, necesitan cuatro horas para acordar la condena?
Todos los indicios apuntan que el Jurado no había sido insensible a la persuasión de de José Antonio, avisada por el fiscal. Ximénez de Sandoval, que escribe a los tres años del suceso [7] , recoge la información de que las tensas deliberaciones del Jurado condujeron a un empate en la votación, que imposibilitaba la condena a muerte. Escribe Ximenez de Sandoval: "Las largas vacilaciones fueron cortadas por un socialista apellidado Domench -dependiente de la ferretería Panades y Chorro, de la capital levantina- que impuso pistola en mano la condena, en medio de un escándalo inenarrable".
Años más tarde, para su proyecto de película sobre José Antonio, José Luis Sáenz de Heredia investiga en Alicante, mantiene muchas entrevistas y, respecto al jurado, escribe:
"El jurado, a las diez y media de la noche, ha recibido un cuestionario de veintiséis preguntas a las que solo tiene que contestar con un sí o con un no. El jurado está compuesto por miembros de los partidos y sindicatos más calificados del Frente Popular, lógicamente predispuestos. Parece también lógico, contando con la predisposición hostil, que la contestación a las veintiséis preguntas sea un puro trámite. Sin embargo, no es así. Los predispuestos acaban de oír a un hombre que no es el que odian. Ellos (algunos de ellos) creían que el juicio iba a ser contra otro hombre, al que estaban seguros de conocer bien. No hay fundamento real para odiar al hombre que acaba de hablar. No es un señorito ocioso y vago ni un chulo ni un pistolero ni un fascista. Y, para todos, aunque no llegue, claro está, a enunciarse, hay en él un algo indefinible de grandeza humana que rebasa las fronteras de la lógica, trasciende la pureza y llega, no se sabe por dónde, al corazón. Así, lo que iba ser mero trámite, se trasforma, a puerta cerrada, en discusión que llega a ser violenta. Tan violenta que hacen aparición las pistolas. Al fin, los objetantes ceden y las veintiséis preguntas quedan contestadas en la forma prevista. La deliberación, que todos suponían formularía, ha durado desde las diez y media de la noche hasta las dos y media de la madrugada. Cuatro horas. Cuatro agotadoras horas que el Tribunal, el acusado y el publico han soportado, cada cual con su tensión, sin ausentarse de la sala".
Un comunista,
Marcelino Garrofé, miembro del jurado, confirma la presunción:
"Entre los del jurado circuló en seguida esta frase: "¡No podemos seguir así. Estamos haciendo el ridículo! La sala, el jurado, el fiscal, todos actuamos apabullados". Antón y Millá, después de escucharme, se limitó a decir: "Es una orden del partido y, sea como sea, hay que cumplirla y cuanto antes" Los miembros del Comité Provincial de Alicante me enseñaron la comunicación del buró comunista, en la cual se trasladaba la orden del Presidium de "eliminar la cabeza visible del Alzamiento".
Tras la tremenda conmoción de sentirse condenado a muerte, al principio de la vida, José Antonio se rehace y, sonriente, anima sus hermanos: "Estáis salvados". Es entonces cuando José Antonio tiene un gesto tan sublime que, a falta de una explicación inmediata, queda inadvertido. Comunicada la sentencia, José Antonio sube al estrado y abraza al Presidente, el magistrado Iglesias del Portal.
Este abrazo no consta en la crónica de Costa ni en las biografías de
Ximenez de Sandoval, Payne, Gibello, Gibson, Gómez Molina o Gil Pecharromán ni en los libros dedicados al proceso por Bravo, Mancisidor, del Río y Pavón.. El primer indicio es el testimonio directo de Margarita Larios que, a los seis años, recuerda como recibió José Antonio la sentencia: "Se dirigió al presidente del Tribunal y estuvo hablando unos minutos, aparte, con él" [8].
El abrazo habría quedado oculto para siempre en la intimidad del sumario, si no hubiera sobrevenido el testimonio irrecusable de las hijas de Iglesias Portal que, con fecha 30 de enero de 1955, desde México, escriben a
Miguel Primo de Rivera, entonces Embajador de España en Londres. La carta, al pie de la letra, empieza así:
"Muy distinguido señor:
Aunque personalmente no tenemos el gusto de conocerle, nos atrevemos a dirigir esta para que atienda a nuestra suplica. Nosotras somos hijas del magistrado del Supremo que, como Vuestra Excelencia bien sabe, por desgraciadas circunstancias, estuvo presente y formo parte del Tribunal en el que fue juzgado vuestro hermano José Antonio, q.e.p.d.
Si su excelencia estuvo presente en el juicio, recordará que al terminarse y comunicarle la sentencia, su hermano subió al estrado y abrazó a nuestro padre y le dijo que sentía el mal rato que por su causa estaba pasando, pues no sé si sabrá que mi padre y él eran buenos amigos"...
La carta continúa con la petición de las hijas para que Miguel interceda a favor de la repatriación de su padre. En su contestación, Miguel da fe del abrazo y noblemente, haciendo honor al gesto de José Antonio, asume a las gestiones que consiguieron el regreso del magistrado. Así, Iglesias del Portal acabó su vida en paz, en 1969, en Aguilar de la Frontera (Córdoba)
Tras una leve noticia de 1968 [9], por primera vez, aquel histórico abrazo se hace público en Televisión Española, en 1981, en el programa "La Clave", en el que José Luis Sáenz de Heredia leyó la carta de las hijas de Iglesias. Pero actúa la censura invisible y la noticia no obtiene el menor eco.
"Se comprende -escribe Sáenz de Heredia - que quien es capaz de pensar, en ese trance, en el mal rato que está pasando uno de los que le condenaban; que le comprende, le perdona y le abraza, tiene que estar nimbado por un halo sobrenatural y trascendente, visible y penetrante hasta para aquellos que entraron predispuestos y salieron confusos".
El abrazo de José Antonio, como consuelo de la amargura de quien le acaba de condenar a muerte, cuando no caben fingimientos, excede cualquier ponderación vulgar y demuestra la grandeza de alma, presente en su testamento:
"Ayer por última vez expliqué al Tribunal que me juzgaba lo que es la Falange. Como en tantas ocasiones, repasé, aduje los viejos textos de nuestra doctrina familiar. Una vez más, observé que muchísimas caras, al principio hostiles, se iluminaban, primero con el asombro y luego con la simpatía. En sus rasgos me parecía leerse esta frase: "Si hubiésemos sabido que era esto, no estaríamos aquí". Y, ciertamente, no hubiéramos estado allí ni yo ante un Tribunal popular ni otros matándose por los campos de España. No era ya, sin embargo, la hora de evitar esto y yo me limité a retribuir la lealtad y la valentía de mis entrañables camaradas, ganando para ellos la atención respetuosa de sus enemigos".
Frente a la falacia de quienes, a diario, flamean la reconciliación nacional y se obsesionan sañudamente en la condena de lo reconciliable, el abrazo de José Antonio es el primer monumento de la reconciliación de España. Antes, en el mes de agosto, se había ofrecido como mediador para terminar con la guerra [10]. En su informe, en el juicio de Alicante, explicó como de lo nacional y de lo sindicalista "hacemos una síntesis capaz de superar las ideologías en conflicto" [11]. E, inmediatamente después, cierra su testamento con la admirable invocación: "¡Ojalá fuera la mía la ultima sangre española que se vertiera en discordias civiles!".
El Gobierno republicano -escribe Bartolomé Mostaza- al montar el proceso ilegal contra la nobilísima persona de José Antonio Primo de Rivera, se sentenció y condenó a sí mismo, degradándose a verdugo de la "tercera España", la de la síntesis y la conciliación.[12]
El deslumbrante, escalofriante, abrazo de José Antonio en aquel trance supremo, no es solo un relámpago. Es la iluminación de la trayectoria de su pensamiento en la búsqueda permanente e infatigable de la síntesis.
En esa búsqueda, que subyace, como el mismo José Antonio, sean todas las condenas y resistencias el estimulo de nuestra propia reconciliación. Las prohibiciones, proscripciones, marginaciones, tergiversaciones, silencios, censuras y desdenes que han sofocado o han intentado sofocar el centenario de José Antonio ("¡Qué alma más limpia!", según Gustave Thibon) son el miedo al deslumbramiento ("¡Deslumbrante! ¡Deslumbrante!" repetía Rosa Chacel).
NOTAS:
1 CESAR VIDAL, "Checas de Madrid", Belacqva/Carroggio, Madrid, 2003, p. 355.
2 No consta la composición del Jurado; pero en los interrogatorios se mencionan los nombres de Ortega, Antonio Moreno Peláez, Doménech, Llobregat y Gómez.
3 AGUSTÍN DEL RÍO y ENRIQUE PAVÓN, "Procesos de José Antonio", Ediciones del Movimiento, Madrid, 1963, 389.
4 "EL DIA" (DIARIO), Alicante, 17 de noviembre de 1936.
5 AGUSTÍN DEL RÍO Y ENRIQUE PAVÓN, o.c., p. 390.
6 Giorgio Almirante.
7 "José Antonio (Biografía apasionada)" está fechada en Bruselas octubre de 1939; Madrid, diciembre de 1940.
8 "INFORMACIÓN" (DIARIO), Alicante, 20 de noviembre de 1942. AGUSTÍN DEL RÍO Y ENRIQUE PAVÓN, "Los procesos de José Antonio", Ediciones del Movimiento, Madrid, 1963, p. 251.
9 José Luis Sáenz de Heredia, "El aturdimiento de los predispuestos", en "Teresa" (revista), Madrid, noviembre de 1968.
10 DIEGO MARTÍNEZ BARRIO, "Episodio en Alicante sobre José Antonio Primo de Rivera", conferencia pronunciada en el Centro Español de México, 23 de abril de 1941.
11 AGUSTÍN DEL RÍO Y ENRIQUE PAVÓN, "Los procesos de José Antonio", Ediciones del Movimiento, Madrid, 1963, p. 144.
12 BARTOLOMÉ MOSTAZA, "¿Decadencia o derrota de España?, en "YA" (diario), Madrid, 26 de mayo de 1971.